En la ciudad de Toledo existieron hasta no hace tanto bastantes ventas en los caminos que se dirigían -o procedían, según se mire- a las diferentes comarcas que rodean la ciudad. Una de las comarcas que más tráfico de personas aportaba era la de los Montes de Toledo, histórica suministradora de los recursos que allí abundaban como eran la leña o el carbón.
Los caminos y vías pecuarias que procedían de esta entrañable comarca llegaban a Toledo principalmente desde el suroeste y confluían en las inmediaciones del Puente de San Martín tras atravesar la zona de los cigarrales, que en buena medida puede considerarse el límite de esta comarca. Era por tanto una zona de gran tránsito que debía dar servicio a los arrieros, carboneros, trajinantes, pastores, recaudadores, clérigos, marchantes y demás viajeros por lo que se concentraban varios establecimientos como la Venta de Caravantes, la Venta Carranza o la Venta del Alma.
Esta última es sin duda la más bella de todas y la que más historia acumula y bien merecía hace tiempo una entrada específica en el blog dedicada a ella.
Parece que ya en el siglo XVII se dedicaba a dar servicio a carboneros monteños, si bien el edificio que ha llegado a nuestros días es muy probable que fuese levantado en 1846.
Por lo general, al hablar de esta venta, se han escrito en los últimos tiempos algunos textos sin demasiado rigor. Uno de ellos atribuye a Benito Pérez Galdós su denominación, pero sin embargo al investigar sobre ello he podido comprobar que su nombre debe venir de más atrás. Y lo más bonito de todo ello, es que he podido recuperar una "nueva" -es un decir- leyenda toledana ligada a la Venta del Alma. Fue publicada nada menos que en septiembre de 1891 en "El Correo Militar" por Adrián García Age, de quien solo he podido averiguar que era miembro de la Sociedad Colombina Onubense y profesor en la escuela de artes y oficios de aquella ciudad. La leyenda es preciosa y desconocidísima, y viene a dar explicación al nombre del lugar:







Las primeras fotografías del edificio, tomadas a finales del XIX y comienzos del XX nos muestran la típica venta castellana, humilde pero pintoresca, en la que destacaban sus porches exteriores:






Es un lugar con amplias resonancias literarias. Como decía al comienzo, se ha escrito que Galdós le dio el nombre -lo cual parece falso- pero sí es cierto que el genio canario estuvo en este lugar, y probablemente se alojó en la venta alguna vez. Aparece citada al menos tres veces en su novela Ángel Guerra y, consciente de su cariño a este lugar, su amigo el excelso pintor Ricardo Arredondo le regaló un cuadro titulado "La Venta del Alma" que Galdós colocó en su casa de "San Quintín" en Santander. En el reverso del lienzo escribió: "A Benito P.Galdós / su admirador / R. Arredondo". El cuadro incluye un autorrerato de Arredondo a caballo:

Sin embargo he podido averiguar que Arredondo "engañó" a Galdós, pues no pintó La Venta del Alma sino otra venta de Toledo. Para afirmar esto me baso en las fotografías de Pedro Román Martínez de esta otra venta -que no he logrado identificar exactamente, por lo que agradezco cualquier pista o información al respecto- en las que se observa que el edificio dibujado por Arredondo no se trata de la verdadera Venta del Alma pese a tener grandes similitudes constructivas. Me inclino a pensar que esta otra venta se situaba más alejada del centro urbano, tal vez en dirección a Layos o a la Bastida (Actualización Diciembre de 2014: finalmente he podido descubrir que se trataba de la casa de los cigarraleros del Cigarral El Bosque):


Pero no quedan aquí las resonancias literarias de esta Venta del Alma, sino que en 1929 Félix Urabayen se atrevió a afirmar que junto a ella se situaba el lugar en que Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita, tuvo los escarceos amorosos que le llevaron a prisión en Toledo por orden del cardenal Gil de Albornoz, encierro que dio lugar nada menos que al Libro del Buen Amor:

Circulan asimismo unos versos al parecer dedicados en el siglo XVII a este emblemático lugar, y que dicen así:
Gracias Venta del Alma
¡Quién lo dijera!
que en la Venta del Alma
la mía perdiera.
¡Quién lo pensara!
quien por nada del mundo
su alma vendiera,
en la Venta del Alma la regalara.
¡Quién lo dijera!
que una sonrisa
y una mirada de unos ojos azules
bastante fuera
a agitar de esa forma toda mi alma.
¡Quién lo pensara!
que en una noche tibia
-media luna rojiza
y el aire en calma-
mi alma
tanto tiempo dormida
resucitara.
En 1965 el estado de la venta era de semiruina, por lo que el Estado decidió tomar cartas en el asunto, como el gran Luis Moreno Nieto se encargó de informar en las páginas de La Vanguardia y de ABC en el verano de aquel año:



Durante algunos años más la venta fue testigo del trajinar de arrieros y pastores, hasta que poco a poco el tráfico motorizado fue ganando la partida:




En la actualidad se encuentra muy bien restaurada y alberga un concurrido bar de copas. Ojala esta entrada sirva para que al menos una porción de las personas que visitan este local sepan valorar la historia del paraje y la leyenda que existe ligada a él. Para terminar, os dejo que la definición que el propio Moreno Nieto escribió de las ventas toledanas en su diccionario enciclopédico de la provincia de Toledo...una verdadera delicia de obra:


La Venta del Alma en Google Maps:
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