Han sido muchas las personas que en los últimos días, a raíz de las fotos que publiqué tomadas por Fernando García Mercadal, me han pedido que dedique una entrada al Palacio de Vargas, que protagoniza una de las imágenes más destacadas del reportaje y que posee un elevado valor documental por ser la única tomada en primer plano de los pocos restos que quedaban en pie de este edificio a comienzos del siglo XX. Atendiendo a esta petición, traigo hoy esta entrada en la que intentaré resumir la historia de esta joya arquitectónica desaparecida.
Don Diego de Vargas e Isla fue nombrado Secretario por el Emperador Carlos V el 31 de julio de 1551. Cinco años más tarde, el rey Felipe II al poco de comenzar a gobernar en 1556, asciende a Diego de Vargas al cargo de Secretario de los Reinos de Nápoles y Sicilia y del Ducado de Milán, convirtiéndose en una de las personas con más poder en la corte por la enorme confianza que el monarca tenía depositada en él. Estamos, por tanto, ante un personaje de enorme influencia en la época de mayor esplendor del Imperio Español, por lo que su capacidad económica era muy elevada, siendo probablemente una de las personas más acaudaladas de cuantas vivían en Toledo en el siglo XVI.
No es de extrañar, por tanto, que su rango se viera necesariamente acompañado por una imagen proyectada al exterior de suntuosidad y poder. Y en esa imagen su casa tenía un papel importante para dejar bien clara la altura de su posición y su cercanía al poder real. Es por ello lógico que el Secretario para los asuntos de Italia se hiciera construir un palacio con clarísimas influencias italianas en una época en la que, además, Italia protagonizaba y lideraba desde hacía varias décadas el Renacimiento europeo. De este modo, la morada de Diego de Vargas se situaba en un lugar con unas vistas privilegiadas de toda la Vega Baja con el río Tajo bañando amplias zonas de huertos que convivían con los restos aún visibles del esplendor del Toledo romano, en consonancia con las corrientes renacentistas de búsqueda de inspiración en la naturaleza como creación suprema de la obra de Dios y de recuperación de los valores de la cultura clásica.
El edificio le fue encomendado al arquitecto y humanista Francisco de Villalpando, dando comienzo las obras en 1558 bajo una traza esquemática del arquitecto Luis de Vega que había fallecido en 1552. El edificio se concibió con una planta cuadrada coronada con cuatro torres, una en cada esquina. En el centro, como no podía ser de otro modo, el palacio contaba con un amplio patio renacentista con dos pisos con preciosas arquerías. Según nos cuentan Luis Moreno, Francisco Alguacil y Pablo Alguacil en su imprescindible libro El Toledo Invisible, en el patio Villalpando introdujo una novedad en España: la "serliana en secuencia". Se trataba de tres serlianas (arcos de medio punto combinados con vanos adintelados) sobre columnas dóricas de fuste liso, en el piso inferior, rematado con un entablamento dórico con un friso con triglifos y metopas. En el piso superior, de orden jónico, los vanos más grandes tenían arcos rebajados y los vanos menores contaban con dintel y arco de medio punto. La fachada por la que se accedía, en el lado opuesto al que mira a la Vega Baja, contaba con una portada con mármoles labrados en estilo dórico y con columnas estriadas a ambos lados. El friso estaba decorado con morriones (un tipo de casco), bucráneos (ornamento con forma de cabeza de buey) y páteras (un tipo de plato redondo de la antigüedad). Presidía el conjunto el escudo de armas de los Vargas y dos figuras femeninas sentadas labradas también en piedra. La fachada trasera, al ser muy visible desde la Vega Baja, estaba asimismo ricamente ornamentada y en ella estaban presentes también las serlianas del patio. El conjunto debía contar también con sillares almohadillados a la vista de lo que indican los grabados y las fotografías. Contaba asimismo, según descripciones como la de Antonio Ponz, con una escalera monumental.
Tenemos la fortuna en Toledo de que en 1563 (es decir, con el Palacio de Vargas recién construido) el dibujante flamenco experto en paisajes Anton van den Wyngaerde (conocido en España como Antonio de las Viñas o Antón de Bruselas) realizara un excelente dibujo de nuestra ciudad vista desde el norte:
En el dibujo, el Palacio de Vargas (escrito como "Casa de Bargas" por el dibujante) aparece en todo su esplendor y con mucho detalle. Se identifican claramente todos sus pisos y buena parte de su decoración, así como su estructura con cuatro torres. Es tan realista el retrato que me atrevería a decir que con las técnicas de diseño digital existentes actualmente se podría recrear esta fachada del edificio y buena parte de su volumen tridimensional de modo muy fiel a lo que debió ser:
Unos años después, entre 1610 y 1614, fue nada menos que el Greco el que pintó el Palacio de Vargas, incluyéndolo en su célebre Vista y Plano de Toledo. El el lienzo del cretense, aunque es menos realista que el grabado de Wyngaerde, también se reconoce a la perfección el edificio:
El Greco volvió a representar el Palacio de Vargas en su Laocoonte:
Estas son otras representaciones del Palacio de Vargas en algunos dibujos y pinturas del siglo XVII:
Por desgracia, aproximadamente un siglo después de ser inmortalizado por el Greco, el Palacio de Vargas fue incendiado por las tropas austríacas dirigidas por Guido von Starhenberg durante la Guerra de Sucesión Española el 29 de noviembre de 1710. El edificio fue reparado y tuvo un siglo más de vida, hasta que volvió a ser incendiado durante la invasión francesa en 1808 por las tropas dirigidas por Pierre-Antoine Dupont. Este segundo incendio fue mucho más destructor y el palacio ya nunca fue reconstruido, perdiéndose para siempre la que era una de las joyas de la arquitectura civil renacentista española. Los restos del edificio fueron expoliados y reaprovechados en diferentes lugares de la ciudad, quedando en pie muy poco cuando la era fotográfica dio comienzo. De este modo, hacia 1875 podemos ver los restos del palacio en esta rarísima foto que hace poco he adquirido (y de la que solo muestro una porción, pues he de recomponerla dado que está rota en 10 pedazos) tomada desde una perspectiva muy poco habitual en el siglo XIX. Se vislumbra en la parte derecha del edificio todavía en pie el muro de la torre situada más al oeste:
A finales del siglo XIX se construye a su lado el edificio de la Diputación Provincial. Aquí vemos el flamante edificio y a la derecha algunos restos del Palacio de Vargas, ya mucho menores que en la anterior fotografía:
En esta preciosa vista de Pedro Román también se vislumbran los restos:
En esta foto aérea de los años 20 vemos muy bien el solar de Palacio de Vargas, adivinándose aún su planta cuadrada:
En los primeros años del siglo XX se tomaron algunas fotos de poca calidad de las ruinas:
En esta genial foto vemos los restos en la zona superior de la imagen (si sois capaces de no mirar solo al grupo que posa, que no es fácil):
En los años 30 llegó Fernando García Mercadal y obtuvo las sensacionales fotos en primer plano de los restos, que son las que han motivado que redacte esta entrada:
A mediados del siglo XX -concretamete en 1943- en el solar se edificó el Instituto de Higiene, más tarde Delegación de Sanidad y hoy dependencias de la Diputación Provincial. Se hallaron, como es lógico, multitud de restos, pero apenas se respetaron, y hoy en día queda solo algún sótano y las trazas de los arranques de los muros situados más al norte:
Y hasta aquí el repaso a la historia de este fabuloso edificio desaparecido, testigo del esplendor y de la decadencia de España y de Toledo. Ojalá en el futuro ningún edificio histórico más de la ciudad sea destruido, y mucho menos en circunstancias tan dramáticas como son las guerras, causa del fin del legendario Palacio de Diego de Vargas.
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2 comentarios
En los años noventa se hizo una excavación arqueológica en los sótanos del antiguo Instituto de Higiene, por Bienvenido Maquedano y Carlos Barrio, en la que aparecieron numerosos restos cerámicos que permitieron reconstruir cómo eran las magníficas azulejerías que revestían los zócalos y muros del palacio de Vargas. Años después, el primero de dichos arqueólogos escribió una interesante monografía ilustrada, titulada "Los orígenes de la azulejería talaverana : las casas de Vargas", editada por el Ayuntamiento de Talavera en 2003, que tuve el placer de prologar.
Muchas gracias por compartir estas historias tan interesantes. Estoy escribiendo una novela juvenil enclavada en Toledo en los primeros días de diciembre de 1710 y seguramente, con su permiso, eche mano de sus aportaciones en más de una ocasión.
Un saludo, Marta.
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