El edificio que conocemos hoy en día como Palacio de Galiana se corresponde casi con total seguridad con la almunia del rey de la Taifa de Toledo al-Ma´mun (1043-1075), cuyos verdaderos palacios regios se asentaban en la zona donde hoy se sitúa el Convento de Santa Fe. Tras la conquista cristiana pasó a denominarse almunia real o Huerta del Rey -nombre que aún conserva-. El primitivo edificio islámico sufrió grandes y sucesivos destrozos por causas diversas, entre las que destacan -debido a su situación el la vega extramuros de la ciudad fortificada- las incursiones de ejércitos almohades y almorávides en los siglos XI y XII, o también de tropas cristianas que allí acamparon en 1212 para hacer frente a los almohades. Pero, según parece, el edificio original no fue completamente destruido de modo que el palacio mudéjar que ha llegado hasta nuestros días utiliza en gran medida la estructura de la edificación islámica, de tal forma que la obra mudéjar fechada en el siglo XIII -a la que siguió probablemente otra posterior en el XIV- consistió básicamente en la reparación de los lienzos más deteriorados y, sobre todo, en labores decorativas entre las que destacan yeserías, zócalos y arquillos de ventanas. Todo ello se deduce de la observación detallada de la planta del edificio, típicamente islámica, compuesta por salas de recepción conectadas con una espaciosa alberca y todo ello rodeado de jardines. Las fuentes documentales islámicas citan a Ibn Wafid y a Ibn Bassal como diseñadores de los jardines, y nos hablan del célebre "salón de la noria" o maylis al-na´ura, cuyo repetitivo sonido se asemejaría al de una camella que ha perdido a su cría. Esta gran noria se reflejaba en el agua de la alberca, la cual se conserva en nuestros días y que estuvo en uso hasta 1603 según Salazar de Mendoza que cita textualmente "unas casas viejas que tienen un estanque de agua por patio, a quien el vulgo ignorante llama los Palacios de Galiana". La propiedad del Palacio de Galiana pasó en 1385 al Convento de Jerónimos de la Sisla por donación del rey Juan I. Los monjes venden el edificio en 1394 a Beatriz de Silva -esposa de Alvar Pérez de Guzmán-, fecha en la que debió hacerse la segunda reforma mudéjar pues se conservan escudos de los Silva y de los Guzmán en la yeserías.
Pero lo que convierte a este lugar en un emplazamiento legendario y de bellísimas evocaciones es la leyenda que narra los amores de Carlomagno con Galiana, la hija del rey musulmán Galafre. La leyenda tiene su origen en el cantar de gesta francés denominado Mainet o Mainete. En él se narra, al contar la llegada de Mainet con sus franceses a Toledo -Mainet es el nombre que toma el joven Carlos para vivir de incógnito en Toledo, donde va desterrado- que el rey moro los hospedó “en su alcázar menor, que llaman agora los palacios de Galiana, que él había hecho muy ricos a maravilla, en que se toviese viciosa aquella su hija; e este alcázar o el otro mayor eran de manera hechos que la infanta iba encubiertamente de uno al otro cuando quería”. Se refería pues a los verdaderos palacios regios, hoy Convento de Santa Fe. La leyenda tuvo un arraigo extraordinario en Toledo, y como el gran Ramón Menéndez Pidal explicara en 1932 al analizarla en detalle, ello no es extraño dado el importante contingente de franceses llegado a Toledo con Alfonso VI en la Reconquista pues llegaron a ser el tercer grupo de población más numeroso en Toledo -“Castellanos, Mozárabes atque Francos" según rezan los fueros de la ciudad- ocupando un barrio entero denominado Arrabal de los Francos entre Zocodover y la Catedral, siendo muy probable que ese cantar de gesta fuese escrito en Toledo, como Pidal trató de demostrar.
Según Menéndez Pidal, el nombre de Galiana no corresponde a ninguna mujer en concreto sino que hace referencia a la Vía Galliana, es decir, el antiguo camino romano que unía Toledo con las Galias -Francia- arrancando en los mencionados palacios regios para salir de la ciudad por la Puerta de Perpiñán y el Puente de Alcántara, y que pasaba por Guadalajara y Zaragoza hasta cruzar los Pirineos en el Summo Portu (Somport) de Canfranc. De hecho, ya en el siglo XII los palacios regios de lo que hoy es Santa Fe eran conocidos por este nombre como prueba un documento de 1210 del rey Alfonso VIII que en el que se lee que “dize que es aquel que dizen aver sido Palacios de Galiana, dentro de los muros de Toledo”. Otros muchos documentos de los siglos XIII y posteriores vuelven a mencionar los palacios con esta denominación.
Pero es en el siglo XVI cuando, tal vez por las modificaciones en estos palacios convertidos en conventos y por el arraigo de la leyenda carolingia de Mainet, se menciona por vez primera a la almunia real o Huerta del Rey, también junto a la senda Galiana, como Palacios de Galiana. Así, Luis del Mármol, en 1573 escribe que Galafre, al celebrar las bodas de Galiana y Carlos, “porque los christianos no entrassen en Toledo, mandó hazer en la propia Güerta unos palacios que oy día llaman los palacios de Galiana". El recuerdo de los ingenios árabes presentes en esa almunia, donde algunos autores ubicaban las clepsidras de Azarquiel y las albercas que se llenaban o vaciaban en ciclos perfectos de 29 días según los meses lunares, o la cúpula o qubba por la que se deslizaba el agua creando maravillosos reflejos hicieron acrecentar su fama legendaria.
Durante los siglos XVI y XVII esa leyenda seguía muy presente en la vida cotidiana castellana hasta el punto de ser mencionada por Cervantes en la segunda parte del Quijote en su capítulo LV:
"¡Válame Dios todopoderoso! -decía entre sí-. Esta que para mí es desventura, mejor fuera para aventura de mi amo don Quijote. Él sí que tuviera estas profundidades y mazmorras por jardines floridos y por palacios de Galiana, y esperara salir de esta escuridad y estrecheza a algún florido prado"
Para terminar de demostrar que el Mainet fue escrito en Toledo, Menéndez Pidal hizo un soberbio descubrimiento toponímico. En el poema épico medieval se dice que el combate de Mainet con Bramante, en el que el francés se apodera de la legendaria espada Durendart, ocurre en Val Salmorial, junto a Toledo. Pidal indagó fuentes diversas y halló que en el siglo XVI Pedro de Alcocer al hablar de esta leyenda decía que “Carlos hizo armas con Bramante en el lugar que agora llaman Balsalmorial, dos leguas y media desta cibdad”, y que Pedro Salazar de Mendoza en el XVII contaba que “Lo del moro Bradamante y las armas que hizo en el Valsalmorial, entre Olías y Cavañas, ni lo digo ni lo creo.”. Pues bien, Pidal recorrió los alrededores de Toledo en 1932 y halló varios lugares de terrenos salados llamados salmoriales, de entre los que destacó como posible ubicación del pasaje del Mainet uno llamado Dehesa de Navarreta. Esa dehesa está situada en un hondo, en el término de Magán, y en la que hay salmoriales, a dos leguas y media de Toledo, conforme la distancia señalada por Pedro de Alcocer. Sin duda, una preciosa labor de investigación sobre el terreno ocho siglos después de haberse descrito en un cantar de gesta.
También en el Palacio de Galiana se localiza otra leyenda, la de la Mano Horadada, que cuenta cómo estando Alfonso VI alojado como huésped de Al-Ma´mun en esta almunia, escuchó una conversación del rey árabe con sus ministros sobre cuál era el flanco más débil de la ciudad. Alfonso se hizo el dormido y Al-Ma´mun quiso asegurarse de ello, por lo que en voz baja para no despertarle pero suficientemente alta para que lo oyera si se hacía el dormido pidió que le trajeran plomo fundido. Le acercaron el metal hirviendo y logró no inmutarse hasta que le derramaron el plomo, momento en el que gritó de dolor por el agujero que ello le provocó en la mano que tenía extendida. Al-Ma´mun quedó tranquilo pensando que no les había escuchado, pero según la leyenda, poco después Alfonso entró a la ciudad por ese flanco.
Sea como fuere, este edificio llegó a la era fotográfica en un estado lamentable, completamente arruinado y, desde luego, nada evocador de fantasías legendarias. La emperatriz Eugenia de Montijo, conocedora de la leyenda, quiso restaurar el edificio al ver en sí misma a una heredera del destino de Galiana, aunque la muerte le vino antes de poder emprender la obra.
Las primeras fotografías del palacio datan de comienzos del siglo XX. Sin duda fue todo un genio como Don Pedro Román Martínez quien tomó las mejores fotografías del Palacio de Galiana en ese penoso estado:
Estas son otras fotografías del edificio a comienzos del siglo XX:
En los años 30 el arquitecto Fernando García Mercadal obtuvo estas fotos del palacio:
La situación del Palacio en la Vega del río ha supuesto que, hasta la construcción de las grandes presas, las inundaciones fuesen más o menos frecuentes. En esta imagen de febrero de 1947 podemos ver las ruinas del Palacio de Galiana, al fondo, como un islote en medio de un mar:
Pero por fortuna en los años 60 los propietarios del Palacio, Alejandro Fernández de Araoz y Carmen Marañón deciden restaurar el edificio, encomendando la dirección de los trabajos al prestigioso arquitecto Fernando Chueca Goitia. En palabras del propio Chueca, en dicha restauración "nada se ha inventado, y sin embargo, eran tantos los problemas, tantas las incógnitas... Hemos querido, ante todo, restituir". Estas son fotos de las excavaciones previas:
La revista Blanco y Negro del diario ABC dedicó un reportaje a esta restauración cuando estuvo concluida en 1965:
Estas son otras fotos del Palacio de Galiana en los años 60:
Se trata en definitiva de una auténtica joya para Toledo, tanto por el valor del edificio como por la carga de historia y leyenda que lleva aparejada, en un entorno precioso y con unos jardines actualmente muy cuidados. Esperemos que los desarrollos que se puedan originar en el futuro alrededor de este edificio respeten su historia, su paisaje y su leyenda.
El Palacio de Galiana en Google Maps:
Ver Toledo Olvidado en un mapa más grande
Para saber más:
- "Galiene la belle" y los Palacios de Galiana en Toledo. Artículo de Ramón Menéndez Pidal en 1932
- El último Palacio de Galiana, de Julio Contreras Mesa
sábado, 7 de mayo de 2011
Toledo en 1905, una joya más de la colección Luis Alba
La Colección Luis Alba es sin duda una de las recopilaciones más extensas y valiosas de material documental que existen sobre una ciudad concreta en España y probablemente en Europa. Es el fruto de una vida dedicada a la búsqueda de todo aquello relacionado con Toledo -fotografías, objetos, documentos, carteles, recuerdos y un sinfín de curiosidades más- en una época en la que no existía internet y en la que la adquisición de todo este material requería un enorme esfuerzo para recorrer los mercadillos, anticuarios, ferias, subastas y ofertas de particulares en los que pudiera encontrarse algo de valor relacionado con la ciudad.
Por suerte para los toledanos y para los amantes de la historia en general, y tras un largo proceso iniciado en 1999, en 2007 dicha colección fue adquirida por el Ayuntamiento de Toledo. Desde entonces se encuentra en proceso de catalogación y digitalización -una tarea que requiere un trabajo ingente que durará años- en el Archivo Municipal que dirige Mariano García, el cual está realizando una encomiable tarea en la divulgación de la gran cantidad de material histórico que conserva el archivo. Sin duda, la accesibilidad documental para la ciudadanía es una de las bases donde debe asentarse el interés y el amor por la historia de Toledo de las generaciones más jóvenes y las venideras.
Esa tarea de digitalización de la inmensa colección de Don Luis Alba va poco a poco dando sus frutos que el Archivo Municipal incluye en su web. Recientemente ha incorporado una colección de fotografías de autor anónimo datadas en junio de 1905 y que constituye un impresionante repaso de la ciudad en esos primeros años del siglo XX.
Veamos esta serie de fotografías con un cierto detenimiento, comenzando por las tomadas en la Plaza de Zocodover, donde estaba instalado aquellos días un cinematógrafo:
Cerca de allí, en la cuesta de las Armas, en el comienzo de la subida al Corral de la Campana por la Calle Recoletos, fue tomada probablemente una de las primeras fotografías en las que podemos ver una manguera municipal de riego. El agua debía provenir de Tajo mediante la elevadora de aguas, pues aún faltaban muchos años para la llegada del agua potable universalizada a la ciudad desde el Torcón (1948).
En la Calle Gerardo Lobo también se inmortalizó a un empleado municipal con la manga riega. Es sorprendente -y lamentable- comprobar que en 1905 esa calle presentaba un arbolado infinitamente más numeroso que el existente en nuestros días:
Este fotógrafo anónimo retrató algunos deliciosos rincones y callejones de la ciudad. Aquí tenemos preciosas fotografías por este orden del Callejón de Gigantones, del Callejón de Bodegones, de la Cuesta de Agustín Moreto y de la Cuesta del Águila -donde estaba el estudio fotográfico de Compañy-.
Aquí tenemos más típicos rincones toledanos como son la Calle de Trastámara, el Callejón de San Ginés y Calle de la Sinagoga:
Esta bella imagen nos muestra la atividad alrededor de la fuente de la Plaza del Padre Juan de Mariana:
En la misma plaza se sitúa la Iglesia de San Ildefonso o los jesuítas:
Uno de los lugares más transitados de la ciudad era -y es- la Plaza de las Cuatro Calles, aunque más que una plaza es una intersección de cinco calles, o seis, si contamos la Cuesta de la Sal:
En aquellos días el Tajo era aún fuente de vida y riqueza, pero también de solaz y recreo. Aquí tenemos fotografías de molinos y de barcas, y también de las riberas, donde de ven bien los chopos y fresnos que eran anualmente desmochados para usar sus hojas como alimento del ganado.
Siguiendo con el agua, son de un enorme valor documental estas imágenes donde aún pueden verse funcionando en la vega y en los alrededores de Toledo algunas norias -cuyo origen es árabe- para la extracción de agua de riego.
Las huertas rodeaban la ciudad en la zona de las vegas. Este chozo estaba en la Huerta de San Pablo, cerca de la Puerta del Vado:
Como no podía ser menos, una fotografía está tomada en la Calle de Santo Tomé:
Aquí esta retratada la Basílica del Cristo de la Vega:
En estas estampas tenemos retratado el Ayuntamiento.
En la Plaza Mayor -que paradójicamente no es la más grande de la ciudad- quedaron inmortalizados unos vendedores. En la primera fotografía podemos ver en obras el mercado de abastos, que no fue finalizado hasta 1912. Este edificio que pronto cumplirá un siglo tuvo una construcción muy dificultosa por deficiencias en el proyecto y problemas económicos:
Aquí tenemos unas preciosas fotografías de la vida de comienzos del siglo XX en el Paseo del Miradero:
El Paseo de Merchán o de la Vega también fue fotografiado, y podemos ver en él la Casita de Corcho.
Muy cerca de este parque fue fotografiada esta estructura muy desconocida, conocida como Quiosco de la Montaña:
Es sensacional este grupo de fotografías de la Mezquita del Cristo de la Luz, incluyendo su inscripción fundacional que había sido descubierta seis años antes, en 1899:
En esta fotografía podemos ver la Puerta de Bisagra:
Aquí tenemos un buen grupo de fotografías de San Juan de los Reyes. La primera fotografía es tal vez en la que mejor se aprecie el acceso existente a modo de adosado en el ala oeste, y que fue demolido pocos años más tarde:
Aquí podemos ver la Sinagoga de Santa María la Blanca:
Esta es la Casa de Mesa:
En esta estupenda fotografía se puede observar la Diputación Provincial, el Paseo de Recaredo a sus pies y, entre medias, la muralla. Puede observarse a la izquierda en la muralla el torreón rectangular que desapareció más tarde y que ha sido recientemente reconstruido en su base al haberse constatado su importancia en la sujeción de este lienzo que se vino abajo con las lluvias del año pasado:
Aquí tenemos la Puerta del Cambrón:
Esta es una fotografía de la Puerta del Sol:
Esta serie de imágenes es del Puente de San Martín:
El otro puente medieval, el Puente de Alcántara, también quedó inmortalizado:
Esta imagen corresponde al patio del Alcázar:
Esta es una vista del Paseo del Tránsito:
Esta es una serie de imágenes tomadas en la Catedral:
Esta es la vista del Valle que podía contemplarse desde el Alcázar en 1905:
Aquí tenemos fotografiado el Seminario desde el Convento de San Pablo:
La Posada de la Sangre no pasó desapercibida para este estupendo fotógrafo anónimo:
Muy cerca de allí, el Hospital de Santa Cruz también recibió la visita de este grupo de personas:
No podía faltar una serie de imágenes del Hospital Tavera:
Aquí podemos ver el Castillo de San Servando:
Aquí tenemos el Instituto Universitario Lorenzana:
En esta fotografía podemos ver la preciosa Plaza de Santa Isabel:
Este es el Convento de las Capuchinas o de la Purísima Concepción:
No falta tampoco una fotografía del impresionante Convento de Santo Domingo el Real:
Una curiosa fotografía de esta serie nos muestra a uno de los personajes del grupo en un estudio disfrazado de picador:
Por último, y a modo de pequeño homenaje a este anónimo fotógrafo que tan bien retrató el Toledo de 1905, aquí le tenemos inmortalizado en una preciosa fotografía en los cerros que circundan la ciudad. La sombra de la cámara y de sus compañeros convierten esta imagen en una toma realmente especial:
Sirva esta entrada de humilde homenaje a Luis Alba, sin cuya labor recopilatoria la práctica totalidad de su colección habría terminado dispersa por el mundo, olvidada y en muchos casos destruida. El mérito de su labor se agiganta según se va descubriendo poco a poco la dimensión de la colección, la rareza y el valor de muchos de sus elementos. Finalizar tan sólo agradeciendo al Archivo Municipal la cesión de estas fotografías.
Por suerte para los toledanos y para los amantes de la historia en general, y tras un largo proceso iniciado en 1999, en 2007 dicha colección fue adquirida por el Ayuntamiento de Toledo. Desde entonces se encuentra en proceso de catalogación y digitalización -una tarea que requiere un trabajo ingente que durará años- en el Archivo Municipal que dirige Mariano García, el cual está realizando una encomiable tarea en la divulgación de la gran cantidad de material histórico que conserva el archivo. Sin duda, la accesibilidad documental para la ciudadanía es una de las bases donde debe asentarse el interés y el amor por la historia de Toledo de las generaciones más jóvenes y las venideras.
Esa tarea de digitalización de la inmensa colección de Don Luis Alba va poco a poco dando sus frutos que el Archivo Municipal incluye en su web. Recientemente ha incorporado una colección de fotografías de autor anónimo datadas en junio de 1905 y que constituye un impresionante repaso de la ciudad en esos primeros años del siglo XX.
Veamos esta serie de fotografías con un cierto detenimiento, comenzando por las tomadas en la Plaza de Zocodover, donde estaba instalado aquellos días un cinematógrafo:
Cerca de allí, en la cuesta de las Armas, en el comienzo de la subida al Corral de la Campana por la Calle Recoletos, fue tomada probablemente una de las primeras fotografías en las que podemos ver una manguera municipal de riego. El agua debía provenir de Tajo mediante la elevadora de aguas, pues aún faltaban muchos años para la llegada del agua potable universalizada a la ciudad desde el Torcón (1948).
En la Calle Gerardo Lobo también se inmortalizó a un empleado municipal con la manga riega. Es sorprendente -y lamentable- comprobar que en 1905 esa calle presentaba un arbolado infinitamente más numeroso que el existente en nuestros días:
Este fotógrafo anónimo retrató algunos deliciosos rincones y callejones de la ciudad. Aquí tenemos preciosas fotografías por este orden del Callejón de Gigantones, del Callejón de Bodegones, de la Cuesta de Agustín Moreto y de la Cuesta del Águila -donde estaba el estudio fotográfico de Compañy-.
Aquí tenemos más típicos rincones toledanos como son la Calle de Trastámara, el Callejón de San Ginés y Calle de la Sinagoga:
Esta bella imagen nos muestra la atividad alrededor de la fuente de la Plaza del Padre Juan de Mariana:
En la misma plaza se sitúa la Iglesia de San Ildefonso o los jesuítas:
Uno de los lugares más transitados de la ciudad era -y es- la Plaza de las Cuatro Calles, aunque más que una plaza es una intersección de cinco calles, o seis, si contamos la Cuesta de la Sal:
En aquellos días el Tajo era aún fuente de vida y riqueza, pero también de solaz y recreo. Aquí tenemos fotografías de molinos y de barcas, y también de las riberas, donde de ven bien los chopos y fresnos que eran anualmente desmochados para usar sus hojas como alimento del ganado.
Siguiendo con el agua, son de un enorme valor documental estas imágenes donde aún pueden verse funcionando en la vega y en los alrededores de Toledo algunas norias -cuyo origen es árabe- para la extracción de agua de riego.
Las huertas rodeaban la ciudad en la zona de las vegas. Este chozo estaba en la Huerta de San Pablo, cerca de la Puerta del Vado:
Como no podía ser menos, una fotografía está tomada en la Calle de Santo Tomé:
Aquí esta retratada la Basílica del Cristo de la Vega:
En estas estampas tenemos retratado el Ayuntamiento.
En la Plaza Mayor -que paradójicamente no es la más grande de la ciudad- quedaron inmortalizados unos vendedores. En la primera fotografía podemos ver en obras el mercado de abastos, que no fue finalizado hasta 1912. Este edificio que pronto cumplirá un siglo tuvo una construcción muy dificultosa por deficiencias en el proyecto y problemas económicos:
Aquí tenemos unas preciosas fotografías de la vida de comienzos del siglo XX en el Paseo del Miradero:
El Paseo de Merchán o de la Vega también fue fotografiado, y podemos ver en él la Casita de Corcho.
Muy cerca de este parque fue fotografiada esta estructura muy desconocida, conocida como Quiosco de la Montaña:
Es sensacional este grupo de fotografías de la Mezquita del Cristo de la Luz, incluyendo su inscripción fundacional que había sido descubierta seis años antes, en 1899:
En esta fotografía podemos ver la Puerta de Bisagra:
Aquí tenemos un buen grupo de fotografías de San Juan de los Reyes. La primera fotografía es tal vez en la que mejor se aprecie el acceso existente a modo de adosado en el ala oeste, y que fue demolido pocos años más tarde:
Aquí podemos ver la Sinagoga de Santa María la Blanca:
Esta es la Casa de Mesa:
En esta estupenda fotografía se puede observar la Diputación Provincial, el Paseo de Recaredo a sus pies y, entre medias, la muralla. Puede observarse a la izquierda en la muralla el torreón rectangular que desapareció más tarde y que ha sido recientemente reconstruido en su base al haberse constatado su importancia en la sujeción de este lienzo que se vino abajo con las lluvias del año pasado:
Aquí tenemos la Puerta del Cambrón:
Esta es una fotografía de la Puerta del Sol:
Esta serie de imágenes es del Puente de San Martín:
El otro puente medieval, el Puente de Alcántara, también quedó inmortalizado:
Esta imagen corresponde al patio del Alcázar:
Esta es una vista del Paseo del Tránsito:
Esta es una serie de imágenes tomadas en la Catedral:
Esta es la vista del Valle que podía contemplarse desde el Alcázar en 1905:
Aquí tenemos fotografiado el Seminario desde el Convento de San Pablo:
La Posada de la Sangre no pasó desapercibida para este estupendo fotógrafo anónimo:
Muy cerca de allí, el Hospital de Santa Cruz también recibió la visita de este grupo de personas:
No podía faltar una serie de imágenes del Hospital Tavera:
Aquí podemos ver el Castillo de San Servando:
Aquí tenemos el Instituto Universitario Lorenzana:
En esta fotografía podemos ver la preciosa Plaza de Santa Isabel:
Este es el Convento de las Capuchinas o de la Purísima Concepción:
No falta tampoco una fotografía del impresionante Convento de Santo Domingo el Real:
Una curiosa fotografía de esta serie nos muestra a uno de los personajes del grupo en un estudio disfrazado de picador:
Por último, y a modo de pequeño homenaje a este anónimo fotógrafo que tan bien retrató el Toledo de 1905, aquí le tenemos inmortalizado en una preciosa fotografía en los cerros que circundan la ciudad. La sombra de la cámara y de sus compañeros convierten esta imagen en una toma realmente especial:
Sirva esta entrada de humilde homenaje a Luis Alba, sin cuya labor recopilatoria la práctica totalidad de su colección habría terminado dispersa por el mundo, olvidada y en muchos casos destruida. El mérito de su labor se agiganta según se va descubriendo poco a poco la dimensión de la colección, la rareza y el valor de muchos de sus elementos. Finalizar tan sólo agradeciendo al Archivo Municipal la cesión de estas fotografías.
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