Toledo es una de las pocas ciudades de Europa en las que es posible encontrar muestras arquitectónicas de prácticamente todas las sucesivas civilizaciones y estilos artísticos que han dominado cada etapa de la historia. Incluso en los años en que Toledo tuvo menor protagonismo, especialmente en los siglos posteriores a la pérdida de la Corte en beneficio de Madrid, la historia quiso no dejar de lado a nuestra ciudad, edificándose aquí excelentes muestras de la arquitectura de estos siglos. Una de las más representativas muestras de ello es el Instituto Universitario, soberbio edificio proyectado durante el reinado de Carlos III, en consonancia con el espíritu ilustrado de la época. Para su construcción fue necesario adquirir y derribar una serie de casas y locales del Santo Oficio que se encontraban junto a la iglesia de San Vicente.
De este modo, una vez se dispuso de estos terrenos, se colocó la primera piedra en la histórica fecha del 6 de junio de 1796, iniciándose así la construcción del edificio bajo las trazas del genial arquitecto alicantino Ignacio Haan, probablemente uno de los mejores exponentes de la arquitectura neoclásica en España. Las obras duraron menos de tres años, siendo inaugurado solemnemente el 22 de abril de 1799.
Su principal impulsor fue el Cardenal Lorenzana, hasta tal punto de dar el nombre al edificio, conocido y nombrado muy a menudo como Palacio Lorenzana o Instituto Lorenzana.
Así pues, desde 1799 estas dependencias acogieron a la Real Universidad de Toledo, cuyo origen se remonta a 1485 con la creación del Colegio de Santa Catalina, transformado en 1520 en la mencionada Real Universidad por bula del papa León X. Esta universidad tuvo varias sedes, desde el primitivo Colegio de Santa Catalina que se situaba en las inmediaciones de la zona baja actual seminario (aparecieron unos restos al construir un aparcamiento allí hace unos años), pasando posteriormente a la Casa Profesa de los Jesuitas y, más adelante, al Convento de San Pedro Mártir.
El edificio está considerado hoy en día como una auténtica joya de la arquitectura neoclásica, y existen excelentes investigaciones y publicaciones sobre el mismo (recomiendo vívamente leer "Ignacio Haan, Arquitecto de la Luz", del académico Adolfo de Mingo). A modo de resumen, mencionar que destaca su cantería, perfectamente dispuesta y perfilada, ejecutada con piedra de gran calidad procedente mayoritariamente de los Montes de Toledo. Se trata de una arquitectura elegante y limpia, como se aprecia por ejemplo en el trazado de los dinteles que corren sobre las columnas, o en el acertado sistema de bóvedas que cierra los diferentes espacios del edificio.
Exteriormente presenta tanto granito como ladrillo visto. La soberbia fachada fue resuelta empleando una solución maravillosa: cuatro columnas (se denomina construcción "tetrástila") en disposición in antis, es decir, que la fachada principal está formada por columnas delimitadas a ambos lados por la prolongación de los muros laterales. Esas primeras columnas, de orden jónico, anticipan la secuencia columnaria del interior. A ambos lados, ocupando sendos nichos, existen dos esculturas alegóricas de las ciencias, labradas por el famoso escultor Mariano Salvatierra en piedra de Colmenar. Arriba, sobre el eje central del pórtico, preside la fachada el escudo del cardenal Lorenzana, que está sostenido por dos ángeles. Este escudo fue realizado por Antonio Finacer.
Ya en el interior, encontramos un elegante atrio porticado con varias pantallas de columnas, que da paso al impresionante patio neoclásico, realmente monumental. Es de orden jónico en su totalidad, con entablamento adovelado de granito. Presenta una planta única y principal, más las subterráneas.
La Universidad funcionó en este edificio hasta el curso 1844/45, en que fue suprimida, transformándose en el Instituto Provincial de Segunda Enseñanza heredando tanto el Palacio como los bienes, entre los que destacaba la biblioteca, y el claustro de profesores de la antigua universidad.
Esta es la razón por la que el edificio es popularmente conocido como "el Instituto" en la franja de población que lo conoció con ese uso, hasta que se mudó al actual Instituto de El Greco en las afueras de la ciudad. La Universidad volvió a Toledo afortunadamente en el curso 1969-70 cuando se creó el Colegio Universitario de Toledo, por entonces adscrito a la Universidad Complutense y hoy integrado dentro de la Universidad de Castilla-La Mancha. En este año de 2019 se cumple, por tanto, medio siglo del regreso de la Universidad a Toledo.
Vayamos con el repaso a la historia fotográfica del edificio, que pese a tratarse de un edificio céntrico y destacado, no presenta imágenes demasiado numerosas:
Hay excelentes fotografías de su interior, en los tiempos en que acogía el Instituto, con escenas de sus clases y algunas dependencias:
Mi abuelo Eduardo Butragueño Bueno fue uno de sus alumnos. Allí inició en los años 20 del pasado siglo algunos de sus primeros experimentos fotográficos, con imágenes tanto del interior como de amigos suyos retratados en la fachada y el patio. Son joyas familiares que conservo con enorme cariño:
También mi madre fue alumna del instituto y conserva buenas fotografías, algunas de ellas tomadas por ella misma con la cámara Boy que mi abuelo Eduardo le regaló:
Entre 1908 y 1981 acogió también el observatorio meteorológico de la ciudad. Fue una iniciativa promovida por el genial Ventura Reyes Prósper, director de la institución entre 1907 y 1922. Mi amigo Fernando Aranda nos cede estas imágenes del archivo familiar:
Sirva esta entrada de homenaje a todos los profesores y alumnos universitarios de la historia de Toledo, que han hecho de la ciudad un lugar mejor a lo largo de los siglos. Y permitidme una petición personal, ya que se acerca el aniversario del nacimiento de Alfonso X: poder rendir tributo a su célebre Escuela de Traductores con la creación de esta facultad (Traducción e Interpretación) en Toledo, que tan bien homenajearía al rey sabio, y que en ningún lugar de Europa como en Toledo tendría tanto sentido.
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4 comentarios
Muchas gracias Eduardo, por ésta nueva entrada.
Me uno a tu propuesta de homenaje a Alfonso X. En ningún lugar mejor que en Toledo, cobra más sentido la creación de una Facultad de Traducción e Interpretación.
Gracias Eduardo por el reportaje, especialmente por algunas fotografías inéditas que nos muestran el aula de Agricultura, de la que no teníamos hasta el momento imágenes.
Estudié en ese instituto hasta 1970 cuando existia un bachillerato elemental y revalida. Todavia guardo aquellos libros y un recuerdo imborrable de los profesores y de las aulas en escalera con los bancos corridos de madera. Aquellos años nos forjaron un espíritu dificil de olvidar. Volvi años despues ya convertido en universidad en 1973 a estudiar el primer ciclo de quimicas con la inmensa suerte de tener, en Toledo, a personajes de la talla de D Ángel Vian Ortuño o Diaz Peña. Años de un gran compañerismo de donde salieron tecnicos del ministerio de hacienda como Nicasio Caberta o rockeros como May Aramendi.
Es posible que coincidiéramos ahí, yo fui amigo, pero ya en el Mayol, de Taito Aramendi.
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