El 30 de diciembre de 1977 Peter Laurence conducía de vuelta desde tierras del sur hacia su casa en Alemania cuando decidió detenerse en Toledo para pasar un día en ella, reponer fuerzas y cargarse de esa energía positiva que solo unas pocas ciudades en el mundo son capaces de transmitir.
Han pasado 43 años desde entonces y creo que hoy, día de Navidad de 2020 es el mejor momento para enseñároslas. En esta Navidad tan extraña, tan diferente y tan inconcebible hace solo unos meses, ver estas fotografías me produce una gran emoción personal. A ello también ayuda el hecho de ser 1977 el año en que yo nací, lo que me lleva a pensar que esas estampas navideñas son las primeras que mis ojos vieron con solo 9 meses de vida. Me imagino en un carrito paseando con mis padres y hermanos, con mis abuelos y tíos, en esas mismas calles -hoy semidesiertas- que desde entonces son mi ecosistema vital.
El Toledo de 1977, a la vista de las imágenes, tenía grandes retos por delante. Los edificios del centro presentaban una degradación mucho mayor que la actual (valoremos todo lo conseguido desde entonces) y estaba inmerso en un despoblamiento hacia las nuevas barriadas a un ritmo vertiginoso (por mucho que algunos digan que el turismo es quien ha expulsado a más habitantes del centro, lo cierto es que fue la búsqueda de tipologías de vivienda distintas a las que ofrecía la ciudad medieval lo que provocó ese éxodo) que también por suerte se ha contenido en las últimas décadas. El tráfico en las estrechas calles era bastante caótico y requería guardias urbanos en muchos de los cruces del centro histórico y no era fácil caminar pues los aparcamientos indiscriminados apenas respetaban aceras y espacios mínimos para el peatón.
El repaso al reportaje de Peter Laurence lo voy a comenzar por las escenas más navideñas, como por ejemplo el belén de la Plaza de Zocodover con su árbol de Navidad que se solía colocar junto a él:
Las fachadas de la Plaza, grises y llenas de desconchones, daban un aspecto un tanto triste al lugar, aunque la presencia todavía del Café Español en la esquina con la calle Ancha proporcionaba vida y señorío a la plaza (pueden intuirse sus luces interiores):
El estado de conservación de las viviendas en la zona de la Puerta del Cambrón era así de degradado, en contraste con su aspecto actual:
Cerca de allí, el entorno del Monasterio de San Juan de los Reyes presentaba todas las aceras llenas de vehículos aparcados sin control:
La calle Cervantes -por entonces de subida para los coches- no tenía apenas espacio para los peatones y cualquier esquina se aprovechaba para aparcar:
La esquina entre Arco de Palacio y la calle Trinidad, cerca también de Hombre de Palo y Nuncio Viejo, era un lugar tan conflictivo para el tráfico que requería la presencia de un guardia urbano:
La enorme iglesia de San Marcos presentaba este triste aspecto, tras la demolición de las casas adosadas a ella, cuando se generó la plaza. En la actualidad es un lugar que acoge el Archivo Municipal y un amplio espacio peatonal:
Una preciosa vista de la calle Taller del Moro con la Iglesia del Salvador y San Marcos al fondo:
En esta vista desde la Plaza del Salvador intuimos al fondo en Santo Tomé la masiva presencia de coches, tanto aparcados como circulando:
Santo Tomé era, es y será la calle más bonita de la ciudad, aunque reconozco que en este juicio no soy nada imparcial...
Las tiendas de damasquinos y artesanía del barrio fueron visitadas por Laurence y su familia:
Aquí vemos un Renault 12 subiendo por la calle Pozo Amargo hacia el ayuntamiento:
El Castillo de San Servando con el Restaurante La Cubana a sus pies:
El Paseo de Recaredo, en una estampa muy bella, poco después de haberse ejecutado la obra que suprimió el paso superior, con túnel bajo él, enfrente de la Puerta Vieja de Bisagra:
Algunas estampas en el acceso a la ciudad por la carretera de Madrid:
La Academia de Infantería con sus jardines, en los que hoy esos mismos árboles presentan un porte mucho mayor tras 43 años de cuidados:
La Catedral, siempre tan bella:
El Alcázar:
Con mis mejores deseos en estas fechas especiales, con la esperanza de poder superar pronto y juntos esta maldita pandemia, solo me queda agradecer a Peter Laurence la cesión de estas fotos y a Isaac Solano haberme puesto sobre la pista. Cuidaos mucho y cuidad a los vuestros. ¡Feliz Navidad y Feliz 2021!
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2 comentarios
"(por mucho que algunos digan que el turismo es quien ha expulsado a más habitantes del centro, lo cierto es que fue la búsqueda de tipologías de vivienda distintas a las que ofrecía la ciudad medieval lo que provocó ese éxodo)"
Comparto totalmente esa opinión y la constato en mi trabajo profesional en Toledo. El caserío de Toledo en su configuración actual fruto de infinitas particiones y troceamientos no soporta los mínimos estándares de habitabilidad que se le exige al uso residencial. Eso si, no cabe duda que alberga tesoros incalculables por lo que deberíamos establecer un adecuado equilibrio entre lo conservado y lo reestructurado y eso exige una gran labor de estudio y regeneración urbana fuera de los tópicos que escuchamos últimamente sobre la perniciosa ocupación turística y hotelera que en algunos casos está salvando edificios de la ruina
Fue el verano de aquel año, cuando llegué a Toledo sin saber nada previamente y comparto la impresión con Laurence. Recuerdo una casa, bien podría ser por la calle Sinagoga, cuya pared acababa de desplomarse dejando ver las desnudas espaldas de anaqueles llenos de libros y archivadores, casi milagrosamente suspendidos en el vacío. Sin embargo, la ciudad incluso maltrecha, ejercía una especie de magnetismo.
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