José María de Borbón y de la Torre vino al mundo en Madrid en 1883, como hijo del matrimonio entre su padre Francisco de Borbón y Castellví -conocido como el general Borbón- y su madre María Luisa de la Torre, que era hija de un cubano muy acaudalado. Por vía paterna era nieto del infante Enrique de Borbón, uno de los protagonistas del famoso Duelo de Carabanchel de 1870, y primo segundo del rey Alfonso XIII.
Siguiendo la vocación militar de su padre, José María entró en el ejército formándose en la Academia de Infantería de Toledo, y con solo 17 años logró el tercer premio como aspirante a teniente. Posteriormente tomó parte en diversas acciones en el norte de África, logrando la Cruz del Mérito Militar y también la de San Hermenegildo, aún más prestigiosa. Poco a poco, se fue especializando en tiro de precisión, siendo destinado al Regimiento de Cazadores Figueras 6. Después de los años complicados y duros de la Guerra de África, José María encontró un destino en la por entonces recién creada Aeronáutica Militar, llegando a ser segundo responsable de la base aérea de Getafe.
Contrajo matrimonio en 1909 con María Luisa Rich Carbajo, con la que tuvo siete hijos: José Luis, Fernando (fallecido con solo 7 meses), María Luisa, Carlos Luis, Alberto, Beatriz y Álvaro.
Lo que parecía una vida plácida y jalonada de éxitos personales y profesionales se esfumó para siempre a las tres y media de la tarde del 5 de febrero de 1926. Aquel día, nuestro protagonista de hoy, José María de Borbón y de la Torre, que por entonces contaba con 43 años, almorzaba a solas en su casa de la madrileña calle de Andrés Mellado con su esposa, María Luisa Rich, de 36 años de edad. Solo sus dos hijos menores (Beatriz, de 6 años, y Álvaro de 4), estaban en el domicilio, pero se encontraban en ese momento con el personal de servicio. Se desató una discusión entre ambos y José María disparó en el rostro a su esposa con su pistola reglamentaria, modelo Browing del calibre 7,65.
Aunque las versiones de la prensa de entonces contienen relatos un tanto diferentes (según unas fue algo bastante premeditado y según otras el asesino fue presa de una enajenación tras la que comenzó a gritar ¡Qué he hecho!, ¡Qué he hecho!) lo cierto es que la desdichada mujer falleció como consecuencia de los dos disparos recibidos en la cabeza.
Sea como fuere (algo premeditado o una enajenación mental transitoria), lo cierto es que, como narró hace unos años Juan Luis Galiacho en El Español, el asesino nunca fue condenado por el crimen:
"Inicialmente el juzgado de guardia se inhibió por teléfono del caso al conocer el parentesco del agresor. El caso pasó seguidamente al juzgado de jurisdicción de guerra. Fue el juez militar, un comandante de caballería apellidado Serna, quien tomó en primer lugar las riendas del caso y decidió llevar a prisión al teniente coronel Borbón. También determinó tomar declaración en el despacho oficial de prisiones militares a toda la servidumbre. Algunos de los testigos, porteros y criadas, contaron que el asesinato de la esposa fue debido a los celos.
Pero fuesen los celos o una enajenación mental transitoria, su primo el rey Alfonso XIII hizo todo lo posible por ayudarle en aquel trance. Primero se cambió de juez y se nombró uno nuevo, “especial”, el teniente coronel Julio Riudavets. Éste determinó que el paso del teniente coronel Borbón por una prisión militar fuera efímero. De hecho, su caso no fue visto nunca ante un Tribunal Militar. La causa fue sobreseída por enajenación emocional. Se le apartó a Marruecos, para alejarlo de la península, donde acabó residiendo y cursando finalmente baja forzosa en el Ejército en 1929 “por enfermedad”.
La relación de este oscuro suceso con Toledo reside en que, solo unos meses antes del asesinato, en el año 1925, José María Borbón y de la Torre logró una sensacional fotografía aérea de la vieja ciudad castellana que recientemente he descubierto. Fue publicada con su firma en una revista y lo cierto es que nos muestra una bellísma perspectiva de Toledo desde la zona oeste.
Os invito a ampliarla sin prisa y deleitaros en sus detalles, pues se trata de una joya. Hay que recordar que las primeras fotos aéreas de una ciudad de España tuvieron como protagonista también a Toledo solo diez años antes (en 1915, obra del capitán Vallespín Zayas) por lo que esta vista de 1925 es bastante antigua hablando de tomas aéreas. Fijaos en los rodaderos llenos de escombros, especialmente en la zona de Roca Tarpeya -por entonces, un derrumbadero llamado Paseo de los Precipicios-, el aspecto del Paseo del Tránsito (ya densamente arbolado) y del Paseo de San Cristóbal (sin arbolar). El denso caserío, plagado de torres, cúpulas y sinuosidades generadas por la trama urbana, aparece ante nosotros en aquel soleado día lleno de luminosidad.
Pocos años más tarde del macabro suceso, cuando llegó la II República, José María Borbón fue recluido durante dos años en el convento de Santa Úrsula de Valencia, según algunos como castigo a sus ideas monárquicas, y según otros debido a la impunidad con la que había sido tratado en el asunto del asesinato de su mujer como consecuencia del trato de favor del rey Alfonso XIII. Tras la contienda prosigiuó con su vida alejado de cualquier foco tanto mediático como de actividad social y familiar, falleciendo en el año 1962 sin apenas dejar rastro documental.
sábado, 26 de marzo de 2022
El primo de Alfonso XIII que asesinó a su mujer y fotografió Toledo desde un avión en 1925
domingo, 13 de marzo de 2022
Un ejemplo de las posibilidades económicas de un Tajo limpio: el restaurante Tabordo en los años 60
La actual situación de absoluta degradación del Tajo a su paso por Toledo está siendo denunciada y puesta en evidencia por diferentes colectivos cada vez, afortunadamente, con más fuerza y argumentos. A las históricas demandas de carácter ambiental, paisajístico y cultural, se deben unir también las económicas, pues el ingente lucro cesante que produce en la ciudad la contaminación y la merma de caudal por el Trasvase Tajo-Segura debe ser tenido cada vez más en cuenta.
Las posibilidades de negocios que podrían florecer alrededor del río son muy numerosas, desde las destinadas a la ciudadanía local hasta aquellas con un enfoque más turístico.
Una de las que puede aunar ambos públicos es la oferta gastronómica ligada al río, con la reivindicación de los alimentos estrechamente relacionados con el Tajo desde hace siglos, a través no solo de los más evidentes como es la pesca (las añoradas anguilas, por ejemplo, eran famosas en nuestro recetario), sino también empleando los productos cultivados en las huertas de sus vegas o haciendo uso de las especies naturales que crecen en sus riberas. Este aprovechamiento, que además tiene en los actuales tiempos una corriente absolutamente a favor por el peso que la gastronomía de calidad ha logrado conseguir en España, ya tuvo precedentes en Toledo a lo largo del siglo XX.
No me refiero hoy a los gangos o casetas más o menos improvisadas y de carácter humilde que se colocaban en zonas como las playas de Safont y la Incurnia, sino a estructuras más robustas en forma de restaurantes con terraza en la orilla del Padre Tajo. El más representativo, por seguir aún en activo de forma absolutamente meritoria, es el restaurante Tabordo que desde los años 60 lleva dando alegrías culinarias a sus clientes.
Situado cerca del denominado Río Chico, aguas abajo de la ciudad histórica en la margen derecha del Tajo, en aquellos primeros años el mayor atractivo del restaurante era su cercanía a un río limpio y vivo, en el que sus crecidas periódicas generaban praderas de color verde intenso en sus orillas. De esta época datan estas maravillosas fotografías que hoy os traigo, donadas por Ángel Mora a quien agradezco infinitamente su colaboración. Se trata de imágenes que deben llevarnos a reivindicar el regreso de un río con caudal suficiente y aguas sin contaminar, para poder reeditar estampas tan entrañables como estas:
Aquí se aprecia perfectamente el privilegiado emplazamiento del restaurante y su terraza por aquellos años:
Pocos años después de estas imágenes se construyó el puente que comunica la ciudad con el Hospital Nacional de Parapléjicos, edificado en 1974. Esta infraestructura dejó un tanto aislado al restaurante, que ya sufría además las consecuencias de la progresiva degradación del río: en 1972 se prohibió el baño debido a la contaminación y en 1979 llegó la puntilla con el Trasvase Tajo-Segura que cercena su caudal impidiendo la dinámica natural del río con sus crecidas y estiajes, que generaban esas maravillosas orillas con pradera.
A pesar de ello, casa Tabordo siguió en activo contra viento y marea, pese al abandono del entorno en que se encuentra, sin apenas mantenimiento ni mínimo adecentamiento. Si ha llegado hasta nuestros días es por la tenacidad de sus dueños y su altísimo nivel gastronómico en un entorno que antes era maravilloso pero que hoy es casi hostil, con un río en estado de máxima degradación que en las últimas décadas aporta malos olores, estampas llenas de espumas y caudales ínfimos.
Es muy triste constatar cómo este espacio de la ciudad se ha degradado tanto en el último medio siglo, haciendo que la subsistencia del restaurante sea aún más meritoria y obligando a una profunda reflexión acerca de cómo a los toledanos se nos usurpó lo mejor de nuestro patrimonio natural, fuente de riqueza y de disfrute.
Reliquias como Tabordo deben ser reivindicadas y protegidas como testimonios de lo que el Tajo fue y de lo que el Tajo debe volver a ser: un motor esencial en la vida de la ciudad, también en lo económico.
Esperando que estas fotos os hayan gustado, solo me queda agradecer a Ángel Mora su generosidad al ceder las fotos y a David Blázquez por su digitalización.
Las posibilidades de negocios que podrían florecer alrededor del río son muy numerosas, desde las destinadas a la ciudadanía local hasta aquellas con un enfoque más turístico.
Una de las que puede aunar ambos públicos es la oferta gastronómica ligada al río, con la reivindicación de los alimentos estrechamente relacionados con el Tajo desde hace siglos, a través no solo de los más evidentes como es la pesca (las añoradas anguilas, por ejemplo, eran famosas en nuestro recetario), sino también empleando los productos cultivados en las huertas de sus vegas o haciendo uso de las especies naturales que crecen en sus riberas. Este aprovechamiento, que además tiene en los actuales tiempos una corriente absolutamente a favor por el peso que la gastronomía de calidad ha logrado conseguir en España, ya tuvo precedentes en Toledo a lo largo del siglo XX.
No me refiero hoy a los gangos o casetas más o menos improvisadas y de carácter humilde que se colocaban en zonas como las playas de Safont y la Incurnia, sino a estructuras más robustas en forma de restaurantes con terraza en la orilla del Padre Tajo. El más representativo, por seguir aún en activo de forma absolutamente meritoria, es el restaurante Tabordo que desde los años 60 lleva dando alegrías culinarias a sus clientes.
Situado cerca del denominado Río Chico, aguas abajo de la ciudad histórica en la margen derecha del Tajo, en aquellos primeros años el mayor atractivo del restaurante era su cercanía a un río limpio y vivo, en el que sus crecidas periódicas generaban praderas de color verde intenso en sus orillas. De esta época datan estas maravillosas fotografías que hoy os traigo, donadas por Ángel Mora a quien agradezco infinitamente su colaboración. Se trata de imágenes que deben llevarnos a reivindicar el regreso de un río con caudal suficiente y aguas sin contaminar, para poder reeditar estampas tan entrañables como estas:
Aquí se aprecia perfectamente el privilegiado emplazamiento del restaurante y su terraza por aquellos años:
Pocos años después de estas imágenes se construyó el puente que comunica la ciudad con el Hospital Nacional de Parapléjicos, edificado en 1974. Esta infraestructura dejó un tanto aislado al restaurante, que ya sufría además las consecuencias de la progresiva degradación del río: en 1972 se prohibió el baño debido a la contaminación y en 1979 llegó la puntilla con el Trasvase Tajo-Segura que cercena su caudal impidiendo la dinámica natural del río con sus crecidas y estiajes, que generaban esas maravillosas orillas con pradera.
A pesar de ello, casa Tabordo siguió en activo contra viento y marea, pese al abandono del entorno en que se encuentra, sin apenas mantenimiento ni mínimo adecentamiento. Si ha llegado hasta nuestros días es por la tenacidad de sus dueños y su altísimo nivel gastronómico en un entorno que antes era maravilloso pero que hoy es casi hostil, con un río en estado de máxima degradación que en las últimas décadas aporta malos olores, estampas llenas de espumas y caudales ínfimos.
Es muy triste constatar cómo este espacio de la ciudad se ha degradado tanto en el último medio siglo, haciendo que la subsistencia del restaurante sea aún más meritoria y obligando a una profunda reflexión acerca de cómo a los toledanos se nos usurpó lo mejor de nuestro patrimonio natural, fuente de riqueza y de disfrute.
Reliquias como Tabordo deben ser reivindicadas y protegidas como testimonios de lo que el Tajo fue y de lo que el Tajo debe volver a ser: un motor esencial en la vida de la ciudad, también en lo económico.
Esperando que estas fotos os hayan gustado, solo me queda agradecer a Ángel Mora su generosidad al ceder las fotos y a David Blázquez por su digitalización.
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