En la zona noroeste de la ciudad, muy cerca de la ribera del Tajo y junto a la carretera que se dirige a Ávila, se sitúa este histórico Palacio, también citado en numerosas ocasiones como Cigarral de Buenavista. Actualmente reconvertido en el lujoso Hotel Hilton Buenavista, el edificio primitivo se concibió en el siglo XVI. Su historia comienza con la cesión en 1599 de la finca donde se asienta -procedente del Cardenal Quiroga- por parte del Rey Felipe III al Cardenal Bernardo de Sandoval y Rojas, quien impulsó la construcción de una preciosa casa renacentista rodeada de impresionantes jardines. Aunque algunas fuentes mencionan que el edificio comenzó a edificarse en 1610 bajo las trazas de Juan Bautista Monegro, son más los autores que aseguran que el edificio fue diseñado nada más y nada menos que por El Greco. Así lo aseguró por primera vez en 1905 todo un especialista en el pintor cretense como Manuel Bartolomé de Cossío, que escribió en "La Lectura. Revista de Ciencias y Artes" lo siguiente:
"Si la verdad y la justicia nos obligan á arrebatar al Greco las obras que el público le adjudica, apresurémonos á restituirle, siquiera sea débil compensación de semejantes negaciones, otro edificio toledano, que nadie, hasta ahora, le ha atribuido. Se trata de los pocos restos, que todavía quedan, del antiguo palacio en el famoso Cigarral de Buenavista. Por del Greco los tengo: pues Baltasar Elisio de Medinilla, describiendo el palacio, dice en conceptuoso verso, y como alusión, sin duda, al origen natal del arquitecto, para que lo entendiese el que pudiera, que fue «Formado á traza y invención cretea». El palacio del Cigarral de Buenavista fue construido á la orilla derecha del Tajo y al final de la vega (hoy está al borde mismo de la carretera de Toledo á Avila), por el cardenal D. Bernardo de Sandoval y Rojas, á principios del siglo XVII. Muy rehecho y profanamente desfigurado más tarde, todavía quedan en él, sobre todo en su interior, vestigios de lo que debió ser la construcción del Greco. Del humanismo á lo Fray Luis de León y un tanto epicúreo, que en el palacio debió reinar, habla con elocuencia la leyenda que en el escudo del fastuoso prelado campea sobre la puerta: Iste terrarum mihi praeter omnes angulus ridet. Convertido el Cigarral, mientras vivió el Arzobispo, en una especie de florentino jardín mediceo, donde se reunían, por las tardes, los más ilustres ingenios toledanos y sus huéspedes de la corte, verosímil es que el Greco oyera leer á Medinilla, á Lope y á Góngora sus culteranas poesías, á la tupida sombra de los olmos, entonces jóvenes, hoy carcomidos y añosos, que todavía cobijan la fuente de clásicas formas, en la entrada principal del palacio."
En efecto, las crónicas hablan de este palacio como el lugar de reunión de personalidades de la talla de Tirso de Molina -que cita varias veces el palacio en su "Cigarrales de Toledo"-, Sebastián de Covarrubias, el padre Rivadeneyra, Miguel de Cervantes, Baltasar Gracián y los mencionados Lope de Vega, Góngora, Medinilla, El Greco y el propio Cardenal Sandoval y Rojas.
Se dice que en el vasto territorio que rodeaba el palacio podían verse ciervos e incluso gacelas que se habrían introducido en los dominios de la finca.
El mero hecho de imaginar una reunión al atardeder donde estuviesen en animada conversación Cervantes, El Greco y alguno de los citados pone la piel de gallina.
Pero con el tiempo, tras la muerte del Cardenal y en una España cada vez más decadente, el palacio vio como sus adehesados dominios fueron convirtiéndose en campos de cultivo especialmente en el siglo XVIII, como podemos leer en el Catastro de la Ensenada. En dicho catastro se especifica que el cigarral -que el Cardenal Sandoval había dejado en dotación para su capilla funeraria de Nuestra Señora del Sagrario- se convierte simplemente en un jardín sin especificar su extensión, conservándose únicamente el palacio, que es mencionado como casa de recreo así como una segunda vivienda. Ambas edificaciones son alquiladas a dos particulares diferentes: el palacio con sus casi 2000 m2 de planta y dos pisos, por la cantidad de 470 reales de vellón y la vivienda de unos 800 m2, con dos plantas por 320. En 1801 la zona del cigarral que lindaba con el río y denominada "Huerta de abajo" aparece arrendada por el Marqués de Villanueva de Duero por 400 reales al año, mientras que el olivar aparece arrendado a Andrés Salinas.
En 1923, el edificio y las tierras de labor que le rodeaban fueron aquiridas por el Conde de Romanones, una de las personas más poderosas e influyentes del país. Fue una época de renovados bríos para el palacio, que fue restaurado bajo la dirección del arquitecto Conde de Yebes. En esta época fueron frecuentes las estancias en el palacio del rey Alfonso XIII y otras muchas personalidades.
Algo antes, en 1915, la fotógrafa norteamericana Anna M. Christian (Minneapolis, 1876) fotografió diversas estancias del Palacio de Buenavista así como a su entonces propietario D. Bonifacio Avellanal, que falleció en agosto de ese mismo año:
Aquí tenemos al conde de Romanones supervisando las tareas agrícolas en las inmediaciones del palacio:
Romanones posando en el palacio:
Aquí le vemos supervisando las obras de la presa -situada frente al palacio- a la que se accedía por la denominada Barca de Romanones:
Estas son otras fotografías del Palacio de Buenavista tomadas a comienzos del siglo XX:
En 1939 se alojó en el palacio nada menos que el Conde Ciano en la visita oficial que realizó a la ciudad:
Hasta los años 60 y 70 fue habitual la presencia en el palacio de los herederos del Conde de Romanones, José Finat -Marqués de Corvera- y Rafael Finat -Vizconde de Rías-, si bien poco a poco el edificio fue cayendo en un progresivo deterioro. En primer lugar, sus alrededores fueron poco a poco siendo urbanizados, creándose el hoy populoso barrio de Buenavista. En estas imágenes de los años 70 podemos ver -aunque cueste reconocer el lugar dada la enorme transformación- las primeras tareas de urbanización de la Ronda de Buenavista:
En cuanto al edificio del Palacio, fue poco a poco quedando aislado y abandonado. En 1998, acudió a él mi padre -Ricardo Sánchez Candelas- atraido por la cita de 1916 de Ventura Reyes Prósper en el artículo "Los viejos árboles de la vetusta Toledo" en el que se mencionaban las maravillas botánicas del palacio, citando cuatro olmos y numerosas moreras, datándolas en el siglo XVI. Sin duda una lista más reducida que la ofrecida por Elisio de Medinilla durante el esplendor del palacio, que citaba también encinas, enebros, cipreses, tejos, almendros, robles, palmeras y abetos. También el hispanista Maurice Barrés con anterioridad a Reyes Prósper había mencionado otras especies del cigarral como castaños, limoneros, naranjos y pinos.
Lo que encontró mi padre en 1998 fue un herbazal descuidado, pero en el que aún podían verse los cuatro olmos mencionados por Reyes Prósper -dos vivos y dos muertos-, así como otros sensacionales ejemplares de especies no mencionadas por los anteriores autores: tres formidables almeces, un espectacular ailanto, una enorme catalpa y una excepcional rareza botánica como es el Tetraclinis articulata o Ciprés de Caratagena. No había ya rastro del resto de especies enumeradas por Medinilla o Barrés.
Por desgracia, las obras del año 2006 se llevaron por delante todos los ejemplares que mi padre citó en 1998:
En cuanto al edificio, muy deteriorado, poco pudo salvarse salvo alguna fachada y paramento, así como ciertos elementos decorativos:
Por fortuna, y pese a la destrucción de los restos del jardín renacentista, el ajardinamiento que se ha hecho para adornar al Hotel Hilton es bastante acertado y su cuidado hasta la fecha es digno de mención. Esperemos que el tiempo haga que este nuevo jardín pueda igualar o al menos no desmerecer el recuerdo del ya legendario jardín al estilo italiano mandado plantar por el Cardenal Sandoval y Rojas.
El Palacio de Buenavista en Google Maps:
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22 comentarios
Me ha gustado mucho el breve recorrido histórico que haces del palacio.
Y las fotografías que has seleccionado son espectaculares. Hablan por sí solas de un tipo de vida relativamente cercano en el tiempo y a la vez tan lejano en cuanto a usos actuales.
Eduardo, no te puedesimaginar la alegría que me produce leer tus trabajos y regresar, aunque sea por unos instantes a mi querido Toledo.
Otro artículo fantástico, como siempre. Mi madre vivía en una de las fincas relativamente cercanas y tenía una amiga que era hija de los guardeses de Romanones. Me ha emocionado ver fotografías en las que se muestran los lugares donde jugaban.
Gracias.
Buenísimo el reportaje Eduardo;a pesar de haber vivido unos años en Buenavista tardé tiempo en fijarme en este edificio...cuando ya viviendo en La Legua pasaba todos los dias enfrente, mientras se construía el Hotel.Y puedo aportar más curiosidades.
Tengo entendido que el edificio dejó de ser del Arzobispado con una de las desamortizaciones del siglo XIX, cuando fué abandonado y en el siglo XX lo compró el Conde de Romanones , junto con todos los terrenos de los Barrios de Palomarejos y de Buenavista y que los solares que ocupan hoy día el Cuartel de la Guardia Civil y el Hospital , fueron cedidos por él.
Un amigo mío, veía a Raphael, el cantante, al principio de casarse con Naatalia Figueroa, cruzar el Rio Tajo por el Tabordo para llegar ,con una lechera en la mano dónde estaban los establos de las vacas,en los terrenos del Hospital de Parapléjicos. Curioso ¿No?
Muy buen artículo. Curiosamente, viviendo en Buenavista, no conocía nada de este palacio.
Por cierto, ¿Desde dónde de la Buenavista actual están echas las fotografías en las que se ve el comienzo de la urbanización?
He agregado este blog a los enlaces de mis blog favoritos, y quizás te interese otro articulo de Toledo de mi blog. http://norogaca.blogspot.com/
Las fotos de la Ronda de Buenavista en los años 70 están tomadas más o menos desde la actual rotonda del bar Barley´s
Abrazos.
Nota previa: La extensión de este comentario, por razones de limitación del número de caracteres admitidos en el blog, me obliga a subdividirle en tres entregas.
I.-
Casi nada habría que añadir a la extensa y pormenorizada descripción que se nos hace del origen, vicisitudes históricas y cambios de propiedad de este veterano cigarral toledano y de la señorial edificación que en sus tierras tuvo asiento, conocida como Palacio de Buenavista. Tampoco abundar en comentario alguno sobre el ilustre elenco de artistas, literatos y personalidades insignes de todo tipo que en este privilegiado enclave ribereño del Tajo, al cobijo de la frondosa vegetación de su arbolado y de sus jardines, debieron compartir largas horas de amena tertulia con exhibición de lo mejor de su sabiduría y de su ingenio. ¡Qué lujo de nómina!
Con todas las diferencias que sea pertinente señalar, y con la dosis de humildad necesaria, no he podido sustraerme a este recuerdo cuando en estos días, en este mismo lugar, se han celebrado las primeras reuniones del recién recreado Ateneo Científico y Literario de Toledo, en uno de los salones del Hotel Hilton Buenavista, edificado como nos indica Eduardo sobre lo que fuera la planta del antiguo palacio. ¡Ojalá los nuevos ateneístas, imbuidos de tan sugestivo ambiente, heredáramos algo del ingenio de aquella formidable pléyade de brillantes prohombres de las artes, de las ciencias y de las letras de aquellos lejanos años de la “gloriosa Toledo”!
Con la amable autorización de su propietario, don José Finat Bustos, Marqués de Corvera, y acompañado de su hijo, don Rafael, Vizconde de Rías, tuve, en efecto, ocasión de ser quizá uno de los últimos visitantes del ya casi arruinado edificio del palacio para tomar notas y fotografías de la vegetación arbolada de su entorno, y que todavía subsistía en aquellas fechas en las que yo preparaba “De árboles en Toledo”, estimulado por las citas que al respecto hizo don Ventura Reyes Prósper en su artículo “Los viejos árboles de la vetusta Toledo”, publicado en febrero de 1916 en “Toledo, Revista semanal de Arte”.
A las especies y ejemplares presentes en Buenavista que mencionaba don Ventura, de mi observación pude añadir a su lista, entre otros, tres extraordinarios almeces que, aunque sorprendentemente no anotados por el profesor Reyes en su artículo, eran –refería yo– “sin duda alguna los más corpulentos y añosos de los que he podido incluir en mi cuaderno de notas de campo”. Con permiso, añadiría hoy, del que se yergue junto al mirador sobre el río en la ermita de la Virgen del Valle, (ya con merecido protagonismo fotográfico en alguna entrega anterior del blog), y que fue, para pesar mío, una de las imperdonables omisiones de mi libro. Si hubiera de buscar algún perdón a ese olvido le podría encontrar en el hallazgo, que también menciona Eduardo, de una rarísima especie –ejemplar único en Toledo– que, entre bejucos y jaramagos, me salió al encuentro en mi paseo por aquel arruinado jardín del entorno del palacio: Era un ejemplar de Tetraclinis articulata, (alerce africano, ciprés de Cartagena), lamentablemente desaparecido con las obras de restauración llevadas a cabo. ¡Debería estar el pobre en algún sitio inoportuno! Me atrevería a sugerir que, en su recuerdo, se volviera a reimplantar otro ejemplar de la especie en algún lugar de los jardines del Hotel, muy bellamente diseñados y ejecutados por cierto.
II.-
Pero sin dejar del todo las curiosidades botánicas, el antiguo palacio y su entorno nos ofrecen otros motivos de comentario: Por lo que hace a Tirso de Molina, en su famosa obra “Cigarrales de Toledo”, es el de Buenavista el segundo de los que cita, le asigna la denominación de Quinta de Buenavista y, aunque le mantiene como escenario en buena parte de los relatos cigarraleros de su obra, sobre todo de una fiesta de bodas, no menciona la propiedad del predio, aunque alude a “su ilustrísimo dueño”. No puede quedar duda alguna de que el autor conocería más que de sobra la pertenencia eclesiástica de la finca.
Aunque en prosa, no menos que Baltasar Elisio de Medinilla, el monje mercedario se extiende en una descripción casi idílica del paisaje natural de Buenavista. Bien es verdad que según ella cabe atribuir más mérito al arte de la jardinería que a la propia vegetación natural. Así, cuando se afirma que “estaban puestas las mesas debajo de los artificiosos cenadores de la Quinta, donde la Naturaleza, en floridos jazmines, alegres parras y peinadas murtas…”, en un pasaje posterior se vuelven a ponderar las bellezas de Buenavista, ahora, con motivo de una boda. La descripción, muy en función del propio evento nupcial y de la proximidad del río y su vegetación, (“álamos, tarayes y acebos”), es tan exaltada, (música sobre las barcas engalanadas que surcan el río, lujosos doseles, fuegos artificiales, etc.), que recuerda descripciones parecidas de la famosa leyenda de “La pesca del oro”, que toma como argumento las bodas del príncipe sarraceno Abdellazzis, rey moro de Toledo, con la princesa cristiana Teresa, hermana del rey leonés Alfonso V, en un escenario parecido, aguas arriba, en el valle de Agalén, posterior cigarral del Santo Angel Custodio.
Con todo, y ya puestos a acotar alguna precisión botánica, cabe decir que el acebo, (Ilex aquifolium), muy lejos de ser una planta propia de riberas, lo es del sotobosque umbrío de hayedos y robledales, y que la murta, (mirto, arrayán, Myrtus communis), no es planta propia de nuestra latitud mesetaria, y que es muy excepcional su presencia entre nosotros, por más que Reyes Prósper, en su artículo, dedique una extensa referencia a los “viejísimos mirtos” del jardín del Claustro de la Catedral y cite la presencia de “uno que se encuentra en el jardín de la Comandancia de Ingenieros”. Por supuesto que el insigne catedrático no menciona la presencia del mirto en Buenavista.
Quizá para corregir estos deslices botánicos, so pena que ya hubiera empezado el cambio climático, Tirso, ya más pegado a la realidad, nos dice que “los que entraban en la fiesta, que eran de los más mozos, más nobles, más hacendados y más amantes de Toledo…habían hecho a mano un apacible soto”. Cabe, pues, pensar que la lujuria vegetal descrita tenía más que ver con el arte –“a mano”– de la jardinería que con una Naturaleza más modesta, hasta tal punto que en unas líneas posteriores, el autor tiene que afrontar la dura realidad y calificar al entorno de “…los cárdenos riscos –cárceles del Tajo–…”, no demasiado diferente de “la peñascosa pesadumbre” que constatara Cervantes, ni de los versos del propio Lope de Vega – aún tan íntimo del eufórico Medinilla–, que desmitifican tanto ditirambo para poner en su exacto sitio “…a quien con milagros tales, los ásperos cigarrales, convierten en selva de amores”.
III.-
No obstante, tal vez contagiado de estos excesos descriptivos, yo también sucumbí a este fervor poético, y así, en el capítulo 3 de “Las grullas del otoño volaron sobre el Tajo” me embarqué con mis protagonistas –y nunca mejor dicho, pues lo hice imaginariamente desde los propios arenales de La Alcurnia hasta la isla del Río Chico– en una especie de perfomance literaria de Buenavista. En esta fluvial singladura hasta las orillas del histórico cigarral, recreaba casi con un siglo de adelanto, desde los heroicos años de la estancia toledana de Juanelo para construir su Artificio hasta las exageradas metáforas de Baltasar Elisio de Medinilla, todo ese paisaje ribereño y sus inmensas posibilidades líricas.
Pero quizá no hubiera hecho mención alguna a mi novela histórica, si no fuera por un hecho muy singular y, para mí al menos, hasta conmovedor. En el relato de la ficción novelada, mi heroína literaria, Casilda, muere trágicamente en las aguas del Tajo. Es el fin de la novela, como corresponde a cualquier leyenda romántica que se precie. Hace unos días, en un paseo por la orilla del Rio Chico, me encontré con una diminuta y modestísima hornacina en la que una lápida, a la orilla del camino ribereño, adornada tan solo con un rosal y con unas flores artificiales, mostraba esta inscripción: “En memoria de la niña Rocío Trincheta Gama, cuya vida quedó truncada en las aguas del rio Tajo el día 31 de julio de 1998”.
Era el mismo año de mi primera visita a Buenavista para seguir los pasos a “los viejos árboles” de Reyes Prósper. “Las grullas…” se habían terminado de imprimir el 14 de agosto del 2000. Sólo dos años después, por tanto, bien ajeno yo a conocer aquel drama real de la niña Rocío, en aquel preciso lugar, Casilda también había “muerto”. La vida y la literatura tienen estas cosas.
Pero si volvemos a la prosaica realidad, Buenavista era en nuestros tiempos de juventud quizá el más lejano referente de “salir de Toledo”. En las tardes de invierno, salir a pasear por la carretera de Ávila, ya traspasada La Vega, aunque relativamente frecuente para los más andarines, era ya casi de nota, sobre todo si se llegaba hasta La Venta de la Esquina. Si aún nos daban más de sí las piernas –porque había que volver, y ya cuesta arriba– hasta alcanzábamos en Buenavista La Barca de Romanones. Los más intrépidos, superado este lugar, incluso se atrevían a llegar a La Sismológica. Pero Buenavista era el límite del paseo normal de los más andariegos.
Hoy, La Barca de Romanones, con su cable metálico para atravesar el río, que aún nos recordaba con su nombre la propiedad más reciente de la Quinta, ha desaparecido. Hay alguna fotografía que, sin duda, la pericia investigadora de Eduardo sabrá encontrar. Pero incomprensiblemente ha desaparecido también cualquier referencia a la Venta de la Esquina, que era en realidad donde empezaba el actual barrio de Buenavista. Ninguno de los bares, restaurantes o cafeterías que se han establecido en ese lugar, frente a la rotonda de una hermosa fuente con juegos de agua, han adoptado tan castizo nombre. No me lo puedo explicar. Debe ser que ese “delenda es Toledo” –cada día tiene más valor este “Toledo Olvidado”– ha preferido, por ejemplo, llamar “calle de las pescaderías” a la que siempre ha sido Calle de las Tornerías o que al clásico bar Los Claveles, en la salida por la Puerta de Bisagra, le hayan colocado un extraño nombre que suena a fármaco antidepresivo.
En fin, como en nuestros viejos paseos invernales, lo de Buenavista nos ha llevado demasiado lejos.
Hola precioso reportaje yo tuve la suerte de vivir alli mis abuelos eran los guardeses de la finca mi abuela la cocinera del conde romanones y la duquesa de pastrana . si hay alguien por hay que viviese por aquellos lugares habe si nos ponemos en contacto saludos
Mi familia de Toledo también conoció de cerca este palacio pues nos cuenta anécdotas (va a hacer 101 años ahora en abril) y estuvieron trabajando allí como servidumbre para el Conde de Romanones, mi abuela en cocina también.
Me ha gustado mucho leer esta entrada, es muy interesante y me ayuda a conocer todo lo que cuenta mi familia.
hola
Hola. Yo tuve la suerte de poder pasar temporadas en la finca de Buenavista pues mis abuelos, Roman y Carmen estuvieron muchos años encargados de la finca. Creo que fue después de la guerra civil cuando se hicieron cargo de ella, hasta que en el año 1967 o 1968 murió mi abuelo. Recuerdo pasar el Tajo en la barcaza que iba a la Peraleda e ir a caballo con mi abuelo a la sismológica. También recuerdo ir a Santa Casilda a comer patatas fritas que nos daban a mis primos y a mi.
Buenas que es tu familia mi abuela era Isabel y mi abuelo toribio
Buenas que es tu familia mi abuela era Isabel y mi abuelo toribio
Siempre habrá gente culta -lo creo- que satisfaga mi necesidad de cultura. Gracias
Y que se sabe lo que le ocurrió en las aguas del río a la niña Rocio Trincheta Gama. Esta mañana estuve en el lugar que se menciona, en la ribera del río y tengo curiosidad, de que le pudo pasar.
Hice fotos.
Hola anónimo: Me gusta tú comentario; la barcaza que atravesaba el río Tajo, la llamaban(mos), barca de Romanones, esa barca era tan enorme que un pastor metía todo su rebaño, de una orilla a la otra, a la Peraleda, pues en esa finca había buen pasto; también se decía que pertenecía al conde de Romanones; muy cerca había un recodo del río "que llamábamos río chico", nos juntábamos los amigos y allí nos bañábamos, alguna vez hablábamos con el pastor; hoy se encuentra en ese islote el Hospital de Parapléjicos.
Me ha parecido completísima la información como siempre. Es fantástico tu blog. He dejado referencia en el mío a propósito de la barcaza de Romanones y la Finca de la Peraleda.
Nosotros vivimos en la casa de los trabajadores de la finca,mi padre trabajo para ellos,yo tendría unos cuatro años, pero me acuerdo de la cocina,es una de las fotos que he visto, que recuerdos!!!
Mis abuelo Roman fue el capataz de la finca hasta 1968 que falleció y mi padre se crio ahí yo tengo recuerdos de niña de ir a los jardines a cortar flores
Bravo! otra cosa no podemos decir que gracias por brindarnos esta ventana al pasado.
Casi todos los días paso por delante y ahora que me han invitado allí, me dio por buscar algo de historia por que pensaba que tiene que ser un museo por dentro.
Aunque está todo reconstruido dar un paseo y buscar esos planos con un Toledo tan cambiado de fondo será divertido.
Ojalá no se pierda esta costumbre de disfrutar explicando la historia.
Trabajazo si señor.
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