No se sabe demasiado acerca de la vida de Charles Chusseau-Flaviens, fotógrafo francés que se convirtió, en los inicios del siglo XX, en uno de los primeros fotógrafos autónomos que viajaban por todo el mundo y ofrecían su trabajo a diversas publicaciones. Sus miles de fotografías fueron tomadas en países tan diversos como Turquía, Rumanía, Marruecos, Argelia o Portugal y además compró colecciones a otros autores de imágenes tomadas en Nueva Zelanda, Japón, Abisinia o Etiopía.
Chusseau-Flaviens tenía un registro de estilos fotográficos muy variado, que iba desde reportajes de las familias reales europeas a estampas de imágenes militares pasando por escenas costumbristas con especial atención a aspectos etnográficos.
Gran parte de su obra fue adquirida en 1974 por la George Eastman House que ha ido digitalizando poco a poco su obra.
Las varias decenas de fotografías de Charles Chusseau-Flaviens tomadas en Toledo evidencian que visitó la ciudad en varias ocasiones entre 1908 y 1913. Son imágenes muy diversas, de bastante calidad y de temáticas diferentes.
Comenzaré por ofreceros las fotografías panorámicas de la ciudad, en las que podemos contemplar diferencias que demuestran que Chusseau-Flaviens estuvo varias veces en la ciudad. La principal evidencia se centra en la presencia o ausencia del cimborrio de la Catedral, que ya sabéis que fue derribado hacia 1910. En las vistas generales más antiguas se ve aún el cimborrio de la Catedral:
En estas otras ya no se observa el cimborrio:
En esta fotografía podéis ver la Ermita del Valle con sus dos espléndidos almeces, de los que ya sabéis que sólo queda uno:
En esta se ve la Iglesia de La Magdalena y de fondo la Catedral aún con su cimborrio:
La Plaza de Zocodover fue fotografiada en dos ocasiones por el francés, una de ellas con motivo de un desfile:
Una fotografía muy valiosa por existir muy pocas de este lugar, es esta que muestra la histórica fuente de Carlos III en el Paseo de la Rosa. Se pueden ver multitud de azacanes alrededor de esta emblemática fuente, hoy desgraciadamente poco cuidada, conocida, valorada y respetada (frecuentemente aparece llena de grafitis):
La Puerta del Sol debía ser uno de los monumentos preferidos por Chusseau-Flaviens, ya que aparece retratada por él en varias visitas diferentes:
El Puente de San Martín y sus entornos aparecen espléndidamente retratados por el galo en diversas ocasiones:
También son preciosas las imágenes del Puente de Alcántara y el Castillo de San Servando:
Aquí aparece fotografiada la Puerta del Cambrón:
Charles Chusseau-Flaviens estuvo en Toledo en octubre de 1913 con motivo de la visita del primer ministro francés Raymond Poincaré y el rey Alfonso XIII. Tomó estas fotografías que dan muestra del engalanamiento de la ciudad aquel día:
El Alcázar también fue objetivo del fotógrafo:
Estas son las imágenes de Chusseau-Flaviens protagonizadas por la Catedral:
Aquí vemos las Turbinas de Vargas:
Estas son las imágenes tomadas en la Calle Comercio (Calle Ancha):
De temática más etnográfica es esta bonita estampa que muestra a paisanos en burro en el Camino Real de Sevilla en las cercanías de la ciudad:
En esta bonita fotografía podemos ver el Teatro de Rojas:
Con el deseo de que os gusten estas desconocidas fotografías de la historia de Toledo, aprovecho para desearos de corazón a todos una Feliz Navidad y un venturoso año 2010. Os espero a la vuelta de las fiestas con más y espero que interesantes imágenes del pasado toledano.
domingo, 20 de diciembre de 2009
Toledo entre 1908 y 1913 fotografiado por Charles Chusseau-Flaviens
domingo, 13 de diciembre de 2009
La Casa del Diamantista
José Navarro nació en San Sebastián el día 24 de enero de 1808. Fue sin duda uno de los mejores orfebres de España en el siglo XIX. Tanto fue así que a la edad de 42 años ya se encontraba felizmente retirado del oficio pues debía haber ganado suficiente dinero como para vivir de las rentas. Pero poco después de retirarse en 1850 un emisario real le propuso fabricar la corona de la Reina Isabel II, algo que nadie había hecho en España desde cuatro siglos atrás. Según palabras del propio Navarro "a pesar de mi resolución de no volver a ocuparme del trabajo no supe resistir a los deseos de S. M. y desocupando un invernadero que tenía en medio del jardín, improvisé en él un obrador donde me puse a construir la corona".
La corona fue realizada y del agrado de la reina que posó con ella para Charles Clifford:
Sin embargo, el Estado tardó más de cinco años y medio en pagar a Navarro lo que provocó gran indignación en el diamantista.
Tal vez por ello, cuando en 1858 se presentó en su casa el militar francés afincado en Toledo Adolfo Hérouart con los restos descompuestos de las coronas y joyas visigodas del Tesoro de Guarrazar, Navarro no dudó en recomponerlas y ofrecérselas al Estado Francés. Ese tesoro había sido encontrado en Guadamur por los labriegos Francisco Morales y Domingo de la Cruz en dos fincas contiguas tras una tormenta de agosto que dejó al descubierto las joyas. Los campesinos habían ido vendiendo a plateros toledanos las joyas por trozos y cuando Hérouart, muy aficionado a las antigüedades, contactó con el labriego Morales ya habáin sido vendidas y fundidas bastantes piezas del tesoro.
Como os decía, el diamantista Navarro recompuso las coronas y joyas visigodas (y recuperó algunas piezas antes de que fuesen fundidas por algún platero) y viajó a París donde ofreció el tesoro al gobierno francés depositando las ocho coronas y cinco cruces en el recién creado Museo de Cluny. Acusado de antipatriota, Navarro fue el centro de una enorme polémica entre ambos países. Ello no impidió a Navarro, personaje muy enigmático, vender un año más tarde al gobierno español un brazo de una gran cruz de oro y pedrería y algunas joyas más sueltas que aún poseía del tesoro y que no había vendido a los franceses.
No se sabe con certeza el año en que Navarro se mudó a vivir a la casa junto al río Tajo que aún se conoce como Casa del Diamantista, por lo que es imposible saber si fue en esta casa donde elaboró la corona de Isabel II y que inspiró la leyenda que cuenta que fue ayudado a crearla por unos diminutos duendes que trabajaban mientras él dormía agotado por la responsabilidad de crear una corona a la altura de una reina. El caso es que en 1857, cuando la casa fue fotografiada por segunda vez por Eugène Sevaistre, la casa sufrió una reforma. En la primera imagen la casa aparece sin terraza mientras que en la segunda, tomada por Charles Clifford (casualmente el fotógrafo de la casa real que fotografió a la reina con la corona) y fechada también en ese mismo año, ya aparece la terraza. Por ello es casi seguro que esa reforma la realizó José Navarro al adquirir la vivienda.
Era una casa maravillosa, con aspecto de pequeña fortificación almenada y embarcadero propio con unas escalerillas que descendían hasta el mismo nivel del agua. Contaba con un coqueto jardín y una cuidada terraza circular con magníficas vistas al río, al Cerro del Bú y a la ermita del Valle. La imagen más antigua data nada menos que de 1854, anterior por tanto a las que os he mostrado antes, y fue tomada por el francés Alphonse De Launay:
Las fotografías tomadas algo después, en la década de 1860 por varios autores entre los que destaca Frank M. Good (por encargo de Francis Frith en 1869) muestran la vivienda en la época en que estaba habitada por el diamantista José Navarro. Haciendo diferentes ampliaciones de las imágenes uno casi puede imaginarse la figura de Navarro asomado a alguna ventana o tomando el aire en la terraza.
Navarro murió en 1862 y con su muerte comenzó la leyenda.
No es de extrañar que la inventiva popular crease esas preciosas historias pues la suntuosa casa en una de las zonas más pobres de la ciudad, así como la profesión, fama y misteriosa personalidad de Navarro daban para imaginar multitud de situaciones fantásticas entre las gentes de Toledo. A su muerte la casa pasó a otras manos y ya en las imágenes de 1872 se ven modificaciones en la vivienda como la supresión de las almenas y algunos cambios en la terraza:
En 1883 aparece fotografiada por Alfred Dismorr:
Esta imagen es de 1886:
Las fotografías de Casiano Alguacil hacia 1887 presentan con claridad el aspecto del edificio por aquel entonces:
A principios del siglo XX fue fotografiada con profusión pues la leyenda de la casa se iba haciendo mayor:
Tras la guerra civil, la casa sufrió un paulatino deterioro a partir de una gran riada. Como consecuencia de ella, la Confederación Hidrográfica del Tajo decidió expropiar a su propietario Antonio Aguilar Gómez la vivienda, en la cual vivía con su familia. Fue entonces cuando comenzó el grave deterioro del edificio.
El estado de la casa hacia 1965 era de casi total ruina:
Pero por fortuna llegó Fernando Chueca Goitia y al igual que hiciera con la contigua Torre del Hierro, acometió la restauración de la casa del diamantista:
Estas son las palabras de Chueca Goitia en relación a su intervención en el entorno de la Casa del Diamantista:
"Este embarcadero pudo gozar de épocas mejores y de más lucida concurrencia, cuando las alamedas que a un lado y otro del río sombreaban sus orillas, acogían gentes que buscaban unas veces un paseo tranquilo y otras un lugar de esparcimiento, merienda y romería. Aunque el automóvil ha acercado ambas orillas del Tajo, esto no impide que vuelva a ser deleitoso el paseo a pie o el cruce del río en barca. Lo que hace falta es volver a dar amenidad a estas orillas y hacer que el público se aficione de nuevo a ellas. Entonces un embarcadero apropiado, sencillo y cómodo, podrá dar nuevo auge a este pasaje tradicional.
El embarcadero queda además situado en un lugar interesante, entre la Torre del Hierro por un lado y la Casa del Diamantista por otro. En torno al embarcadero se puede formar un conjunto atractivo y pintoresco con pequeñas y graciosas alamedas y con restos de remota antigüedad o edificios a los que no falta el misterio y la leyenda tan extendidos en Toledo.
Hace algunos años se hicieron obras para mejorar el embarcadero. Se hizo una escalinata doble toda de piedra para bajar a una plataforma con gradas donde podían atracar las embarcaciones y se puso una columna conmemorativa. Me ocupé de todo con el mayor interés, y no sé si me acompañó el acierto."
Hacia 1991, la casa acogió la sede de la Escuela Taller de Restauración y desde entonces se encuentra en muy buen estado:
Agradeciendo la ayuda en la aportación de datos para la entrada a Pedro Antonio Alonso Revenga y Luis Balmaseda Muncharaz, sólo me queda invitaros a acercaros a este precioso lugar a ser posible en una silenciosa noche de niebla. Sea porque realmente ese lugar tiene un halo mágico o simplemente porque se encuentra en un paraje idílico, os prometo que su visita no os dejará insatisfechos. Especialmente sabiendo que además la leyenda tiene una base real: allí en efecto vivió quien hiciera la corona de Isabel II y quien recompusiera el maravilloso y tristemente dispersado Tesoro de Guarrazar. Ahora que se habla de hacer un gran museo sobre la cultura visigoda en Vega Baja...¡qué magnífica oportunidad para luchar por su reunificación y vuelta a sus orígenes en la sede regia de la monarquía visigoda!
La Casa del Diamantista en Google Maps:
Ver Toledo Olvidado en un mapa más grande
La corona fue realizada y del agrado de la reina que posó con ella para Charles Clifford:
Sin embargo, el Estado tardó más de cinco años y medio en pagar a Navarro lo que provocó gran indignación en el diamantista.
Tal vez por ello, cuando en 1858 se presentó en su casa el militar francés afincado en Toledo Adolfo Hérouart con los restos descompuestos de las coronas y joyas visigodas del Tesoro de Guarrazar, Navarro no dudó en recomponerlas y ofrecérselas al Estado Francés. Ese tesoro había sido encontrado en Guadamur por los labriegos Francisco Morales y Domingo de la Cruz en dos fincas contiguas tras una tormenta de agosto que dejó al descubierto las joyas. Los campesinos habían ido vendiendo a plateros toledanos las joyas por trozos y cuando Hérouart, muy aficionado a las antigüedades, contactó con el labriego Morales ya habáin sido vendidas y fundidas bastantes piezas del tesoro.
Como os decía, el diamantista Navarro recompuso las coronas y joyas visigodas (y recuperó algunas piezas antes de que fuesen fundidas por algún platero) y viajó a París donde ofreció el tesoro al gobierno francés depositando las ocho coronas y cinco cruces en el recién creado Museo de Cluny. Acusado de antipatriota, Navarro fue el centro de una enorme polémica entre ambos países. Ello no impidió a Navarro, personaje muy enigmático, vender un año más tarde al gobierno español un brazo de una gran cruz de oro y pedrería y algunas joyas más sueltas que aún poseía del tesoro y que no había vendido a los franceses.
No se sabe con certeza el año en que Navarro se mudó a vivir a la casa junto al río Tajo que aún se conoce como Casa del Diamantista, por lo que es imposible saber si fue en esta casa donde elaboró la corona de Isabel II y que inspiró la leyenda que cuenta que fue ayudado a crearla por unos diminutos duendes que trabajaban mientras él dormía agotado por la responsabilidad de crear una corona a la altura de una reina. El caso es que en 1857, cuando la casa fue fotografiada por segunda vez por Eugène Sevaistre, la casa sufrió una reforma. En la primera imagen la casa aparece sin terraza mientras que en la segunda, tomada por Charles Clifford (casualmente el fotógrafo de la casa real que fotografió a la reina con la corona) y fechada también en ese mismo año, ya aparece la terraza. Por ello es casi seguro que esa reforma la realizó José Navarro al adquirir la vivienda.
Era una casa maravillosa, con aspecto de pequeña fortificación almenada y embarcadero propio con unas escalerillas que descendían hasta el mismo nivel del agua. Contaba con un coqueto jardín y una cuidada terraza circular con magníficas vistas al río, al Cerro del Bú y a la ermita del Valle. La imagen más antigua data nada menos que de 1854, anterior por tanto a las que os he mostrado antes, y fue tomada por el francés Alphonse De Launay:
Las fotografías tomadas algo después, en la década de 1860 por varios autores entre los que destaca Frank M. Good (por encargo de Francis Frith en 1869) muestran la vivienda en la época en que estaba habitada por el diamantista José Navarro. Haciendo diferentes ampliaciones de las imágenes uno casi puede imaginarse la figura de Navarro asomado a alguna ventana o tomando el aire en la terraza.
Navarro murió en 1862 y con su muerte comenzó la leyenda.
No es de extrañar que la inventiva popular crease esas preciosas historias pues la suntuosa casa en una de las zonas más pobres de la ciudad, así como la profesión, fama y misteriosa personalidad de Navarro daban para imaginar multitud de situaciones fantásticas entre las gentes de Toledo. A su muerte la casa pasó a otras manos y ya en las imágenes de 1872 se ven modificaciones en la vivienda como la supresión de las almenas y algunos cambios en la terraza:
En 1883 aparece fotografiada por Alfred Dismorr:
Esta imagen es de 1886:
Las fotografías de Casiano Alguacil hacia 1887 presentan con claridad el aspecto del edificio por aquel entonces:
A principios del siglo XX fue fotografiada con profusión pues la leyenda de la casa se iba haciendo mayor:
Tras la guerra civil, la casa sufrió un paulatino deterioro a partir de una gran riada. Como consecuencia de ella, la Confederación Hidrográfica del Tajo decidió expropiar a su propietario Antonio Aguilar Gómez la vivienda, en la cual vivía con su familia. Fue entonces cuando comenzó el grave deterioro del edificio.
El estado de la casa hacia 1965 era de casi total ruina:
Pero por fortuna llegó Fernando Chueca Goitia y al igual que hiciera con la contigua Torre del Hierro, acometió la restauración de la casa del diamantista:
Estas son las palabras de Chueca Goitia en relación a su intervención en el entorno de la Casa del Diamantista:
"Este embarcadero pudo gozar de épocas mejores y de más lucida concurrencia, cuando las alamedas que a un lado y otro del río sombreaban sus orillas, acogían gentes que buscaban unas veces un paseo tranquilo y otras un lugar de esparcimiento, merienda y romería. Aunque el automóvil ha acercado ambas orillas del Tajo, esto no impide que vuelva a ser deleitoso el paseo a pie o el cruce del río en barca. Lo que hace falta es volver a dar amenidad a estas orillas y hacer que el público se aficione de nuevo a ellas. Entonces un embarcadero apropiado, sencillo y cómodo, podrá dar nuevo auge a este pasaje tradicional.
El embarcadero queda además situado en un lugar interesante, entre la Torre del Hierro por un lado y la Casa del Diamantista por otro. En torno al embarcadero se puede formar un conjunto atractivo y pintoresco con pequeñas y graciosas alamedas y con restos de remota antigüedad o edificios a los que no falta el misterio y la leyenda tan extendidos en Toledo.
Hace algunos años se hicieron obras para mejorar el embarcadero. Se hizo una escalinata doble toda de piedra para bajar a una plataforma con gradas donde podían atracar las embarcaciones y se puso una columna conmemorativa. Me ocupé de todo con el mayor interés, y no sé si me acompañó el acierto."
Hacia 1991, la casa acogió la sede de la Escuela Taller de Restauración y desde entonces se encuentra en muy buen estado:
Agradeciendo la ayuda en la aportación de datos para la entrada a Pedro Antonio Alonso Revenga y Luis Balmaseda Muncharaz, sólo me queda invitaros a acercaros a este precioso lugar a ser posible en una silenciosa noche de niebla. Sea porque realmente ese lugar tiene un halo mágico o simplemente porque se encuentra en un paraje idílico, os prometo que su visita no os dejará insatisfechos. Especialmente sabiendo que además la leyenda tiene una base real: allí en efecto vivió quien hiciera la corona de Isabel II y quien recompusiera el maravilloso y tristemente dispersado Tesoro de Guarrazar. Ahora que se habla de hacer un gran museo sobre la cultura visigoda en Vega Baja...¡qué magnífica oportunidad para luchar por su reunificación y vuelta a sus orígenes en la sede regia de la monarquía visigoda!
La Casa del Diamantista en Google Maps:
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