Si hay un fotógrafo que enfocó su talento con auténtica maestría a los rostros de los españoles de mediados del siglo XX, ese fue Nicolás Muller. Se trata de una de las referencias imprescindibles en la historia de la fotografía de nuestro país, un verdadero gigante de este arte y una constante inspiración para decenas de fotógrafos incluso en nuestros días.
Su verdadero nombre era Müller Miklós y nació en Orosháza (Hungría) en el año 1913. Pertenecía a una familia judía de mentalidad bastante liberal y estudió Derecho y Ciencias Políticas en tierras húngaras. Allí comenzó muy joven su andadura fotográfica, con claras influencias estéticas de emergentes movimientos artísticos como la Bauhaus y el Constructivismo soviético. Nicolás se fijó en las duras condiciones de vida y en el arduo trabajo del campesinado húngaro, inmortalizándolo magistralmente con su cámara. Tan crudamente retrató aquella realidad que uno de sus reportajes fue considerado antipatriótico por la derecha húngara. Esas críticas junto a la cada vez más patente influencia de la Alemania nazi sobre el Reino de Hungría, hicieron que Müller decidiera emigrar a Francia en 1938, cuando solo contaba con veinticinco años. Una vez en tierras francesas, Nicolás se instaló en París, donde se dio a conocer como profesional de la fotografía y comenzó a colaborar con diferentes revistas. También se relacionó con otros fotógrafos húngaros -considerados actualmente mitos de la fotografía- como Brassaï y Robert Capa. Sin embargo, el comienzo de la Segunda Guerra Mundial le obligó a hacer de nuevo las maletas, escogiendo esta vez trasladarse a Portugal. Lamentablemente, en tierras portuguesas fue detenido por la policía del dictador António de Oliveira Salazar. Muller logró su libertad comprometiéndose a no regresar a Portugal. Ello le obligó a iniciar una nueva etapa y escoger para vivir otro país diferente, en esta ocasión Marruecos. En territorio marroquí, Nicolás Muller permaneció un largo periodo de tiempo: vivió allí nueve años. En la ciudad de Tánger, que pertenecía al Protectorado español, trabó amistad con Fernando Vela, que era el secretario de José Ortega y Gasset. Gracias a él entró en contacto con la Revista de Occidente -publicación fundada y dirigida desde 1923 por Ortega-, que le organizó una exposición fotográfica en España. Esto abrió las puertas de España a Muller, que se instaló definitivamente en tierras españolas en 1947, obteniendo la nacionalidad española a finales de la década de 1950.
Su trabajo desde entonces en España fue asombroso y prolífico, tanto por su talento fotográfico como por su capacidad de trabajar en colaboración de importantes escritores. Muller publicó una amplia serie de libros ilustrados con sus fotografías: España clara, con texto de Azorín (1966) y en 1968 los seis volúmenes conformados por Cataluña (con Dionisio Ridruejo), Andalucía (con Fernando Quiñones), Baleares (con Lorenzo Villalonga), Canarias (con Federico Carlos Sainz de Robles), País Vasco (con Julio Caro Baroja) y Cantabria (con Manolo Arce).
Recorrió España en los años 50, 60 y 70 con su cámara y dando rienda suelta a su ojo especialmente sensible para captar matices, costumbres, paisajes, y especialmente, los rostros de las gentes de toda condición (especialmente las más humildes) que poblaban aquella España aún muy pobre y sumida en un secular retraso del que estaba a punto de salir.
En la década de 1980, Nicolás Muller se retiró a la aldea de Andrín, en Llanes (Asturias), donde falleció en el año 2000.
En la ciudad de Toledo Nicolás Muller podríamos decir que se explayó tomando fotografías: su recorrido fotográfico por la ciudad en los años 50, 60 y 70 es amplísimo, yendo desde la fotografía netamente humanista a la más monumental, pasando por el costumbrismo o el paisajismo, alternando las películas a color con las excelsas tomas en blanco y negro.
Su legado toledano se custodia en el fondo fotográfico del Archivo Regional de la Comunidad de Madrid, que visité hace unos años y donde obtuve el pertinente permiso de reproducción de sus imágenes. En ese tiempo también entablé contacto con Ana Muller, hija de Nicolás, que me resolvió algunas dudas y me aportó datos de utilidad con una gran amabilidad y a la que quiero agradecer públicamente su ayuda.
El repaso a sus fotos toledanas lo comenzaré por su faceta más humanista, centrándome en las imágenes que muestran los rostros y el día a día de los humildes tratantes que acudían al mercado de ganados que aún se celebraba en Toledo en el paseo de Recaredo.
La intensa mirada de este comerciante de ganado con el rostro curtido por el sol y el frío, presente en el Paseo de Recaredo en los años 50, fue capturada para la eternidad por la cámara de Nicolás Muller con toda su inmensa carga de humildad y dignidad repartida a partes iguales. Al fondo se vislumbra la muralla situada bajo el talud de la Diputación Provincial:
Su secuencia más gloriosa, en mi opinión una de las mejores de la historia de la fotografía española, es la que retrata a un grupo de seminaristas en su descenso desde el centro histórico hasta los "Campos de Don Gregorio" para jugar al fútbol, en el momento de atravesar el entorno de la Puerta del Sol. Un regalo para la vista:
Mirad qué maravillosa escena callejera: unos niños en la Bajada del Colegio de Infantes:
Nicolás Muller fue testigo del entrañable momento en que unos niños con su uniforme escolar de la Falange acuden cargados de ilusión al humilde puesto de un vendedor ambulante de dulces en la Plaza de la Merced, enfrente del palacio de la Diputación, en los años 50:
El costumbrismo y la vida cotidiana están reflejados en muchas imágenes, como por ejemplo las que muestran el mercado del Martes en Zocodover:
El Castillo de San Servando recién restaurado, cuando acogía el Colegio Menor de Juventudes:
Esta es la calle del Ángel:
Este grupo de personas influyentes de la época que posa en la puerta del Restaurante Venta de Aires nos permite ver al fondo el talud de la Diputación con una repoblación vegetal recién efectuada:
Aquí vemos el interior de un restaurante de Toledo, creo que se trata del comedor del Mesón del Toledano:
La calle Ancha:
La plaza de Zocodover con sus terrazas:
Una chica pasando delante de la Puerta de los Leones...sin duda una foto magistral:
Una estupenda vista de la calle de la Feria o Chapinería, con la oficina de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid a la izquierda:
En la imagen vemos el establecimiento que Moisés Alonso, nacido en Arcicóllar, tenía abierto en los años 50 en la cuesta de las Armas. Se trasladó con siete años con su familia a la Venta del Hoyo, donde sus padres trabajaban como encargados de este balneario y su finca. Para ir al colegio tomaba su bicicleta hasta Toledo, no sin antes repartir algo de leche que levaba en dos cántaros acoplados, para aprovechar el viaje y ganar un dinerillo. Ingresó en la Escuela de Aprendices de la Fábrica de Armas, especializándose como mecánico. Consumado ciclista, tras la guerra abrió un taller de reparación de bicicletas, que poco a poco fue creciendo y ampliando el negocio a motos y otros vehículos.
Otra genial serie de fotos de Muller fue obtenida en la torre de la Catedral, junto a la famosa Campana Gorda:
La zona del Puente de San Martín permitió a Muller obtener preciosas imágenes llenas de vida:
Las fotografías paisajísticas toledanas de Nicolás Muller tienen su mejor exponente en las que reflejan un río Tajo aún limpio y vivo. En los años 50, en los meses de verano, aún era posible disfrutar de un Tajo de aguas azuladas (ese es el verdadero color del Tajo cuando no hay arrastres de barro en épocas de lluvias ni tampoco contaminación). En nuestros días, imaginar en Toledo el regreso de este color es difícil por la nefasta política de trasvases y ausencia de depuración perpetrada por absolutamente todos los gobiernos desde que existe democracia. Ello no me impedirá, no obstante, seguir luchando y denunciando esta vergüenza nacional que es el estado del río más largo de la Península Ibérica:
Las imágenes tomadas hacia 1970 muestran ya signos de contaminación: agua sucia y primeras espumas:
Impresiona ver la tremenda aridez y ausencia de vegetación en los cerros del Valle:
Son estupendas las vistas desde el cerro de la Ermita de la Cabeza:
La Vega Baja:
Este era el aspecto general de la ciudad en los años 50:
Dos vistas del Arrabal y la Antequeruela:
En cuanto a fotografía monumental, Muller fue capaz de retratar la belleza de decenas de edificios toledanos, tanto a color como en blanco y negro:
Creo que ha quedado claro que Muller fue uno de los fotógrafos con mayúsculas en el siglo XX en España y en Europa. Poder contar con tal cantidad de imágenes suyas tomadas en Toledo vuelve a demostrar que esa simbiosis entre la ciudad y los mejores fotógrafos de la historia es uno de nuestros mayores tesoros culturales que merece la pena, poco a poco, ir dando a conocer.
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