Con motivo del tercer aniversario de su fallecimiento, hoy Toledo Olvidado rinde homenaje a Víctor de Tena, uno de los mejores fotógrafos que Toledo tuvo la suerte de contar entre sus vecinos a lo largo de muchas décadas, aunque esa faceta fotográfica ha sido en buena medida desconocida para muchos.
Por todo ello, por su carácter semidesconocido para el gran público pese a la calidad de su obra y por en gran cariño que siento por su familia, hoy es para mí una inmensa alegría poder dar a conocer decenas de sus fotografías que estoy seguro que van a hacer disfrutar a miles de toledanos.
Su verdadero nombre era Victoriano de Tena Sardón, aunque Víctor era como le gustaba que le llamasen. Nació en Aranjuez en 1934, donde residía su madre Rosa, madrileña. Ella, embarazada de Víctor se queda viuda, lo que hace que cuando el niño tiene tres años vea conveniente enviarle a Toledo con sus tíos, guardeses del Cigarral del Ángel, lugar del que Víctor guardaba los mejores recuerdos de su infancia “pescando y nadando en el río o jugando a cruzar hasta el polvorín de la Fábrica de Armas”. Quizá esa época feliz le vinculó a Toledo para siempre, lugar donde volvió en su juventud tardía. Con 7 años sus tíos le envían con un familiar a Madrid, donde estudia interno en los Maristas.
Una larga enfermedad le mantiene meses en la cama, donde comenzó a leer durante días enteros “para luchar contra el aburrimiento”. De aquella experiencia surgió su amor por los libros y la cultura. Al salir del colegio, con 16 años, comienza a trabajar de aprendiz en una tienda de fotografía, donde se familiariza con las técnicas fotográficas del momento y se empeña en manejar y conocer todo tipo de cámaras, afición que le acompañará durante toda la vida. En ésta época decía vivir en las llamadas “Cuevas de Leganés y en la calle”, refiriéndose al parecer a lo que fueron refugios durante la guerra civil. Es entonces cuando descubre las bibliotecas, lugares para él sagrados: “Allí no pasaba frío y podía leer todo lo que caía en mis manos”.
Su vida transcurre en Madrid hasta los 22 o 23 años, momento en el que decide viajar por el mundo en tren, auto-stop o andando y mochila en ristre. Visita Grecia, Italia, Egipto y finalmente Palestina, donde trabaja durante dos años en las minas “para poder volver a España”. Allí conoce a su amigo Roy, americano, que le ayuda a perfeccionar su inglés (lengua en la que se comunicaban en Palestina) y que emprende el viaje de vuelta con él. A su regreso a Toledo, trabaja como guía-intérprete, “en la época en que esperábamos autobuses de turistas en la oficina de Turismo de la Puerta de Bisagra. Según fuesen ingleses, franceses o japoneses, los cogíamos un guía u otro”. Siempre recordó aquella época como profesionalmente incierta, pero divertida, disfrutando de Toledo con guías de la época como Rufino Miranda, Ángel, Pepe..., los que serían sus amigos de aquella época y que perdurarían en el tiempo. Con ellos organizaba concursos de fotografía entre amigos: "elegíamos un tema y salíamos a tirar fotos, un día tocaba burros, otro monumentos, otro el río”. Sus hijos le recuerdan siempre con la cámara fuera de la funda, siempre mirando y comentando fotos.
En Toledo conoce a Marina Riaño, hermana de uno de sus mejores amigos, con la que se casa y tiene tres hijos.
Cuando sus dos primeros hijos ya contaban con cinco y tres años comienza la carrera de Filología Inglesa, yendo y viniendo en el autobús de estudiantes de Madrid a Toledo. Oposita y en los años 70 comienza a trabajar como profesor de Inglés en la Universidad Laboral, volviendo a su labor de guía únicamente en contadas ocasiones y casi “por ocio y por no perder la fluidez del inglés”.
Hasta el final de sus días mantuvo su interés por la fotografía, el cine y por las últimas tecnologías asociadas a estas artes. Su hija María le recuerda con 80 años, frente al ordenador, pidiendo una nueva versión del Photoshop. La primera se le quedaba pequeña, ya que descubrió maravillado las posibilidades de la edición de imágenes. Nunca dejó de lado su pasión por las cámaras, por el revelado en blanco y negro, ni su “manía” eterna de clasificar negativos con orden minucioso: “Si no lo haces así, se pierden las imágenes. Y eso sería una pena”. Gran conversador y de enorme humanidad, fue siempre un adelantado de su tiempo en el corazón de la antigua ciudad de Toledo.
Sus mejores fotografías tanto por su valor documental como por su calidad técnica y artística son, desde mi punto de vista, las que obtuvo a su regreso de Palestina, a a finales de los años 50, en las que retrata Toledo con maestría, dejándonos para la historia soberbias imágenes de aquella vida de transición entre los antiguos usos y costumbres y los primeros síntomas de la llegada del progreso. Sirvan por ejemplo de botón de muestra las maravillosas fotos del mercadillo del martes en Zocodover:
Aquí vemos la plaza un día normal, sin mercado:
La primera vez que vi esta foto me enamoré de ella: tal vez la mejor muestra de lo que daba de sí la pesca en el Tajo. Una ristra de peces recién pescados aparece secándose al sol, ya sin tripas, ensartados en un alambre que colgaba de viejos clavos insertados entre los viejos sillares del Puente de San Martín:
El Puente de San Martín fue también el lugar en el que Victoriano de Tena obtuvo esta sensacional fotografía que habla de todas las transiciones que estaban por llegar a Toledo y a España: un burro con su joven arriero montado en él ha de esperar a que un camión salga del Puente (aún se circulaba por él) mientras un descapotable conducido por una joven chica espera su turno, sin prisa, segura de que el tiempo ya corría a su favor por más que el burro y el camión tardasen en pasar:
Víctor no dejaba pasar la oportunidad de retratar la vida cotidiana, reflejando estampas un tanto peculiares que hoy son joyas documentales. Por ejemplo, la de este niño defecando en plena calle junto al Puente de San Martín:
Siempre mostró predilección por fotografiar borricos, siendo decenas las estampas en las que aparecen en sus fotos. Os dejo una selección de las más bellas:
Mirad qué sensacionales fotografías de la romería de la Virgen de la Guía:
La originalidad siempre asoma en la obra de Tena, por ejemplo en esta inusual vista del Corpus, en la que vemos los toldos desde arriba generando una bonita sensación de "gran serpiente de tela", tomando la foto desde una de las últimas plantas de un edificio de la calle Ancha:
Ya en los años 60, Víctor fotografió el mercado del martes ya trasladado al Miradero tras la reforma de Zocodover. Son fotos preciosas:
La vida de la Plaza del Ayuntamiento, ya con los Seat 600 dominando la escena:
Las inmediaciones de la Puerta del Cambrón y el ascenso a San Juan de los Reyes:
El Tajo, su compañero de niñez, está muy presente en la obra de Víctor y sus fotos son un alegato por la recuperación de su dignidad y la defensa de su caudal ante el vergonzoso maltrato que sufre por la contaminación y los trasvases:
Las inmediaciones del Paseo de Merchán, muy cerca de la oficina de turismo donde tantos años recogió a grupos de turistas:
Una parte impresionante de la colección de Víctor de Tena es el extenso reportaje que realizó en una visita a las zonas más inexploradas y recónditas de la Catedral, como son sus tejados, zonas altas y espacios entre cubiertas. Se debió tratar de una visita especial con personas destacadas, entre las que reconozco a D. Luis García Hinojosa, Luis Riaño, Ángel Ortiz Silva o Leandro García-Lomas Godino. En algunas fotos vemos preciosos aspectos de los arbotantes desde perspectivas muy raras e inusuales, en otras vemos curiosas inscripciones y grabados, techumbres dificilísimas de ver en una visita común, espacios inaccesibles bajo las cubiertas...en definitiva, un viaje sensacional a la Catedral más desconocida realizado en los años 60:
Y tras esta auténtica sobredosis de toledanidad que constituyen las fotografías de Víctor de Tena, solo me queda agradecer a toda su familia, en especial a mis queridísimas Marina y María, el privilegio de poder disfrutar de su obra. Por lo que a mí respecta, supone un verdadero honor poder dar a conocer la obra de alguien con un talento tan especial que sin duda han heredado en casa.
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6 comentarios
Magnífico reportaje, dejo aquí mis lágrimas de felicidad por haber conocido y querido a Victor con todo mi corazón desde niña !
Excelente reportaje, mi padre era uno de los guías intérpretes compañero de Víctor, y amigo de su familia, también buen fotógrafo. Las dos primeras personas que aparecen en las fotos de la parte alta de la catedral son Ángel Ortiz Silva, lamentablemente ya fallecido, excelente profesor del Instituto de Enseñanza Media, licenciado en Química, y profesor del Colegio de Infantes, donde me dio clases de Matemáticas, Física, Química y Ciencias Naturales, una persona excepcional que merecería un gran homenaje. El otro es Leandro García-Lomas Godino, también profesor de matemáticas en el Colegio de Infantes, hijo de un casi legendario catedrático de Matemáticas del Instituto de Enseñanza Media (también llamado Leandro García-Lomas).
¡Mil gracias por las aportaciones! Actualizo la entrada con los nombres. Un abrazo.
Recuerdo el dia que vovio de Palestina y vino a vernos a casa, aun conservo el libro que me regalo.
El instinto de saber hacia donde apuntar el lente de la cámara. Increible
Grandes fotografías. De mis favoritos!
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