sábado, 15 de junio de 2024

El laurel de Bécquer como clave para la identificación de la casa que habitó el poeta en Toledo en 1868 y 1869

Fue el genial Ventura Reyes Prósper quien logró identificar en 1919 sin género de dudas la casa toledana en la que los dos hermanos Gustavo Adolfo y Valeriano Bécquer vivieron entre octubre de 1868 y diciembre de 1869 en la calle de San Ildefonso. Tanto por las palabras de Reyes Prósper como por las de Julia Bécquer –hija de Valeriano y sobrina de Gustavo Adolfo– sabemos que el hallazgo de esta casa en el año 1919 se debe a una bendita casualidad: ella llevaba dos días caminando por la ciudad buscando la casa en la que pasó parte de su niñez pero no lograba encontrarla al haber sido modificado su exterior –había desaparecido la preciosa portada, que según ella dibujó Valeriano en su dibujo titulado “el Pordiosero” – cuando, de pronto, se encontró con don Ventura, al que reconoció:
“He referido ya repetidamente cómo un día que paseaba mi pesado cuerpo por estas calles, con los ojos cansados de leer y llorar, se me acercó una señora, distinguida y amable, que me conocía y no me conocía, y me preguntó quién era yo: aquella señora, a la que acompañaba una bella hija, era Julia Bécquer Coghan de Senabre, sobrina de Gustavo Adolfo e hija de Valeriano, que buscaba hacía dos días la casa en que de niña habitó con sus padres y sus tíos. Un anciano nonagenario, D. Pedro, maestro de coches (que santa gloria halla), nos acompañó y dimos con la casa, cuya portada había desaparecido, y que se reconoció gracias al laurel en ella plantado. Habitación por habitación fueron todas reconocidas e identificadas, y el que hoy habita la casa, que es el carpintero Segovia, nos hizo amablemente los honores de ella y nos detuvimos en las alcobas de Gustavo Adolfo y de Valeriano y en la sala de trabajo de los dos hermanos todo lo que quisimos. Del jardín, hoy transformado en taller, solo queda el laurel, aunque viejo; es relativamente joven, dada la longevidad de este árbol.”
Julia Bécquer, como decía, confirma esta versión al afirmar en su libro La verdad sobre los hermanos Bécquer que “la casa era una de las que aún existen en Toledo del tiempo de los árabes, hoy profanada de tal modo que en el último viaje que hice a esta ciudad la buscaba con anhelo, hasta que acompañada por don Ventura Reyes, por las señas que yo le daba, la encontramos frente a un callejoncito que formaba una valla al lado de Santa Leocadia.”
Iglesia de Santa Leocadia desde la calle de San Ildefonso hacia 1914. Se ve a la derecha el laurel de Bécquer.  Fotografía de Pedro Román Martínez para revista La Esfera Calle de San Ildefonso hacia 1914. Se ve el laurel de Bécquer a la izquierda. Fotografía de Pedro Román Martínez El citado laurel, posiblemente plantado por el propio Gustavo Adolfo, sigue aún vivo pese al tiempo transcurrido y los pocos cuidados recibidos, habiendo superado un conato de incendio ocasionado por un albañil y también podas rigurosas, sequías y tempestades recientes como Filomena. A Ventura Reyes y su pasión por Bécquer debemos, pues, no solo la preservación de la memoria en Toledo del lugar en el que vivió el escritor, sino la del este coloso vegetal que estamos actualmente intentando reproducir a través del Vivero Histórico de la Real Fundación de Toledo con la inestimable colaboración de sus actuales propietarios, la familia Sierra Pantoja. En los dos artículos que Reyes Prósper dedicó a este laurel (el publicado en España Forestal de 1921 y otro en abril de 1922 en Toledo: Revista de Arte) podemos percibir esa sensibilidad y esa melancolía tan propia de los poetas, acrecentada por los palos de la vida y la vejez que acechaban ya a don Ventura, hasta el punto de que ese artículo de 1922 fue el último que publicó antes de fallecer, cuyo párrafo final rescato:
“Ya hace años que se hizo este descubrimiento [el de la casa del laurel]; mi espíritu triste y abatido entonces lo está aún hoy más; ha llegado para mí la implacable vejez; a mí que tantas lecciones di, se aproxima la hora de oír la última, y digo como Jesu-Cristo mi señor: Anima mea est tristis usque ad mortem”.
Ventura Reyes Prósper (en primer término) junto al carpintero Sr. Segovia (al fondo) junto al Laurel de la calle San Ildefonso plantado por Bécquer fotografiado a principios del siglo XX. Archivo del INIA, signatura EsFo-0260 El agradecimiento que los toledanos debemos a Ventura Reyes Prósper es, por tanto, doble: literario y botánico, dada la doble singularidad del hallazgo. En cuanto al árbol en sí, nunca sabremos fehacientemente si fue plantado por Gustavo Adolfo Bécquer, aunque existen razones de peso para pensar que así fue. Según su sobrina Julia, Gustavo había sido el encargado de encontrar la casa en la que vivirían en Toledo, huyendo de Sevilla tras los sucesos de la revolución de La Gloriosa o Septembrina de 1868. Al describirles la casa en una carta que incluía hasta un dibujo, Gustavo les decía que el jardín tenía unos árboles “que despedían gases malignos para los niños que los maltrataban”. Esta descripción parece esconder un cariñoso mensaje para los sobrinos, acostumbrados a escuchar de boca de su tío historias y narraciones que les hacían disfrutar mucho, en el sentido de que debían, a su llegada, respetar las plantas del jardín. Ello podría deberse a que Gustavo Adolfo hubiera plantado con sus propias manos aquellas plantas entre las que se encontraba el famoso laurel. Para apoyar esta tesis, cito de nuevo a Julia Bécquer cuando afirmaba que:
“Del jardín no quedaban más que las tapias, pues de la parte de dentro, convertida en taller de carpintería, no quedaba más que un laurel, que yo lo recordaba pequeñito y ahora estaba gigante. De todos los árboles y plantas que había habido en él y que Gustavo regó y cuidó, no quedaba más que éste. Pensé: ¡Era el laurel de los poetas!...“
Lo cierto es que el laurel era una especie predilecta de Gustavo Adolfo, y su obra está repleta de menciones a laureles. Es una pena que Julia usase los verbos regar y cuidar, no así el verbo plantar, por lo que a los menos crédulos les puede quedar la duda de si ese laurel estaba o no ya plantado a su llegada. En cualquier caso, pensándolo bien, ambas opciones se me antojan a cuál mejor. Si realmente lo plantó él como tradicionalmente se cree, estaríamos ante un venerable ejemplar nacido del amor a la naturaleza de alguien del primer nivel de nuestra cultura; y si, por el contrario, el laurel ya estaba en la casa a su llegada significaría que este ejemplar botánico es aún más antiguo de lo que creíamos, acrecentando aún más su valor natural.
Fernando Iglesias Figueroa con el Laurel de Bécquer en Toledo, foto de Rafael Montesinos Calle de San Ildefonso. Se ve a la izquierda el laurel de Bécquer.  Foto de Rodríguez publicada en 1930 en la revista "Toledo". Calle de San Ildefonso en los años 20. Foto de Lucien Roisin. Se ve el laurel de Bécquer mutilado por una reciente poda. Personalmente pienso que los citados textos y las evidencias apuntan a que el laurel sí fue plantado por el poeta. De lo contrario no tendrían mucho sentido ni la advertencia de los “gases malignos” que denota su empeño en preservarlo, ni el hecho de que Julia lo recordara e identificara, hasta tal punto tener grabado en su memoria que su tío lo cuidara y regara (de nuevo, una prueba del apego de Bécquer a este ejemplar) cuando el laurel era “pequeñito” y le sorprendiera su tamaño “gigante” cincuenta años después. Además, tenemos la pista del dibujo del patio de la casa, obra del propio Gustavo Adolfo Bécquer publicado en el Libro de los Gorriones, que podría ser una copia del que incluyó en la citada carta y en el que se ven varias plantas.
Dibujo del patio de la casa de San Ildefonso realizado en 1869 por Gustavo Adolfo Bécquer y que el propio poeta pegó en la página 533 de su “Libro de los Gorriones”. Sea como fuere, ese laurel convivió indudablemente con los Bécquer y es inevitable al pensar en ello citar el texto de Gustavo Adolfo en el que imagina cómo sería su propia sepultura, expresando el deseo de que junto a ella “algún desconocido admirador de mis versos plantaría un laurel que, descollando altivo entre los árboles, hablase a todos de mi gloria". En Toledo tenemos la suerte de contar con un lugar que él habitó, amó y le inspiró, con un laurel que lleva desde entonces descollando altivo.
El laurel de Bécquer en 2023 Extracto de un artículo publicado en diciembre de 2022 en el nº 66 de Toletum, boletín de la RABACHT, titulado Ventura Reyes Prósper: el primer gran defensor de la figura de Bécquer en Toledo.
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