Con la actual situación del río Tajo, absolutamente denigrado y convertido en cloaca a cielo abierto como consecuencia de la contaminación y del Trasvase Tajo-Segura, hablar de un Club Náutico en Toledo sería algo muy parecido a la ciencia ficción o a una inocentada.
Sin embargo, no hace tanto tiempo, este club existió y gozó de años de esplendor y actividad ligada al río. En estos días en que esperamos como agua de mayo la decisión gubernamental del establecimiento de los caudales mínimos a los que una sentencia judicial obligó hace unos meses, es importante recordar a la sociedad -especialmente a los más jóvenes- que el Tajo puede y debe ser no solo un recurso natural de primer orden, sino también un excelente recurso cultural, social, recreativo y hasta me atrevería a decir que económico. Por ello traigo hoy al recuerdo esta entrada dedicada al que fue el Club Náutico de Toledo, y lo hago lleno no solo de ilusión por poder verlo renacer algún día con un Tajo vivo, sino también muy orgulloso por ser nieto de uno de sus fundadores: Eduardo Butragueño Bueno.
La historia del club tiene su origen en la instalación en la década de 1920 de un trampolín en la zona de la playa de Safont. Allí disfrutaban, nadaban y competían entre ellas varias decenas de personas, de modo aficionado y sin estar constituidos oficialmente como asociación o club:
Su afición a los deportes acuáticos en el Tajo fue creciendo a la par que su amistad, y ello les llevó a constituirse como club con el nombre de Club Náutico de Toledo. El club nació oficialmente el 29 de junio de 1932 (festividad de San Pedro) como recogió la prensa de la época:
Esta pionera asociación náutica toledana conservó su su sede en la playa de Safont, donde existía el mencionado trampolín y allí comenzaron a organizar competiciones de todo tipo. Entre sus fundadores se puede citar, además de a mi abuelo Eduardo Butragueño Bueno, a su gran amigo Andrés López Rey así como Jafet Arevalillo e Isabelo Moreno (de los que os hablaré luego), sin olvidar a Zacarías Hernández (quien fuese dueño del mítico Restaurante Zaca), siendo su primer presidente Ernesto Pérez. También formaban parte de la directiva los señores José Sáenz, Díez Canseco y Serrano. Otros miembros del club eran los Priede (dueños del Hotel Castilla), Manuel Basarán, José Huertas, José Luis Larrazábal, Cecilio Martín, Eusebio Collado, Luis Díaz y Antonio Díaz. Sus mejores nadadores eran Mariano Valdivia y un jovencísimo Manuel Díaz-Marta, que en esos años debió forjar su gran amor por el Tajo, por el que tanto luchó en los años 70 y 80.
Mi abuelo, que ya sabéis que era un gran aficionado a la fotografía desde muy joven, obtuvo preciosas y emotivas imágenes de la actividad del club:
Aquí, una vista general donde se aprecian las instalaciones del club en ambas orillas del Tajo:
El club pronto se planteó retos y forjó alianzas. La existencia en Toledo de la recién constituida Escuela Central de Educación Física fue aprovechada por el club para organizar competiciones conjuntas, alguna de ellas fuera del Tajo, en la piscina de la Escuela. Ambos invitaron al Canoe madrileño en septiembre de 1932, celebrándose una exhibición en la que se batió algún récord de Castilla y el numeroso público disfrutó con los saltos de trampolín.
Es muy probable que estas fotos que conservo de mi abuelo fueran tomadas aquel día:
Uno de los retos que se planteó el club fue descender en piragua desde Toledo hasta Lisboa siguiendo el curso del Tajo. Lo que terminó de convencerlos para intentarlo fue el fraude que el propio club denunció el 7 de septiembre de 1932, perpetrado por unos escoceses (o irlandeses según otras fuentes) que diciendo que iban a realizar el descenso completo, en realidad hicieron en tren buena parte del recorrido:
Dos valerosos toledanos miembros del Club Náutico de Toledo decidieron realizar la hazaña y plasmar sus impresiones en un diario. Se trata de Jafet Arevalillo e Isabelo Moreno, que consiguieron llegar en piragua a Lisboa desde Toledo tras muchísimas penalidades a finales de aquel mismo mes. El diario toledano El Castellano se hizo eco de la noticia y publicó un detallado resumen de toda la travesía que recomiendo vívamente leer con detenimiento:
Aquellos intrépidos toledanos lograron algo que hoy en día sería impensable, por el patético estado del río en todo el tramo que discurre desde Toledo hasta Portugal, plagado de embalses ideados exclusivamente para la producción eléctrica que a menudo impiden el fluir del agua entre los diferentes tramos, llegando a producirse situaciones aberrantes como es bombear agua desde la salida del embalse hacia la zona superior de madrugada (aprovechando que la tarifa eléctrica consumida en el bombeo a esas horas es menor que el precio de la energía producida cuando ese mismo agua cae de nuevo haciendo mover las turbinas) mientras que el Tajo aguas abajo llega a perder la totalidad de su caudal en algunos puntos. Meses después los portugueses João da Rocha y Mario Antunes hicieron el recorrido inverso, de Lisboa a Toledo, para devolver la visita a los toledanos.
El club poseía un ambigú en la orilla que sacaba a concurso cada verano:
En 1935 el diario As dedicó un reportaje al Club Náutico de Toledo:
La actividad oficial del club se vio interrumpida bruscamente por la Guerra Civil, y no me consta que se retomara tras la contienda.
Sin embargo, aquella afición náutica caló tan profundamente en mi abuelo que finalizó sus estudios para convertirse en capitán de la Marina Mercante, profesión que le permitió viajar por todo el mundo a lo largo de su vida demostrando que los sueños, al igual que los ríos, si se les deja fluir, tienen un maravilloso final que no conoce límites.
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