Muy a menudo, no nos paramos a valorar la inmensa cantidad de aportaciones positivas que el turismo cultural ha generado para España en general y para Toledo en particular. Es evidente que la conservación de multitud de monumentos españoles se activó gracias a que personas foráneas vinieron a valorarlos (frecuentemente más que la población local), generando una corriente de interés por el patrimonio cuyas consecuencias favorables hoy disfrutamos especialmente en las ciudades monumentales, con una actividad cultural y económica que crea riqueza y dinamismo haciendo nuestro día a día mucho más próspero.
Sumado a ello, existe otro legado directamente ligado al turismo que es más intangible pero tanto o más valioso que el anterior: me refiero a la generación de arte, literatura y fotografía por parte de los que en el pasado nos visitaron. Se nos olvida a veces que Rilke fue un turista que se enamoró de nuestra ciudad, que a Diego Rivera le pasó otro tanto o que Inge Morath vino a Toledo atraída por su fama mundial. Son solo tres ejemplos, en la literatura, la pintura y la fotografía, que demuestran el tremendo enriquecimiento creativo, cultural e intelectual que el turismo ligado a Toledo ha generado en el último siglo.
No en vano, el turista (el visitante u observador foráneo en general) aprecia nuestra realidad desde una perspectiva diferente, la de sus respectivos bagajes personales e influencias culturales asimiladas en su país de origen, generando una enriquecedora interacción con la visión exclusivamente local.
Las personas que vienen de fuera se fijan en detalles de nuestro día a día que a nosotros nos pasan a menudo desapercibidos y valoran, en ocasiones más que nosotros mismos, las joyas artísticas y paisajísticas aquí presentes que probablemente escaseen en su ciudad de origen.
El turismo cultural es, por tanto, un tesoro que quiero poner hoy en valor por todo lo que nos ha aportado y por todo lo que nos aportará en el futuro si sabemos cuidarlo y priorizar este tipo de visitantes por encima de otras opciones -digamos, menos enriquecedoras-, como ciertas despedidas de soltero, por poner un ejemplo.
Y, ¿qué mejor manera de homenajear al turismo cultural que trayendo fotografías antiguas que demuestren lo expuesto? Por ello hoy vamos a ver una colección de imágenes tomadas por unos turistas franceses hacia 1950 que, en su periplo hacia Marruecos, recalaron en Toledo dejándonos impagables fotografías que retratan muy bien la vida del Toledo de mediados del siglo XX.
Comenzaremos por ver una de las más bellas, tomada en el Arrabal, donde se aprecia a la perfección la realidad cotidiana de aquella calle en esa época:
Al otro lado, la Puerta de Bisagra aparece flamante, tras su reconstrucción parcial derivada del hundimiento que sufrió su torreón derecho en 1946:
Su precioso vehículo de época aparece en bastantes fotografías, como por ejemplo esta tomada junto a San Juan de los Reyes con una preciosa vista del Palacio de los Duques de Maqueda al fondo:
Las famosas cadenas que cuelgan en la fachada del monasterio presentaban este aspecto:
La desaparecida Puerta de San Martín fue retratada por nuestros amigos franceses, logrando otra imagen de gran belleza:
Decía al principio que los turistas, como observadores foráneos, en ocasiones se fijan en detalles que les resultan sorprendentes. Eso debió sucederles a estos turistas franceses al ver autobuses cruzando por un puente medieval como el de San Martín. Era algo que los toledanos por entonces veían con la normalidad que confiere la visión constante de un hecho, pero que despertó la curiosidad del fotógrafo hasta tal punto de obtener varias tomas de la escena:
También obtuvieron una imagen del puente sin el autobús:
El Puente de Alcántara no podía faltar en el reportaje, destacando al fondo la presencia de la Puerta de Alcántara aún sin restaurar, tal como se descubrió en 1911 al derribar unas casas que la ocultaban:
El Castillo de San Servando sí aparece ya restaurado:
La Catedral fue también visitada por el grupo de viajeros, que obtuvieron esta vista del claustro del templo:
La Puerta del Cambrón aparece bellísima en esta toma:
La vista de Toledo desde el Valle ofrecía un aspecto bellísimo aunque en algunos puntos aún marcado por las heridas de la Guerra Civil:
En las inmediaciones de la ciudad pararon a tomar una comida campestre. No he logrado aún identificar con certeza el lugar exacto, por lo que agradezco vuestras aportaciones:
Una de las carreteras de acceso a la ciudad (creo que es la que se dirigía al sur en la zona de Las Nieves) estaba siendo reparada por los peones camineros, con sus rudimentarios medios, en una estampa que debe hacernos valorar las carreteras que hoy disfrutamos:
En su viaje hacia Marruecos también hicieron parada en la localidad de Mora, la que para muchos es la primera localidad que puede considerarse manchega al sureste de Toledo, a unos 40 kilómetros de la nuestra ciudad. Aunque no suelo incluir fotos en el blog de localidades de la provincia, hoy haré una excepción por la belleza de las fotografías y por los muchos amigos que poseo en este precioso pueblo. Me encantan especialmente las imágenes tomadas en la churrería Fortu, donde se pueden tomar los que probablemente son los mejores churros de la provincia:
Con el deseo de que os hayan gustado estas fotografías, me despido reivindicando una vez más el turismo como uno de nuestros mayores tesoros, pero no cualquier turismo, sino el turismo cultural y de calidad realizado por miles de personas respetuosas con nuestra ciudad que tanto nos aportan. Lejos de los extremismos (los que defienden cualquier tipo de "turismo" irrespetuoso o descontrolado, o los también absurdos movimientos turismófobos), creo que es de justicia reconocer cuántas cosas buenas ha traído el turismo a Toledo desde que visionarios como el Marqués de la Vega Inclán iniciaron aquel despegue.
viernes, 11 de octubre de 2019
El Instituto o Palacio Universitario del Cardenal Lorenzana
Toledo es una de las pocas ciudades de Europa en las que es posible encontrar muestras arquitectónicas de prácticamente todas las sucesivas civilizaciones y estilos artísticos que han dominado cada etapa de la historia. Incluso en los años en que Toledo tuvo menor protagonismo, especialmente en los siglos posteriores a la pérdida de la Corte en beneficio de Madrid, la historia quiso no dejar de lado a nuestra ciudad, edificándose aquí excelentes muestras de la arquitectura de estos siglos. Una de las más representativas muestras de ello es el Instituto Universitario, soberbio edificio proyectado durante el reinado de Carlos III, en consonancia con el espíritu ilustrado de la época. Para su construcción fue necesario adquirir y derribar una serie de casas y locales del Santo Oficio que se encontraban junto a la iglesia de San Vicente.
De este modo, una vez se dispuso de estos terrenos, se colocó la primera piedra en la histórica fecha del 6 de junio de 1796, iniciándose así la construcción del edificio bajo las trazas del genial arquitecto alicantino Ignacio Haan, probablemente uno de los mejores exponentes de la arquitectura neoclásica en España. Las obras duraron menos de tres años, siendo inaugurado solemnemente el 22 de abril de 1799.
Su principal impulsor fue el Cardenal Lorenzana, hasta tal punto de dar el nombre al edificio, conocido y nombrado muy a menudo como Palacio Lorenzana o Instituto Lorenzana.
Así pues, desde 1799 estas dependencias acogieron a la Real Universidad de Toledo, cuyo origen se remonta a 1485 con la creación del Colegio de Santa Catalina, transformado en 1520 en la mencionada Real Universidad por bula del papa León X. Esta universidad tuvo varias sedes, desde el primitivo Colegio de Santa Catalina que se situaba en las inmediaciones de la zona baja actual seminario (aparecieron unos restos al construir un aparcamiento allí hace unos años), pasando posteriormente a la Casa Profesa de los Jesuitas y, más adelante, al Convento de San Pedro Mártir.
El edificio está considerado hoy en día como una auténtica joya de la arquitectura neoclásica, y existen excelentes investigaciones y publicaciones sobre el mismo (recomiendo vívamente leer "Ignacio Haan, Arquitecto de la Luz", del académico Adolfo de Mingo). A modo de resumen, mencionar que destaca su cantería, perfectamente dispuesta y perfilada, ejecutada con piedra de gran calidad procedente mayoritariamente de los Montes de Toledo. Se trata de una arquitectura elegante y limpia, como se aprecia por ejemplo en el trazado de los dinteles que corren sobre las columnas, o en el acertado sistema de bóvedas que cierra los diferentes espacios del edificio.
Exteriormente presenta tanto granito como ladrillo visto. La soberbia fachada fue resuelta empleando una solución maravillosa: cuatro columnas (se denomina construcción "tetrástila") en disposición in antis, es decir, que la fachada principal está formada por columnas delimitadas a ambos lados por la prolongación de los muros laterales. Esas primeras columnas, de orden jónico, anticipan la secuencia columnaria del interior. A ambos lados, ocupando sendos nichos, existen dos esculturas alegóricas de las ciencias, labradas por el famoso escultor Mariano Salvatierra en piedra de Colmenar. Arriba, sobre el eje central del pórtico, preside la fachada el escudo del cardenal Lorenzana, que está sostenido por dos ángeles. Este escudo fue realizado por Antonio Finacer.
Ya en el interior, encontramos un elegante atrio porticado con varias pantallas de columnas, que da paso al impresionante patio neoclásico, realmente monumental. Es de orden jónico en su totalidad, con entablamento adovelado de granito. Presenta una planta única y principal, más las subterráneas.
La Universidad funcionó en este edificio hasta el curso 1844/45, en que fue suprimida, transformándose en el Instituto Provincial de Segunda Enseñanza heredando tanto el Palacio como los bienes, entre los que destacaba la biblioteca, y el claustro de profesores de la antigua universidad.
Esta es la razón por la que el edificio es popularmente conocido como "el Instituto" en la franja de población que lo conoció con ese uso, hasta que se mudó al actual Instituto de El Greco en las afueras de la ciudad. La Universidad volvió a Toledo afortunadamente en el curso 1969-70 cuando se creó el Colegio Universitario de Toledo, por entonces adscrito a la Universidad Complutense y hoy integrado dentro de la Universidad de Castilla-La Mancha. En este año de 2019 se cumple, por tanto, medio siglo del regreso de la Universidad a Toledo.
Vayamos con el repaso a la historia fotográfica del edificio, que pese a tratarse de un edificio céntrico y destacado, no presenta imágenes demasiado numerosas:
Hay excelentes fotografías de su interior, en los tiempos en que acogía el Instituto, con escenas de sus clases y algunas dependencias:
Mi abuelo Eduardo Butragueño Bueno fue uno de sus alumnos. Allí inició en los años 20 del pasado siglo algunos de sus primeros experimentos fotográficos, con imágenes tanto del interior como de amigos suyos retratados en la fachada y el patio. Son joyas familiares que conservo con enorme cariño:
También mi madre fue alumna del instituto y conserva buenas fotografías, algunas de ellas tomadas por ella misma con la cámara Boy que mi abuelo Eduardo le regaló:
Entre 1908 y 1981 acogió también el observatorio meteorológico de la ciudad. Fue una iniciativa promovida por el genial Ventura Reyes Prósper, director de la institución entre 1907 y 1922. Mi amigo Fernando Aranda nos cede estas imágenes del archivo familiar:
Sirva esta entrada de homenaje a todos los profesores y alumnos universitarios de la historia de Toledo, que han hecho de la ciudad un lugar mejor a lo largo de los siglos. Y permitidme una petición personal, ya que se acerca el aniversario del nacimiento de Alfonso X: poder rendir tributo a su célebre Escuela de Traductores con la creación de esta facultad (Traducción e Interpretación) en Toledo, que tan bien homenajearía al rey sabio, y que en ningún lugar de Europa como en Toledo tendría tanto sentido.
De este modo, una vez se dispuso de estos terrenos, se colocó la primera piedra en la histórica fecha del 6 de junio de 1796, iniciándose así la construcción del edificio bajo las trazas del genial arquitecto alicantino Ignacio Haan, probablemente uno de los mejores exponentes de la arquitectura neoclásica en España. Las obras duraron menos de tres años, siendo inaugurado solemnemente el 22 de abril de 1799.
Su principal impulsor fue el Cardenal Lorenzana, hasta tal punto de dar el nombre al edificio, conocido y nombrado muy a menudo como Palacio Lorenzana o Instituto Lorenzana.
Así pues, desde 1799 estas dependencias acogieron a la Real Universidad de Toledo, cuyo origen se remonta a 1485 con la creación del Colegio de Santa Catalina, transformado en 1520 en la mencionada Real Universidad por bula del papa León X. Esta universidad tuvo varias sedes, desde el primitivo Colegio de Santa Catalina que se situaba en las inmediaciones de la zona baja actual seminario (aparecieron unos restos al construir un aparcamiento allí hace unos años), pasando posteriormente a la Casa Profesa de los Jesuitas y, más adelante, al Convento de San Pedro Mártir.
El edificio está considerado hoy en día como una auténtica joya de la arquitectura neoclásica, y existen excelentes investigaciones y publicaciones sobre el mismo (recomiendo vívamente leer "Ignacio Haan, Arquitecto de la Luz", del académico Adolfo de Mingo). A modo de resumen, mencionar que destaca su cantería, perfectamente dispuesta y perfilada, ejecutada con piedra de gran calidad procedente mayoritariamente de los Montes de Toledo. Se trata de una arquitectura elegante y limpia, como se aprecia por ejemplo en el trazado de los dinteles que corren sobre las columnas, o en el acertado sistema de bóvedas que cierra los diferentes espacios del edificio.
Exteriormente presenta tanto granito como ladrillo visto. La soberbia fachada fue resuelta empleando una solución maravillosa: cuatro columnas (se denomina construcción "tetrástila") en disposición in antis, es decir, que la fachada principal está formada por columnas delimitadas a ambos lados por la prolongación de los muros laterales. Esas primeras columnas, de orden jónico, anticipan la secuencia columnaria del interior. A ambos lados, ocupando sendos nichos, existen dos esculturas alegóricas de las ciencias, labradas por el famoso escultor Mariano Salvatierra en piedra de Colmenar. Arriba, sobre el eje central del pórtico, preside la fachada el escudo del cardenal Lorenzana, que está sostenido por dos ángeles. Este escudo fue realizado por Antonio Finacer.
Ya en el interior, encontramos un elegante atrio porticado con varias pantallas de columnas, que da paso al impresionante patio neoclásico, realmente monumental. Es de orden jónico en su totalidad, con entablamento adovelado de granito. Presenta una planta única y principal, más las subterráneas.
La Universidad funcionó en este edificio hasta el curso 1844/45, en que fue suprimida, transformándose en el Instituto Provincial de Segunda Enseñanza heredando tanto el Palacio como los bienes, entre los que destacaba la biblioteca, y el claustro de profesores de la antigua universidad.
Esta es la razón por la que el edificio es popularmente conocido como "el Instituto" en la franja de población que lo conoció con ese uso, hasta que se mudó al actual Instituto de El Greco en las afueras de la ciudad. La Universidad volvió a Toledo afortunadamente en el curso 1969-70 cuando se creó el Colegio Universitario de Toledo, por entonces adscrito a la Universidad Complutense y hoy integrado dentro de la Universidad de Castilla-La Mancha. En este año de 2019 se cumple, por tanto, medio siglo del regreso de la Universidad a Toledo.
Vayamos con el repaso a la historia fotográfica del edificio, que pese a tratarse de un edificio céntrico y destacado, no presenta imágenes demasiado numerosas:
Hay excelentes fotografías de su interior, en los tiempos en que acogía el Instituto, con escenas de sus clases y algunas dependencias:
Mi abuelo Eduardo Butragueño Bueno fue uno de sus alumnos. Allí inició en los años 20 del pasado siglo algunos de sus primeros experimentos fotográficos, con imágenes tanto del interior como de amigos suyos retratados en la fachada y el patio. Son joyas familiares que conservo con enorme cariño:
También mi madre fue alumna del instituto y conserva buenas fotografías, algunas de ellas tomadas por ella misma con la cámara Boy que mi abuelo Eduardo le regaló:
Entre 1908 y 1981 acogió también el observatorio meteorológico de la ciudad. Fue una iniciativa promovida por el genial Ventura Reyes Prósper, director de la institución entre 1907 y 1922. Mi amigo Fernando Aranda nos cede estas imágenes del archivo familiar:
Sirva esta entrada de homenaje a todos los profesores y alumnos universitarios de la historia de Toledo, que han hecho de la ciudad un lugar mejor a lo largo de los siglos. Y permitidme una petición personal, ya que se acerca el aniversario del nacimiento de Alfonso X: poder rendir tributo a su célebre Escuela de Traductores con la creación de esta facultad (Traducción e Interpretación) en Toledo, que tan bien homenajearía al rey sabio, y que en ningún lugar de Europa como en Toledo tendría tanto sentido.
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