En las 346 anteriores entradas de este blog creo que hay bastantes pruebas de que por Toledo han pasado los más grandes fotógrafos de la historia, desde Cartier-Bresson a Inge Morath pasando por Robert Frank, Gerda Taro o Robert Capa, por citar solo algunos de los más grandes. Lo que constituye una novedad en la entrada de hoy es poder contaros que uno de ellos cohabitase entre nosotros durante varios años, siendo un vecino más de la ciudad. Me estoy refiriendo al gran Jesse Fernández, una de las referencias fotográficas mundiales de la segunda mitad del siglo XX.
Jesse Antonio Fernández nació en La Habana el 7 de diciembre de 1925, aunque cuando solo tenía siete años se mudó con su madre y su hermano a Asturias, tierra de la que procedía su familia, para escapar de la dictadura de Gerardo Machado instaurada en Cuba. Cuando Jesse tenía 10 años, comienza la guerra civil española y la familia regresa a Cuba tomando el último barco que parte de Santander.
A los quince años, Jesse Fernández ingresa en la Academia de Bellas Artes de San Alejandro de La Habana debido a sus grandes dotes para la pintura, y estudia allí unos años. Más adelante se muda a Filadelfia (Estados Unidos) para estudiar ingeniería electrónica, aunque abandonó pronto estos estudios para dedicarse al mundo del arte. Ya en Nueva York, estudia pintura bajo la dirección de George Grosz y Preston Dickinson. En 1948 conoce a Wifredo Lam, quien le introduce en círculos culturales y artísticos de vanguardia, presentándole a varios pintores europeos que vivían por entonces en Nueva York como Marcel Duchamp, Esteban Francés o Frederic Kiesler. Acude también a las reuniones de un club de pintores en la Calle 8, donde se encuentra nada menos que con Willem de Kooning, Jackson Pollock, Robert Motherwell o Milton Resnick.
Entre 1952 y 1954 vive en Colombia, donde trabaja para una agencia de publicidad en Medellín. Allí de nuevo sabe rodearse y encontrar a los artistas más influyentes, entablando relación con Fernando Botero y Gabriel García Márquez. Es allí en Medellín donde Jesse, poco antes de alcanzar la treintena, comienza a tomar fotografías:
“La fotografía se convirtió para mí en una forma de contacto con la realidad. Aquí es donde desarrollé mi propia técnica. No sabía nada sobre fotografía, ni siquiera qué era un diafragma. Sin embargo, me encerré con toneladas de libros y aprendí. Soy muy purista y fui influenciado por Henri Cartier-Bresson y Walker Evans".
De regreso en Nueva York, explota sus recientes progresos en el campo de la fotografía y trabaja como reportero gráfico y sus imágenes se publican en las grandes revistas gracias a la agencia Gamma. Su progresión es imparable y en 1958 se convierte en director de arte en la revista Visión. Viaja por toda América Central y, en 1959, surge el encargo de su amigo Guillermo Cabrera Infante de fotografiar a un joven Fidel Castro en los primeros meses de la revolución cubana para los periódicos Revolución y Lunes de Revolución. Fernández llegó a ser el fotógrafo oficial de Fidel, aunque pronto abandonó tanto al líder socialista como al país caribeño tras conocer la represión ejercida por la revolución, algo que de ningún modo él podía apoyar.
A finales de 1959 regresa a Nueva York y se dedica de lleno a la pintura, con una fijación especial por las calaveras o cráneos, que se convierten en su leitmotiv:
“Cuando regresé a Nueva York, había cambiado y decidí comenzar desde cero. Fue entonces cuando aparecieron los primeros cráneos. Muchos de estos cráneos son paisajes. Y comencé una y otra vez. Llegó el día en que, en mi opinión, había eliminado el simbolismo. Era solo una cuestión de espacio”.
En esta época se reúne frecuentemente con Jorge Luis Borges, Joan Miró, Antoni Tàpies o Antonio Saura y enseña en la School of Visual Arts neoyorquina.
A finales de los años 60, cuando todavía se encontraba enseñando en Nueva York, compagina su trabajo con estancias en Puerto Rico, donde Jesse Fernández busca un entorno más propicio para la creatividad. También por entonces comienza a escribir como crítico de arte para el diario puertorriqueño San Juan Star.
La fase de su vida que más nos interesa hoy abarca entre 1974 y 1976, época en la que vive entre Toledo, a la que considera "la ciudad más bella del mundo", y Madrid, donde su trabajo fotográfico y artístico se exhibe regularmente, especialmente sus denominadas "cajas", que son una síntesis simbólica entre su lectura personal de la historia y la cultura universal. En 1977 se instala en Francia, donde sus fotografías se centran en la arquitectura y en retratos de artistas como Joan Mitchell, Francis Bacon o Henri Moore, participando también en una gran cantidad de exposiciones personales y grupales.
A principios de los años 80 se publica su libro Retratos, que reúne sus numerosas fotografías de artistas y escritores, y también Les Momies de Palerme, libro que constituye un "informe alucinante", como resultado de dos meses fotografiando las catacumbas de los capuchinos en Palermo.
Jesse A. Fernández muere en Neuilly-sur-Seine (Francia) el 13 de marzo de 1986 y está enterrado en el cementerio de Père-Lachaise.
Su obra ha sido expuesta en el Museo Nacional de Arte Reina Sofía en Madrid (con una muestra retrospectiva en 2003), la Maison de l'Amérique Latine en París y en el Museo Nelson Atkins de Kansas City. Diferentes trabajos suyos pueden ser admirados en los mejores museos del mundo, como el MoMA de Nueva York, el Museo del Barrio también de Nueva York, el Centro Pompidou de París, o el Museo Nacional de Arte Reina Sofía de Madrid.
Hace unas semanas contacté con su viuda, France Mazin, quien custodia y gestiona su legado, con la esperanza de poder divulgar fotografías de Jesse Fernández en Toledo. Mi alegría fue inmensa cuando France me respondió de forma positiva, con una amabilidad enorme y un cariño a Toledo que me conmovió. France me envió las cuatro fotografías de Jesse Fernández tomadas en Toledo que hoy tengo el enorme placer y honor de mostraros.
Comenzaré por la más simbólica, en la que aparece el propio Jesse Fernández y, al fondo, la que él mismo calificó como "la ciudad más bella del mundo" y que durante dos años fue su hogar:
Jesse Fernández obtuvo esta preciosa fotografía de un niño jugando con un rudimentario arco en la calle Martín Gamero, junto a la antigua tienda de Ramírez, demostrando que era un fotógrafo excepcional:
En aquellos años entre 1974 y 1976, España vivía intensamente el final de los días de la dictadura y era habitual encontrar muchos carteles pegados y arrancados en las paredes de nuestras calles. Jesse Fernández obtuvo esta significativa imagen en Toledo:
Para finalizar, os dejo con esta maravillosa vista interior de la Sinagoga de Santa María la Blanca que Jesse Fernández retrató con su habitual maestría:
Agradeciendo infinitamente a France Mazin la cesión de estas fotografías tomadas por su marido en Toledo en la época en que fue su hogar, solo me queda recordar una vez más el maravilloso privilegio que tenemos de habitar y disfrutar esta ciudad que ha cautivado a tantos y tantos seres humanos especiales a lo largo de la historia. A algunos hasta el punto de convertirlos, aunque fuese solo por unos años, en uno más de sus vecinos como fue el caso de Jesse Fernández.
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1 comentario
Para quienes vivimos aquellas fechas motivados por el lógico interés por los cambios que habrían de producirse –que ya se estaban produciendo– a la muerte de Franco, no podía pasarnos desapercibido un ilustrativo detalle de una de las fotos tomadas en el Toledo de aquellos días de 1976 por Jesse Fernández y que hoy nos brinda Toledo Olvidado en una más de sus extraordinarias entregas.
Me refiero a la foto en la que aparecen carteles rotos, uno de los cuales es evidente que se trataba de propaganda de un acto político organizado por el Partido Comunista. No queda ninguna duda si nos fijamos en los nombres de las personas que en dicho cartel, a pesar de lo incompleto de los mismos, nos permiten su identificación.
La principal e indudable es la de Luis Lucio Lobato, importante dirigente comunista, nacido en Toledo, Comisario Político en la Guerra Civil, que ocupó en el Partido cargos en sus Comités central y ejecutivo y que fue candidato por Toledo en las elecciones generales de 1977.
Más difícil resulta la identificación de las dos siguientes personas, situadas en el cartel por debajo de Lobato. Se puede ver en el primer caso el nombre de “Gabriel” y, como segundo apellido, el de “Aparicio”. Bien pudiera tratarse de Gabriel Ramos Aparicio, también militante comunista que siendo todavía niño presenció los trágicos sucesos de la Villa de Don Fadrique en 1932.
En el segundo caso, podemos intuir el nombre de “Ovidio” y el primer apellido de “Organero”. Podría tratarse Ovidio Organero Villajos. Anoto como dato muy significativo que Ovidio Organero Aparicio, natural de Villa de Don Fadrique, fue muerto en la cárcel en las primeras fechas de la represión posterior a la contienda.
Una vez más, la fotografía, como testimonio elocuente del tiempo pasado, también nos permite reconstruir la pequeña historia de las fechas importantes que, con el tiempo, apenas nos dejan, sin embargo, el débil recuerdo de carteles rotos.
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