En muchas ocasiones he utilizado el símil o analogía que compara la investigación de la historia de la fotografía en Toledo con un gran puzzle que, poco a poco, podemos ir completando.
Las piezas de ese rompecabezas son tanto más complicadas de encontrar o identificar cuanto más antiguo es el periodo a completar. En el caso de la fotografía histórica, ese periodo complejo pero apasionante es el siglo XIX.
Hoy tengo el placer de explicaros en esta entrada la consecución de un pequeño logro en el avance de ese gran rompecabezas, en el que he logrado unir varios cabos sueltos gracias al trabajo de varias instituciones por separado para llegar a una conclusión que deja poco resquicio a la duda. Me refiero a la autoría de una excelente serie de fotos toledanas de 1884 que hoy puedo prácticamente asegurar que tuvieron como autor al fotógrafo catalán Miquel Matorrodona Maza.
Investigando en el fenomenal fondo fotográfico de la Universidad de Navarra descubrí cinco imágenes de Toledo que esta prestigiosa institución cultural tiene inequívocamente clasificadas como tomadas por Miquel Matorrodona. Al verlas, identifiqué un estilo y una edición que me resultaban familiares. En efecto, varias de esas fotografías ya las había visto con anterioridad en varias colecciones. La principal de ellas era la serie de 39 imágenes que publicó hace unos años el Archivo Municipal de Toledo, incluida dentro de la colección de la casa Thomas. Estas fotos conservadas en dicho archivo, datadas con casi total probabilidad en 1884 y procedentes de la colección de Luis Alba, son albúminas sobre cartulina de 190 x 270 mm.
Sabemos, gracias a la catalogación realizada por el archivero municipal Mariano García Ruipérez, que fueron publicadas por la recién creada empresa Fototipia Thomas, fundada en Barcelona en 1884 por Josep Thomas i Bigas (Barcelona 1853 – Berna, Suiza, 1910).
Fue así como constaté que ambas instituciones, tanto la Universidad de Navarra como el Archivo Municipal de Toledo, contaban por separado con fotografías de esta serie (algunas repetidas presentes en ambas colecciones), numerada entre el 400 y el 483, con la particularidad de que la catalogación realizada por sendos archivos resultaba maravillosamente complementaria. Así, mientras el Archivo Municipal tiene la certeza de que esas fotos fueron editadas y publicadas por la casa Fototipia Thomas, la Universidad de Navarra asegura que sin duda esas fotos son obra del fotógrafo Miquel Matorrodona.
Lo cierto es que todo tiene sentido, pues tanto la empresa Fototipia Thomas como Miquel Matorrodona son barceloneses y son coetáneos, por lo que parece más que probable que Matorrodona fuera enviado a Toledo por dicha empresa recién creada en su ciudad, con el encargo de tomar esta serie de fotografías. Ello también encaja con la semblanza biográfica de este autor, realizada con maestría por Miquel Playà Ventura, que nos habla de un autor inquieto y polifacético pero un tanto esquivo a la hora de ser investigado, lo que ha hecho que haya permanecido muchos años en el olvido. Gracias a él, sabemos que Miquel Matorrodona Maza nació en el barrio del Pi de Barcelona en 1854, en el seno de una familia acomodada procedente de Reus. En su juventud estudió el bachillerato y después cursó medicina entre los años 1871 y 1875 en la Universidad de Barcelona. Tras licenciarse en 1875, se casó con Rosa Santonja Bassols, hija de una familia de larga tradición en la fabricación de sedas y pasamanería.
Su actividad fotográfica comienza poco después, constando que en 1877 realizaba retratos en un estudio fotográfico de la Rambla del Centro que acababa de dejar el fotógrafo francés Gustave Larauza. En esta época, Matorrodona firma con una doble M y la frase "Sucesor de Larauza". En 1880 abrió junto a C. Klary un estudio fotográfico en la calle Ferran, pero parece que la unión duró pocos meses.
Su nombre aparece en el jurado de un concurso de fotografía organizado por el Ayuntamiento de Barcelona en 1892 y también publicó sus trabajos en diferentes revistas como La ilustración Catalana, Veu de Catalunya, La esquella de la Torratxa y La Tomasa.
Una curiosa anécdota sucedió al publicar unas imágenes en el almanaque del año 1894 de La Tomasa que levantaron gran polémica, siendo denunciado por atentar contra la honradez y buena conducta al aparecer en sus páginas varias mujeres en poses atrevidas para la época. Tras estos sucesos, las colaboraciones de Miquel fueron reduciéndose hasta que en 1895 dejó de aparecer. Esta polémica debió hacer daño al entorno más cercano de Matorrodona, probablemente incidiendo en la relación con su madre y con la familia de su esposa. A partir del año 1901 y hasta 1907, según la invesigación de Miquel Playà, encontramos documentos en los que Miquel Matorrodona Maza no está presente “por hallarse ausente de España sin que por el momento pueda precisarse su actual paradero”.
Ahí se pierde el rastro de Matorrodona, si bien sabemos que el estudio de la calle Ferran no cerró, siguiendo trabajando en él su mujer y su hijo, Miquel Matorrodona Santonja, que tenía 15 años cuando se pierde la pista de su padre.
Pero vayamos ya a lo que más os interesa, que es la parte toledana de la obra de Matorrodona. Se trataría originalmente de una amplia serie de más de 80 fotografías si nos atenemos a su numeración, como comentaba al principio, y fueron tomadas en 1884 con casi total probabilidad. En este momento puedo ofreceros un total de 45 de ellas, sumando las presentes tanto en el Archivo Municipal de Toledo como en el Fondo Fotográfico de la Universidad de Navarra y algunas en colecciones privadas.
Comenzaré por ofreceros mi preferida, que es esta vista de la catedral en la que vemos a la perfección la Torre del Reloj, que como recordaréis fue demolida en 1888 (pongo las dos copias que al menos existen, una de cada archivo):
Hay algunas estupendas fotos de varias estancias y detalles de la Catedral:
Esta es la Puerta del Sol:
El Alcázar aparece en varias fotografías:
Mirad qué bella estampa de la Puerta del Cambrón:
El Monasterio de San Juan de los Reyes (hay algunas repetidas, pongo las copias tanto de la Universidad de Navarra como del Archivo Municipal de Toledo):
La Iglesia de Santiago del Arrabal:
El río Tajo es protagonista de varias preciosas vistas:
El Hospital de Santa Cruz aparece en varias tomas:
El Puente de Alcántara:
El Puente de San Martín:
El patio del Convento de San Pedro Mártir, por entonces usado como hospicio:
La Sinagoga de Santa María la Blanca:
La portada del Convento de San Clemente:
Me encanta esta vista interior del desaparecido convento de San Juan de la Penitencia:
Hasta aquí este repaso a la obra de un autor hasta la fecha desconocido en Toledo y que me ha encantado traeros al blog. Espero en el futuro poder ir completando esta entrada con nuevas fotografías que sigan rellenando el rompecabezas de su serie toledana. Para terminar, y solo a modo de curiosidad, contaros que la última noticia de la actividad fotográfica del estudio "Miquel Matorrodona" ya regentado por su hijo y su mujer, apareció en La Vanguardia el 24 de septiembre de 1919 con un anuncio en busca de un aprendiz para el taller. Ese mismo año, Rosa Santonja muere a los 66 años de edad. Pocos años después, en 1928, se produce el fallecimiento de Miquel Matorrodona Santonja, lo que supone el cierre definitivo del establecimiento.
Agradeciendo a Miquel Playà su trabajo de investigación sobre la vida de Matorrodona, con la colaboración de Jep Martí, me despido por hoy.
sábado, 6 de mayo de 2023
La fábrica de harinas San José, el mejor ejemplo de arquitectura industrial del centro histórico de Toledo
La arquitectura industrial de finales del siglo XIX dejó en Toledo algunos hermosos ejemplos que han pervivido hasta nuestros días. Hoy os hablaré de uno de ellos, que incluso logró el 28 de noviembre de 1996 ser declarado Bien de Interés Cultural con la categoría de monumento (aquí la declaración).
Corría el año de 1889 cuando fue levantado en plena judería este edificio, destinado a albergar inicialmente una fábrica de cuchillería promovida por los hermanos Mariano y Nicolás Garrido, según narra magistralmente el gran Rafael del Cerro Malagón en «Arquitectura industrial en el Toledo del siglo XIX» (enlace aquí). El arquitecto de la obra fue el toledano Luis Moraleda, quien redacta y firma la memoria de la fábrica el 16 de abril de 1889. La construcción exigió la demolición de algunas casas de la manzana. La trazas de la obra planteaban un amplio espacio diáfano cerrado bajo una estructura muy sencilla, con un corral triangular para depósito de materiales. El arquitecto diseñó un lugar adecuado para colocar el motor de vapor que movía la maquinaria, así como un sótano donde se almacenaba el carbón que le servía de combustible. La descarga del carbón a dicho sótano se hacía a través de las ventanas que daban a la entonces nombrada como plaza del Cascabel. Planteaba un acceso o puerta principal, abierta a la plaza de Barrio Nuevo, y otra secundaria en el lateral izquierdo, donde se situaba el corral triangular, que daba a la entonces denominada plaza del Juego de Pelota. El espacio interior, que buscaba la mayor amplitud posible en una única nave, fue proyectado con veintiocho columnas de hierro fundido.
El inmueble fue finalmente edificado en planta rectangular con dos alturas y un hastial. El aspecto general del edificio se integra muy bien tanto cromática como volumétricamente en el centro histórico gracias al uso del típico ladrillo de dos tonos (en el proyecto se indica expresamente: ladrillo á dos colores, blanco cortado al agua y encarnado, de las fábricas de Valladolid) y a la inteligente disposición de sus elementos. La portada principal está formada por un arco rebajado con cornisa triangular, y está decorada con mensulillas. A ambos lados se abren dos ventanas con un arco de medio punto y decoración en el extradós, como resaltes de las dovelas. Las cuatro ventanas presentan, además, rejería de forja de gran calidad, lo que incrementa el valor del edificio.
La planta principal estaba inicialmente recorrida por cinco huecos de iguales dimensiones, construidos por arcos de medio punto con decoración de ladrillo. El hastial, por su parte, contiene tres ventanas de arco de medio punto con extradós, también decorado, y parapeto en la ventana central. En las plantas baja y principal, los entrepaños están bellamente decorados con rombos ejecutados con maestría utilizando el ladrillo.
La totalidad de la fachada aparece enmarcada por dos pilastras con capitel realizado también en ladrillo, elemento que también aparece en las líneas de impostas.
Por su parte, la fachada lateral, de dos alturas, posee ocho ventanas de medio punto por planta, cuyos arcos están resaltados con ladrillos de distinta coloración en el extradós.
La cubierta del edificio es de dos aguas con teja plana, mientras que el cuerpo adosado a la parte trasera presenta tres vertientes y teja árabe. La cubierta está sujeta por una armadura metálica que data del año en que se levantó el inmueble en 1889.
Estamos, por tanto, ante un edificio que supuso un cambio importante en el urbanismo de la judería. Para hacernos una idea, veamos el aspecto inicial de esa zona utilizando esta foto (con una ampliación) tomada por Gustave de Beaucorps en el temprano año de 1858.
Es de gran ayuda también para comprender el espacio echar un vistazo al plano de Reinoso en 1882, en el que vemos esa manzana con casas que fueron derribadas para poder construir esta fábrica:
En fechas recientes he adquirido una rara fotografía del francés R. Salleron tomada en noviembre de 1889 que viene a confirmar la fecha de construcción del edificio. Al ampliarla, vemos claramente cómo aparece ya en pie uno de los grandes muros (concretamente la fachada trasera, con su forma triangular), pero aún sin ejecutar el tejado. Se trata de una joya documental que, a fecha de hoy, constituye el único documento gráfico del proceso constructivo del edificio:
En estas fotos, tomadas hacia 1890 por Hauser y Menet, se ve incluso con más claridad el proceso constructivo:
En septiembre de 1899, el también francés Petit inmortalizó el edificio desde la otra orilla del río al tomar esta soberbia fotografía desde el cerro de la ermita de la Cabeza:
Sin embargo, el uso del edificio como fábrica de cuchillería con sus secciones de forja, desbaste, pulido y grabado, fue muy efímero: en 1905 cesó su actividad. Pronto se destinó el inmueble a otros fines bien distintos, acogiendo la nueva fábrica de harinas "San José" de la empresa Castro y Compañía. Con los años, sus nuevos dueños realizaron varias ampliaciones en el flanco izquierdo a partir del pequeño patio existente y en la parte posterior para usarlo como cochera. Este era el aspecto del edificio en 1918:
También en 1918, su maquinaria llamó la atención del entonces estudiante Hermenter Serra, logrando esta preciosa fotografía:
A continuación, unas bonitas fotos aéreas del edificio en los años 20:
Este es un reportaje sobre la fábrica publicado en El Financiero en 1922:
En 1924 se publicaron estas fotos en El Castellano Gráfico:
En esta preciosa imagen vemos a un carro de bueyes descargando sacos de grano para ser molido en la fábrica:
Aquí tenemos un aspecto del esquinazo del edificio en 1945:
Mirad qué bonito aspecto del edificio a mediados del siglo XX visto desde la otra orilla del río:
La empresa destacó por el cuidado de bastantes detalles, que iban desde publicidad en la prensa local al esmero en sus productos pues, de hecho, su actividad no solo no se ceñía a la industria harinera, sino que también contaba con fábrica de dulces y mazapán, fabricando preciosos estuches metálicos:
Esta actividad industrial como fábrica de harinas se mantuvo hasta entrado el siglo XXI. Muy poco después, comenzaron las obras para convertir el inmueble en un bonito hotel, que fue inaugurado en mayo de 2003 y que conservó en buena medida elementos originales interesantes de su histórico uso.
Aspecto del edificio en la actualidad en Google Maps:
Corría el año de 1889 cuando fue levantado en plena judería este edificio, destinado a albergar inicialmente una fábrica de cuchillería promovida por los hermanos Mariano y Nicolás Garrido, según narra magistralmente el gran Rafael del Cerro Malagón en «Arquitectura industrial en el Toledo del siglo XIX» (enlace aquí). El arquitecto de la obra fue el toledano Luis Moraleda, quien redacta y firma la memoria de la fábrica el 16 de abril de 1889. La construcción exigió la demolición de algunas casas de la manzana. La trazas de la obra planteaban un amplio espacio diáfano cerrado bajo una estructura muy sencilla, con un corral triangular para depósito de materiales. El arquitecto diseñó un lugar adecuado para colocar el motor de vapor que movía la maquinaria, así como un sótano donde se almacenaba el carbón que le servía de combustible. La descarga del carbón a dicho sótano se hacía a través de las ventanas que daban a la entonces nombrada como plaza del Cascabel. Planteaba un acceso o puerta principal, abierta a la plaza de Barrio Nuevo, y otra secundaria en el lateral izquierdo, donde se situaba el corral triangular, que daba a la entonces denominada plaza del Juego de Pelota. El espacio interior, que buscaba la mayor amplitud posible en una única nave, fue proyectado con veintiocho columnas de hierro fundido.
El inmueble fue finalmente edificado en planta rectangular con dos alturas y un hastial. El aspecto general del edificio se integra muy bien tanto cromática como volumétricamente en el centro histórico gracias al uso del típico ladrillo de dos tonos (en el proyecto se indica expresamente: ladrillo á dos colores, blanco cortado al agua y encarnado, de las fábricas de Valladolid) y a la inteligente disposición de sus elementos. La portada principal está formada por un arco rebajado con cornisa triangular, y está decorada con mensulillas. A ambos lados se abren dos ventanas con un arco de medio punto y decoración en el extradós, como resaltes de las dovelas. Las cuatro ventanas presentan, además, rejería de forja de gran calidad, lo que incrementa el valor del edificio.
La planta principal estaba inicialmente recorrida por cinco huecos de iguales dimensiones, construidos por arcos de medio punto con decoración de ladrillo. El hastial, por su parte, contiene tres ventanas de arco de medio punto con extradós, también decorado, y parapeto en la ventana central. En las plantas baja y principal, los entrepaños están bellamente decorados con rombos ejecutados con maestría utilizando el ladrillo.
La totalidad de la fachada aparece enmarcada por dos pilastras con capitel realizado también en ladrillo, elemento que también aparece en las líneas de impostas.
Por su parte, la fachada lateral, de dos alturas, posee ocho ventanas de medio punto por planta, cuyos arcos están resaltados con ladrillos de distinta coloración en el extradós.
La cubierta del edificio es de dos aguas con teja plana, mientras que el cuerpo adosado a la parte trasera presenta tres vertientes y teja árabe. La cubierta está sujeta por una armadura metálica que data del año en que se levantó el inmueble en 1889.
Estamos, por tanto, ante un edificio que supuso un cambio importante en el urbanismo de la judería. Para hacernos una idea, veamos el aspecto inicial de esa zona utilizando esta foto (con una ampliación) tomada por Gustave de Beaucorps en el temprano año de 1858.
Es de gran ayuda también para comprender el espacio echar un vistazo al plano de Reinoso en 1882, en el que vemos esa manzana con casas que fueron derribadas para poder construir esta fábrica:
En fechas recientes he adquirido una rara fotografía del francés R. Salleron tomada en noviembre de 1889 que viene a confirmar la fecha de construcción del edificio. Al ampliarla, vemos claramente cómo aparece ya en pie uno de los grandes muros (concretamente la fachada trasera, con su forma triangular), pero aún sin ejecutar el tejado. Se trata de una joya documental que, a fecha de hoy, constituye el único documento gráfico del proceso constructivo del edificio:
En estas fotos, tomadas hacia 1890 por Hauser y Menet, se ve incluso con más claridad el proceso constructivo:
En septiembre de 1899, el también francés Petit inmortalizó el edificio desde la otra orilla del río al tomar esta soberbia fotografía desde el cerro de la ermita de la Cabeza:
Sin embargo, el uso del edificio como fábrica de cuchillería con sus secciones de forja, desbaste, pulido y grabado, fue muy efímero: en 1905 cesó su actividad. Pronto se destinó el inmueble a otros fines bien distintos, acogiendo la nueva fábrica de harinas "San José" de la empresa Castro y Compañía. Con los años, sus nuevos dueños realizaron varias ampliaciones en el flanco izquierdo a partir del pequeño patio existente y en la parte posterior para usarlo como cochera. Este era el aspecto del edificio en 1918:
También en 1918, su maquinaria llamó la atención del entonces estudiante Hermenter Serra, logrando esta preciosa fotografía:
A continuación, unas bonitas fotos aéreas del edificio en los años 20:
Este es un reportaje sobre la fábrica publicado en El Financiero en 1922:
En 1924 se publicaron estas fotos en El Castellano Gráfico:
En esta preciosa imagen vemos a un carro de bueyes descargando sacos de grano para ser molido en la fábrica:
Aquí tenemos un aspecto del esquinazo del edificio en 1945:
Mirad qué bonito aspecto del edificio a mediados del siglo XX visto desde la otra orilla del río:
La empresa destacó por el cuidado de bastantes detalles, que iban desde publicidad en la prensa local al esmero en sus productos pues, de hecho, su actividad no solo no se ceñía a la industria harinera, sino que también contaba con fábrica de dulces y mazapán, fabricando preciosos estuches metálicos:
Esta actividad industrial como fábrica de harinas se mantuvo hasta entrado el siglo XXI. Muy poco después, comenzaron las obras para convertir el inmueble en un bonito hotel, que fue inaugurado en mayo de 2003 y que conservó en buena medida elementos originales interesantes de su histórico uso.
Aspecto del edificio en la actualidad en Google Maps:
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