Don Diego era hijo de Francisco de Balsamo -así, sin tilde, pues el apellido se castellanizó más tarde hacia la forma esdrújula probablemente por la coincidencia con la palabra por todos conocida-, un italiano de origen genovés que se había establecido en Toledo en los primeros años del siglo XVII, concretamente en la parroquia de La Magdalena. La madre de Diego era la española y toledana María de los Ríos.
Nuestro protagonista de hoy, Diego de Bálsamo -con su apellido ya castellanizado- fue una persona con bastante poder en la ciudad. Dedicado desde 1605 a diversos negocios financiero-mercantiles, ya en 1625 figura como Receptor del Santo Oficio, es decir, cajero y administrador de la Inquisición en Toledo. Este puesto lo compatibilizaba con el de cobrador de rentas reales como por ejemplo los impuestos derivados del uso de las salinas de Badajoz y Zamora.
Estuvo casado con Beatriz de Sagredo y parece que no tuvieron descendencia.
En sus testamentos de 1614 y 1632, entre otras muchas disposiciones, probablemente guiado por el deseo de salvar su alma tras años en los que habría acumulado una cierta mala conciencia por algunos aspectos oscuros de su actividad económica, ordenó que se fundara un hospital para los convalecientes que saliesen de los centros de curación toledanos. Dicho hospital se situaría en la casa que en su día había comprado a García Suárez de Cárcamo, y que había sido su vivienda, muy cerca de la parroquia de San Vicente. La casa había sido en siglos anteriores la morada del converso Rodrigo de la Cuadra, víctima de un mortal proceso de la Inquisición; y en el siglo XVI la ocupó el obispo de Ávila, don Francisco Ruiz.
Dispuso Don Diego de Bálsamo también que este hospital estuviera dedicado a la advocación de la Virgen de los Desamparados y estuviese dirigido por la hermandad de ese nombre, que tenía su sede en la ermita existente junto al pósito o alhóndiga (la ermita de los Desamparados que aún puede verse allí, en la bajada de Gerardo Lobo).
En 1634, con Diego ya fallecido, el hospital ya recibía enfermos, con 20 camas para hombres y 9 para mujeres en estancias separadas. En aquel testamento de Diego había quedado todo redactado para que el hospital funcionara con una parte de las enormes riquezas que había acumulado durante toda su vida, así como con las rentas que generasen para garantizar la sostenibilidad futura de la institución, especificando incluso el sustento diario de los enfermos: diez onzas de carne guisada o aderezada, para comida y cena, y un cuartillo de vino a repartir entre las comidas.
En 1637 los patronos añadieron 8 camas más para atender a enfermos del denominado "morbo gálico", o sífilis, procedentes del saturado Hospital de Santiago. En 1691 la situación del hospital era difícil de sostener al contar ya con 26 camas para sifilíticos, algo no contemplado en las iniciales previsiones ideadas por Diego de Bálsamo.
La mala gestión de los patronos fue haciendo que el hospital entrase en graves problemas, y en 1706 se sabe que el remanente disponible era insuficiente para cubrir las necesidades de los enfermos y para cumplir con lo dispuesto por su fundador en lo relativo a fiestas (misas, memoriales, celebraciones y demás). Los responsables del patronato, que por entonces era ya en exclusiva el Santo Oficio, decidieron que lo prioritario eran las misas memoriales establecidas por el fundador, por lo que la función hospitalaria fue cada vez más reducida. En los primeros años del siglo XVIII el centro entró en una situación agónica que duró prácticamente todo el siglo, obligando a incorporar su patrimonio a la ya existente Casa de la Caridad del Cardenal Lorenzana. En 1774 el Hospital de Bálsamo ya no se dedicaba a su actividad fundacional, cerrando un siglo y medio de asistencia a enfermos lleno de vicisitudes. Un tiempo de vida no desdeñable, pero a buen seguro mucho menor que el deseado por su fundador.
Llegado el tiempo de la fotografía, a mediados del siglo XIX el edificio era conocido como la casa del banquero Alegre, en referencia al apellido del que fuera su dueño, Rodrigo González Alegre. Se sabe que al menos desde 1880 el Banco de España tuvo aquí su primera sede en Toledo, con un comisionado ejerciendo la representación a través de "Viuda e Hijos de Rodrigo González Alegre".
Así retrataron tanto Jean Laurent como Casiano Alguacil hacia 1870 su bella portada renacentista, orlada con el cordón de San Francisco, pues fue labrada en el tiempo que el edificio fue residencia del obispo abulense Francisco Ruiz, de origen franciscano:
Desde finales del XIX hasta comienzos del XX es fotografiada su portada en diversas imágenes:
En 1927 la delegación de Correos y Telégrafos tenía en el edificio su sede y plantea una reforma integral del mismo. Se perdió para siempre en estas obras el hospital en sí, pero al menos se llegó a salvar -gracias a la lucha y denuncia de varios colectivos liderados por la revista "Toledo"- la portada, que desde entonces quedó trasladada unos metros desde el inicio de la Plaza de San Vicente hacia el interior de la calle de la Plata, donde hoy podemos admirarla en lo que sigue siendo aún la oficina de correos del centro histórico:
Para saber más:
- "Un proyecto efímero. El Hospital toledano de Diego de Bálsamo" por Hilario Rodríguez de Gracia.
- "División y destrucción, hermanas gemelas son. Colisión de intereses en el patronato del Hospital toledano de Diego de Bálsamo", por Hilario Rodríguez de Gracia.
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