lunes, 31 de diciembre de 2018

Una desconocida imagen de la Guerra Civil en Toledo en 1937

La histórica resonancia del asedio del Alcázar de Toledo en el verano de 1936, con el final por todos conocido de la liberación de los sitiados por parte del ejército franquista, hace que un alto porcentaje de la población piense que la guerra en Toledo finalizó con ese episodio. Ello solo es cierto si nos atenemos a la presencia de combates en las calles de la ciudad a partir de esa fecha, pero dista mucho de ser una realidad si nos referimos a enfrentamientos armados en el perímetro inmediato de la ciudad...tan inmediato como unos pocos centenares de metros, pues la guerra en las cercanías de Toledo no finalizó hasta el 26-27 de marzo de 1939 con la Ofensiva Final franquista contra las posiciones republicanas en las inmediaciones de la finca de las Nieves muy cerca del actual Polígono Industrial.
A modo de regalo de fin de año, hoy os voy a traer una muy desconocida y rara fotografía que he podido localizar en el fondo Roger Viollet de París en la que podemos ver un grupo de soldados (probablemente del bando nacional) con la ciudad al fondo. Casi con total probabilidad, se trata de una imagen tomada en 1937 en la zona de los Alijares (actuales terrenos adyacentes a la Academia de Infantería y el Valle). Todo el entorno de Toledo en su flanco sur permaneció en manos republicanas tras el asedio por lo que siguió viviendo intensos combates, escaramuzas, ofensivas y batallas hasta casi el final de la guerra en 1939, por mucho que la ciudad hubiera caído en manos del ejército sublevado a finales de septiembre de 1936.
Hay excelentes libros y blogs sobre la guerra en Toledo que explican muy bien, por ejemplo, la durísima batalla del Cerro de los Palos o "de los cigarrales" entre el 7 y el 13 mayo de 1937. En ella se enfrentaron en cruenta batalla por dominar el Frente Sur del Tajo las tropas republicanas encabezadas por la 11ª División de Enrique Líster frente a las nacionales comandadas por el General Juan Yagüe. El comienzo de la batalla fue una ofensiva nacional para ampliar la cabeza del Puente de San Martín y evitar que Toledo siguiera tan expuesta a una contraofensiva republicana por recuperar la ciudad. En la durísima batalla que tuvo lugar en esta zona cigarralera se contabilizaron 1.000 bajas entre ambos bandos y no tuvo un vencedor claro pues las posiciones permanecieron casi inalteradas.
La zona de la foto que hoy os traigo ya había sido objeto de escaramuzas entre ambos bandos desde el final del asedio. Están citados enfrentamientos, con anterioridad a la mencionada batalla, entre tropas marroquíes del bando nacional y miembros del célebre Batallón Thaelmann republicano en este paraje de Los Alijares a finales de 1936 y comienzos de 1937.
Es por ello complicado saber si la foto se corresponde con las fechas de la batalla de mayo o con las escaramuzas anteriores o posteriores a la misma (en septiembre de aquel año las tropas nacionales avanzaron por allí hacia la Sisla hasta tomar el antiguo palacio que había sido ocupado por los republicanos). Sea como fuere, se trata de una imagen impactante por lo que tiene de icónica: la vieja ciudad castellana aparece semidestruida al fondo de la imagen, con el Alcázar reducido a ruinas, con el aspecto de una tétrica aparición o de un decorado de película de terror épico:
Soldados en una trinchera en la zona de los Alijares con Toledo al fondo en 1937 © Roger Viollet

Una vez más, es una imagen que debe golpear nuestras conciencias y recordarnos que la paz es un bien frágil que hay que valorar y construir cada día entre todos. ¿Quién no se asoma a menudo a los cerros del Valle para fotografiar nuestra querida Toledo, en un atardecer, o amanecer, o entre la niebla? Pues bien, que cada vez que lo hagamos nos venga a la cabeza esta estampa en la que otros, no tan lejanos en el tiempo, observaban la misma ciudad pero no para fotografiarla sino para controlar al enemigo, blandiendo fusiles en vez de cámaras y contemplando ruinas y no monumentos iluminados.
Os deseo, de todo corazón, un 2019 muy feliz, lleno de alegrías e ilusiones en compañía de los vuestros.

- Para saber más: Blog "Toledo GCE", "El campamento de los Alijares y su entorno" (por Carlos Vega).

domingo, 23 de diciembre de 2018

¿Cómo era Toledo justo antes de la Guerra Civil?

Personalmente, siempre me ha sobrecogido conocer cómo era un determinado lugar o realidad física poco antes de que un suceso traumático lo cambiase, desfigurase o destruyese para siempre. Las últimas fotos de las torres gemelas, las imágenes de la salida del Titanic del puerto de Southampton...son estampas que de manera inevitable me producen mucha impresión. Me sucede al ver, por ejemplo, las fotos que tuve la suerte de tomar en un inolvidable viaje a Siria en 2005 con las ciudades de Damasco, Alepo o Palmira como protagonistas, muy pocos años antes de quedar reducidas poco menos que a escombros. Cuando tomaba aquellas fotos como un turista más, no podía imaginar que estaba retratando los últimos años de existencia de monumentos que hoy son ya solo un recuerdo. Alguna tarde, de esas en que la nostalgia te invade, he probado a buscar en internet fotos actuales de aquellos lugares para compararlas con las que yo pude tomar...y os reconozco que no he durado más de unos pocos minutos, pues sin ser ni mi país ni mi entorno más habitual, me duele en el alma comparar unas fotos con otras y, sobre todo, pensar en todo el sufrimiento humano que hay detrás de ese cambio. Tantas vidas segadas, tantos sueños rotos, tantas familias destrozadas...tanto dolor injustificable.
Por eso, cuando tuve conocimiento del reportaje fotográfico que un turista francés realizó en Toledo hacia 1935, no pude sino pensar en mi experiencia siria. Aquel francés que recorrió nuestra ciudad tranquilamente inmortalizando aquellos parajes que llamaron su atención, ignoraba por completo que estaba obteniendo instantáneas irrepetibles muy poco después, como consecuencia del estallido del mayor drama que puede sacudir un país: una guerra civil.
Toledo aparece en esta veintena de imágenes iluminada por un precioso sol de primavera, con unos paisajes floridos tras unas lluvias recientes que, además, habían conferido al (por entonces) limpio Tajo un caudal muy abundante.
Se trata de fotografías cuya mayor rareza técnica se centra en su formato: son cristales estereoscópicos, un tipo de fotos que estaba ya bastante en desuso en los años 30, tras su apogeo en los primeros años del siglo XX.
Ello puede hacer pensar al ver las fotografías que se trata de una colección más antigua, sin embargo la datación del reportaje en los años previos a la guerra civil es inequívoca por la presencia de un elemento muy singular. Me refiero al Puente Nuevo de Alcántara, que aparece ya terminado, con lo que se deduce que es un reportaje tomado, casi con total probabilidad, con posterioridad a su inauguración que tuvo lugar el 20 de octubre de 1933.
Dado que en algunas fotos del reportaje se observa claramente que las fotos fueron tomadas en primavera, se puede afirmar con poco margen de error que es una visita realizada en la primavera de 1934, 1935 o 1936. Es decir, que se trata de un buen resumen del aspecto de Toledo muy poco antes de sufrir el zarpazo de la guerra, que destruyó para siempre tantos monumentos de la ciudad, llevándose por delante miles de vidas.
Comenzaré por ofreceros las fotografías en las que es visible el Puente Nuevo, que permite esta datación (en algunos casos pongo también el "par estereoscópico", es decir la imagen doble que componía este tipo de fotografías con el objetivo de generar una sensación tridimensional al ser miradas a través de un estereoscopio). Aparecen junto a la ermita los dos portentosos y centenarios almeces, de los que uno sigue vivo a día de hoy. Al fondo a la derecha vemos el puente recién construido:
Vista de Toledo y de la ermita del Valle  hacia 1935. Cristal estereoscópico de autor anónimo francés. Colección de Eduardo Sánchez Butragueño
Vista de Toledo y de la ermita del Valle  hacia 1935. Cristal estereoscópico de autor anónimo francés. Colección de Eduardo Sánchez Butragueño

El turista francés se paró en la ermita para fotografiar la ciudad, sin saber que poco después esa vista sería muy diferente: el Alcázar aparecería destruido, no se vería el Convento de San Juan de la Penitencia, ni la Iglesia de San Lorenzo, ni el edificio de Capuchinos junto al Alcázar...
Vista general de Toledo desde el Valle  hacia 1935. Cristal estereoscópico de autor anónimo francés. Colección de Eduardo Sánchez Butragueño
Vista general de Toledo desde el Valle  hacia 1935. Cristal estereoscópico de autor anónimo francés. Colección de Eduardo Sánchez Butragueño
Vista de Toledo desde la ermita del Valle hacia 1935. Cristal estereoscópico de autor anónimo francés. Colección de Eduardo Sánchez Butragueño.
Vista de Toledo desde la ermita del Valle hacia 1935. Cristal estereoscópico de autor anónimo francés. Colección de Eduardo Sánchez Butragueño.

Lo cierto es que desde el Valle aquel visitante galo logró muy buenas imágenes. Me encantan estas en las que aparece el río con un aspecto soberbio al pie de la ciudad:
Vista del Tajo y los Molinos de Daicán  hacia 1935. Cristal estereoscópico de autor anónimo francés. Colección de Eduardo Sánchez Butragueño
Vista del Tajo y los Molinos de Daicán  hacia 1935. Cristal estereoscópico de autor anónimo francés. Colección de Eduardo Sánchez Butragueño
Vista del Tajo y parte de la ciudad de Toledo desde el Valle  hacia 1935. Cristal estereoscópico de autor anónimo francés. Colección de Eduardo Sánchez Butragueño
Vista del Tajo y parte de la ciudad de Toledo desde el Valle  hacia 1935. Cristal estereoscópico de autor anónimo francés. Colección de Eduardo Sánchez Butragueño

Una de mis fotos favoritas es esta vista de la carretera de Madrid con la ciudad al fondo. Se ve en el terreno, ocupado por un olivar, los restos de arrastres de barro por una lluvia intensa caída en días muy próximos a la obtención de la imagen. Este punto de la carretera, hoy muy modificado y convertido en autovía, no está lejano de la casa de labranza de Pinedo. Los árboles (principalmente acacias) que jalonaban el camino aparecen con una parte del tronco pintada de blanco para servir de reflejo a los faros de aquellos primeros vehículos:
Entrada a Toledo por la carretera de Madrid  hacia 1935. Cristal estereoscópico de autor anónimo francés. Colección de Eduardo Sánchez Butragueño
Entrada a Toledo por la carretera de Madrid  hacia 1935. Cristal estereoscópico de autor anónimo francés. Colección de Eduardo Sánchez Butragueño

Este era el aspecto del Puente de San Martín:
Puente de San Martín  hacia 1935. Cristal estereoscópico de autor anónimo francés. Colección de Eduardo Sánchez Butragueño
Puente de San Martín  hacia 1935. Cristal estereoscópico de autor anónimo francés. Colección de Eduardo Sánchez Butragueño

Mirad qué bellas fotografías de la subida desde la calle de las Armas al Miradero:
Cuesta de las Armas (subida al Miradero)   hacia 1935. Cristal estereoscópico de autor anónimo francés.
Cuesta de las Armas (subida al Miradero)  hacia 1935. Cristal estereoscópico de autor anónimo francés.

El entorno del Arrabal es reconocible, aunque ha cambiado bastante a día de hoy. Ya aparece la Puerta de Bisagra sin las casas adosadas. Ese derribo finalizó en 1934, lo que refuerza la datación en el trienio 1934-1936:
Santiago del Arrabal   hacia 1935. Cristal estereoscópico de autor anónimo francés.
Puerta de Bisagra y Santiago del Arrabal hacia 1935. Cristal estereoscópico de autor anónimo francés.

Aquí se ve la Puerta de Bisagra frontalmente:
Puerta de Bisagra hacia 1935. Cristal estereoscópico de autor anónimo francés.

La otra puerta de Bisagra, la Vieja, es la que aparece aquí retratada:
Puerta Vieja de Bisagra   hacia 1935. Cristal estereoscópico de autor anónimo francés.

Los turistas franceses pasaron un rato en las terrazas de Zocodover. Poco después, la plaza cambiaría las mesas con manteles por barricadas, y el sonido de pianos y gramófonos por el de ametralladoras y bombardeos:
Plaza de Zocodover   hacia 1935. Cristal estereoscópico de autor anónimo francés.
Plaza de Zocodover   hacia 1935. Cristal estereoscópico de autor anónimo francés.

Aunque aparece un tanto oscura, esta es la calle de Martín Gamero:
Calle Martín Gamero   hacia 1935. Cristal estereoscópico de autor anónimo francés.

Aquí vemos la Puerta del Sol:
Puerta del Sol   hacia 1935. Cristal estereoscópico de autor anónimo francés.

Como veis, se trata de un reportaje con fotografías ciertamente interesantes tomadas muy poco antes de un cambio radical en la vida de los toledanos, y de todos los españoles, que probablemente pocos imaginaban por mucho que el ambiente en aquella época estuviera especialmente enrarecido. Creo que es oportuno siempre recordar, y más en víspera de la Navidad, la conveniencia de valorar la paz por encima de cualquier otro bien. Es tarea de todos que la concordia reine en nuestro día a día, al margen de las lógicas diferencias que siempre existirán entre los defensores de distintas posiciones ideológicas, pero que jamás deben suponer un desencadenante de espirales de odio autodestructivo como el que se desató en aquellos días y cuyo fantasma ronda de cuando en cuando. Construyamos entre todos una realidad en la que todas las desavenencias se diriman de manera pacífica y civilizada. España no se puede permitir repetir capítulos tan tristes de su historia.

sábado, 8 de diciembre de 2018

El Convento de San Gil o de "Gilitos"

En 1495, en Granada, Juan de Guadalupe decidió fundar una nueva orden con el objetivo de incrementar el rigor y la austeridad de la vida conventual a la orden franciscana. Nació así la Orden de los Hermanos Menores Descalzos, también conocida como Orden de los Hermanos Menores Descalzos de la Estricta Observancia, aunque se les conoce simplemente como Franciscanos Descalzos. Esta reforma observante de la orden franciscana, nacida dentro de los hermanos menores conventuales de modo simultáneo y paralelo al nacimiento en Italia de los hermanos menores reformados, llegó a Toledo en 1557.
Inicialmente se instalaron bajo la advocación de San José cerca de la Ermita de la Virgen de la Rosa, no lejos de la Huerta del Rey, junto al arroyo del mismo nombre -también conocido como de Regachuelo-, en el actual barrio de Santa Bárbara. Allí permanecieron con grandes problemas de insalubridad por las crecidas del arroyo (sufrieron 5 inundaciones entre 1576 y 1604) hasta que en 1607 los hermanos Francisco y Juan de Herrera realizaron una donación de 16.000 ducados para que se construyera un nuevo convento. Tras un breve periodo en el Hospital de San Juan de los Caballeros, junto a San Miguel el Alto, adquirieron la casa del Colegio de los Niños de la Doctrina en el barrio de San Cipriano, donde definitivamente comenzaron la construcción del que sería el célebre Convento de San Gil, conocido por los toledanos como Gilitos. Las obras empezaron el 30 de mayo de 1610, probablemente diseñadas por Juan Bautista Monegro y dirigidas por el maestro de albañilería Martínez de Encabo, que se comprometió a finalizar iglesia y convento en cuatro años. En 1613 el cantero Andrés García labró por 850 reales la portada con piedra monteña de Las Ventas con Peña Aguilera. En 1618 finalizaron las obras de la iglesia y poco a poco fueron más tarde terminándose el resto de estancias conventuales que requirió la adquisición y consiguiente desalojo de los vecinos de 15 casas colindantes.
Lápida situada en la iglesia conventual donde se relata la fundación del convento de San Gil por los hermanos Francisco y Juan de Herrera.
Documento fechado en 1618 que recoge las firmas de los primeros frailes de Gilitos, solemnizando su acatamiento al dogma de la Purísima Concepción. Colección de M. Maroto.
Con gran austeridad, como era norma, durante más de dos siglos habitaron el edificio los monjes franciscanos descalzos, hasta que en 1835 se obligó a cerrar el convento de San Gil debido a la exclaustración decretada por la Desamortización de Mendizábal, que obligaba a cerrar los conventos que tuvieran menos de 12 frailes. Fue en enero de 1836, cuando el gobernador civil promulgó una orden para exclaustrar los conventos que aún quedasen abiertos, el momento en que se cerró definitivamente el convento.
Una vez que el edificio pasó a ser propiedad estatal, y ante la necesidad de construir o habilitar una nueva cárcel (la cárcel vieja de la calle Alfonso XII se encontraba en muy mal estado), se decide que Gilitos sea el lugar elegido para albergar el nuevo presidio. Entre 1851 y 1852 se planean las obras y en 1854 se recaudan los 95.280 reales y 24 maravedíes necesarios para las mismas. Los primeros presos parece que debieron entrar hacia 1860. De esta época datan las primeras imágenes del convento-prisión, en las que es curioso observar que ya las ventanas han sido empequeñecidas para probablemente evitar fugas de presos, aunque las crónicas hablan de una muy deficiente seguridad en el edificio:
Convento de San Gil en 1857. Detalle de una foto editada por Charles Soulier
Convento de San Gil en 1857. Detalle de una foto editada por Charles Soulier.
Puente de San Martín en 1858. Fotografía de Charles Clifford. © Victoria and Albert Museum, London
Convento de San Gil

A comienzos del siglo XX su aspecto poco había cambiado y eran numerosos los testimonios que hablaban de un edificio absolutamente insalubre, oscuro, indigno y tétrico. Estas son fotos de Serafín Mainou en 1905:
Convento de San Gil en 1905. Detalle de una foto de Serafín Mainou. Colección de Juan Modolell
Convento de San Gil en 1905. Detalle de una foto de Serafín Mainou. Colección de Juan Modolell.

De la extrema precariedad de las condiciones de los presos da fe esta hoja de provisiones en 1917:
Hoja de suministro de alimentos a la cárcel de Gilitos en 1917. Colección de M. Maroto.

Aparece en bellas estampas del gran Pedro Román Martínez:
Convento de San Gil hacia 1910. Foto de Pedro Román, Archivo Histórico Provincial, JCCM. Fondo Rodríguez signatura R-150-4-07
Convento de San Gil hacia 1910. Foto de Pedro Román, Archivo Histórico Provincial, JCCM. Fondo Rodríguez signaturaR-151-2-05

Se da la curiosidad de que Francisco Machado, hermano de Antonio, fue entre 1918 y 1929 subdirector de este centro penitenciario, recibiendo la visita varias veces de su hermano quien se alojó en la vivienda que Francisco tenía asignada en el edificio.
Convento de San Gil a comienzos del siglo XX. Archivo Cortes de Castilla-La Mancha
Molino de Gaitán y Convento de Gilitos desde el Puente de San Martín a principios del siglo XX. Fotografía de D. Pedro Román Martínez. Diputación de Toledo, Centro de Estudios Juan de Mariana

Un hombre y un burro junto al Convento de San Gil o Gilitos a comienzos del siglo XX. Colección Personal de Luis Alba Convento de san Gil. Colección Personal de Luis Alba Convento de San Gil y Molinos de Daicán. Colección Personal de Luis Alba Convento de San Gil o Gilitos visto desde San Cristóbal. Foto publicada en Estampa con motivo de los Sangrientos sucesos, disturbios en Toledo con guardias de asalto. Publicada el 12 marzo 1932 Durante la guerra civil Gilitos siguió funcionando como presidio, con historias durísimas de fusilamientos cercanos (muchos en el Paseo del Tránsito) que ejecutaron las milicias republicanas antes de la toma del Alcázar por las tropas franquistas, así como posteriormente estando ya la ciudad bajo dominio de los sublevados.Tanto el diario italiano Stampa como otras revistas francesas y alemanas publicaron los escasos documentos gráficos del patio del edificio con presos en él:
Convento de San Gil usado como cárcel en 1936 durante la guerra civil. Publicada en Stampa.
Cárcel de Toledo (Convento de San Gil) durante la guerra Civil. Publicada en una revista francesa
Tras la guerra el edificio albergó el cuartel de la Guardia Civil a partir de 1952 y hasta 1968:
Guardias civiles en la Calle Descalzos de Toledo en abril de 1963. Película Kodachrome. Donación de la familia Burgos.
Guardias civiles en la Calle Descalzos de Toledo en abril de 1963. Película Kodachrome. Donación de la familia Burgos.
Convento de San Gil en Toledo en abril de 1963. Película Kodachrome. Donación de la familia Burgos.

Posteriormente sirvió tanto como Parque de Bomberos como para albergar una escuela de Esgrima:
Convento de San Gil en su etapa como Parque de Bomberos. Archivo Cortes de Castilla-La Mancha
Convento de San Gil en su etapa como Parque de Bomberos. Archivo Cortes de Castilla-La Mancha
Convento de San Gil en su etapa como Escuela de Esgrima. Archivo Cortes de Castilla-La Mancha

En 1985 el edificio fue rehabilitado para acoger las Cortes de Castilla-La Mancha. El estado del inmueble era lamentable cuando se iniciaron las obras dirigidas por Fernando Chueca Goitia:
Convento de San Gil o de Gilitos antes de su restauración
Convento de San Gil antes de su restauración. Archivo Cortes de Castilla-La Mancha

El resultado de la restauración fue excepcional y a día de hoy se puede decir que el Convento de San Gil atraviesa sus mejores momentos, por lo que debemos felicitarnos.
De sus difíciles tiempos pretéritos hay quien dice que quedan restos: son muchos los testimonios que hablan de extraños ruidos, luces y presencias en las noches de guardia del personal de vigilancia de las Cortes regionales.

Para saber más: "Historia y Arte del Convento de San Gil" (Mariano Calvo, coordinador. Cortes de C-LM, 2008).
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