José Navarro nació en San Sebastián el día 24 de enero de 1808. Fue sin duda uno de los mejores orfebres de España en el siglo XIX. Tanto fue así que a la edad de 42 años ya se encontraba felizmente retirado del oficio pues debía haber ganado suficiente dinero como para vivir de las rentas. Pero poco después de retirarse en 1850 un emisario real le propuso fabricar la corona de la Reina Isabel II, algo que nadie había hecho en España desde cuatro siglos atrás. Según palabras del propio Navarro
"a pesar de mi resolución de no volver a ocuparme del trabajo no supe resistir a los deseos de S. M. y desocupando un invernadero que tenía en medio del jardín, improvisé en él un obrador donde me puse a construir la corona".
La corona fue realizada y del agrado de la reina que posó con ella para Charles Clifford:
Sin embargo, el Estado tardó más de cinco años y medio en pagar a Navarro lo que provocó gran indignación en el diamantista.
Tal vez por ello, cuando en 1858 se presentó en su casa el militar francés afincado en Toledo Adolfo Hérouart con los restos descompuestos de las coronas y joyas visigodas del
Tesoro de Guarrazar, Navarro no dudó en recomponerlas y ofrecérselas al Estado Francés. Ese tesoro había sido encontrado en Guadamur por los labriegos Francisco Morales y Domingo de la Cruz en dos fincas contiguas tras una tormenta de agosto que dejó al descubierto las joyas. Los campesinos habían ido vendiendo a plateros toledanos las joyas por trozos y cuando Hérouart, muy aficionado a las antigüedades, contactó con el labriego Morales ya habáin sido vendidas y fundidas bastantes piezas del tesoro.
Como os decía, el diamantista Navarro recompuso las coronas y joyas visigodas (y recuperó algunas piezas antes de que fuesen fundidas por algún platero) y viajó a París donde ofreció el tesoro al gobierno francés depositando las ocho coronas y cinco cruces en el recién creado Museo de Cluny. Acusado de antipatriota, Navarro fue el centro de una enorme polémica entre ambos países. Ello no impidió a Navarro, personaje muy enigmático, vender un año más tarde al gobierno español un brazo de una gran cruz de oro y pedrería y algunas joyas más sueltas que aún poseía del tesoro y que no había vendido a los franceses.
No se sabe con certeza el año en que Navarro se mudó a vivir a la casa junto al río Tajo que aún se conoce como Casa del Diamantista, por lo que es imposible saber si fue en esta casa donde elaboró la corona de Isabel II y que inspiró la leyenda que cuenta que fue ayudado a crearla por unos diminutos duendes que trabajaban mientras él dormía agotado por la responsabilidad de crear una corona a la altura de una reina. El caso es que en 1857, cuando la casa fue fotografiada por segunda vez por Eugène Sevaistre, la casa sufrió una reforma. En la primera imagen la casa aparece sin terraza mientras que en la segunda, tomada por Charles Clifford (casualmente el fotógrafo de la casa real que fotografió a la reina con la corona) y fechada también en ese mismo año, ya aparece la terraza. Por ello es casi seguro que esa reforma la realizó José Navarro al adquirir la vivienda.
Era una casa maravillosa, con aspecto de pequeña fortificación almenada y embarcadero propio con unas escalerillas que descendían hasta el mismo nivel del agua. Contaba con un coqueto jardín y una cuidada terraza circular con magníficas vistas al río, al Cerro del Bú y a la
ermita del Valle. La imagen más antigua data nada menos que de 1854, anterior por tanto a las que os he mostrado antes, y fue tomada por el francés Alphonse De Launay:

Las fotografías tomadas algo después, en la década de 1860 por varios autores entre los que destaca Frank M. Good (por encargo de Francis Frith en 1869) muestran la vivienda en la época en que estaba habitada por el diamantista José Navarro. Haciendo diferentes ampliaciones de las imágenes uno casi puede imaginarse la figura de Navarro asomado a alguna ventana o tomando el aire en la terraza.
Navarro murió en 1862 y con su muerte comenzó la leyenda.
No es de extrañar que la inventiva popular crease esas preciosas historias pues la suntuosa casa en una de las zonas más pobres de la ciudad, así como la profesión, fama y misteriosa personalidad de Navarro daban para imaginar multitud de situaciones fantásticas entre las gentes de Toledo. A su muerte la casa pasó a otras manos y ya en las imágenes de 1872 se ven modificaciones en la vivienda como la supresión de las almenas y algunos cambios en la terraza:
En 1883 aparece fotografiada por Alfred Dismorr:
Esta imagen es de 1886:
Las fotografías de Casiano Alguacil hacia 1887 presentan con claridad el aspecto del edificio por aquel entonces:
A principios del siglo XX fue fotografiada con profusión pues la leyenda de la casa se iba haciendo mayor:
Tras la guerra civil, la casa sufrió un paulatino deterioro a partir de una gran riada. Como consecuencia de ella, la Confederación Hidrográfica del Tajo decidió expropiar a su propietario Antonio Aguilar Gómez la vivienda, en la cual vivía con su familia. Fue entonces cuando comenzó el grave deterioro del edificio.
El estado de la casa hacia 1965 era de casi total ruina:
Pero por fortuna llegó Fernando Chueca Goitia y al igual que hiciera con la contigua
Torre del Hierro, acometió la restauración de la casa del diamantista:
Estas son las palabras de Chueca Goitia en relación a su intervención en el entorno de la Casa del Diamantista:
"Este embarcadero pudo gozar de épocas mejores y de más lucida concurrencia, cuando las alamedas que a un lado y otro del río sombreaban sus orillas, acogían gentes que buscaban unas veces un paseo tranquilo y otras un lugar de esparcimiento, merienda y romería. Aunque el automóvil ha acercado ambas orillas del Tajo, esto no impide que vuelva a ser deleitoso el paseo a pie o el cruce del río en barca. Lo que hace falta es volver a dar amenidad a estas orillas y hacer que el público se aficione de nuevo a ellas. Entonces un embarcadero apropiado, sencillo y cómodo, podrá dar nuevo auge a este pasaje tradicional.
El embarcadero queda además situado en un lugar interesante, entre la Torre del Hierro por un lado y la Casa del Diamantista por otro. En torno al embarcadero se puede formar un conjunto atractivo y pintoresco con pequeñas y graciosas alamedas y con restos de remota antigüedad o edificios a los que no falta el misterio y la leyenda tan extendidos en Toledo.
Hace algunos años se hicieron obras para mejorar el embarcadero. Se hizo una escalinata doble toda de piedra para bajar a una plataforma con gradas donde podían atracar las embarcaciones y se puso una columna conmemorativa. Me ocupé de todo con el mayor interés, y no sé si me acompañó el acierto."
Hacia 1991, la casa acogió la sede de la Escuela Taller de Restauración y desde entonces se encuentra en muy buen estado:
Agradeciendo la ayuda en la aportación de datos para la entrada a Pedro Antonio Alonso Revenga y Luis Balmaseda Muncharaz, sólo me queda invitaros a acercaros a este precioso lugar a ser posible en una silenciosa noche de niebla. Sea porque realmente ese lugar tiene un halo mágico o simplemente porque se encuentra en un paraje idílico, os prometo que su visita no os dejará insatisfechos. Especialmente sabiendo que además la leyenda tiene una base real: allí en efecto vivió quien hiciera la corona de Isabel II y quien recompusiera el maravilloso y tristemente dispersado Tesoro de Guarrazar. Ahora que se habla de hacer un gran museo sobre la cultura visigoda en Vega Baja...¡qué magnífica oportunidad para luchar por su reunificación y vuelta a sus orígenes en la sede regia de la monarquía visigoda!
La Casa del Diamantista en Google Maps:
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