Creo sinceramente que la recuperación de la memoria fotográfica es una muy eficaz herramienta en la lucha por reivindicar el regreso de un Tajo limpio, con caudal, generador de vida y de cultura, pues nada hay más elocuente que una imagen para demostrar a los toledanos de hoy —especialmente a los más jóvenes— que el Tajo puede y debe ser una realidad muy diferente de la que es actualmente, no porque lo reivindiquemos como una utopía, sino porque simplemente estamos hablando de revertir la situación del río a su estado previo, tal como era hasta 1972, es decir —hablando en términos naturales y geológicos—, hace realmente muy poco.
No es soñar, es reparar.
No es reclamar privilegios, es restituir un agravio.
No es pedir un deseo irrealizable, es reinvindicar justicia.
Y en esa lucha ciudadana que debe proseguir en este nuevo curso, hoy tengo la suerte de poder ofreceros nuevas fotografías que demuestran bien a las claras lo que el Tajo era para los toledanos cada verano. De la mano de la generosidad de la familia Hernández Soriano, a quienes agradezco con todo mi cariño la cesión de estos tesoros, hoy vamos a viajar al verano probablemente de 1969 —tal vez 1970—, concretamente a la Playa de Safont junto al Tajo, para rememorar aquellas jornadas estivales de baños en sus limpias aguas, de merendolas familiares en sus finas arenas y de reuniones de jóvenes y mayores en la ribera de un río vivo, generador de bienestar y orgullo cívico que un día perdimos cuando, sin preguntarnos, nos lo robaron miserablemente contaminándolo y reduciendo su caudal con infames trasvases para alimentar el sinsentido de la agricultura intensiva en otras cuencas hidrográficas.
Las imágenes son absolutamente entrañables y nos muestran a Antonio, Felipa, Mercedes y Toni disfrutando de un día feliz, en compañía de decenas de toledanos más, completamente ajenos al triste destino que, muy pocos años después, le esperaba a esa playa, a ese río, a ese paisaje... convertido en la putrefacta cloaca a la vista de miles y miles de personas que en los últimos 50 años tenemos la desgracia de contemplar.
Es realmente precioso viajar en el tiempo hasta ese día, ver a Mercedes feliz en la mayoría de las imágenes, con esa sonrisa plena, sincera e indisimulada que solo los niños son capaces de mostrar cuando realmente están disfrutando. Podemos ver gangos en las orillas, esos chiringuitos a la toledana que complementaban las bondades del río con sus platos tradicionales y sus bebidas bien frías, convirtiendo la playa de Safont en un lugar idílico, hoy casi irreconocible pero que, gracias a estas imágenes y a la generosidad de esta familia tan querida para mí, hoy nos sirven para continuar la lucha por un Tajo vivo.
Espero que os gusten.




















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