miércoles, 25 de enero de 2012

Las consecuencias de la Pequeña Edad del Hielo en algunos edificios de Toledo

Muchos de los edificios de más importancia patrimonial en Toledo fueron construidos durante el periodo denominado Óptimo Climático Medieval, que abarcó desde el siglo X hasta el XIV. En estos siglos -en los que la temperatura en Europa se cree que pudo ser hasta 1,5 ºC superior a la actual- floreció en Toledo la arquitectura del final del dominio islámico y, más adelante, especialmente el denominado arte mudéjar así como los albores del estilo gótico.
Sin embargo, a partir sobre todo del siglo XVI y hasta mediados del XIX, la temperatura descendió notablemente dando lugar a un periodo conocido como Pequeña Edad del Hielo. En este gélido intervalo están documentadas efemérides climáticas en Toledo relacionadas con el frío. Así por ejemplo, en 1536 Alejo Venegas escribía:

"(...) al principio de enero se heló el Tajo con tanto rigor, que demás de los otros días señaladamente de cabo a rabo, le pasaron a nueve de enero más de cinquenta personas a la par, y corrieron y jugaron en él a los birlos y al herrón, e hicieron lumbre y asaron carne con ella en mitad del río (...)"


En los Anales Toledanos se dice de este suceso que "jugaban los niños sobre el río y bailaban, atravesándolo incluso con cabalgaduras". Para el caudal medio del Tajo en enero en Toledo se precisa una temperatura estimada entre 15 y 20 ºC bajo cero para conseguir tal congelación de las aguas.
Del mismo modo, en los años del llamado Mínimo de Maunder -que marcó el punto más frío de este periodo, entre 1645 y 1715- están documentadas también congelaciones del río en la ciudad: en el invierno de 1693-94 sucedió en varias ocasiones y el 6 de febrero de 1697 se congeló el lecho excepto en las presas.

Con este gélido panorama, los edificios construidos en el Óptimo Cálido Medieval y en los años precedentes a la Pequeña Edad del Hielo se convertían en verdaderas neveras durante el invierno. Sus naves eran altas y no contaban con sistemas que permitieran conservar mínimamente el calor en su interior, en una época en la que además no existían métodos eficaces para calentar estos grandes espacios.
Se hizo necesario por tanto efectuar toscas obras de rudimentaria climatización en estos edificios, particularmente en los edificios religiosos. Se rebajaron los techos ocultando en muchos casos los bellísimos artesonados mudéjares y se construyeron pórticos de entrada que sirvieran como zaguán con el objetivo de generar una doble puerta que impidiera que se escapara el escaso calor del interior.
Observando estas obras se comprueba que poco o nada tenían que ver con cambios en el estilo o las modas arquitectónicas -aunque lógicamente estos pegotes fueron realizados según las pautas de esos años dominadas por el neoclasicismo o el barroco- y sí con la búsqueda de un mínimo confort térmico en el interior.
La llegada de la era fotográfica a mediados del XIX se produce con este frío periodo en su fase final, por lo que fueron fotografiados todos estos añadidos en los edificios toledanos. Ya en el siglo XX, a la recuperación paulatina de las temperaturas hubo que añadir la mejora en los sistemas de calefacción por lo que las restauraciones tendieron a eliminar estos postizos devolviendo en muchos casos su primitivo aspecto a estos edificios y redescubriendo elementos olvidados como bellas portadas y preciosos artesonados.
Intentaré hacer un repaso fotográfico -lógicamente no exhaustivo- a estos elementos y a su supresión durante el siglo XX.
Comenzaremos por la Iglesia de Santiago del Arrabal. En la denominada Catedral del Mudéjar fue construido un pórtico que en absoluto concordaba con el estilo del edificio. Fue ejecutado en 1704, en pleno Mínimo de Maunder. Una prueba más de que su finalidad era la climatización del edificio es que fue ejecutado en la entrada sur:
Iglesia de Santiago del Arrabal en el siglo XIX. Fotografía de Casiano Alguacil
Iglesia de Santiago del Arrabal a principios del siglo XX. Foto Rodríguez
Iglesia de Santiago del Arrabal a principios del siglo XX
Iglesia de Santiago del Arrabal a mediados del siglo XX

Fue retirado a mediados del siglo XX:
Iglesia de Santiago del Arrabal a mediados del siglo XX

En su interior fueron rebajados sus techos para reducir el espacio a calentar y generar una cámara de aire superior. Se ocultó el prodigioso artesonado que fue descubierto en 1917:
Artesonado de la Iglesia de Santiago del Arrabal descubierto en 1917. Revista la Ilustración Española y Americana
Decoración mudéjar de la Iglesia de Santiago del Arrabal descubierta en 1917. Revista la Ilustración Española y Americana

En esta iglesia además se construyeron adosadas viviendas. No es en absoluto descartable que ello se permitiera con el objetivo de evitar pérdidas de calor a través de sus enormes muros:
Iglesia de Santiago del Arrabal a principios del siglo XX. Foto Rodríguez (detalle)
Viviendas adosadas a la Iglesia de Santiago del Arrabal antes de ser demolidas

Otro buen ejemplo es la Iglesia de San Román. Se le adosó un pórtico que ocultaba la portada mudéjar:
Iglesia de San Román antes de la restauración de 1940. Foto Rodríguez
Iglesia de San Román en 1930. Foto de Wolch para Mundo Gráfico

En la restauración de 1940 se retiró el pórtico y se redescubrió el artesonado que también había sido rebajado:
Iglesia de San Román durante la restauración de 1940. Foto Rodríguez

Algo parecido podemos contar de la Iglesia de Santa Leocadia. En época barroca se le añadió un pórtico muy similar a los anteriores que volvía a ocultar una portada mudéjar:
Iglesia de Santa Leocadia, Toledo,  hacia 1900

En 1966 fue retirado y se redescubrió esta portada:
Iglesia de Santa Leocadia durante la restauración de mediados del siglo XX

En el caso de la Iglesia de San Andrés también se ejecutó un pórtico durante la Pequeña Edad del Hielo, en este caso en la cara norte pues en la pequeña puerta sur ya existía un zaguán:
Iglesia de San Andrés antes de las restauraciones de 1975

Fue retirado en 1975 redescubriéndose tanto relieves visigóticos como la portada mudéjar:
Placa nicho (a la derecha) visigótica aparecida en la restauración de la Iglesia de San Andrés en 1975

Un caso de libro es el del Monasterio de San Juan de los Reyes. Sus inmensas proporciones hacen que sea uno de los espacios más fríos de Toledo durante el invierno -siempre he admirado a los franciscanos con sus sandalias sin calcetines en pleno invierno dentro de la iglesia-. Se hizo un intento de climatización en el acceso que daba a poniente (hoy cegado) con un estilo que en absoluto tenía que ver con el gótico isabelino del edificio:
Antigua puerta de acceso a San Juan de los Reyes en junio de 1905. Fotógrafo anónimo. Colección Luis Alba. Ayuntamiento de Toledo
Puente de San Martín hacia 1875. Fotografía de Jean Laurent
Puente de San Martín de Toledo a finales del siglo XIX. Fotografía de Alexander Lamont Henderson
Carros en San Juan de Los Reyes. Foto Petit 1907
Puente de San Martín a comienzos del siglo XX o finales del XIX. Courtauld Institute of Art

En la Iglesia de San Lucas se rebajaron los techos, ocultando durante siglos el artesonado, que fue descubierto en 1916:
Iglesia de San Lucas en 1916, fotografía de D. Pedro Román Martínez para revista Arte Español

Lo mismo sucedió en la Iglesia de San Sebastián, cuyo techo fue rebajado en el siglo XVIII en pleno Mínimo de Maunder. En 1916 se redescubrió su artesonado:
Iglesia de San Sebastián (Toledo) a principios del siglo XX. Foto Rodríguez

En este periodo tan frío de la Pequeña Edad del Hielo floreció el desarrollo de ingeniosas técnicas muy eficaces en el almacenamiento masivo y en la conservación de la nieve -la frecuencia de nevadas aumentó considerablemente-. Estas técnicas consistían en la creación de pozos de nieve -o neveros-que permitían almacenar durante meses la nieve. Toledo no fue una excepción y se han descubierto casos de pozos de nieve en obras recientes. Tal vez el caso más famoso es el del nevero descubierto en el barrio de las Covachuelas, en el Cerro de Miraflores, donde una máquina que estaba trabajando literalmente se hundió sobre él:
Nevero aparecido en el cerro de Miraflores de Toledo en 1999. Fotografía de R. Villa

En estos pozos la nieve se almacenaba cuando la nevada era considerable. Peones se encargaban de llenar capazos por la ciudad y llevarlos al pozo. El fondo tenía ramas, paja y madera para evitar el contacto con el suelo y así se permitía el drenaje. La nieve se apisonaba y compactaba por capas, situando entre cada capa bastante paja. En verano se extraía la nieve compactada y se transportaba envuelta en paños y paja preferiblemente por la noche hasta las neverías donde era vendida.

Como veis el clima nunca ha sido constante ni lo será jamás -pese a que haya quien quiera interesadamente intentar convencernos de lo contrario creando falsos mitos e idealizaciones de situaciones de clima constante y equilibrios maravillosos-, pero siempre el ser humano ha sabido adaptarse y aprovechar las ventajas que ofrecía cada nueva situación.

viernes, 13 de enero de 2012

Los niños de Toledo

En cualquier época, en cualquier circunstancia, los niños encarnan la ilusión, la alegría, la esperanza de un futuro mejor, la pureza, la inocencia y la sencillez.
Su mirada, directa; su sonrisa, en absoluto forzada; su pensamiento, únicamente centrado en el presente.
Así han sido y así serán. Siempre. Por suerte para el mundo.
Tengo la inmensa suerte de tener dos hijos pequeños. En estos difíciles días, también en lo personal, ellos calman cualquier desasosiego. A ellos va dedicado este repaso fotográfico a los niños de Toledo.

En el siglo XIX los niños tenían por desgracia una infancia corta y a menudo difícil. Enfermedades, falta de alimentos, aguas poco puras, frío...todo ello derivaba en una alta tasa de mortandad infantil. Los que sobrevivían comenzaban a trabajar a corta edad en oficios duros:
Niño aguador en Toledo a finales del siglo XIX. Fotografía de Casiano Alguacil. Ayuntamiento de Toledo

Los afortunados podían dedicarse a ayudar en oficios religiosos:
Monaguillo de la Catedral de Toledo a finales del siglo XIX. Fotografía de Casiano Alguacil. Ayuntamiento de Toledo
Monaguillo de la Catedral de Toledo a finales del siglo XIX. Fotografía de Casiano Alguacil. Ayuntamiento de Toledo
Monaguillo de la Catedral de Toledo a finales del siglo XIX. Fotografía de Casiano Alguacil. Ayuntamiento de Toledo

Los comienzos del siglo XX apenas trajeron novedad alguna para los niños de Toledo. Sin duda el maestro a la hora de inmortalizarlos fue Pedro Román Martínez, un genio del retrato y de las escenas costumbristas:
Niñps frente a los molinos de Saelices a comienzos del siglo XX. Fotografía de Pedro Román Martínez. Centro de Estudios Juan de Mariana. Diputación de ToledoTorreón pentagonal junto a la Puerta del Vado a principios del siglo XX. Fotografía de D. Pedro Román Martínez. Diputación de Toledo, Centro de Estudios Juan de MarianaNiños en el soto del Tajo en Toledo a comienzos del siglo XX. Fotografía de Pedro Román Martínez. Centro de Estudios Juan de Mariana. Diputación de Toledo
Niños cogen agua en la Pozuela a comienzos del siglo XX. Fotografía de Pedro Román Martínez. Centro de Estudios Juan de Mariana. Diputación de Toledo
Niños juegan bajo el puente de San Martín a comienzos del siglo XX. Fotografía de Pedro Román Martínez. Centro de Estudios Juan de Mariana. Diputación de Toledo
Niños a la orilla del Tajo bajo el cerro de la Cabeza a comienzos del siglo XX. Fotografía de Pedro Román Martínez. Centro de Estudios Juan de Mariana. Diputación de Toledo
Niños se bañan en el Tajo bajo la Ermita de la Cabeza hacia 1920. Fotografía de Pedro Román Martínez
Niños en una venta de Toledo a comienzos del siglo XX. Fotografía de Pedro Román Martínez. Centro de Estudios Juan de Mariana. Diputación de Toledo
Niña alimenta una cabra a comienzos del siglo XX. Fotografía de Pedro Román Martínez. Centro de Estudios Juan de Mariana. Diputación de Toledo
Niña en una Venta con un gatito. a comienzos del siglo XX. Fotografía de Pedro Román Martínez. Centro de Estudios Juan de Mariana. Diputación de Toledo
Fuente de Loches (Toledo) en 1929. Fotografía de Pedro Román Martínez
Fuente en Toledo a comienzos del siglo XX. Fotografía de Pedro Román Martínez. Centro de Estudios Juan de Mariana. Diputación de Toledo
Niños sobre una encina en Toledo a inicios del siglo XX. Fotografía de Pedro Román Martínez

Otros autores también captaron escenas de niños en Toledo por aquellos años:
Niño aguador junto a la Iglesia de San Justo. Foto Rodríguez
Niños bañándose en el Tajo cerca de la Playa de Safont a comienzos del siglo XX
Un niño en Toledo a comienzos del siglo XX. Fotografía de Santiago Relanzón Almazán. Ayuntamiento de Toledo
Carro subiendo a Toledo procedente de la Vega Baja a comienzos del siglo XX. Fotografía de Santiago Relanzón Almazán. Ayuntamiento de Toledo
Niño en la Plaza de Zocodover (Toledo) a principios del siglo XX. Archivo de la Revista Life
Niños de un circo ambulante frente al Hospital Tavera de Toledo. Fotografía estereoscópica de principios del siglo XX. Colección Luis Alba. Ayuntamiento de Toledo
Niños juegan en un montón de tierra en Zocodover  en las obras de la plaza del año 1925. Fotografía de Mariano Gálvez. Colección Luis Alba. Ayuntamiento de Toledo
Convento de San Pedro Mártir a comienzos del siglo XX. Fotografía de Santiago Relanzón Almazán. Ayuntamiento de Toledo
Seises del Colegio de Infantes de Toledo el 23 enero de 1932
Seises del Colegio de Infantes de Toledo el 23 enero de 1932
Seises del Colegio de Infantes (Toledo) en 1930. Foto Benitez Casaux para Revista Estampa
Vista de Toledo desde el enorme almez de la Ermita del Valle hacia 1925. Fotograbado de Friedrich Christiansen
Jugando a las canicas en Zocodover. Años 20. Colección Luis Alba. Ayuntamiento de Toledo

Pero aún habían de llegar peores tiempos para los niños toledanos. Tal vez la ruptura más brusca de una infancia sea una guerra, y dentro de ellas lo más detestable es el uso de niños como combatientes. Robert Capa inmortalizó a este niño utilizado como miliciano republicano en medio de un Zocodover asolado en septiembre de 1936:
Niño miliciano en Zocodover. Fotografía de Robert Capa. Magnum

Incluso durante la guerra los niños tampoco perdían la sonrisa:
Niños en la Guerra Civil en Toledo. Septiembre de 1936. Fotografía de Hans Namuth/Georg Reisner

En aquellos nefastos días también la vida se abría paso. Entre los asediados del Alcázar había una mujer embarazada que dio a luz. Al bebé lo llamaron Restituto del Alcázar y fue fotografiado con las autoridades franquistas tras el final del asedio:
Moscardó posa con el niño nacido durante el asedio y llamado Restituto del Alcázar

Tal vez fue la posguerra el periodo más duro para todos, sobre todo para los niños. En algunos retratos puede verse marcado el rastro de la posguerra en los niños de Toledo:
Niño en Toledo en 1949. Fotografía de Sabine Weiss
Niño en Toledo en 1949. Fotografía de Sabine Weiss

Algunos de los mejores fotógrafos de la historia visitaron Toledo en esos años. Henri Cartier-Bresson fotografió a los niños del Hospicio situado en San Juan de Dios:
Niños en un Orfanato de Toledo. Fotografía de Henri Cartier-Bresson en 1963.  Magnum Photo

Poco a poco, a pesar de las dificultades comenzaron a verse más sonrisas entre los niños de la ciudad. De modo bastante representativo, desde los años 40 hasta la transición, las sonrisas infantiles parecían agrandarse según mejoraban las condiciones de vida y se flexibilizaba la dictadura:
Niños sonríen junto a las ruinas del Alcázar de Toledo en 1953. Fotografía de Ira H. Latour. Carl Mautz Vintage Photographs
Niños jugando con espadas en Toledo. Foto Evans, 1955. Revista Life
Niños con espadas típicas de Toledo en septiembre de 1962. Fotografía de Harry Weber. Österreichische Nationalbibliothek
Niños en el Paseo del Miradero de Toledo en 1967. Fotografía de John Fyfe
Niños juegan en un taller de Toledo en 1967. Fotografía de John Fyfe
Niños en una calle de Toledo en 1967. Fotografía de John Fyfe
Niños en el patio de la Señora Paca en la Calle de Santa Leocadia de Toledo en 1967. Fotografía de John Fyfe
Niños en Toledo hacia 1970

Ójala los niños puedan siempre ayudarnos a recordar qué es lo importante en la vida, y que consigamos darles una infancia verdadera y plena, más abundante en tiempo y cariño que en bienes materiales.
© TOLEDO OLVIDADO
Maira Gall