En los más de dieciséis años de andadura de este blog, si algo me ha quedado claro es el impresionante poder de Internet para lograr cosas sencillamente impensables hace unas décadas. Eso que ha venido a llamarse "la magia de Internet" me ha dado grandes alegrías estos años, logrando averiguar detalles de muchas fotos gracias a la participación de los seguidores de esta página en los diferentes canales en que son divulgadas las fotografías. En esta entrada voy a invocar de nuevo a esa participación y su mágica interacción, pero antes permitidme presentaros al protagonista de hoy, que no es otro que el gran fotógrafo Jean Mounicq.
Jean Mounicq nació en la ciudad francesa de Pau en 1931. Tras la temprana muerte de su padre en 1934, vivió en las ciudades de Vence y Niza. Su aterrizaje en el mundo de la fotografía sucedió por pura casualidad. Al contar solo con estudios primarios, sus oportunidades laborales no eran muy amplias. Fue así que, cuando tenía solo quince años, se marchó a París pues en la capital le habían ofrecido un empleo en el Instituto Geográfico Nacional como fotocopista. En este modesto desempeño, Jean aprovechó bien el hecho de estar en una institución potente como aquella, mostrándose muy proactivo y con ganas de aprender. Gracias a ello, tres años después le ofrecieron la oportunidad de viajar por razones profesionales, lo que le permitió comenzar a fotografiar en un reportaje que el citado IGN realizó en el Congo.
El talento de Mounicq afloró de tal manera que solo cinco años después ya publicaba sus fotografías en la prestigiosa revista Sciences et Voyages lo que le abrió muchas puertas, llegando a trabajar brevemente en la mítica agencia Magnum.
Poco después empezó una nueva etapa fotográfica, colaborando con diversas cabeceras de prensa femenina, destacando entre ellas especialmente la famosa publicación Elle.
Jean Mounicq fue creciendo como fotógrafo y ensanchando sus registros profesionalmente, pasando a ser una referencia cultural que llegó a fotografiar a más de doscientas personalidades del mundo de las artes y de las letras, así como a influyentes políticos, cantantes, humoristas y otros personajes de actualidad. Entre los famosos retratados por Mounicq en aquellos años sesenta podemos destacar a Serge Gainsbourg, Marc Chagall, André Malraux, Abel Gance, Alberto Giacometti, Mitterrand, De Gaulle o Yves Saint Laurent. Mounicq logró retratos en los que los personajes rebosaban espontaneidad y naturalidad en las expresiones, capturando con su cámara sus gestos más característicos, hasta el punto de ser hoy considerado uno de los mayores maestros del difícil arte del retrato fotográfico de todos los tiempos.
Pero Mounicq no se limitó ni mucho menos a ese tipo de fotografías, sino que recorrió también las calles buscando estampas que mereciera la pena inmortalizar. Llegó a ser conocido como “el peatón de París” gracias a su extenso recorrido fotográfico por todos los barrios de la capital francesa, en ocasiones muy alejados del típico París monumental, mostrando la otra cara de la ciudad, a menudo desconocida y sorprendente.
Su carácter inquieto le llevó también a viajar por toda Europa, fotografiando sus ciudades más destacadas culturalmente como Venecia, Roma o Londres.
A lo largo de su extensa carrera, Mounicq ha ido consolidándose como un fotógrafo experto en captar la esencia de las escenas, consiguiendo reportajes que prácticamente funcionan como una obra literaria al lograr conjuntos de imágenes cohesionadas que cuentan una historia. Sus reportajes nunca fueron un conglomerado de fotos aisladas sino narraciones gráficas, siendo capaz de expresar con imágenes lo que los escritores nos cuentan con palabras.
Buena muestra de ello lo podemos admirar y comprobar en sus nada menos que doce libros publicados en solitario con sus fotografías.
Como parte de esa búsqueda de lugares con cosas que contar, Mounicq llegó a Toledo en 1960, donde obtuvo al menos tres fotografías que son las que hoy os traigo y con las que sería muy bonito poder hacer surgir una vez más esa magia de la red de la que os hablaba al comienzo.
Los que conocéis Toledo sabéis la importancia histórica que ha tenido la Academia de Infantería en la vida de la ciudad, con las miles de historias asociadas a tantos y tantos jóvenes militares que se formaron en Toledo. Llegados de toda España, muchos de ellos conocieron a sus parejas en Toledo, y otros muchos terminaron viviendo en la ciudad. Pues bien, Mounicq retrató en la calle Ancha, muy cerca ya de Cuatro Calles, en esas tres instantáneas a varios jóvenes alumnos de la Academia (soldados de reemplazo, concretamente) rondando un estanco, con especial protagonismo para uno de ellos, que aparece de frente en las tres imágenes. Estoy seguro de que ninguno de ellos fue nunca consciente de que estaba siendo fotografiado por un mito de la fotografía y, ni mucho menos, podrían imaginar que casi 65 años después estarían siendo protagonistas de esta "búsqueda de rostros" que hoy os propongo con la ilusión de identificar a alguno de ellos.
Esperando que en cualquier momento surja alguna noticia relativa a la identificación de los protagonistas y, de ese modo, esta entrada pueda ser editada con información acerca de los retratados, mando un fuerte abrazo lleno de agradecimiento al genial Jean Mounicq que sigue entre nosotros a sus ya 93 años.
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Dentro de muy pocos meses va a hacer ya 15 años –parece increíble tan veloz paso del tiempo– que Toledo Olvidado publicó una magnífica entrega, (6/12/2009), sobre la traída de aguas del Río Torcón a Toledo en 1948. Nada tendría hoy que añadir a los comentarios que se hicieron en aquella ocasión referentes a la sustitución de la placa que conmemoraba la efeméride en la propia fachada de acceso al Ayuntamiento. El recuerdo de este acontecimiento que, al margen de cualquier rechazo o adhesión partidista, y que era un hito histórico para la ciudad, siempre angustiada por la escasez o carencia de este vital recuso para la vida de los toledanos, se nos quiso ocultar por un absurdo sectarismo.
En aquella ocasión, la serie fotográfica me permitió, al igual que en el entierro del Cardenal Sancha, un recorrido a lo largo de toda la Calle Comercio, (no pongo “ancha” para evitar el fácil pareado con el apellido de su fallecida Eminencia).Ese itinerario le haría algunos años después, con permiso de Galdós, acompañado de su héroe toledano Ángel Guerra.
Pero es el caso que en esta entrega de hoy, ya al final –o principio de la calle, como una más de “Las Cuatro/Cinco Calles”–, nos aparece esa escena de unos militares, soldados de reemplazo por su atuendo castrense, en la que el autor del blog, ayudado por la magia de Internet, desearía que alguno de ellos se diera por reconocido.
¿Porqué me detengo en este comentario? Por la sencilla razón de que ese punto de parada de los seis militares de la fotografía de Mounicq era justamente el del estanco –entonces a los estancos se les llamaba expendedurías y, según reza en el cartel, esta era la clasificada con número 2– que estaba regentado por el señor Gómez, padre de mi gran amigo y compañero Paco Gómez Cañamero.¡ Cuántas cajetillas de Bisonte –sólo muy de tarde en tarde alguna de Chester cuando la economía se estiraba un poco– no me habrá despachado aquel buen hombre al que siempre recuerdo con un blusón gris, constantemente dibujada en su rostro una sonrisa amable, imagen inalterable de su bondad.
A buen seguro que uno de aquellos soldados, ya fumando, antes de su regreso a la Academia y de incorporarse a la dureza cotidiana de vida cuartelaria, todavía recordaría la imagen cordial del estanquero de las Cuatro Calles.
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