¿Puede haber algo más bello que honrar la memoria de un padre? Eso es precisamente lo que están haciendo las hermanas Mónica y Mercedes Miquel, con la particularidad de estar realizándolo de un modo realmente especial: recuperando y divulgando el precioso legado fotográfico de su padre, el Doctor Joan Miquel i Quintilla.
Nacido en Barcelona en 1912, Joan fue el hijo menor de una familia de fabricantes de tejidos, que rompió con la tradición familiar al manifestar desde muy pequeño, cuando era alumno de los Escolapios, su gran pasión por las ciencias. Estudió en la Universidad de Barcelona dos carreras a la vez: Ciencias Químicas y Farmacia, recibiendo en ambas premios extraordinarios de fin de carrera. Empezó también la carrera de medicina, que no pudo terminar al estallar la Guerra Civil. En los difíciles e inciertos años cuarenta, Joan Miquel inicia su actividad profesional en su oficina de farmacia en donde empieza a diseñar y fabricar productos farmacéuticos originales, naciendo así los célebres "Laboratorios Miquel S.A.", empresa que con los años adquirió proyección internacional.
La otra gran pasión del Dr. Miquel fue la fotografía, a la que llegó desde la pintura al óleo y la acuarela. No en vano, siendo un joven aficionado ya frecuentaba los círculos artísticos donde conoció artistas y obras de la época relacionadas con las vanguardias artísticas. Era un gran amante del arte y de la estética y esto se intuye con claridad en sus instantáneas.
Utilizó más de 150 cámaras fotográficas a lo largo de su vida, de las más afamadas marcas: Leica, Hasselblad, Rolleiflex, Contarex, etc. Montó un “cuarto obscuro” en su casa para revelar sus placas y películas; su formación química fue muy importante en todo su trabajo de laboratorio fotográfico, tanto en el revelado en blanco y negro como en los inicios del color. Realizó fotos en color usando diferentes procedimientos como la tricromía, la destrucción de colorante o técnicas antiguas de fotografía “artística” como la goma bicromatada en base de goma arábiga y nitrato de plata, que permitía retocar el color final y el contraste de la imagen. Sus primeras fotos en color de su colección fueron obtenidas con películas Ektachrome y posteriormente Kodachrome. El fondo fotográfico de la colección que está siendo recuperada en la web BarcelonaFotoAntic.com por sus hijas Mercedes y Mónica Miquel Abella consta de unos 40.000 negativos de todo tipo de formato y soporte. Al tratarse de un fotógrafo que trabajó siempre en el campo aficionado, su obra obedece exclusivamente a sus inquietudes y visiones personales, totalmente libres, de la realidad de la gente, de sus vidas y sus paisajes, de una época que abarca de 1933 a 1983. Se trata de excelsas fotografías que componen un fragmento en imágenes de la historia de nuestro país, que recorrió de punta a punta.
Joan Miquel falleció el 9 de Octubre de 1983 dejándonos ese tesoro que ahora, gracias a la generosidad de sus hijas, ve la luz para goce de cuantos amamos la fotografía y la belleza.
Miquel fue un asiduo visitante de Toledo en los años 50. Están datadas estancias suyas en nuestra ciudad al menos en los años 1955, 1956 y 1958. Hoy puedo mostraros una selección de su obra toledana que, desde que la vi, me tiene absolutamente enamorado y fascinado. Comenzaremos por ver una joya muy especial para mí, pues está tomada muy cerca de la que fuera la casa de mis abuelos, donde nacen buena parte de mis primeros recuerdos de niñez. Se trata de la calle Sixto Ramón Parro, en el punto comúnmente conocido por todos como "Los Cuatro Tiempos", denominación que al parecer procede de una antigua pintura en una de las fachadas de la calle en la que se representaban la primavera, el verano, el otoño y el invierno, es decir, las cuatro estaciones o "tiempos" del año. La imagen muestra a una mujer con un puesto de venta ambulante en la calle. Al fondo aparece otra mujer con la misma ocupación, mientras que a la izquierda se ve unas niñas que se acercan al entronque de la calle:
Si la anterior imagen era bella, las siguientes, tomadas en las inmediaciones del mercado de abastos en la Plaza Mayor, son sencillamente magistrales. Mirad por ejemplo ésta, que muestra el momento en que un vendedor atiende a una mujer en presencia de un animado corrillo de personas. Al fondo, destaca la pared del mercado plagada de carteles anunciando los más diversos acontecimientos y productos:
En las paredes del mercado, con un acabado en las fachadas hoy desaparecido tras la reforma del edificio en los años 80, se apostaban otros vendedores en sus rudimentarios establecimientos ambulantes, dejándonos estampas de enorme nostalgia y belleza genialmente inmortalizadas por Joan Miquel Quintilla:
Las inmediaciones del Alcázar eran en los años 50 un lugar casi fantasmal, aún dominadas por la imponente presencia de las ruinas del baluarte tal como habían quedado tras la maldita guerra civil en 1936. Pese a ello, algunos toledanos se atrevían a pasar ratos al sol en sus alrededores, ya casi acostumbrados la la terrible visión de aquellos muros que a buen seguro les evocaban las más tristes y dolorosas historias y recuerdos, fuese cual fuese su ideología:
Las largas tardes se hacían más llevaderas al sol para esta anciana que ocupaba su tiempo cosiendo, pese a las evidentes dificultades que ya presentaba para poder realizar la tarea dada su escasa visión:
Joan Miquel se detuvo en este patio de vecindad de la ciudad, y nos dejó para siempre esta estampa de ropa secándose mientras la familia hacía vida en este espacio común:
Teminaremos con esta fotografía de un vendedor de cerámica con su borrico en el Valle. En aquellos lejanos años 50 el turismo comenzaba a despuntar y daba empleo a algunos de estos primeros profesionales de los recuerdos para turistas, desde luego bastante más auténticos que la mayoría de las baratijas que hoy pueblan las estanterías y escaparates de cualquier tienda turística de cualquier ciudad masivamente visitada en nuestros días:
¿Sabéis qué es lo mejor de todo? Que Mercedes y Mónica me aseguran que poseen bastantes más imágenes de Toledo tomadas por su padre y que pronto las digitalizarán. Hasta que ese día llegue y pueda dedicar otra entrega del blog a Joan Miquel, esperaremos ilusionados y, sobre todo, muy agradecidos a esta familia que comparte con todos nosotros estas auténticas joyas de nuestro pasado.
[ACTUALIZACIÓN 3-02-2020]: En efecto, Mónica y Mercedes han localizado nuevas fotos de Toledo tomadas por su padre, y tengo el placer de ofrecérsolas a continuación:
sábado, 11 de febrero de 2017
Toledo a mediados del siglo XX fotografiado por el mítico Paul Almásy
Si solo disponéis de unos instantes para leer la entrada de hoy, creo sinceramente que lo mejor es que no lo hagáis. Es preferible, creedme, que esperéis a tener un buen rato libre porque lo que hoy vais a ver son fotografías con mayúsculas, que merecen ser admiradas -casi digeridas- con la debida pausa para el deleite de vuestros ojos. No todos los días se ven por vez primera fotografías de Paul Almásy, tal vez el más grande fotógrafo de la historia de Hungría con permiso de Robert Capa y André Kertész.
Paul Almásy nació en Budapest el 29 de mayo de 1906 y murió en Jouars-Pontchartrain (Francia) el 23 de septiembre de 2003. En 1924 comenzó estudios en ciencias políticas en Austria y Alemania con el fin de prepararse para la carrera diplomática. Sin embargo, el periodismo llamó su atención y en 1925 aceptó un trabajo de corresponsal en Marruecos. Toma fotografías de un modo privado para ilustrar sus propios artículos hasta que en 1929 viaja a Sudamérica y realiza el que se puede considerar su primer reportaje fotográfico por encargo, sobre una industria de São Paulo. Comenzó a colaborar con diversas publicaciones, como por ejemplo Berliner Illustrierte.
En 1938 se trasladó a vivir a Francia, trabajando durante la II Guerra Mundial como corresponsal de la prensa suiza en este país. Fue miembro fundador del grupo fotográfico Gens d'Images que promueve anualmente los prestigiosos premios Niépce, Nadar y Arcimboldo. Desde 1952 colaboró con organismos internacionales como la UNESCO, UNICEF, la FAO o la OMS, viajando por todo el mundo. Fueron muy aclamados sus reportajes sobre el problema racial en Sudáfrica en 1953, el problema de las drogas en Asia, la vida de los esquimales o sobre la Tierra de Fuego en 1962. Tal fue su capacidad viajera, que a lo largo de su vida visitó todos los países del orbe excepto Mongolia. En 1956 se nacionalizó francés y desde 1973 fue profesor de fotoperiodismo. En 1978 fue reconocido como Maestro de la Fotografía por el Consejo Europeo de Fotógrafos Profesionales.
Su obra ha sido objeto de numerosas retrospectivas en Francia, Alemania, Suiza y Holanda.
Toledo tuvo el honor de ser visitada por Paul Almásy al menos dos veces: durante la Semana Santa de 1949 y en otra semana de pascua algo posterior a 1954 (en algunas imágenes se ve el Palacio Arzobispal ya restaurado, obra realizada en 1954). Durante ambas visitas, el húngaro obtuvo una serie de fotografías de la ciudad solo al alcance de un genio. Poneos cómodos y disfrutad.
Comenzaremos por ver las más bellas de todas, en mi opinión. El mejor resumen fotográfico de la vida de Toledo durante un día festivo a mediados del siglo XX: la Plaza de las Cuatro Calles atestada de gente en dos instantáneas casi consecutivas. Cada uno de vosotros se fijará en un detalle diferente. A cada uno de vosotros le traerá un recuerdo distinto. Pero estoy seguro de que todos coincidiréis conmigo en que se trata de dos obras de arte:
Como os decía, Almásy estuvo en Toledo durante la Semana Santa. El Domingo de Ramos de su visita algo posterior a 1954 inmortalizó la procesión que recorre la ciudad en esta impagable serie de imágenes:
Almásy no se pudo resistir a fotografiar el Puente de San Martín. El Tajo circulaba con un enorme caudal, impensable en nuestros días de ignominia y humillaciones diarias al río:
Aún quedaban unos pocos años para que fuera derribada la Puerta de San Martín, que se situaba muy cerca del Puente, demolida en 1967:
Es una auténtica delicia el viaje en el tiempo que supone esta fotografía de la Plaza del Ayuntamiento en 1949 (observad el Palacio Arzobispal aún enfoscado y con sus torrecillas superiores sin demoler). Uno se quedaría horas admirándola, ¿verdad?
Esta otra vista de la plaza tampoco se queda corta en cuanto a belleza:
Tomada casi desde el ángulo inverso a la anterior, tenemos esta otra joya:
Allí, en la misma plaza, en un momento dado, Almásy miró hacia arriba y se dijo: "esta torre bien merece una fotografía propia":
Si antes hemos visto el Puente de San Martín, ahora es el turno del Puente de Alcántara. Al fondo aparece el Castillo de San Servando recién restaurado:
Paul Almásy tomó esta maravilla de fotografía de la Puerta de Bisagra. Probablemente, hasta él desconocía que este monumento se había desmoronado en su flanco derecho solo tres años antes. La restauración fue casi inmediata. Pongo primero la imagen de Almásy en 1949 y luego la del derrumbe en 1946:
Los que me conocéis sabéis de mi debilidad por el árbol toledano por antonomasia, el almez, y más en concreto por el existente en la Ermita del Valle. Junto a él creció durante muchas décadas un hermano de notable porte. Hoy solo se conserva el de la izquierda de la imagen, y a la vista de la nefasta poda a la que habían sido sometidos (tan habitual en esta Castilla nuestra) quién sabe si su muerte se debió a las heridas de esta operación:
Para finalizar, vamos a ver la vista general que obtuvo Almásy desde el Valle. Para un verdadero maestro a la hora de encontrar la belleza y la alegría, no es nada raro que la imagen se corte justo antes de mostrar el Alcázar (por entonces aún ruinoso tras el asedio de 1936), pues su presencia sin duda le hubiera dado a la estampa un tono mucho menos alegre:
Hasta aquí este viaje al Toledo de mitad del siglo XX de la mano de este genio de la fotografía. Creo que me reconoceréis que ha merecido la pena encontrar un rato tranquilo para poder degustar estas imágenes, ¿verdad?
Paul Almásy nació en Budapest el 29 de mayo de 1906 y murió en Jouars-Pontchartrain (Francia) el 23 de septiembre de 2003. En 1924 comenzó estudios en ciencias políticas en Austria y Alemania con el fin de prepararse para la carrera diplomática. Sin embargo, el periodismo llamó su atención y en 1925 aceptó un trabajo de corresponsal en Marruecos. Toma fotografías de un modo privado para ilustrar sus propios artículos hasta que en 1929 viaja a Sudamérica y realiza el que se puede considerar su primer reportaje fotográfico por encargo, sobre una industria de São Paulo. Comenzó a colaborar con diversas publicaciones, como por ejemplo Berliner Illustrierte.
En 1938 se trasladó a vivir a Francia, trabajando durante la II Guerra Mundial como corresponsal de la prensa suiza en este país. Fue miembro fundador del grupo fotográfico Gens d'Images que promueve anualmente los prestigiosos premios Niépce, Nadar y Arcimboldo. Desde 1952 colaboró con organismos internacionales como la UNESCO, UNICEF, la FAO o la OMS, viajando por todo el mundo. Fueron muy aclamados sus reportajes sobre el problema racial en Sudáfrica en 1953, el problema de las drogas en Asia, la vida de los esquimales o sobre la Tierra de Fuego en 1962. Tal fue su capacidad viajera, que a lo largo de su vida visitó todos los países del orbe excepto Mongolia. En 1956 se nacionalizó francés y desde 1973 fue profesor de fotoperiodismo. En 1978 fue reconocido como Maestro de la Fotografía por el Consejo Europeo de Fotógrafos Profesionales.
Su obra ha sido objeto de numerosas retrospectivas en Francia, Alemania, Suiza y Holanda.
Toledo tuvo el honor de ser visitada por Paul Almásy al menos dos veces: durante la Semana Santa de 1949 y en otra semana de pascua algo posterior a 1954 (en algunas imágenes se ve el Palacio Arzobispal ya restaurado, obra realizada en 1954). Durante ambas visitas, el húngaro obtuvo una serie de fotografías de la ciudad solo al alcance de un genio. Poneos cómodos y disfrutad.
Comenzaremos por ver las más bellas de todas, en mi opinión. El mejor resumen fotográfico de la vida de Toledo durante un día festivo a mediados del siglo XX: la Plaza de las Cuatro Calles atestada de gente en dos instantáneas casi consecutivas. Cada uno de vosotros se fijará en un detalle diferente. A cada uno de vosotros le traerá un recuerdo distinto. Pero estoy seguro de que todos coincidiréis conmigo en que se trata de dos obras de arte:
Como os decía, Almásy estuvo en Toledo durante la Semana Santa. El Domingo de Ramos de su visita algo posterior a 1954 inmortalizó la procesión que recorre la ciudad en esta impagable serie de imágenes:
Almásy no se pudo resistir a fotografiar el Puente de San Martín. El Tajo circulaba con un enorme caudal, impensable en nuestros días de ignominia y humillaciones diarias al río:
Aún quedaban unos pocos años para que fuera derribada la Puerta de San Martín, que se situaba muy cerca del Puente, demolida en 1967:
Es una auténtica delicia el viaje en el tiempo que supone esta fotografía de la Plaza del Ayuntamiento en 1949 (observad el Palacio Arzobispal aún enfoscado y con sus torrecillas superiores sin demoler). Uno se quedaría horas admirándola, ¿verdad?
Esta otra vista de la plaza tampoco se queda corta en cuanto a belleza:
Tomada casi desde el ángulo inverso a la anterior, tenemos esta otra joya:
Allí, en la misma plaza, en un momento dado, Almásy miró hacia arriba y se dijo: "esta torre bien merece una fotografía propia":
Si antes hemos visto el Puente de San Martín, ahora es el turno del Puente de Alcántara. Al fondo aparece el Castillo de San Servando recién restaurado:
Paul Almásy tomó esta maravilla de fotografía de la Puerta de Bisagra. Probablemente, hasta él desconocía que este monumento se había desmoronado en su flanco derecho solo tres años antes. La restauración fue casi inmediata. Pongo primero la imagen de Almásy en 1949 y luego la del derrumbe en 1946:
Los que me conocéis sabéis de mi debilidad por el árbol toledano por antonomasia, el almez, y más en concreto por el existente en la Ermita del Valle. Junto a él creció durante muchas décadas un hermano de notable porte. Hoy solo se conserva el de la izquierda de la imagen, y a la vista de la nefasta poda a la que habían sido sometidos (tan habitual en esta Castilla nuestra) quién sabe si su muerte se debió a las heridas de esta operación:
Para finalizar, vamos a ver la vista general que obtuvo Almásy desde el Valle. Para un verdadero maestro a la hora de encontrar la belleza y la alegría, no es nada raro que la imagen se corte justo antes de mostrar el Alcázar (por entonces aún ruinoso tras el asedio de 1936), pues su presencia sin duda le hubiera dado a la estampa un tono mucho menos alegre:
Hasta aquí este viaje al Toledo de mitad del siglo XX de la mano de este genio de la fotografía. Creo que me reconoceréis que ha merecido la pena encontrar un rato tranquilo para poder degustar estas imágenes, ¿verdad?
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