Durante los miles de años que Toledo tuvo la suerte de tener un río (hoy todo el mundo sabe que por Toledo ya no pasa el Tajo, sino los desagües de Madrid vertidos al Jarama), la fuerza del agua fue aprovechada para multitud de aplicaciones, desde el transporte a la ciudad de troncos en las célebres maderadas hasta la molturación de grano en los molinos que se situaban en sus orillas, pasando por la generación de energía eléctrica a partir del descubrimiento de ésta y su posterior desarrollo tecnológico. El río Tajo fue la razón de ser de la existencia de Toledo desde su fundación, y durante milenios el ser humano aprovechó de modo más o menos inteligente la presencia del río para su bienestar, para su alimentación, para su ocio y para su desarrollo. Esa milenaria relación se rompió con dos funestos episodios: la prohibición del baño en junio de 1972 como consecuencia de la contaminación procedente de Madrid y -a modo de puntilla- en 1979 con la puesta en marcha del maldito Trasvase Tajo-Segura que desde entonces humilla de manera permanente nuestra dignidad y nuestra historia.
Hacia 1915, el eminente geólogo, paleontólogo y arqueólogo Eduardo Hernández Pacheco y Estevan (1882-1965) fotografió los molinos que por entonces existían en las orillas del Tajo a su paso por Toledo. Nacido en Madrid pero muy vinculado a Extremadura por lazos familiares, Hernández-Pacheco fue una de las figuras más relevantes del ámbito científico español del S.XX.
Entre sus hitos biográficos hay que destacar que fue miembro de la Real Sociedad Española de Historia Natural y de la famosa Institución Libre de Enseñanza. Como profesor, desarrolló nuevas líneas de investigación y formó equipos de colaboradores de alta cualificación científica. Apoyó y colaboró activamente con instituciones científicas y académicas que promovían las investigaciones en todos los campos de la Ciencia española, como la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE) o la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid. Fue propuesto para multitud de comisiones científicas y académicas nacionales e internacionales debido a su enorme prestigio. Publicó una gran cantidad de tratados, utilizando la fotografía de manera exhaustiva y sistemática para ilustrar los textos. Destaca su Síntesis fisiográfica y geológica de España (1934) así como Fisiografía del Solar Hispano, obra publicada en dos volúmenes en 1955 y 1956. De este modo, tomó personalmente innumerables fotografías de gran valor artístico y científico para ilustrar y documentar sus investigaciones. Falleció en Alcuéscar (Cáceres), en 1965, por los que en este año 2015 que está a punto de finalizar se ha conmemorado el 50 aniversario de su muerte.
Las fotografías de los molinos del Tajo en Toledo que tomó hacia 1915 puedo hoy mostrároslas gracias a la gentileza de la Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense de Madrid (agradezco enormemente a Marta Torres y a Francisco Carvajal las gestiones), propietaria del legado de este genial científico.
Se trata de una decena de originales fotografías centradas en estas construcciones, algunas de las cuales tienen origen medieval. Las más curiosas son las que muestran los molinos de San Servando, pues fueron tomadas desde lo alto del por entonces ruinoso Castillo de San Servando. Estos molinos eran ya citados en documentos del siglo XII y durante siglos molieron el grano para fabricar harina. En el siglo XIX se construyó junto a ellos un edificio que justamente era una fábrica de harina (por lo que la materia prima era allí mismo ya envasada y repartida) hasta que en 1897 Francisco García adquiere para la empresa "La Imperial" los molinos para instalar allí una de las primeras centrales de generación de electricidad con la fuerza del río. Poco después la propiedad pasó a "La Electricista Toledana".
Los molinos de Saelices, de origen también antiquísimo, fueron del mismo modo transformados en central hidroeléctrica en 1890 (comenzaron a dar servicio en abril de 1893) y así fueron fotografiados por Hernández-Pacheco:
Al fondo de la imagen se ve una chimenea de ladrillo, que se correspondía con otra fábrica de electricidad en este caso situada enfrente, en la orilla derecha del río:
Finalmente, Hernández-Pacheco fotografió los molinos de Santa Ana, situados junto al Puente de San Martín y también reconvertidos en central hidroeléctrica:
No quiero finalizar esta breve pero curiosa entrada sin antes desearos unas muy felices Navidades y un nuevo año 2016 cargado de alegrías e ilusiones. Quiero también agradecer de corazón tantas y tantas muestras de cariño que me han llegado desde la presentación del libro Toledo Olvidado 3... es precioso ver que gracias a vuestra generosidad la trilogía de libros de Toledo Olvidado ha sido posible. Y una última cosilla: muchas personas me preguntan si es posible adquirir el estuche para tener los tres libros de tapa blanda juntos, y la respuesta es sí. Podéis comprarlos en las principales librerías de la ciudad al precio de 15 euros por estuche:
Lo dicho, millones de gracias por vuestro apoyo y ¡¡FELIZ 2016!!
lunes, 28 de diciembre de 2015
Los molinos del Tajo en Toledo fotografiados hacia 1915 por Eduardo Hernández-Pacheco
viernes, 27 de noviembre de 2015
La Virgen de los Alfileritos
Son muchas las facetas que hacen de Toledo una ciudad absolutamente especial, genuina, radicalmente distinta a la mayoría y que le confieren un encanto capaz de enamorar a quien la conoce generación tras generación. Es algo más que una ciudad monumental -que lo es, y mucho-, algo más que un lugar topográficamente muy peculiar -una pintoresca península rocosa abrazada por un ex-río, hoy cloaca-, algo más que un cruce secular de civilizaciones mundialmente reconocido... Toledo marca la diferencia por ciertos detalles que ni se compran ni se venden, que simplemente se tienen o no se tienen. Uno de ellos son sus tradiciones, leyendas, topónimos, historias y demás patrimonio inmaterial que constituyen un tesoro que debemos esforzarnos en proteger y divulgar.
Un buen ejemplo de esa peculiar amalgama es la historia de la Virgen de los Alfileritos. Hoy Alfileritos es a la vez un topónimo, una tradición, una devoción, una leyenda, una pseudosuperstición, una historia, un pequeño lienzo, en definitiva, un precioso patrimonio en su mayor parte intangible que hunde sus raíces bien adentro en el alma de la ciudad.
El origen de esta historia es, como no podía ser de otro modo, incierto y difuso, con hasta tres teorías que intentan explicar cómo comenzó esta peculiarísima devoción. Situada en una de las calles con una denominación más antigua de la ciudad, la Calle del Refugio (llamada así por la existencia de un refugio, tal vez para peregrinos ya mencionado en documentos del siglo XIII), la fuerza de la tradición de la Virgen de los Alfileritos consiguió que incluso oficialmente esta vía pasara de llamarse del Refugio a Alfileritos ya en el siglo XX.
Para quien no conozca nada sobre esta historia, de modo resumido diré que en la citada calle existe desde hace siglos una pequeña imagen de una Virgen pintada en un lienzo e incrustada a su vez en una hornacina-ventana-altar protegida por una reja la cual es denominada Virgen de los Alfileritos debido a que, por una diminuta ranura situada en la ventana, arrojan alfileres las mujeres que desean ventura amorosa.
Pero, ¿cómo empezó todo? ¿En qué momento las toledanas empezaron a arrojar alfileres a esta imagen con la esperanza de que la suerte en el amor les sonriera? Como decía anteriormente, son tres las tradiciones que he conseguido hallar documentalmente y que paso resumiros cronológicamente. La primera de ellas fue publicada el 2 de febrero de 1892 en la revista La edad dichosa por el pintor Vicente Poleró. Como el texto es breve, creo que lo mejor es que lo leáis en su versión y edición originales:
La segunda versión fue publicada en 1945, aunque en el texto se hace referencia a unos supuestos documentos de 1744. El autor de la publicación de 1945 fue Román Ariz y Galindo, quien fuera juez municipal.
En el texto, indica que estando el autor un día en un establecimiento dedicado a la venta de papel viejo, halló por casualidad una abultada carpeta de bordes “corroídos por la humedad y los ratones”, entre los que apareció “un cuadernito de ocho hojas, de papel de hilo, en tamaño de cuartillas, cosido con hilo que debió ser encarnado y escrito en clara letra española, el cual, bajo el signo de la cruz, presentaba el siguiente rótulo o cabecera”:
+ De como María Sánchez, la bordadora, casó con el dotor Don Diego de Uceda, y lo que siguióse de ello.- Lo escribe el bachiller Pedro de Horozco, racionero de la S.I.C.P. – Año de gracia de MDCCXLIV.
Parece que Pedro de Horozco verdaderamente existió, siendo su nombre completo Pedro de Horozco y Rivadeneyra, ejerciendo como racionero de la Catedral Primada (gracias a Manuel Martínez por la investigación). El supuesto texto de Horozco publicado por Ariz y Galindo dice que el motivo del escrito era explicar “un suceso acaecido en Toledo años atrás y que, un antiguo vecino de ella, le ha referido al preguntar, a poco de su llegada a Toledo, por la extraña costumbre que él observara, de que las jóvenes ofrendasen alfileres a la Santa Ymagen de Ns. Sa., en su advocación de Mater Dolorosa que se guarda en la hornacina de la calle del Refugio esta ciudad, tras de rezar una oración ante ella, suceso que fue ocasión de hacerse tan rara ofrenda”.
De modo resumido (gracias de nuevo a Manuel Martínez por la excelente síntesis, que transcribo literalmente), según Horozco esto fue lo que aquel anciano le contó en 1744:
En un obrador de encajes, sedas y brocados, instalado “en los portales de los Boteros” en la Plaza de Zocodover, allá por los tiempos del reinado de Felipe V, trabajaba en calidad de oficiala una linda bordadora, llamada María Sánchez, quien tenía por costumbre detenerse, al volver de su trabajo, ante la hornacina mariana de la calle del Refugio. Un día que la joven estaba bordando en el taller, preocupada por el delicado estado de salud de su madre viuda, inadvertidamente se tropezó con la punta de un alfiler que estaba mal colocado en la almohadilla del encaje de bolillos en que trabajaba, causándole un profundo rasguño en la mano. El rasguño fortuito produjo a la joven una infección con hinchazón en su mano, que le impidió asistir al trabajo durante días. Durante todo ese tiempo, la joven rezó ante la venerada imagen para impetrar de su misericordia la curación de su mal y, una vez restablecida, con intervención del cirujano, ofreció como exvoto a la Virgen el alfiler causante del daño.
Mientras, con contenida emoción, la joven María, arrojaba al interior de la capillita, el malhadado alfiler, no advirtió que presenciaba tan fervoroso acto un hidalgo distinguido y apuesto, quien en días sucesivos, repitiendo María el acto devoto, la esperaba repetidamente en el mismo sitio, asistiendo extrañado a tales actos.
Por fin el joven galán se decidió a hablar con la menestrala preguntándole la causa de tan extraña devoción y aclarada por María su intención devota, a la que no era extraña la atracción que empezaba sentir por su deferente interlocutor, menudearon las citas en el mismo lugar seguidas del consiguiente galanteo y enamoramiento entre los jóvenes.
Finalmente, el hidalgo, prendado de la belleza y bondad de la menestrala, tras vencer los obstáculos puestos por su familia, opuesta en un principio a un matrimonio tan desigual, consiguió salirse con la suya y casarse con María la bordadora y, debido a hecho tan sonado en la ciudad, se hizo famosa la ofrenda ocasional de alfileres a la Virgen, surgiendo entre las chicas casaderas la costumbre de arrojar alfileres a la Virgen a la espera de que apareciera el príncipe de sus sueños.
Un punto a favor de esta versión es que es también recogida por Rafael Ramírez de Arellano en su libro Nuevas Tradiciones de Toledo publicado en 1916, es decir, casi 30 años antes del librillo de Román Ariz y Galindo de 1945.
La tercera versión fue publicada en el libro Leyendas de la Ciudad del Tajo por Antonio Delgado en 1946, bajo el título "Por un alfiler, un novio". Según este autor, la joven doña Sol, estaba enamorada de García de Ocaña, capitán de los tercios y alférez del conquistador don Pedro de Valdivia. Este marchó con su señor a las Indias, mientras Sol esperaba impaciente su regreso para contraer matrimonio según él había prometido. Ante la ausencia prolongada de noticias suyas, Sol iba cada noche a rezar a una Virgen Dolorosa que había en una hornacina tenuemente iluminada cerca de su casa, rogando por el regreso del joven. Una de esas noches, temiendo ser vencida por el cansancio y el sueño, pidió a la mujer que le acompañaba que sin contemplaciones la pinchara con un alfiler para no caer dormida. Una vez despierta, Sol “introducía el alfiler por entre los barrotes de la reja, dejándole allí a modo de ofrenda a la Dolorosa”. Un buen día, García regresó victorioso de las Indias y los jóvenes se casaron, comenzando entonces otras jóvenes a hacer lo mismo que Sol cuando sufrían por amor.
Existe incluso otra versión, en este caso claramente inventada y en forma de cuento pero no por ello carente de interés, publicada en 1927 por Ismael del Pan. Aquel que esté interesado en leerla lo puede hacer pinchando aquí.
Sea cual sea la versión verdadera, lo cierto es que está comprobado que esta calle era ya denominada Alfileritos por el pueblo llano al menos desde mediados del siglo XVIII. Las fotografías más antiguas de la calle datan de finales del siglo XIX y comienzos del XX:
La famosa imagen se situaba unos metros más abajo de donde hoy la vemos. En concreto estaba ubicada bajo un tejadillo con la inscripción de "Mater Dolorosa" en un pequeño hueco del edificio que hoy alberga el Restaurante Alfileritos 24:
En septiembre de 1930 en la Revista Estampa el gran José Díaz Morales publicó un breve y simpático artículo ilustrado:
El 14 de marzo 1936 la Revista Estampa publicó otro delicioso reportaje de Pedro Arenas sobre esta tradición con fabulosas fotografías de Joan Llompart Ramis, solo 4 meses antes del comienzo de la maldita Guerra Civil (clicar en las fotos para ampliar):
Durante la guerra, la imagen fue escondida por Emilio González Orúe y su hija Emilia González Ampudia -madre del gran Luis Alba- en su casa, para preservarla de ataques por desgracia habituales en aquellos días (de hecho Emilio se hizo con la imagen casualmente: pasaba por la calle cuando una turba de milicianos estaba rompiendo la reja, y por suerte al ser él un médico conocido en la ciudad, uno de los milicianos dijo que cumplían órdenes pero que no tenía inconveniente en que se la llevara a su casa). Al ser evacuada la ciudad con motivo de la inminente explosión de la mina excavada bajo el Alcázar el 18 de septiembre de 1936, Emilio llevó la imagen consigo bajo su ropa, cruzando el control de milicianos del Puente de San Martín afortunadamente sin ser cacheado y custodiándola aquellos días en la Venta del Alma. Tras la explosión de la mina, volvieron a su domicilio de la calle Carmelitas Descalzos con la imagen. En marzo de 1937 fue repuesta en su lugar siendo llevada en procesión hasta la Calle Alfileritos colocándose de nuevo en su antigua hornacina (Gracias a D. Alfonso Galdeano Alba, descendiente de esta familia, por esta valiosísima información).
A finales del siglo XX se decidió cambiar la ubicación de la imagen, situándola donde ahora la vemos, en la esquina de la Iglesia de San Nicolás con la primera casa de la calle, unos metros más arriba de su primitivo emplazamiento.
La imagen sigue siendo muy visitada y aún recibe cientos de alfileres de las chicas, locales y foráneas, que desean que su vida amorosa vaya viento en popa.
Desgraciadamente se han producido en los últimos años algunos actos vandálicos contra esta imagen que esperemos no se vuelvan a repetir.
Para saber más:
- Blog de Manuel Martínez: "Virgen de los Alfileritos en Toledo"
- Artículo sobre la Virgen de los Alfileritos por Diego Montaut y Dutriz publicado el 28 de septiembre de 1856 en Semanario Pintoresco Español
- Reseña sobre la Virgen de los Alfileritos el 23 de agosto de 1856 en el periódico liberal La Iberia
- Historia de la salvación del lienzo de la Virgen de Alfileritos en 1936 (cortesía de Alfonso Galdeano Alba), extraído del libro "Sagrario, Custodia y Palma. Las Marías de los Sagrarios en la Archidiócesis de Toledo" de Jorge López Teulón. (página 1)
- Historia de la salvación del lienzo de la Virgen de Alfileritos en 1936 (cortesía de Alfonso Galdeano Alba), extraído del libro "Sagrario, Custodia y Palma. Las Marías de los Sagrarios en la Archidiócesis de Toledo" de Jorge López Teulón. (página 2)
Un buen ejemplo de esa peculiar amalgama es la historia de la Virgen de los Alfileritos. Hoy Alfileritos es a la vez un topónimo, una tradición, una devoción, una leyenda, una pseudosuperstición, una historia, un pequeño lienzo, en definitiva, un precioso patrimonio en su mayor parte intangible que hunde sus raíces bien adentro en el alma de la ciudad.
El origen de esta historia es, como no podía ser de otro modo, incierto y difuso, con hasta tres teorías que intentan explicar cómo comenzó esta peculiarísima devoción. Situada en una de las calles con una denominación más antigua de la ciudad, la Calle del Refugio (llamada así por la existencia de un refugio, tal vez para peregrinos ya mencionado en documentos del siglo XIII), la fuerza de la tradición de la Virgen de los Alfileritos consiguió que incluso oficialmente esta vía pasara de llamarse del Refugio a Alfileritos ya en el siglo XX.
Para quien no conozca nada sobre esta historia, de modo resumido diré que en la citada calle existe desde hace siglos una pequeña imagen de una Virgen pintada en un lienzo e incrustada a su vez en una hornacina-ventana-altar protegida por una reja la cual es denominada Virgen de los Alfileritos debido a que, por una diminuta ranura situada en la ventana, arrojan alfileres las mujeres que desean ventura amorosa.
Pero, ¿cómo empezó todo? ¿En qué momento las toledanas empezaron a arrojar alfileres a esta imagen con la esperanza de que la suerte en el amor les sonriera? Como decía anteriormente, son tres las tradiciones que he conseguido hallar documentalmente y que paso resumiros cronológicamente. La primera de ellas fue publicada el 2 de febrero de 1892 en la revista La edad dichosa por el pintor Vicente Poleró. Como el texto es breve, creo que lo mejor es que lo leáis en su versión y edición originales:
La segunda versión fue publicada en 1945, aunque en el texto se hace referencia a unos supuestos documentos de 1744. El autor de la publicación de 1945 fue Román Ariz y Galindo, quien fuera juez municipal.
En el texto, indica que estando el autor un día en un establecimiento dedicado a la venta de papel viejo, halló por casualidad una abultada carpeta de bordes “corroídos por la humedad y los ratones”, entre los que apareció “un cuadernito de ocho hojas, de papel de hilo, en tamaño de cuartillas, cosido con hilo que debió ser encarnado y escrito en clara letra española, el cual, bajo el signo de la cruz, presentaba el siguiente rótulo o cabecera”:
+ De como María Sánchez, la bordadora, casó con el dotor Don Diego de Uceda, y lo que siguióse de ello.- Lo escribe el bachiller Pedro de Horozco, racionero de la S.I.C.P. – Año de gracia de MDCCXLIV.
Parece que Pedro de Horozco verdaderamente existió, siendo su nombre completo Pedro de Horozco y Rivadeneyra, ejerciendo como racionero de la Catedral Primada (gracias a Manuel Martínez por la investigación). El supuesto texto de Horozco publicado por Ariz y Galindo dice que el motivo del escrito era explicar “un suceso acaecido en Toledo años atrás y que, un antiguo vecino de ella, le ha referido al preguntar, a poco de su llegada a Toledo, por la extraña costumbre que él observara, de que las jóvenes ofrendasen alfileres a la Santa Ymagen de Ns. Sa., en su advocación de Mater Dolorosa que se guarda en la hornacina de la calle del Refugio esta ciudad, tras de rezar una oración ante ella, suceso que fue ocasión de hacerse tan rara ofrenda”.
De modo resumido (gracias de nuevo a Manuel Martínez por la excelente síntesis, que transcribo literalmente), según Horozco esto fue lo que aquel anciano le contó en 1744:
En un obrador de encajes, sedas y brocados, instalado “en los portales de los Boteros” en la Plaza de Zocodover, allá por los tiempos del reinado de Felipe V, trabajaba en calidad de oficiala una linda bordadora, llamada María Sánchez, quien tenía por costumbre detenerse, al volver de su trabajo, ante la hornacina mariana de la calle del Refugio. Un día que la joven estaba bordando en el taller, preocupada por el delicado estado de salud de su madre viuda, inadvertidamente se tropezó con la punta de un alfiler que estaba mal colocado en la almohadilla del encaje de bolillos en que trabajaba, causándole un profundo rasguño en la mano. El rasguño fortuito produjo a la joven una infección con hinchazón en su mano, que le impidió asistir al trabajo durante días. Durante todo ese tiempo, la joven rezó ante la venerada imagen para impetrar de su misericordia la curación de su mal y, una vez restablecida, con intervención del cirujano, ofreció como exvoto a la Virgen el alfiler causante del daño.
Mientras, con contenida emoción, la joven María, arrojaba al interior de la capillita, el malhadado alfiler, no advirtió que presenciaba tan fervoroso acto un hidalgo distinguido y apuesto, quien en días sucesivos, repitiendo María el acto devoto, la esperaba repetidamente en el mismo sitio, asistiendo extrañado a tales actos.
Por fin el joven galán se decidió a hablar con la menestrala preguntándole la causa de tan extraña devoción y aclarada por María su intención devota, a la que no era extraña la atracción que empezaba sentir por su deferente interlocutor, menudearon las citas en el mismo lugar seguidas del consiguiente galanteo y enamoramiento entre los jóvenes.
Finalmente, el hidalgo, prendado de la belleza y bondad de la menestrala, tras vencer los obstáculos puestos por su familia, opuesta en un principio a un matrimonio tan desigual, consiguió salirse con la suya y casarse con María la bordadora y, debido a hecho tan sonado en la ciudad, se hizo famosa la ofrenda ocasional de alfileres a la Virgen, surgiendo entre las chicas casaderas la costumbre de arrojar alfileres a la Virgen a la espera de que apareciera el príncipe de sus sueños.
Un punto a favor de esta versión es que es también recogida por Rafael Ramírez de Arellano en su libro Nuevas Tradiciones de Toledo publicado en 1916, es decir, casi 30 años antes del librillo de Román Ariz y Galindo de 1945.
La tercera versión fue publicada en el libro Leyendas de la Ciudad del Tajo por Antonio Delgado en 1946, bajo el título "Por un alfiler, un novio". Según este autor, la joven doña Sol, estaba enamorada de García de Ocaña, capitán de los tercios y alférez del conquistador don Pedro de Valdivia. Este marchó con su señor a las Indias, mientras Sol esperaba impaciente su regreso para contraer matrimonio según él había prometido. Ante la ausencia prolongada de noticias suyas, Sol iba cada noche a rezar a una Virgen Dolorosa que había en una hornacina tenuemente iluminada cerca de su casa, rogando por el regreso del joven. Una de esas noches, temiendo ser vencida por el cansancio y el sueño, pidió a la mujer que le acompañaba que sin contemplaciones la pinchara con un alfiler para no caer dormida. Una vez despierta, Sol “introducía el alfiler por entre los barrotes de la reja, dejándole allí a modo de ofrenda a la Dolorosa”. Un buen día, García regresó victorioso de las Indias y los jóvenes se casaron, comenzando entonces otras jóvenes a hacer lo mismo que Sol cuando sufrían por amor.
Existe incluso otra versión, en este caso claramente inventada y en forma de cuento pero no por ello carente de interés, publicada en 1927 por Ismael del Pan. Aquel que esté interesado en leerla lo puede hacer pinchando aquí.
Sea cual sea la versión verdadera, lo cierto es que está comprobado que esta calle era ya denominada Alfileritos por el pueblo llano al menos desde mediados del siglo XVIII. Las fotografías más antiguas de la calle datan de finales del siglo XIX y comienzos del XX:
La famosa imagen se situaba unos metros más abajo de donde hoy la vemos. En concreto estaba ubicada bajo un tejadillo con la inscripción de "Mater Dolorosa" en un pequeño hueco del edificio que hoy alberga el Restaurante Alfileritos 24:
En septiembre de 1930 en la Revista Estampa el gran José Díaz Morales publicó un breve y simpático artículo ilustrado:
El 14 de marzo 1936 la Revista Estampa publicó otro delicioso reportaje de Pedro Arenas sobre esta tradición con fabulosas fotografías de Joan Llompart Ramis, solo 4 meses antes del comienzo de la maldita Guerra Civil (clicar en las fotos para ampliar):
Durante la guerra, la imagen fue escondida por Emilio González Orúe y su hija Emilia González Ampudia -madre del gran Luis Alba- en su casa, para preservarla de ataques por desgracia habituales en aquellos días (de hecho Emilio se hizo con la imagen casualmente: pasaba por la calle cuando una turba de milicianos estaba rompiendo la reja, y por suerte al ser él un médico conocido en la ciudad, uno de los milicianos dijo que cumplían órdenes pero que no tenía inconveniente en que se la llevara a su casa). Al ser evacuada la ciudad con motivo de la inminente explosión de la mina excavada bajo el Alcázar el 18 de septiembre de 1936, Emilio llevó la imagen consigo bajo su ropa, cruzando el control de milicianos del Puente de San Martín afortunadamente sin ser cacheado y custodiándola aquellos días en la Venta del Alma. Tras la explosión de la mina, volvieron a su domicilio de la calle Carmelitas Descalzos con la imagen. En marzo de 1937 fue repuesta en su lugar siendo llevada en procesión hasta la Calle Alfileritos colocándose de nuevo en su antigua hornacina (Gracias a D. Alfonso Galdeano Alba, descendiente de esta familia, por esta valiosísima información).
A finales del siglo XX se decidió cambiar la ubicación de la imagen, situándola donde ahora la vemos, en la esquina de la Iglesia de San Nicolás con la primera casa de la calle, unos metros más arriba de su primitivo emplazamiento.
La imagen sigue siendo muy visitada y aún recibe cientos de alfileres de las chicas, locales y foráneas, que desean que su vida amorosa vaya viento en popa.
Desgraciadamente se han producido en los últimos años algunos actos vandálicos contra esta imagen que esperemos no se vuelvan a repetir.
Para saber más:
- Blog de Manuel Martínez: "Virgen de los Alfileritos en Toledo"
- Artículo sobre la Virgen de los Alfileritos por Diego Montaut y Dutriz publicado el 28 de septiembre de 1856 en Semanario Pintoresco Español
- Reseña sobre la Virgen de los Alfileritos el 23 de agosto de 1856 en el periódico liberal La Iberia
- Historia de la salvación del lienzo de la Virgen de Alfileritos en 1936 (cortesía de Alfonso Galdeano Alba), extraído del libro "Sagrario, Custodia y Palma. Las Marías de los Sagrarios en la Archidiócesis de Toledo" de Jorge López Teulón. (página 1)
- Historia de la salvación del lienzo de la Virgen de Alfileritos en 1936 (cortesía de Alfonso Galdeano Alba), extraído del libro "Sagrario, Custodia y Palma. Las Marías de los Sagrarios en la Archidiócesis de Toledo" de Jorge López Teulón. (página 2)
sábado, 7 de noviembre de 2015
Toledo hacia 1910 fotografiado por Arturo Cerdá y Rico
Considerado uno de los mejores fotógrafos etnográficos de la historia de España, Arturo Cerdá y Rico nació el 11 de octubre de 1844 en Monóvar (Alicante) y falleció el 15 de febrero de 1921 en Cabra del Santo Cristo (Jaén). De profesión fue médico aunque ha pasado a la posteridad por su faceta como fotógrafo, dejando un legado de unas dos mil fotografías estereoscópicas de gran belleza y valor documental.
Se graduó en Medicina en 1868 y con motivo de su matrimonio en 1871 se trasladó a vivir a la localidad jiennense de Cabra del Santo Cristo, donde ejerció su profesión. Allí compatibilizó su trabajo con la fotografía, edificando en 1900 una casa de estilo modernista diseñada para desarrollar su gran afición. Esta original vivienda contaba con un patio interior con suelo de cristal y con un laboratorio con tres ventanas. Cada ventana tenía un cristal de color diferente: uno verde, otro rojo y otro blanco, lo que permitía a Cerdá revelar con luz natural siguiendo diferentes técnicas. Dominó la fotografía autocroma y especialmente la estereoscópica. Experto en etnografía, fotografiaba a campesinos, trabajadores y escenas de la vida cotidiana tanto de la zona donde residía como en sus viajes por toda España. Su estilo es en ocasiones contrapuesto debido a sus múltiples influencias, yendo desde el pictorialismo, hasta la fotografía directa pasando por el reportaje gráfico. Sus fotografías fueron premiadas en importantes exposiciones internacionales, obteniendo galardones como el primer premio en la exposición de Madrid en 1903 y 1908, el primer premio en Valencia en 1906 o un premio en Londres en 1909. También publicó imágenes en revistas tan importantes como Graphos Ilustrado, Photos o La Fotografía Ilustrada. Su legado se conserva en el Instituto de Estudios Giennenses de la Diputación de Jaén y está siendo recuperado y catalogado gracias al empeño de su bisnieto Julio A. Cerdá, a quien agradezco su ayuda para la obtención de estas fotografías. También agradezco la ayuda desinteresada de la investigadora Ana Real Duro.
Arturo Cerdá visitó Toledo hacia 1910, dejando como recuerdo gráfico un reportaje que mezcló su faceta etnográfica con la de buen fotógrafo de arte y monumentos. Mi preferida, que tuve la suerte de poder incluir en el segundo volumen del libro Toledo Olvidado, es esta que nos muestra a un cura cruzando el Puente de San Martín subido en su borrico:
Pienso que es el mismo cura que aparece en esta foto de la colección Luis Alba junto a la Venta del Alma, por lo que pienso que, dado que parece que este era un recorrido habitual del sacerdote, podría tratarse del párroco de alguno de los pueblos monteños cercanos a Toledo como Layos, Argés, Cobisa o Guadamur:
Es preciosa también esta vista de la zona denominada Vistillas de San Agustín, cerca del actual Instituto Sefarad. Al fondo se ve San Juan de los Reyes:
Sensacional es esta vista de la Puerta del Sol tomada probablemente desde uno de los conventos de la zona norte de la ciudad o sus inmediaciones:
Aquí vemos una buena toma de la Escuela de Artes en sus primeros años de vida, pues fue inaugurada en 1902:
Cerdá se adentró en la Catedral, donde fotografió su interior y también la imagen de la Virgen del Sagrario:
Cerdá visitó la ciudad en varias ocasiones, como lo demuestra esta otra impresionante fotografía que puede considerarse una de las más bellas vistas de Toledo cubierta de nieve:
Esperando que esta entrada os haya gustado, vuelvo a agradecer a Julio, bisnieto del fotógrafo, y a la investigadora Ana Real, su colaboración para poder mostraros esta breve pero intensa serie de fotografías.
Se graduó en Medicina en 1868 y con motivo de su matrimonio en 1871 se trasladó a vivir a la localidad jiennense de Cabra del Santo Cristo, donde ejerció su profesión. Allí compatibilizó su trabajo con la fotografía, edificando en 1900 una casa de estilo modernista diseñada para desarrollar su gran afición. Esta original vivienda contaba con un patio interior con suelo de cristal y con un laboratorio con tres ventanas. Cada ventana tenía un cristal de color diferente: uno verde, otro rojo y otro blanco, lo que permitía a Cerdá revelar con luz natural siguiendo diferentes técnicas. Dominó la fotografía autocroma y especialmente la estereoscópica. Experto en etnografía, fotografiaba a campesinos, trabajadores y escenas de la vida cotidiana tanto de la zona donde residía como en sus viajes por toda España. Su estilo es en ocasiones contrapuesto debido a sus múltiples influencias, yendo desde el pictorialismo, hasta la fotografía directa pasando por el reportaje gráfico. Sus fotografías fueron premiadas en importantes exposiciones internacionales, obteniendo galardones como el primer premio en la exposición de Madrid en 1903 y 1908, el primer premio en Valencia en 1906 o un premio en Londres en 1909. También publicó imágenes en revistas tan importantes como Graphos Ilustrado, Photos o La Fotografía Ilustrada. Su legado se conserva en el Instituto de Estudios Giennenses de la Diputación de Jaén y está siendo recuperado y catalogado gracias al empeño de su bisnieto Julio A. Cerdá, a quien agradezco su ayuda para la obtención de estas fotografías. También agradezco la ayuda desinteresada de la investigadora Ana Real Duro.
Arturo Cerdá visitó Toledo hacia 1910, dejando como recuerdo gráfico un reportaje que mezcló su faceta etnográfica con la de buen fotógrafo de arte y monumentos. Mi preferida, que tuve la suerte de poder incluir en el segundo volumen del libro Toledo Olvidado, es esta que nos muestra a un cura cruzando el Puente de San Martín subido en su borrico:
Pienso que es el mismo cura que aparece en esta foto de la colección Luis Alba junto a la Venta del Alma, por lo que pienso que, dado que parece que este era un recorrido habitual del sacerdote, podría tratarse del párroco de alguno de los pueblos monteños cercanos a Toledo como Layos, Argés, Cobisa o Guadamur:
Es preciosa también esta vista de la zona denominada Vistillas de San Agustín, cerca del actual Instituto Sefarad. Al fondo se ve San Juan de los Reyes:
Sensacional es esta vista de la Puerta del Sol tomada probablemente desde uno de los conventos de la zona norte de la ciudad o sus inmediaciones:
Aquí vemos una buena toma de la Escuela de Artes en sus primeros años de vida, pues fue inaugurada en 1902:
Cerdá se adentró en la Catedral, donde fotografió su interior y también la imagen de la Virgen del Sagrario:
Cerdá visitó la ciudad en varias ocasiones, como lo demuestra esta otra impresionante fotografía que puede considerarse una de las más bellas vistas de Toledo cubierta de nieve:
Esperando que esta entrada os haya gustado, vuelvo a agradecer a Julio, bisnieto del fotógrafo, y a la investigadora Ana Real, su colaboración para poder mostraros esta breve pero intensa serie de fotografías.
domingo, 25 de octubre de 2015
Toledo en 1913 fotografiado por James Craig Annan
Son ya muchos los ejemplos publicados en este blog que demuestran que por Toledo han pasado los más grandes fotógrafos de la historia, algo que constituye un privilegio y un tesoro para la historia visual de la ciudad, por el impresionante legado de excelentes imágenes que estos genios de la fotografía nos han dejado. Realmente es algo de lo que muy pocas ciudades de España y de Europa pueden presumir. Hoy os traigo las fotografías del que es considerado uno de los maestros del pictorialismo: el escocés James Craig Annan.
James Craig Annan nació en Hamilton, South Lanarkshire (Escocia) el de 8 marzo de 1864 y falleció el 5 de junio de 1946. Era hijo del también destacado fotógrafo Thomas Annan (1829-1887). Tras iniciarse en el negocio de fotografía de su familia en Glasgow, Hamilton y Edimburgo, en 1883 marchó a Viena junto a su padre para aprender la técnica del fotograbado de la mano de su inventor, el checo Karel Klíč. Presentó dicho método en Gran Bretaña y adquirió para el negocio familiar T.TR. Annan and Sons los derechos de la patente para el territorio británico. De este modo, se convirtieron en la empresa líder en Gran Bretaña en la impresión fotográfica mediante fotograbado-heliograbado.
En 1890 editó algunos fotograbados a partir de calotipos originales de Octavius Hill y Robert Adamson. En 1891 era ya miembro del Glasgow Art Club como uno de los primeros artistas fotográficos reconocidos. Desde 1893 hasta 1909 expuso sus obras en el Salón del Linked Ring Brotherhoods, grupo adherido a la corriente del Pictorialismo y del que formó parte desde 1894 siendo uno de sus más célebres exponentes. Craig Annan experimentó con las primeras cámaras portátiles en sus viajes por Alemania, España e Italia, obteniendo fotografías muy aclamadas por los profesionales del momento. Su relación profesional con el mítico Alfred Stieglitz fue muy fructífera, lo que le llevó a dirigir la Sociedad de Fotógrafos Pictorialistas en 1900. Además, Stieglitz adquirió unas 60 fotografías suyas y publicó su obra en cinco ediciones de la revista Camera Work, una de ellas dedicada exclusivamente a su trabajo entre 1904 y 1914.
Annan alcanzó gran fama en Europa y en Estados Unidos, tanto en exposiciones individuales como colectivas, desde la retrospectiva de 1900 en la Royal Photographic Society en Londres, pasando por la Exposición Internacional de París del mismo año, o la del Salón del Photo-Club de París en 1906. Participó también en la Exposición Internacional de Fotografía Pictorialista, organizada por Stieglitz en Búfalo (Nueva York) en 1910, así como en la de London Secession en 1911. En 1924 fue nombrado Miembro Honorario de la Royal Photographic Society y en 1936 fue elegido Miembro de la Royal Society of Arts. Murió cerca de Glasgow en 1946 a los 82 años de edad, después de haber recibido múltiples homenajes por parte de numerosas instituciones.
James Craig Annan visitó Toledo en 1913 obteniendo preciosas fotografías. Se conocen al menos siete de ellas, conservadas en instituciones tan prestigiosas como el Metropolitan Museum of Art de Nueva York o la Universidad de Navarra. Comenzaremos por ver esta excelente fotografía del Puente de San Martín y San Juan de los Reyes vistos desde el barrio de Solanilla. Destaca el enorme andamiaje que presenta el monasterio, por entonces en plena fase de restauración. También son muy bellos los carros que se sitúan delante del torreón del puente:
Desde allí, Annan descendió hasta el nivel del río para obtener esta preciosa vista del Baño de la Cava:
En las inmediaciones de San Juan de los Reyes, Craig Annan retrató la calle Reyes Católicos, por entonces mucho más estrecha, pues hasta los años 50 no se ensanchó al cambiar de ubicación la Puerta del Pelícano que por entonces se situaba en perpendicular a la pared del monasterio que se ve a la izquierda:
Probablemente la foto más bella que tomó en Toledo es esta que retrata la pintoresca ebanistería de Modesto de la Cuerda en la Plaza de Santa Isabel, uno de los rincones más encantadores de Toledo. Por desgracia hoy en día esta casa está abandonada y la preciosa fachada está permanentemente invadida por coches que impiden poder disfrutar de esta vista:
Es excelente este retrato de un azacán o aguador con su borrico en la Plaza del Padre Juan de Mariana, junto a los Jesuítas, donde existía una fuente muy concurrida:
Otra de las grandes fotografías tomadas por Annan en Toledo en 1914 es esta vista de la Calle de Santa Fe, conservada nada menos que en el Metropolitan Museum de Nueva York. Se observa que una de las cornisas del Convento de Santa Fe que hoy ocupa un edificio de viviendas aún presentaba tanto su forma original (un voladizo curvo) como dibujos que lo adornaban. Al construir ese edificio desapareció este tramo de cornisa conventual.
Muy bella es también esta fotografía de un carro tirado por bueyes fotografiado por James Craig Annan en algún lugar de la ciudad o sus inmediaciones:
Existe una fotografía más que en ocasiones ha sido identificada como tomada en Toledo, aunque la mayoría de las fuentes indican que se obtuvo en Granada. Personalmente me inclino más por esta última opción, pero por si acaso os la muestro, no vaya a ser que alguien identifique los sillares del fondo y resulte ser Toledo:
Esperando que las fotografías de este genio de la fotografía tomadas hace más de un siglo os hayan gustado, añado una última curiosidad: la empresa fundada por Thomas Annan y heredada por su hijo James Craig Annan aún subsiste hoy en día bajo el nombre de The Annan Fine Art Gallery, ubicada en Noodlands Road en el West End de Glasgow.
James Craig Annan nació en Hamilton, South Lanarkshire (Escocia) el de 8 marzo de 1864 y falleció el 5 de junio de 1946. Era hijo del también destacado fotógrafo Thomas Annan (1829-1887). Tras iniciarse en el negocio de fotografía de su familia en Glasgow, Hamilton y Edimburgo, en 1883 marchó a Viena junto a su padre para aprender la técnica del fotograbado de la mano de su inventor, el checo Karel Klíč. Presentó dicho método en Gran Bretaña y adquirió para el negocio familiar T.TR. Annan and Sons los derechos de la patente para el territorio británico. De este modo, se convirtieron en la empresa líder en Gran Bretaña en la impresión fotográfica mediante fotograbado-heliograbado.
En 1890 editó algunos fotograbados a partir de calotipos originales de Octavius Hill y Robert Adamson. En 1891 era ya miembro del Glasgow Art Club como uno de los primeros artistas fotográficos reconocidos. Desde 1893 hasta 1909 expuso sus obras en el Salón del Linked Ring Brotherhoods, grupo adherido a la corriente del Pictorialismo y del que formó parte desde 1894 siendo uno de sus más célebres exponentes. Craig Annan experimentó con las primeras cámaras portátiles en sus viajes por Alemania, España e Italia, obteniendo fotografías muy aclamadas por los profesionales del momento. Su relación profesional con el mítico Alfred Stieglitz fue muy fructífera, lo que le llevó a dirigir la Sociedad de Fotógrafos Pictorialistas en 1900. Además, Stieglitz adquirió unas 60 fotografías suyas y publicó su obra en cinco ediciones de la revista Camera Work, una de ellas dedicada exclusivamente a su trabajo entre 1904 y 1914.
Annan alcanzó gran fama en Europa y en Estados Unidos, tanto en exposiciones individuales como colectivas, desde la retrospectiva de 1900 en la Royal Photographic Society en Londres, pasando por la Exposición Internacional de París del mismo año, o la del Salón del Photo-Club de París en 1906. Participó también en la Exposición Internacional de Fotografía Pictorialista, organizada por Stieglitz en Búfalo (Nueva York) en 1910, así como en la de London Secession en 1911. En 1924 fue nombrado Miembro Honorario de la Royal Photographic Society y en 1936 fue elegido Miembro de la Royal Society of Arts. Murió cerca de Glasgow en 1946 a los 82 años de edad, después de haber recibido múltiples homenajes por parte de numerosas instituciones.
James Craig Annan visitó Toledo en 1913 obteniendo preciosas fotografías. Se conocen al menos siete de ellas, conservadas en instituciones tan prestigiosas como el Metropolitan Museum of Art de Nueva York o la Universidad de Navarra. Comenzaremos por ver esta excelente fotografía del Puente de San Martín y San Juan de los Reyes vistos desde el barrio de Solanilla. Destaca el enorme andamiaje que presenta el monasterio, por entonces en plena fase de restauración. También son muy bellos los carros que se sitúan delante del torreón del puente:
Desde allí, Annan descendió hasta el nivel del río para obtener esta preciosa vista del Baño de la Cava:
En las inmediaciones de San Juan de los Reyes, Craig Annan retrató la calle Reyes Católicos, por entonces mucho más estrecha, pues hasta los años 50 no se ensanchó al cambiar de ubicación la Puerta del Pelícano que por entonces se situaba en perpendicular a la pared del monasterio que se ve a la izquierda:
Probablemente la foto más bella que tomó en Toledo es esta que retrata la pintoresca ebanistería de Modesto de la Cuerda en la Plaza de Santa Isabel, uno de los rincones más encantadores de Toledo. Por desgracia hoy en día esta casa está abandonada y la preciosa fachada está permanentemente invadida por coches que impiden poder disfrutar de esta vista:
Es excelente este retrato de un azacán o aguador con su borrico en la Plaza del Padre Juan de Mariana, junto a los Jesuítas, donde existía una fuente muy concurrida:
Otra de las grandes fotografías tomadas por Annan en Toledo en 1914 es esta vista de la Calle de Santa Fe, conservada nada menos que en el Metropolitan Museum de Nueva York. Se observa que una de las cornisas del Convento de Santa Fe que hoy ocupa un edificio de viviendas aún presentaba tanto su forma original (un voladizo curvo) como dibujos que lo adornaban. Al construir ese edificio desapareció este tramo de cornisa conventual.
Muy bella es también esta fotografía de un carro tirado por bueyes fotografiado por James Craig Annan en algún lugar de la ciudad o sus inmediaciones:
Existe una fotografía más que en ocasiones ha sido identificada como tomada en Toledo, aunque la mayoría de las fuentes indican que se obtuvo en Granada. Personalmente me inclino más por esta última opción, pero por si acaso os la muestro, no vaya a ser que alguien identifique los sillares del fondo y resulte ser Toledo:
Esperando que las fotografías de este genio de la fotografía tomadas hace más de un siglo os hayan gustado, añado una última curiosidad: la empresa fundada por Thomas Annan y heredada por su hijo James Craig Annan aún subsiste hoy en día bajo el nombre de The Annan Fine Art Gallery, ubicada en Noodlands Road en el West End de Glasgow.
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