George K. Lewis nació en Mesa (Arizona) en 1902. Hijo de un granjero que llegó a esta desértica zona hacia 1890 -y que contribuyó a la construcción de las redes de riego que posibilitaron la agricultura- y de una maestra de escuela, Lewis fue enviado a los 16 años a Montana y Washington como misionero proselitista por espacio de dos años. A su regreso inició estudios en la Universidad de Brigham Young.
Heredó de su madre la afición y el talento para la fotografía, convirtiéndose en el fotógrafo de su grupo de estudiantes. Su otra afición por aquellos días era la de criar a dos pumas que habían capturado en el Gran Cañón siendo cachorros y que se convirtieron en las mascotas de la universidad.
En las vacaciones de verano trabajaba para la compañía Union Pacific Railroad como conductor de autobús y guía para turistas que visitaban los parques naturales del sur de Utah y el norte de Arizona. El tren dejaba a los pasajeros en la estación término de Cedar City de Utah y a partir de ahí, en grupos de 12 ó 15 personas eran conducidos en pequeños autobuses sin techo y quedaban bajo la total responsabilidad de jóvenes conductores como Lewis durante una semana entera, recorriendo polvorientos caminos por increibles parajes como el Gran Cañón, Zion, Bryce Canyon o Cedar Breaks. Era toda una experiencia y una enorme responsabilidad conducir por esos cañones y sufrir multitud de averías en la completa soledad de un inmenso y salvaje desierto.
Quiso el destino que uno de aquellos locos turistas que se arriesgaban a pasar una semana en esas condiciones fuese G.E. Hamilton, vicepresidente de la Keystone View Company, una de las mayores empresas de fotografía del país. En esa semana trabaron una gran amistad hasta el punto de que George Lewis pasó a ser fotógrafo de la compañía. Era agosto de 1929. Desde entonces, George comenzó a viajar por todo el mundo fotografiando con su cámara estereoscópica multitud de paises. Una de las anécdotas más curiosas que le sucedieron en su vida profesional ocurrió al fotografiar a Mahatma Gandhi. Para romper el hielo, Lewis sacó un telebinocular con muchas imágenes de mandatarios que Gandhi podría conocer y que con ayuda de este aparato los vería en tres dimensiones. Cuando Gandhi tomó el aparato, con una sonrisa en sus ojos, Lewis tomó una fotografía. En ese momento, un ayudante de Gandhi irrumpió en la escena violentamente sospechando que pudiera hacerse un uso comercial de la imagen de su líder espiritual. Lewis, sin dudar ni un momento, abrió el aparato y sacó la ya para siempre arruinada película de su interior, entregándosela al furioso ayudante. Éste, sin saber que en un aparato de tomas estereoscópicas hay dos películas, quedó satisfecho. De este modo, al menos se salvaron las fotografías simples de Gandhi, aunque sin efecto tridimensional.
Actualización: parece ser que esta historia narrada por la propia casa Keystone ofrece dudas sobre su verosimilitud pues sí existen tomas estereoscópicas de esa sesión.
Uno de los viajes más célebres de Lewis comenzó en Ciudad del Cabo, desde donde cruzó el continente africano hasta llegar a Egipto, donde tomó algunas de las fotografías estereoscópicas más aclamadas de la historia. Subió hasta lo alto de una de las pirámides de Giza y desde allí inmortalizó a varios nativos observando el inmenso y famoso Graf Zeppelin sobrevolando las pirámides:
Las imágenes de Lewis venían comentadas al dorso por el prestigioso escritor Carl Sandburg, que en la mayoría de las ocasiones no había visitado los lugares fotografiados, por lo que Lewis debía explicarle todo lo que recordara de cada lugar. De esta relación profesional nació una gran amistad.
Desgraciadamente, a finales de los años 30 Lewis contrajo cáncer de huesos y tuvieron que amputarle una pierna por lo que debió limitarse a actividades muy sedentarias.
Durante la II Guerra Mundial, sus conocimientos en técnicas tridimensionales y su talento artístico sirvieron para que creara la técnica denominada "Cones of fire" al servicio del ejército norteamericano. Esta técnica enseñaba a los pilotos cómo atacar aviones enemigos minimizando su grado de exposición al fuego.
Retirado en su rancho del Parque Nacional Zion, George Lewis falleció en 1975.
En agosto de 1931, Lewis visitó Toledo. En nuestra ciudad tomó una serie curiosa de fotografías de nuestros puentes medievales más emblemáticos: el Puente de San Martín y el Puente de Alcántara. Resulta curioso que no se conozcan otras fotografías de Lewis en Toledo, por lo que parece claro que tenía órdenes expresas de limitarse a fotografiar estos puentes. Estas imágenes se conservan en el California Museum of Photography.
Comenzaré por mostraros las imágenes del Puente de San Martín. Parecen todas ellas tomadas desde un mismo cigarral (hoy denominado Cigarral Consuelo) que se sitúa justo sobre el puente en la ladera que ciñe la ciudad por el oeste, bastante elevado sobre el río. Tal vez los descendientes de los propietarios de este cigarral reconozcan a la joven que posa en las fotografías:
La visión en detalle de estas fotografías deja estampas curiosas:
En cuanto a las fotografias del otro puente, el de Alcántara, decir que tienen un carácter algo más etnográfico pues aparece en ellas un arriero con su burro:
Estos son los detalles que ofrecen estas vistas del Puente de Alcántara:
De todas las fotografías que Lewis tomó en Toledo, tan solo una fue comercializada por la casa Keystone en su serie de vistas estereoscópicas:
Desgraciadamente, la llegada de George Lewis a Keystone coincidió con el crack de 1929, una gran crisis que terminó por hacer desaparecer la ya maltrecha técnica de la fotografía estereoscópica. El valor de estas imágenes es muy alto, al constituir los últimos documentos gráficos obtenidos mediante una técnica que dejó verdaderas joyas de la fotografía histórica toledana desde aproximadamente 1860. Fueron por tanto más de 70 años para el deleite de la vista, pues la observación en un estereoscopio de estas imágenes posee tal efecto tridimensional que aun hoy me pregunto por qué la crisis del 29 se llevó por delante esta maravillosa técnica.
Con la esperanza de que esta crisis que ahora atravesamos no se lleve por delante ninguna técnica fotográfica, os deseo a todos una Feliz Navidad y un año nuevo lleno de alegrías e ilusiones.
sábado, 25 de diciembre de 2010
1931: Toledo según George Lewis, el último gran fotógrafo estereoscópico
sábado, 11 de diciembre de 2010
La Mezquita de Tornerías
La primera mención documental conocida de esta coqueta mezquita toledana data del año 1190, cuando al describir un mesón cercano se dice que estaba situado "encima de las tiendas de los cambiantes, en el zoco de los bruñidores, en el arrabal de los Francos, cerca de la mezquita de los musulmanes".
Construida probablemente en el siglo XI, mantuvo su culto mahometano tras la reconquista de la ciudad por Alfonso VI en 1085. De este modo, la población mudéjar de este populoso y comercial barrio siguió utilizando el edificio como mezquita hasta al menos el año 1498, en que está documentada la última mención al templo como tal. Cuatrocientos años, pues, se mantuvo en ella el uso inicial ya bajo dominio cristiano, que no está nada mal.
Lo que está claro es que ya en 1505 no tenía uso como mezquita pues se conserva un documento en el que su propietario, el corregidor Pedro de Castilla la dona, convertida en mesón, al Hospital de la Misericordia citando textualmente que "el qual mesón fue mezquita de moros". Debió sin embargo perdurar entre la población el recuerdo de su uso como mezquita, pues ya en 1641 en el testamento del licenciado Pedro Rodríguez Machuca se funda un Patronato Real de Legos entre cuyos bienes menciona unas casas "que cain a las espaldas de la mezquita".
Después se sabe que la mezquita tuvo muy diversos usos, desde humildes viviendas a comercios como bodegones, caldererías, carpinterías, fábrica de sombreros de esparto o fábrica de velas de sebo. De este modo llegamos al siglo XIX, época en la que algunos estudiosos comienzan a interesarse por el edificio, elucubrando con su posible pasado que algunos atribuían a una sinagoga y otros, acertadamente, a una mezquita.
Fue José Amador de los Ríos el primero en dibujar grabados del edificio, que fueron publicados en 1879 en el célebre Monumentos Arquitectónicos de España:
Pero siguieron pasando años en los que el edificio, presa del olvido, estaba dividido en dos viviendas. Esporádicamente, algún estudioso clamaba sin éxito por su recuperación, como Francisco Fernández González en 1887:
Pero quiso el destino que en 1903 Rodrigo Amador de los Ríos, hijo de José, se interesara por el edificio e instara al Marqués de la Torrecilla como dueño de una de esas dos viviendas a recuperar al menos esa parte de la mezquita. Allí vivía de alquiler una humilde familia que se dedicaba al comercio al por menor de legumbres y verduras, que tenía su mercancía en la puerta de la calle alejando a quien lo viera de pensar que el edificio ocultaba tal joya. Rodrigo pudo acceder al interior pagando una pequeña cantidad a la mujer de la casa, y pudo ver consternado cómo el piso superior alojaba los dormitorios a los que se accedía por una escalera que había roto una bóveda y deformado el mihrab, y la cocina que se había instalado en el extremo noroeste y cuyos humos habían ennegrecido la cúpula.
Por suerte, el VIII Marqués de la Torrecilla, don Andrés Avelino de Salabert y Arteaga era una persona con alta sensibilidad artística y accedió a cumplir los deseos de Rodrigo.
Así, el marqués encomendó al Comisario de Guerra D. Antonio Reus las tareas para liberar la mezquita de los toscos muros y añadidos de cal y yeso, tras haber rescindido el contrato de alquiler con los verduleros. De este modo, el 15 de marzo de 1905 se comunica por la Comisión de Monumentos a la Real Academia el hallazgo de la mezquita con la identificación de algún elemento visigótico. Estos son los documentos de comunicación del hallazgo y la respuesta de agradecimiento emitida por la Academia:
En la comunicación figuraba la primera imagen de la mezquita, tomada por el propio Antonio Reus:
Estas son imágenes de la mezquita tomadas en esos primeros trabajos de liberación del monumento:
Poco a poco se fue constatando lo que ya apuntara en el siglo XIX José Amador de los Ríos: la mezquita se asentaba sobre muros romanos que resultaron ser un castellum aquae, o depósitos de agua del sistema romano de distribución de agua potable por la ciudad. El gran desnivel de la calle hacía peculiar la mezquita que tiene la particularidad de poseer dos pisos. Unos años más tarde de la primera restauración apareció en la casa contigua, propiedad de don Marcelo García, el pozo de las abluciones. En agosto de 1914, Manuel Castaños publicó en Arte Español algunos datos muy curiosos, como por ejemplo que la mezquita se salvó en julio de 1467 del incendio que arrasó toda la zona destruyendo 16.000 casas y haciendo desaparecer las calles de la Sal, Rua Nueva, Alcaicerías de los paños, Alcaná de los especieros hasta Santa Justa, Tintoreros y el Corral de Don Diego en las refriegas entre los partidarios del Conde de Cifuentes y los del de Fuensalida, relacionadas con el enfrentamiento entre Enrique IV y su medio hermano el Infante Alfonso. Castaños descubrió varios fustes de la mezquita con restos calcinados que al parecer no llegaron a hacer arder el templo.
En 1968 la Dirección General de Bellas Artes adquirió el edificio por 200.000 pesetas y se realizaron nuevas excavaciones:
El acceso principal se efectuaba por en la Plaza de Solarejo, situándose luego el patio y más tarde la fachada noroeste, que es la mejor conservada por haber tenido una casa del siglo XVII adosada hasta 1980, en que fue demolida. En la actualidad acoge un centro de artesanía de la Junta de Comunidades. Recomiendo vivamente que hagáis el recorrido virtual por ella que gracias a las fotografías en 360º de José María Moreno nos permite adentrarnos en el edificio sin movernos de casa:
- Visita Virtual del interior de la mezquita
- Visita Virtual de los sótanos
La Mezquita de Tornerías en Google Maps:
Ver Toledo Olvidado en un mapa más grande
Construida probablemente en el siglo XI, mantuvo su culto mahometano tras la reconquista de la ciudad por Alfonso VI en 1085. De este modo, la población mudéjar de este populoso y comercial barrio siguió utilizando el edificio como mezquita hasta al menos el año 1498, en que está documentada la última mención al templo como tal. Cuatrocientos años, pues, se mantuvo en ella el uso inicial ya bajo dominio cristiano, que no está nada mal.
Lo que está claro es que ya en 1505 no tenía uso como mezquita pues se conserva un documento en el que su propietario, el corregidor Pedro de Castilla la dona, convertida en mesón, al Hospital de la Misericordia citando textualmente que "el qual mesón fue mezquita de moros". Debió sin embargo perdurar entre la población el recuerdo de su uso como mezquita, pues ya en 1641 en el testamento del licenciado Pedro Rodríguez Machuca se funda un Patronato Real de Legos entre cuyos bienes menciona unas casas "que cain a las espaldas de la mezquita".
Después se sabe que la mezquita tuvo muy diversos usos, desde humildes viviendas a comercios como bodegones, caldererías, carpinterías, fábrica de sombreros de esparto o fábrica de velas de sebo. De este modo llegamos al siglo XIX, época en la que algunos estudiosos comienzan a interesarse por el edificio, elucubrando con su posible pasado que algunos atribuían a una sinagoga y otros, acertadamente, a una mezquita.
Fue José Amador de los Ríos el primero en dibujar grabados del edificio, que fueron publicados en 1879 en el célebre Monumentos Arquitectónicos de España:
Pero siguieron pasando años en los que el edificio, presa del olvido, estaba dividido en dos viviendas. Esporádicamente, algún estudioso clamaba sin éxito por su recuperación, como Francisco Fernández González en 1887:
Pero quiso el destino que en 1903 Rodrigo Amador de los Ríos, hijo de José, se interesara por el edificio e instara al Marqués de la Torrecilla como dueño de una de esas dos viviendas a recuperar al menos esa parte de la mezquita. Allí vivía de alquiler una humilde familia que se dedicaba al comercio al por menor de legumbres y verduras, que tenía su mercancía en la puerta de la calle alejando a quien lo viera de pensar que el edificio ocultaba tal joya. Rodrigo pudo acceder al interior pagando una pequeña cantidad a la mujer de la casa, y pudo ver consternado cómo el piso superior alojaba los dormitorios a los que se accedía por una escalera que había roto una bóveda y deformado el mihrab, y la cocina que se había instalado en el extremo noroeste y cuyos humos habían ennegrecido la cúpula.
Por suerte, el VIII Marqués de la Torrecilla, don Andrés Avelino de Salabert y Arteaga era una persona con alta sensibilidad artística y accedió a cumplir los deseos de Rodrigo.
Así, el marqués encomendó al Comisario de Guerra D. Antonio Reus las tareas para liberar la mezquita de los toscos muros y añadidos de cal y yeso, tras haber rescindido el contrato de alquiler con los verduleros. De este modo, el 15 de marzo de 1905 se comunica por la Comisión de Monumentos a la Real Academia el hallazgo de la mezquita con la identificación de algún elemento visigótico. Estos son los documentos de comunicación del hallazgo y la respuesta de agradecimiento emitida por la Academia:
En la comunicación figuraba la primera imagen de la mezquita, tomada por el propio Antonio Reus:
Estas son imágenes de la mezquita tomadas en esos primeros trabajos de liberación del monumento:
Poco a poco se fue constatando lo que ya apuntara en el siglo XIX José Amador de los Ríos: la mezquita se asentaba sobre muros romanos que resultaron ser un castellum aquae, o depósitos de agua del sistema romano de distribución de agua potable por la ciudad. El gran desnivel de la calle hacía peculiar la mezquita que tiene la particularidad de poseer dos pisos. Unos años más tarde de la primera restauración apareció en la casa contigua, propiedad de don Marcelo García, el pozo de las abluciones. En agosto de 1914, Manuel Castaños publicó en Arte Español algunos datos muy curiosos, como por ejemplo que la mezquita se salvó en julio de 1467 del incendio que arrasó toda la zona destruyendo 16.000 casas y haciendo desaparecer las calles de la Sal, Rua Nueva, Alcaicerías de los paños, Alcaná de los especieros hasta Santa Justa, Tintoreros y el Corral de Don Diego en las refriegas entre los partidarios del Conde de Cifuentes y los del de Fuensalida, relacionadas con el enfrentamiento entre Enrique IV y su medio hermano el Infante Alfonso. Castaños descubrió varios fustes de la mezquita con restos calcinados que al parecer no llegaron a hacer arder el templo.
En 1968 la Dirección General de Bellas Artes adquirió el edificio por 200.000 pesetas y se realizaron nuevas excavaciones:
El acceso principal se efectuaba por en la Plaza de Solarejo, situándose luego el patio y más tarde la fachada noroeste, que es la mejor conservada por haber tenido una casa del siglo XVII adosada hasta 1980, en que fue demolida. En la actualidad acoge un centro de artesanía de la Junta de Comunidades. Recomiendo vivamente que hagáis el recorrido virtual por ella que gracias a las fotografías en 360º de José María Moreno nos permite adentrarnos en el edificio sin movernos de casa:
- Visita Virtual del interior de la mezquita
- Visita Virtual de los sótanos
La Mezquita de Tornerías en Google Maps:
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