Una de las características más peculiares de la pintura del Greco son sus colores, vivos e intensos, mezcla de su particular estilo y de las influencias de sus etapas italiana y griega.
Se han escrito cientos de libros y artículos sobre su estilo y sobre el olvido que sufrió su figura hasta, aproximadamente, el tercer centenario de su muerte en 1914.
Un poco antes, en 1913, alguien capturó por vez primera los verdaderos colores de una obra del Greco con una cámara fotográfica. Al menos yo no tengo conocimiento de una fotografía a color anterior de una de sus obras.
Y sucedió, como no podía ser de otro modo, en Toledo. Y el lienzo retratado, como no podía ser de otra forma fue El Entierro del Señor de Orgaz en la Iglesia de Santo Tomé.
Ya en otras entradas hablé de la técnica que permitió por vez primera obtener fotografías a color: la placa autocroma. Fue inventada en 1903 por los famosos hermanos Lumière aunque no fue comercializada hasta 1907. Estas placas constaban de un mosaico de pequeñísimos granos de almidón, para lo que casi siempre se usaba fécula de patata, sobre la base de una película en blanco y negro. Los granos de almidón se teñían de los colores primarios: azul, amarillo y magenta (o naranja, verde claro y morado) actuando como filtros de color. Tras el procesado de la placa surgían los colores complementarios.
De esta forma, sobre una emulsión pancromática normal para blanco y negro se depositaba la capa con la mezcla de almidón con teñidos en los tres colores primarios. Esta pantalla actuaba como filtro selectivo del color durante la exposición, produciendo diferentes densidades de los mismos en la imagen dependiendo del color real y su intensidad. Una vez concluido el proceso de revelado y fijado se invertía la imagen para obtener un positivo; todo ello en la misma placa. Tras revelar y positivar, la observación a la luz blanca a través de la misma pantalla de filtrado producía una aceptable impresión en color.
Era una técnica por tanto compleja y bastante costosa técnica y económicamente, por lo que los primeros autocromos son considerados joyas de la historia de la fotografía. Toledo tiene la suerte de contar con bastantes muestras tempranas de esta técnica por varios de los míticos autores que la hicieron célebre como los franceses Jules Gervais-Courtellemont o Auguste Léon.
Pero como os adelantaba al principio, en 1913 un fotógrafo anónimo probablemente relacionado con la Real Sociedad Fotográfica de Madrid obtuvo el primer registro fotográfico de los colores verdaderos de un cuadro del Greco al fotografiar de manera notable el interior de la capilla que aloja el célebre lienzo de Santo Tomé (Fotografía cedida por y propiedad de Photoarte):
Se trata de un documento de incalculable valor, no solo por representar la primera imagen a color de un cuadro del cretense sino por la dificultad de la obtención de la fotografía, al tratarse de un interior.
Este autor o autores -es probable que fueran varios- nos dejaron también este increíble homenaje al Greco al retratarse uno de ellos ataviado como uno de los personajes de sus cuadros:
Un año después, dentro del maravilloso proyecto de Archives de la Planète del banquero judío alsaciano Albert Kahn, el fotógrafo Auguste Léon obtuvo estos autocromos del Museo del Greco:
En un año de tanto significado para Toledo como este 2014 de la mano del IV Centenario del Greco creo que este pequeño homenaje era lo mínimo que estos increíbles pioneros merecían por adelantarse a todos en su admiración fotográfica al genio de Candía. Espero que os haya gustado.
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1 comentario
A mi siempre me ha parecido una delicia contemplar la particular fidelidad de color de las fotografías autocromas; tienen ese toque tan marcado de autenticidad que hoy nos resulta raro con las fotografías digitales.
Además es un artículo interesantísimo por el documento que rescatas y por el motivo tan oportuno.
Un saludo amigo.
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