Sin embargo, no hace tanto tiempo, este club existió y gozó de años de esplendor y actividad ligada al río. En estos días en que esperamos como agua de mayo la decisión gubernamental del establecimiento de los caudales mínimos a los que una sentencia judicial obligó hace unos meses, es importante recordar a la sociedad -especialmente a los más jóvenes- que el Tajo puede y debe ser no solo un recurso natural de primer orden, sino también un excelente recurso cultural, social, recreativo y hasta me atrevería a decir que económico. Por ello traigo hoy al recuerdo esta entrada dedicada al que fue el Club Náutico de Toledo, y lo hago lleno no solo de ilusión por poder verlo renacer algún día con un Tajo vivo, sino también muy orgulloso por ser nieto de uno de sus fundadores: Eduardo Butragueño Bueno.
La historia del club tiene su origen en la instalación en la década de 1920 de un trampolín en la zona de la playa de Safont. Allí disfrutaban, nadaban y competían entre ellas varias decenas de personas, de modo aficionado y sin estar constituidos oficialmente como asociación o club:






Su afición a los deportes acuáticos en el Tajo fue creciendo a la par que su amistad, y ello les llevó a constituirse como club con el nombre de Club Náutico de Toledo. El club nació oficialmente el 29 de junio de 1932 (festividad de San Pedro) como recogió la prensa de la época:











Mi abuelo, que ya sabéis que era un gran aficionado a la fotografía desde muy joven, obtuvo preciosas y emotivas imágenes de la actividad del club:








Aquí, una vista general donde se aprecian las instalaciones del club en ambas orillas del Tajo:





Es muy probable que estas fotos que conservo de mi abuelo fueran tomadas aquel día:



Uno de los retos que se planteó el club fue descender en piragua desde Toledo hasta Lisboa siguiendo el curso del Tajo. Lo que terminó de convencerlos para intentarlo fue el fraude que el propio club denunció el 7 de septiembre de 1932, perpetrado por unos escoceses (o irlandeses según otras fuentes) que diciendo que iban a realizar el descenso completo, en realidad hicieron en tren buena parte del recorrido:


Dos valerosos toledanos miembros del Club Náutico de Toledo decidieron realizar la hazaña y plasmar sus impresiones en un diario. Se trata de Jafet Arevalillo e Isabelo Moreno, que consiguieron llegar en piragua a Lisboa desde Toledo tras muchísimas penalidades a finales de aquel mismo mes. El diario toledano El Castellano se hizo eco de la noticia y publicó un detallado resumen de toda la travesía que recomiendo vívamente leer con detenimiento:





En 1935 el diario As dedicó un reportaje al Club Náutico de Toledo:





Sin embargo, aquella afición náutica caló tan profundamente en mi abuelo que finalizó sus estudios para convertirse en capitán de la Marina Mercante, profesión que le permitió viajar por todo el mundo a lo largo de su vida demostrando que los sueños, al igual que los ríos, si se les deja fluir, tienen un maravilloso final que no conoce límites.
