Debido a la dureza de nuestros inviernos y veranos, los toledanos valoramos especialmente nuestras primaveras y otoños. Tal vez por ello, conscientes de que las mejores cosas de la vida son aquellas más efímeras, llegada la estación primaveral la ciudad se vuelca en una particularmente intensa secuencia de celebraciones en las que el vínculo con nuestro entorno natural cobra un especial protagonismo.
Pocas ciudades pueden presumir de tener el campo pegado a la ciudad: en Toledo basta con cruzar el Tajo para adentrarnos en terrenos en los que ya no manda el asfalto ni el adoquín, sino que lo hace la perdiz, el zorro, la culebra, la encina, el almez, la abubilla o la oropéndola. Este tesoro, cada vez más escaso en esta España nuestra, es especialmente agradable para los sentidos llegado este entretiempo. Una vez dejado atrás el frío invierno, y antes de que el sol se imponga con toda su rotundidad, existe en Toledo un lapso de tiempo —llamémosle primavera, aunque rara vez dura tres meses completos— en el que una combinación de agradables temperaturas, junto con el despertar de la naturaleza, ofrece multitud de motivos de gozo para los sentidos, especialmente si las lluvias han sido suficientes como para hacer brotar con vigor la hierba que, en estas condiciones, tupe buena parte del suelo.
Sumado a ello, la luz. Esa luz tan característica de Toledo, que en estos meses ofrece cientos de matices y texturas muy diferentes a los del invierno o el verano, y que hacen que la ciudad tenga en esta época un encanto visual mayor si cabe, que se complementa a la perfección con las vistas que la ciudad ofrece en todo tiempo: sus monumentos, su silueta, los cerros de sus contornos, el río...
Con todos estos ingredientes, no es de extrañar que sea en primavera cuando se concentran la mayoría de esas festividades en forma de romerías en las que lo religioso se mezcla con lo pagano, o viceversa, y que se celebran en varios de esos parajes en los que la naturaleza es protagonista pese a estar situados a escasísima distancia del centro urbano.
La romería toledana por antonomasia es la de la Virgen del Valle, que gana por goleada al resto, no solo en cuanto a asistencia de personas sino también en lo relativo a la belleza de las escenas que es capaz de generar. Tal vez por ello, en la memoria de los toledanos, la del Valle es la romería más entrañable, la que más recuerdos evoca y la que más hemos echado de menos en estos tristes años de pandemia.
En este primero de mayo de 2022 volveremos a disfrutarla como siempre hicimos, como hicieron nuestros padres y abuelos, y como esperamos que hagan nuestros nietos: sintiendo ese privilegio que es habitar Toledo, disfrutando de la íntima conexión entre la ciudad y la naturaleza —solo oscurecida por la vergonzosa e infame situación del Tajo como consecuencia de la contaminación y el Trasvase Tajo-Segura— y aprovechando los olores, colores y sabores que ofrece esta lluviosa primavera para pasar un día con la familia y los amigos.
Con tal motivo, para recordar ese vínculo entre los toledanos y el campo en esta jornada, hoy os ofrezco una impagable colección de fotografías familiares cedidas por dos amigos: el gran Javier Longobardo (un joven fotógrafo lleno de talento que me ha pasado las fotos familiares tomadas por Aleja Guillén Núñez y Manuel Gómez-Calcerrada Fuentes) y el genial Tomás García del Cerro. Estas fotos tienen la autenticidad de ser momentos reales de familias reales en la romería del Valle, pero poseen además una gran belleza y fuerza visual. He disfrutado tanto viéndolas que creo que es mejor no comentar nada más, y dejar que vosotros experimentéis también esa sensación de dejar a los recuerdos aflorar según veais las fotografías, sintiendo cómo ese cíclico devenir de los acontecimientos en forma de estaciones es una de las mejores experiencias que nos depara la vida, porque nos hace ser conscientes del paso del tiempo y de lo importante que es atrapar el momento y disfrutar de lo efímero.
Esperando que este repaso a una de las partes más bonitas y auténticas de la intrahistoria toledana os haya gustado, solo me queda desearos un muy feliz Día del Valle 2022.
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