sábado, 27 de septiembre de 2014

Toledo fotografiado por Francesc Català Roca, el Cartier-Bresson español

Es difícil comenzar a escribir esta entrada. Es complicado expresar con palabras lo que las imágenes que hoy voy a mostraros me hicieron sentir la primera vez que las vi. No es sencillo explicar por enésima vez la suerte que tenemos de disfrutar cada día de este privilegio hecho ciudad. Por ello intentaré ser muy breve, porque hoy las palabras casi sobran.
En febrero de 2014 me puse en contacto con el Colegio de Arquitectos de Cataluña con la vaga esperanza de que esta institución poseyera entre sus fondos alguna imagen toledana de mi fotógrafo español preferido: Francesc Català Roca.
Unas semanas después me llegó uno de los correos que más ilusión me ha hecho recibir. Núria Gil, la responsable del archivo fotográfico de este colegio encargado de custodiar el inmenso legado de Català Roca, me comunicaba que sí, que entre sus fondos conservaban varias decenas de imágenes del maestro tomadas en la ciudad.
Pero aún quedaba lo mejor. Unas semanas después pude tener por fin acceso a copias en baja resolución de estas imágenes y lo cierto es que mis expectativas, que eran ya altísimas, se vieron totalmente superadas.
Francesc Catalá Roca
El considerado por muchos el Cartier-Bresson español, nacido en Valls (Tarragona) el 19 de marzo de 1922 y fallecido en Barcelona en 1998, no solo había estado en Toledo fotografiando sino que las fotografías aquí tomadas por él -probablemente nunca antes vistas salvo por él mismo y su círculo más íntimo- eran de una calidad arrolladora. La ilusión y emoción que sentí al verlas la he experimentado con pocas colecciones fotográficas anteriores.
Este maestro de la fotografía, el que mejor supo retratar las luces y las sombras de la España premoderna de los años 50 y 60, de su cotidianeidad, de su sociedad y de su despertar a una nueva época, estuvo en Toledo y hoy vamos a disfrutar con su obra.
Francesc Català-Roca
Para poder ofreceros estas imágenes he adquirido los derechos de reproducción de una selección de su trabajo toledano, siendo todas las imágenes propiedad del mencionado colegio (© Arxiu Fotogràfic de l’Arxiu Històric del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya). Queda por tanto prohibida la distribución y uso de estas imágenes sin su permiso. Aprovecho para agradecer al Colegio de Arquitectos de Cataluña su amabilidad y buen trabajo, especialmente a Núria Gil y su equipo de digitalización.

Francesc Català Roca estuvo en Toledo al menos en dos ocasiones. La primera de ellas en los años 50, con motivo de un Corpus Christi. Comenzaré directamente por ofreceros la fotografía que para mí es la mejor de todas. Calle Alfileritos en la mañana del jueves del Corpus. Un soldado cubre la carrera procesional mientras a su lado una mujer dedica un momento a la imagen de la Virgen que da nombre a la calle. Completan la escena otra mujer y un niño vestido con sus mejores galas, que para eso es el día del Corpus. Toda la estampa está coronada por el tejadillo que cubre la cruz situada sobre la imagen con la leyenda "Mater Dolorosa". ¿Cómo no emocionarse ante tal portento de fotografía?
Calle Alfileritos un día de Corpus en los años 50. Fotografía de Francesc Catalá Roca © Arxiu Fotogràfic de l’Arxiu Històric del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya. Signatura B_4336_355

Las fotografías de la procesión son de una calidad excepcional. No se limitaba el maestro a fotografiar el paso de la comitiva sino que capturaba de modo inigualable detalles, muecas, rostros, posturas, relaciones humanas y luces:
Procesión del Corpus Christi en los años 50. Fotografía de Francesc Catalá Roca © Arxiu Fotogràfic de l’Arxiu Històric del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya. Signatura B_4354_356
Procesión del Corpus Christi en los años 50. Fotografía de Francesc Catalá Roca © Arxiu Fotogràfic de l’Arxiu Històric del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya. Signatura B_4348_356
Procesión del Corpus Christi en los años 50. Fotografía de Francesc Catalá Roca © Arxiu Fotogràfic de l’Arxiu Històric del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya. Signatura B_4347_356
Procesión del Corpus Christi en los años 50. Fotografía de Francesc Catalá Roca © Arxiu Fotogràfic de l’Arxiu Històric del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya. Signatura B_4337_355
Procesión del Corpus Christi en la calle Alfileritos en los años 50. Fotografía de Francesc Catalá Roca © Arxiu Fotogràfic de l’Arxiu Històric del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya. Signatura B_4351_356
Procesión del Corpus Christi en los años 50. Fotografía de Francesc Catalá Roca © Arxiu Fotogràfic de l’Arxiu Històric del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya. Signatura B_4355_356
Jóvenes asomadas al mirador en un día de Corpus en los años 50. Fotografía de Francesc Catalá Roca © Arxiu Fotogràfic de l’Arxiu Històric del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya. Signatura B_4358_356

En su recorrido por la ciudad aquellos días (debió estar varias jornadas) paseó por la ciudad retratando deliciosas escenas. Tengo debilidad por las imágenes del legendario Café Español de Zocodover:
Café Español de Zocodover en los años 50. Fotografía de Francesc Catalá Roca © Arxiu Fotogràfic de l’Arxiu Històric del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya. Signatura B_8574_713
Leyendo el periódico en la terraza del café Español de Zocodover en los años 50. Fotografía de Francesc Catalá Roca © Arxiu Fotogràfic de l’Arxiu Històric del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya. Signatura B_5641_463

Sensacional, magistral, excelsa...todos los calificativos quedan cortos a la hora de describir esta fotografía en la que un cura pasa delante de la tienda de libros antiguos de Balaguer frente a la Puerta de los Leones:
Librería anticuaria Balaguer frente a la Puerta de los Leones en los años 50. Fotografía de Francesc Catalá Roca © Arxiu Fotogràfic de l’Arxiu Històric del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya. Signatura B_8571_713

También me dejó sin aliento esta imagen de un bellísimo coche pasando bajo el Arco de Palacio:
Un coche bajo el Arco de Palacio en los años 50. Fotografía de Francesc Catalá Roca © Arxiu Fotogràfic de l’Arxiu Històric del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya. Signatura B_8573_713

Las calles típicas, como la calle Ancha y la Chapinería, fueron inmortalizadas por Català Roca:
Calle Ancha en los años 50. Fotografía de Francesc Catalá Roca © Arxiu Fotogràfic de l’Arxiu Històric del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya. Signatura B_8577_714
Calle de la Chapinería en los años 50. Fotografía de Francesc Catalá Roca © Arxiu Fotogràfic de l’Arxiu Històric del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya. Signatura B_8576_713

Aquí tenemos otra fotografía sensacional: una tienda para turistas.
Una tienda de souvenirs en Toledo en los años 50. Fotografía de Francesc Catalá Roca © Arxiu Fotogràfic de l’Arxiu Històric del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya. Signatura B_8566_713

Es precioso contemplar nuestros monumentos en un contexto tan fácilmente identificable con los años 50 como son estos vehículos, en este caso junto a la Puerta del Sol, el Puente de San Martín y la Catedral:
Puerta del Sol en los años 50. Fotografía de Francesc Catalá Roca © Arxiu Fotogràfic de l’Arxiu Històric del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya. Signatura B_13536_1152
Puente de San Martín en los años 50. Fotografía de Francesc Catalá Roca © Arxiu Fotogràfic de l’Arxiu Històric del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya. Signatura B_8608_716
Plaza del Ayuntamiento y Catedral de Toledo en los años 50. Fotografía de Francesc Catalá Roca © Arxiu Fotogràfic de l’Arxiu Històric del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya. Signatura B_13521_1150

Mirad qué preciosidad de fotografía de la Catedral desde la confluencia de Pozo Amargo con Santa Isabel:
Catedral de Toledo en los años 50. Fotografía de Francesc Catalá Roca © Arxiu Fotogràfic de l’Arxiu Històric del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya. Signatura B_13524_1151

Es genial en esta toma el protagonismo que Català Roca da al pavimento en la vista de la Puerta de Bisagra:
Puerta de Bisagra en los años 50. Fotografía de Francesc Catalá Roca © Arxiu Fotogràfic de l’Arxiu Històric del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya. Signatura B_13486_1147

En estas tomas del Puente de San Martín podemos ver dos cosas hoy ya imposibles de ver: la Puerta de San Martín y coches circulando por el puente:
Puente de San Martín en los años 50. Fotografía de Francesc Catalá Roca © Arxiu Fotogràfic de l’Arxiu Històric del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya. Signatura B_13538_1152
Puente de San Martín en los años 50. Fotografía de Francesc Catalá Roca © Arxiu Fotogràfic de l’Arxiu Històric del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya. Signatura B_5706_469

Sensacional es también esta toma del torreón del Puente de Alcántara:
Torreón del Puente de Alcántara en los años 50. Fotografía de Francesc Catalá Roca © Arxiu Fotogràfic de l’Arxiu Històric del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya. Signatura B_5778_475

El pintoresco Pasadizo de Balaguer, con su vendedor de antigüedades, que sin el menor problema ponía a la venta un escudo nobiliario del esquinazo de un palacio derribado en cualquier lugar de España:
Pasadizo de Balaguer con sus antigüedades en los años 50. Fotografía de Francesc Catalá Roca © Arxiu Fotogràfic de l’Arxiu Històric del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya. Signatura B_5713_469

Català Roca bajó al río con sus acompañantes. Tuvo la suerte de ver aún un Tajo limpio, un Tajo vivo...un río en el que aún apetecía bañarse o remojarse los pies:
Bañistas en el Tajo en la playa de Safont en los años 50. Fotografía de Francesc Catalá Roca © Arxiu Fotogràfic de l’Arxiu Històric del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya. Signatura B_5776_475

Una original perspectiva del patio del Hospital Tavera:
Patio del Hospital Tavera en los años 50. Fotografía de Francesc Catalá Roca © Arxiu Fotogràfic de l’Arxiu Històric del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya. Signatura B_5712_469

Pocas fotografías más humanas y más entrañables se tomaron jamás de este vendedor de cerámica junto a San Juan de los Reyes:
Vendedor de cerámica en San Juan de los Reyes en los años 50. Fotografía de Francesc Catalá Roca © Arxiu Fotogràfic de l’Arxiu Històric del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya. Signatura B_5711_469

El entierro del Señor de Orgaz del Greco veía llegar ya a bastantes turistas, avanzadilla de lo que hoy es una de nuestras mayores fuentes de ingresos:
Cuadro del entierro del Señor de Orgaz en los años 50. Fotografía de Francesc Catalá Roca © Arxiu Fotogràfic de l’Arxiu Històric del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya. Signatura B_5705_469
Cuadro del entierro del Señor de Orgaz en los años 50. Fotografía de Francesc Catalá Roca © Arxiu Fotogràfic de l’Arxiu Històric del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya. Signatura B_5710_469

Y ya en los años 60 Català Roca volvió a la ciudad pero en esta ocasión con una cámara con película a color. Son preciosas estas tres imágenes que he seleccionado que muestran Santo Tomé, Santiago del Arrabal y la campana gorda de la Catedral:
Calle de Santo Tomé en los años 60. Fotografía de Francesc Catalá Roca © Arxiu Fotogràfic de l’Arxiu Històric del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya. Signatura B_39214_3510
Santiago del Arrabal en los años 60. Fotografía de Francesc Catalá Roca © Arxiu Fotogràfic de l’Arxiu Històric del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya. Signatura B_39199_3509
Campana gorda de la Catedral de Toledo en los años 60. Fotografía de Francesc Catalá Roca © Arxiu Fotogràfic de l’Arxiu Històric del Col·legi d’Arquitectes de Catalunya. Signatura B_39231_3511

Hasta aquí esta selección del trabajo de este mito de la fotografía, autor de famosísimas estampas que han llenado exposiciones y catálogos y que han ilustrado decenas de libros (la portada de La Sombra del Viento, de Ruiz Zafón, por ejemplo). Os invito a buscar información sobre su obra, a adquirir libros con imágenes suyas y a visitar las páginas que resumen sus trabajos porque es una auténtica gozada.
Sin duda este genio catalán marcó una época en la historia de la fotografía en España y hoy tenemos el privilegio de poder ver que nuestra ciudad fue capaz de atraerle lo suficiente como para visitarla varias veces inspirándole sensacionales fotografías.

18 comentarios

Por hache o por be dijo...

Genial mirada la de este genio. Fotos inolvidables. Gracias

Por hache o por be dijo...

He reconocido al canónigo,que va delante de la custodia, al camarero del español y al vendedor de cerámicas con el burro. Volveré a mirarlas más veces. Es un regalo. Gracias, de nuevo.

Por hache o por be dijo...

Por cierto,cuando te van a nombrar hijo predilecto de la ciudad imperial. O esperarán a que te mueras? Espero que no

José María Moreno Santiago dijo...

Sin duda una de las mejores entradas de este magnífico blog, pues en ella se dan dos circunstancias nada habituales: un gran valor documental y una excepcional calidad fotográfica, no en vano se trata de uno de los mejores fotógrafos, no ya de la época, sino de todos los tiempos, de prestigio mundial.
¡Qué suerte que su archivo haya caído en uno de los pocos sitios en los que estas cosas se guardan, se custodian y se conservan con todo el esmero del mundo!.
Tu primera foto, coincido contigo, en que es una delicia, pero ¿qué me dices de la foto del río? es alucinante, o la del cura de la librería o el coche en el arco de palacio. Impresionantes.
Es que me gustan todas, con una calidad técnica excepcional , expuestas perfectamente, no existe nada empastado, nada quemado, como muy bien dices, con todos sus detalles, en las luces y en las sombras. Os aseguro que hacer eso en esa época es para quitarse el sombrero.
Como curiosidad destaco las primeras fotos en las que aparece con dos impresionantes cámaras que utilizaba: la primera una Linhof Téchnika de 6x9 y la segunda una magnífica Hasselblad Superwide con un Biogón de 38 mm, unos equipos que aún hoy en día hacen palidecer a muchos fotógrafos.
No tengo palabras para agradecerte esta aportación, no hace falta que te nombren hijo predilecto de la ciudad, para muchos de nosotros ya lo eres desde hace tiempo.

SONIA BARJA dijo...

Impresionante..como transmiten estas fotos la epoca aquella..me ha impresionado mucho la tienda de libros antiguos,los cuales se ven esos gigantestos antiguos libros de epoca antigua..
tambien me ha impresionado que en aquella epoca ponian en las calles "esos toldos" para hacer sombra por los recorridos de la procesión..magnifico..!

Jose Antonio G. Villarrubia dijo...

Una maravilla.

Mamen Alvarez dijo...

Preciosa colección. Imagínate mi cara cuando he visto a mi abuelo a caballo (de los dos guardia civiles a caballo en el Corpus, el de nuestra izquierda)
Evaristo, se llamaba.
Gracias por recuperar estas y otras imágenes, hoy me has hecho muy feliz.
Un abrazo

Eduardo Sánchez Butragueño dijo...

Muchas gracias por vuestros comentarios y aportaciones...¡interesantísimas! También por vuestros exageradísimos elogios :-)
Remirando las fotos he descubierto que Català estuvo en Toledo al menos tres veces. Sí os fijáis en las fotos en blanco y negro la catedral aparece tanto con su verja principal como sin ella, por lo que no pueden ser de la misma visita. Son anteriores en las que aparece la verja, que luego fue retirada para ser nuevamente repuesta en los años 80.
Un abrazo.

Juan Carlos dijo...

Genial,todas las fotos impresionantes. Me ha llamado la atenciòn la foto de la calle ancha en la que se puede ver en el lado derecho la tienda que fue de Lucas Zarco.A finales de los 60 y principios de los 70, me compraban todo tipo de juguetes, me ha hecho mucha ilusiòn verla. Saludos.

Ricardo Sánchez Candelas dijo...

Son ya muchas las entradas de este blog que han removido nuestros sentimientos y nuestros recuerdos de un Toledo de nuestra niñez y juventud que ya pertenecerá para siempre a lo más entrañable de nuestra memoria. Pero de entre ellas, ésta será sin duda una de las más emotivas, gracias a la extraordinaria calidad de este reportaje del fotógrafo catalán Francesc Catalá Roca y a su genial capacidad para captar con su cámara esos escenarios y esas imágenes tan fieles de nuestra vivencia de la ciudad.
Entre tantas fotografías –muchas de ellas, de un día del Corpus– me resulta difícil elegir las que me sugieren comentarios porque serían casi todas, y así, sin ningún orden, los voy a ir hilvanando según venga a cuento.
La de las dos mujeres, detenidas un momento ante la reja de la Virgen de los Alfileritos bajo la mirada, no se sabe si indiferente o atenta, del soldado que cubre la carrera procesional –quizás del Regimiento Cantabria 36, el de las bicicletas color caqui–, ya sería un prodigio de observación si no fuera porque se completa mucho más aún con la del muchachito, todo de blanco, tan pulidito, casi de gala, para la solemne ocasión de “el gran día de Dios”, ese del cual dice Calderón en su Auto “El Sacro Parnaso”, que es “el cascabel de un danzante” y en el que “quien no está loco no es cuerdo”.
Pero autos, y no precisamente sacramentales –aunque en algún caso su funcionamiento fuese casi un milagro– eran los que todavía se atrevían, (nos atrevíamos), a entrar o salir de Toledo por el Puente de San Martín. En el reportaje de Catalá Roca se nos muestran alguna de esas intrépidas osadías. Una de ellas, junto al vehículo dispuesto a cruzar el puente, frente a lo que era Casa Pedro, un burro montado por un chaval metido en las angarillas de la acémila, sin que se pudiera afirmar quien era más borrico, si el dócil animal o el osado conductor del vehículo dispuesto a jugarse el físico en su fluvial travesía.
De las fotos del día del Corpus, aparte reconocer la ubérrima figura física que antecedía a la Custodia del ilustre canónigo don Ángel Morán, que compartía su canonjía catedralicia con sus clases de religión en el Instituto, anoto algún otro detalle, magníficamente recogido en el reportaje del genial fotógrafo tarraconense. Y así, fijo mi atención en ese grupo de personas, bastantes niños –seguro que alguno de ellos compañero mío de colegio o de barrio– que presencian la llegada de la procesión en la confluencia de la Calle Trinidad con la de Arco de Palacio. Observo que, sin duda ante la inminente llegada de la Custodia a su altura de espectadores del cortejo procesional, todos están de rodillas, actitud bien distinta a la de las actuales fechas en la que se ha impuesto la estúpida costumbre de los aplausos, por la que no se distingue si van dedicados al Divino Sacramento –el Único que se los merece– o a las autoridades políticas de turno que, pavoneadas en su hinchado papel de figurones en la procesión, los muy vanidosos, están sobre todo pendientes de la intensidad que a su paso marque el “aplausómetro”. Muy lamentable.
Con este motivo y con otros que contenían humildes sugerencias para una mejora de la solemne procesión remití hace años una respetuosa carta a un muy alto cargo del Cabildo Catedralicio que, en un alarde de ineducación, de falta de respeto y de incoherencia con la tan cacareada proclama de que “Iglesia somos todos” y de la necesidad de colaboración de los seglares, ni tan siquiera mereció el acuse de recibo. Por un elemental respeto a su persona –el que no se tuvo conmigo– omito su nombre y su cargo catedralicio. Punto y aparte.

Ricardo Sánchez Candelas dijo...

De las fotos de El Español, ¿qué voy a decir? En las actuales fechas, aunque sólo sea por consolarme con su irremediable pérdida, he encontrado el aceptable sucedáneo en mis cafés mañaneros en Zocodover que, por su proximidad al histórico establecimiento, se me ofrece tras las vitrinas del Burger King situado en la antigua pastelería de Telesforo. Algo es algo. De vez en cuando, si coincidimos en algún callejeo por Hombre de Palo o por la Calle Ancha, echó una parrafadita con el bueno de Goro, uno de los últimos camareros del inolvidable El Español.
Algún comentario quiero también hacer sobre el tráfico rodado de la ciudad por aquellos años que magistralmente nos retrata Francesc Catalá. Ese formidable haiga que, ya bajo Arco de Palacio, entra en la Plaza del Ayuntamiento, a punto de atropellar al modesto obrero municipal de “la manga riega que aquí no llega”, puede dar la falsa idea de que tan lujoso vehículo era la media del parque automovilístico de la ciudad. Nada más lejano de la realidad. Bastaría para evidenciarlo la elocuente mirada, entre incrédula y admirada, que al opulento vehículo dedica el viandante, casi vuelto de espaldas, situado en la esquina junto a la Puerta del Niño Perdido o del Mollete de la Catedral. Nos le imaginamos exclamado algo así como “!Joder, qué coche, quién le tuviera¡” . La fotografía es un portento que haría realidad el manoseado tópico de que “una imagen vale más que mil palabras”.
Pero del tráfico rodado del Toledo de aquellos años nos ofrece este reportaje una escena de la escasa disciplina de los conductores de la época. En la bajada de la Calle de las Armas, a la altura de la Puerta del Sol, el fotógrafo capta el momento del inverosímil adelantamiento de uno de los vehículos que, si no nos engaña la perspectiva de la instantánea, las debió pasar moradas para evitar el choque frontal con el coche que, en dirección contraria, subía a la ciudad, poco antes de alcanzar la Bola de El Miradero, altura a la que en ese momento llegaba un predecesor de los míticos “Katangas”. Aunque el Paseo de San Cristóbal quedaba lejos, por allí debía andar el santo patrón de los conductores para evitar, cual Ángel de la Guarda provisional ni título de Agente de Movilidad, (¡qué horror de denominación!), la fatal colisión.

Ricardo Sánchez Candelas dijo...

Nos invita el autor del blog a reparar en el pavimento de la fotografía de la Puerta de Bisagra. Puestos a fijarnos en pavimentos urbanos del Toledo de este magistral reportaje fotográfico, me detengo en el empedrado de la fotografía de la confluencia de Pozo Amargo con Santa Isabel. Hasta se pueden contar los cantos. ¡Qué maravilla de detalle con la torre de la Catedral al fondo! Y sin olvidar, precisamente por todo lo contrario, por su ausencia, el inexistente pavimento, terrizo y descarnado, de la fachada de la tienda de antigüedades del señor Linares, frente a la Escuela de Artes.
Y, ¿cómo eludir el comentario, ya mencionado por Juan Carlos en el suyo anterior, de la tienda de don Lucas Zarco en la formidable fotografía de la Calle Ancha? Pido perdón por la auto-cita pero voy a transcribir literalmente un párrafo de mi inédito “Galdós en Toledo”, que viene a ser la imagen literaria de ese singular establecimiento en el que, junto al bazar del señor Díaz Marta, todos fabricábamos nuestros sueños infantiles.
“Descender unos cuantos pasos más por la misma acera nos situaba en la misma puerta de lo que había sido la juguetería de don Lucas Zarco. Si algo milagroso pudiera contemplarse en aquellas estrechuras de la Calle Ancha era el prodigio de que el bueno de don Lucas, con habilidad inverosímil, fuera capaz de colocar en aquel minúsculo chiscón de su tienda tal cantidad de embelecos, caballitos de cartón, silbatos, tambores, muñecas de distintos nombres y tamaños y, en fin, toda clase de cachivaches de la más variada gama. Pero sobre todo, pelotas. Pelotas de todos los colores y calibres. Nada más amanecer Dios, colgadas de unas barras que había dispuesto al exterior, el laborioso juguetero hacía el diario ejercicio de exponerlas al público viandante y convertirse así, con mérito indiscutible, según algún guasón de mi pandilla, en el tío más cojonudo de Toledo, porque desde por la mañana planta sus pelotas en medio de la Calle Ancha y…¡a ver quien las tiene más grandes!”
Excuso decir la infinita alegría que me ha producido ver que de aquella descripción mía, puramente literaria y de hace bastantes años, un hijo mío, el autor de este blog, haya venido a descubrirme que aquello no era ninguna exaltada imaginación de mis recuerdos sino una palpable realidad, recogida por un excepcional fotógrafo que, como tantos otros, había venido a Toledo a dejar testimonio gráfico de la vida de una ciudad de la que cada cual a su manera debía quedar enamorado para siempre.
Para ir terminando esta serie de comentarios, indicar que hay una fotografía de esta entrega, la de un grupo de personas chapoteando en las orillas del Tajo, con el Puente de Alcántara al fondo, que me ha dejado sin palabras. Sería merecedora de ser portada de cualquier nuevo libro sobre fotografía histórica de Toledo.
Por ahora, vale, pero es que eso de tirar de recuerdos tiene muy mal arreglo y es una tentación que a partir de una cierta edad difícilmente se resiste. Pido disculpas por ello.

Anónimo dijo...

Buenos días, Eduardo:

Soy nueva en estas lides, tanto que este es mi primer comentario en un foro, pero después de haberme recreado con estas magnificas fotografías no me he podido resistir a manifestarte mi entusiasmo.

Gracias por la labor que realizas, es magnífico poder recuperar una ciudad, unas calles, unos edificios de otros tiempos.

Me gusta la fotografía antigua, y haber encontrado tu blog ha sido una gran fortuna.

Gloritis dijo...

Sin palabras me han dejado estas fotografías ¡Qué maravilla!

Aunque en esa época yo era muy pequeña las escenas las tengo en mi memoria, supongo que en aquellos tiempos, por suerte y por desgracia, las cosas cambiaban muy despacio.

Muchas gracias por regalarnos estas imágenes que son trocitos de nuestra propia vida.

Anónimo dijo...

Maravillosas!! La tienda de Zarco me ha hecho por un momento volver a la niñez. Gracias.

Unknown dijo...

Preciosa colección, me encanta volver al pasado y recordar mis años de niñez las tiendas de aquella época, cuando los toledanos vivíamos en el Toledo histórico y nos conocíamos casi todos. Gracias por compartir estos recuerdos.

Unknown dijo...

Quien es vendedor de ceramica? Creo que es mi bisabuelo, o su hermano Cándido, pero no estoy segura.

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
© TOLEDO OLVIDADO
Maira Gall