Toledo ha atraído históricamente a multitud de personas con motivaciones muy diversas, desde las religiosas a las paisajísticas pasando por las culturales, gastronómicas o lúdicas. Ese enorme potencial de la ciudad de ser capaz de llamar a muy diferentes grupos de personas es sin duda uno de los grandes tesoros de Toledo y una de nuestras grandes oportunidades para el futuro. En el pasado, uno de los colectivos que más sintieron la necesidad de conocer la ciudad fue el de los arquitectos, historiadores y amantes de los monumentos. Por Toledo pasaron algunos de los más afamados arquitectos de la historia para conocer in situ los monumentos que aquí se conservan, pues en ninguna otra ciudad de España es posible disfrutar de notables restos prehistóricos, prerromanos, romanos, visigóticos o medievales en toda su variedad de estilos, como el islámico, mudéjar, frescos románicos, joyas góticas...y por supuesto los sucesivos estilos como el renacentista, el barroco, el neoclasicismo, el modernismo y todo el resto de tendencias arquitectónicas hasta nuestros días.
Por ello resulta indignante, absurdo e inconcebible que la facultad de Historia del Arte no se ubicara en Toledo sino en otra ciudad de la comunidad autónoma sin apenas patrimonio conservado, obligando a los alumnos (muchos de ellos toledanos) a conocer, por ejemplo, la Catedral de Toledo en diapositivas o la Mezquita del Cristo de la Luz en fotocopias y transparencias. Algo similar sucede con Geografía e Historia (¿puede haber un mejor lugar para aprender Historia que Toledo?) o Bellas Artes (al menos esa se ubicó en la bellísima Cuenca). Solo en fecha reciente se enmendó parcialmente este agravio incomprensible al crear la facultad de Arquitectura.
A comienzos del siglo XX, hacia 1900, visitó Toledo uno de los mejores arquitectos franceses de la Historia: el gran Henri Deneux.
Henri-Louis Deneux, nacido el 16 de octubre de 1874 en Reims, acudió a una escuela situada cerca de una iglesia. De niño le marcó la pintura que un cura realizó representando una casa, hasta tal punto que aquel simple detalle desencadenó su vocación como arquitecto. Pronto desarrolló una gran pasión por el dibujo y la acuarela, y sus padres descubrieron que para castigarle en su infancia no había nada más eficaz que confiscarle sus lápices de colores. Sus progenitores intentaron que estudiara diseño e ingeniería de oficinas, pero con 17 años se unió al taller de los arquitectos Thierot y Margotin, especialistas en edificios religiosos. Edward Thierot, arquitecto diocesano encargado de la catedral de Reims y profesor de la Escuela Regional de Artes Industriales abierta desde 1889, hace de Deneux su discípulo predilecto. En 1894, tras un año en la escuela, a propuesta de su maestro, fue nombrado Profesor Adjunto, cargo que compaginará con su empleo en el estudio de Thierot y Margotin hasta 1898. Entre sus clientes, se encontró con Denis Darcy, arquitecto gran conocedor de la catedral. Bajo su dirección y orientación, comenzó a conocer a fondo el templo, estudiando el trabajo de los diferentes arquitectos encargados de la catedral en el siglo XIX. Henri Deneux estaba dotado de un gran talento, que le llevó a dibujar preciosas acuarelas de la catedral. Tras ganar experiencia y reconocimiento en trabajos desarrollados en Toulouse y París, en 1912, construyó su propia casa en el 85 de la rue Belliard en París, utilizando hormigón armado y una fachada decorada con azulejos azules y verdes y empleando una innovadora cubierta plana. El edificio fue considerado de inmediato un modelo de la arquitectura de futuro y fue alabado por Anatole de Baudot, el fundador de la Unión de Arquitectos Franceses, estando hoy incluido en la bibliografía de arquitectura moderna como una obra clave.
En 1915 sucede a Paul Gout como jefe de arquitectura de la catedral de Reims. Dirige la dificilísima tarea de restaurarla tras los gravísimos daños sufridos en la Primera Guerra Mundial al ser bombardeada por los alemanes, que vieron en ella un símbolo nacional de Francia que convenía destruir.
Para colmo de desgracias, un andamio ubicado en la torre norte se incendió, permitiendo que el fuego se propagase por todo el armazón del edificio. Las llamas fundieron todo el plomo de la techumbre que se vertió por las gárgolas, siendo recogido por los vecinos, quienes lo restituyeron después del conflicto.
La restauración comenzó en 1919 bajo la dirección de Deneux, abriéndose al culto en 1938, gracias en parte al apoyo financiero de los Rockefeller. Los trabajos se prolongaron unos 40 años.
Deneux decidió de manera absolutamente genial e innovadora que el armazón de madera destruido fuese sustituido por una estructura más ligera no inflamable, constituida por pequeños elementos de hormigón armado, unidos por chavetas de roble para garantizar la flexibilidad del conjunto.
Deneux se encargó también de la restauración de la basílica de Saint-Remi y la iglesia de Saint-Jacques. Todos estos méritos le hicieron ser condecorado en 1927 con el título de caballero de la Legión de Honor de la República Francesa.
Cuando cumplió 65 años se retiró a su casa de París de una manera absolutamente discreta, viviendo el resto de su vida de un modo tremendamente austero, rozando la miseria, y en completa soledad desde el fallecimiento de su esposa Yvonne en 1955.
Henri Deneux falleció el 15 de abril de 1969 en medio de un completo e injusto olvido, siendo enterrado junto a los restos de su esposa tras una ceremonia en la catedral de Reims a la que solo acudieron cuarenta personas.
Deneux realizó hacia 1900 un viaje a Toledo en el que tomó casi una decena de fotografías custodiadas por el Ministerio Francés de Cultura que hoy tengo el placer de ofreceros.
En ellas demuestra ya un gran interés por la arquitectura, centrando las capturas en los diferentes estilos arquitectónicos presentes en Toledo. Comenzaremos por ver esta bella estampa del Palacio de los Duques de Maqueda con San Juan de los Reyes al fondo:
Es preciosa esta vista de la Plaza del Ayuntamiento. La presencia de las grandes y viejas acacias ayuda a datar la imagen, pues fueron sustituidas en 1904. Por tanto, la visita de Deneux a Toledo se produjo antes de ese año, probablemente hacia 1900:
Deneux se adentró en el interior de nuestra Catedral. ¿Qué impresión le causaría? ¿Le gustaría más que su amada catedral de Reims?
Henri Deneux se interesó también por un templo judaico como es la Sinagoga de Santa María la Blanca. Allí obtuvo esta preciosa vista:
Volviendo al gótico, Deneux nos dejó esta toma del claustro del Monasterio de San Juan de los Reyes:
Interesado también por lo renacentista, Deneux tomó estas dos fotografías del Hospital de Santa Cruz:
Sirva esta entrada como pequeño homenaje a este genio de la arquitectura que permitió recuperar una de las joyas góticas de Europa. Estoy seguro de que su estancia en Toledo, mucho antes de aquella maldita guerra, influyó en él y perduró en su recuerdo y, ¿quien sabe?, tal vez en su titánica obra.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)