La tarde del 16 de julio de 1933 no fue una tarde cualquiera en Toledo. Fue la que vio nacer un club de recreo ligado al -por entonces- limpio y caudaloso Tajo en la mítica Casa del Diamantista. Su propietario, Ángel Aguilar, con gran ilusión, había fundado el denominado Club Milcar y ese era el día escogido para su puesta de largo en sociedad. Para la ocasión organizó una fiesta con competiciones náuticas y saltos desde el trampolín instalado en uno de los torreones de la legendaria casa, asomada directamente a las aguas del Padre Tajo. Según me cuenta su bisnieto, el nombre de Milcar era un homenaje a sus hijas gemelas, cuyos nombres eran Milagros y Carmen.
En estas competiciones participaron muchos toledanos, y leyendo las crónicas encontramos apellidos de marcado arraigo local como Maeso o Relanzón, mezclados con los de los miembros del otro club ligado al río (del que os hablé hace unos meses): el Club Náutico de Toledo.
Era Toledo por entonces una ciudad volcada con su río, orgullosa de él y dedicada a su uso y disfrute, como la existencia de estos clubes indica. Enfrente de la casa, el club construyó en la otra orilla una caseta y sus miembros cruzaban nadando de un lado a otro en las largas jornadas veraniegas refrescándose y haciendo deporte a la vez.
Cuando descubrí la historia de este club comencé a rastrear imágenes en las que se pudiera apreciar su actividad e instalaciones y, por suerte, entre las miles de fotos que he tenido la ocasión de poder divulgar estos años, recordé el reportaje que el gran geógrafo Gonzalo de Reparaz realizó precisamente ese mismo verano de 1933. Vi las fotos con detenimiento y... voilà!, allí estaban la caseta, los bañistas y la Casa del Diamantista esperándome, deseosos de ser rescatados para la historia más de 80 años después. Emociona poder luchar por la recuperación de nuestro río utilizando su memoria, sus ilusiones, sus fotos... en un ejercicio de unión espacio-temporal realmente estimulante que debe servirnos de nuevo para conseguir tener un río como el que ellos disfrutaban.
Por desgracia, al igual que le sucedió al Club Náutico, la vida del Milcar fue efímera debido al estallido de la guerra civil en 1936. Sin embargo, su recuerdo debe seguir vivo y esta breve entrada quiero dedicarla a la memoria de sus miembros, y a la de todos los que han luchado, luchan y lucharán por la recuperación de un Tajo vivo. Tarde o temprano, venceremos. Trabajemos unidos para que ese día llegue cuanto antes.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios
Publicar un comentario