En anteriores entradas del blog ya intenté mostrar de la manera más clara posible con fotografías el grado de destrucción que sufrió en 1936 todo el entorno del Alcázar como consecuencia de los intensos bombardeos y voladuras con minas subterráneas que se sucedieron durante el asedio al baularte en los primeros meses de la Guerra Civil.
En concreto, quedó tremendamente desfigurado el trazado urbano de buena parte del antiguo Arrabal de los Francos, barrio fundado tras la reconquista de Toledo en 1085 por los francos (es decir, miembros del pueblo germánico que se estableció en tierras hoy situadas en Francia, Alemania, Bélgica y Holanda) que acompañaron y ayudaron al rey Alfonso VI, y que se establecieron en este barrio cercano al Alcázar para estar cerca del poder real. Podría decirse que el centro de este barrio era la Iglesia de la Magdalena, advocación claramente ligada a este pueblo, y más concretamente a su rama merovingia.
Cerca de esta Iglesia se situaban las calles Horno de los Bizcochos, Horno de la Magdalena y el callejón del Vino de Esquivias, nombres -no me lo negaréis- todos ellos de lo más curioso.
El espacio que distaba entre las casas más cercanas de la esquina de la cuesta del Alcázar con la propia fortaleza era muy inferior al actual, como puede comprobarse en esta fotografía:
Aquí se ve esa zona en una foto hecha desde la fachada sur del propio Alcázar en 1920:
Como decía antes, la guerra acabó con la inmensa mayoría de estas casas y propició una reordenación urbana posterior en la que se ensanchó mucho el tramo final de la Cuesta del Alcázar, acabando para siempre con la trama medieval de las casas y calles de la zona:
Hubo sin embargo una casa que, en medio de un mar de destrucción, resistió en pie de manera casi milagrosa. Me refiero a la casa del anticuario Justo García Callejo.
Gracias a las investigaciones de Rafael del Cerro, sabemos que D. Justo García Callejo había nacido en 1875, y que tras la guerra civil, este notable anticuario la rehabilitó. Era famoso su patio repleto de piezas de cerámica, piedras, tallas o maderas, que en más de una ocasión visitaban personajes conocidos como por ejemplo la esposa de Franco, Carmen Polo, gran aficionada a adquirir valiosas piezas en anticuarios de toda España. Otras personalidades entraban en la casa en el transcurso de las visitas oficiales que se hacían a las ruinas del Alcázar.
El patio estaba lleno de macetas con plantas y flores entre las piezas que vendía, y contaba con una galería en la planta superior. La entrada al patio es la que se observa en esta imagen detrás del vendedor de cerámica. La puerta de la izquierda, más pequeña, era la entrada a la parte de la casa donde el anticuario vivía:
Esta es otra imagen de la casa:
Gracias a la generosidad de Iván Ibáñez, puedo ofreceros imágenes del interior del patio en los años 50. En ellas aparece su abuela Carmen Palacios Ávila, mientras que la señora de más edad es su tía lejana María Cañamero. María era la "sirvienta" o "criada" de Justo García, mientras que la joven Carmen iba por temporadas a ayudar en las tareas del establecimiento.
Sin embargo, en un extraño e inexplicable giro de la historia, esta casa que parecía que había superado el trance más difícil de su vida como fue la guerra civil, vio como la piqueta acababa con ella en la década de 1960 en el proceso de edificación que se sucedió en esta zona (se construyeron los edificios de los sindicatos y también el Hotel Alfonso VI, además de otras viviendas).
En la actualidad, si no estoy equivocado, en el lugar en el que se levantaba la casa del anticuario Justo García Callejo se encuentra el edificio del Hotel Toledo Imperial:
Esta es una curiosa imagen de la zona, en pleno proceso de reconstrucción del torreón suroeste del Alcázar hacia 1960, tomada donde hoy se levanta el hotel Alfonso VI:
Actualización (2 de febrero de 2018): Añado las notas interesantísimas que me pasa Rafael del Cerro y que complementan excepcionalmente la entrada:
"Veo muy esclarecedor comparando el plano de Reinoso con la foto anterior a 1936 para ver el cambio de las antiguas calles de esta zona.
Verás que te señalo el tejado de la Editorial Católica donde se imprimió mucho tiempo El Castellano, hasta 1936. El acceso era por la C/ Juan Labrador. Aquí estuvieron los talleres de Editorial Católica Toledana hasta su cierre.
La comisión que se creó desde el Ayuntamiento, en el verano de 1936, para salvar el patrimonio artístico, en una breve alusión de los trabajos realizados, se menciona que por la tarde del 15 de septiembre acudieron a un parapeto cercano al Alcázar a retirar algunas piezas de valor. Se referían a la vivienda del anticuario Justo García Callejo que falleció en 1957.
La plaza de Capuchinos (cuya disposición original aparece en el plano de Reinoso de 1882) se modificaría por los efectos de la guerra, vividos en del verano de 1936.
En ese momento se perdió el primer tramo del callejón de Vino de Esquivias, que unía el final de la cuesta del Alcázar con la calle Horno de los Bizcochos. Este tramo pasaría por delante de la actual fachada del Hotel Alfonso VI.
El segundo y estrecho tramo de dicho callejón (que nunca tuvo salida) se fundiría desde 1936 con los solares de ambas aceras cuyas casas habían sido destruidas por los efectos de la aviación y la artillería. A finales de los años 60, cuando comenzó a reconstruirse su entorno, el referido tramo final del antiguo callejón de Vino de Esquivias renació en la trama urbana, aunque cerrado al tránsito público. Desde entonces es un punto muy fotografiado por la vista que ofrece de la torre de la Catedral."
Espero que os haya gustado esta curiosa y extraña historia de una casa que pudo pasar a la posteridad como la única superviviente de toda una manzana, pero que terminó sus días cuando todo parecía más fácil para ella.
Aprovecho para desearos a todos un 2018 lleno de alegrías e ilusiones.
sábado, 2 de diciembre de 2017
Toledo fotografiado por Louis Léon Masson a mediados del siglo XIX
Louis Léon Masson fue un fotógrafo francés nacido en Tours en 1825 y afincado en Sevilla, cuyos años de actividad más intensa fueron los comprendidos entre 1854 y 1872, por lo que es considerado uno de los pioneros de la fotografía en España. Louis Léon Masson fue el primer fotógrafo en retratar personas fallecidas en Sevilla por encargo de sus familiares. Tomó algunas de las primeras fotos conocidas de corridas de toros y regentó en la capital hispalense dos estudios, primero en la calle de las Escobas y posteriormente en la calle Sierpes.
Tomó algunas de las series más antiguas que se conocen de fotografías estereoscópicas de distintas ciudades españolas como Málaga, Granada, Córdoba, Toledo y, evidentemente, Sevilla. También fotografió Gibraltar. Su esposa Lorenza Simonin fue su mejor compañera profesional, hasta el punto de que tras su muerte en 1874 fue ella la que siguió regentando el negocio sevillano. Solía trabajar con negativos de papel usando la técnica del colodión húmedo, positivando las imágenes en papel a la sal y a la albúmina. En Toledo tomó varias decenas de excelentes fotografías en 1857 y, especialmente, en el año 1858. Sus fotografías toledanas, actualmente identificadas en un número de 28, se conservan en instituciones como la Biblioteca Nacional de España, la Biblioteca Nacional de Francia, la Real Academia de la Historia o el Fondo Fotográfico de la Universidad de Navarra, así como en colecciones particulares, entre las que destaca la colección de Juan Antonio Fernández Rivero y Teresa García Ballesteros, quienes acaban de publicar una excelente monografía sobre este autor que recomiendo comprar a todos los amantes de la fotografía.
Hoy vamos a disfrutar prácticamente la totalidad de las fotografías toledanas de Masson, de incalculable valor por su antigüedad, pues hay que recordar que estamos ante uno de los primeros fotógrafos en retratar la ciudad. La mayoría fueron tomadas en el año 1858 y algunas en 1857.
Comenzaremos por ver esta maravillosa vista de la ciudad desde el cerro del Castillo de San Servando conservada en la Biblioteca Nacional de Francia:
En aquel entonces estaban aún en pie los restos del Artificio de Juanelo, pues faltaban aún diez años para su voladura con dinamita acaecida en 1868. Masson tomó tal vez la foto más original de todas las que se conservan del artificio, obtenida desde una perspectiva muy extraña (es una imagen estereoscópica de la que pongo solo una de las dos mitades), conservada en la Real Academia de la Historia en Madrid:
Esta es una vista frontal del Artificio de Juanelo:
Es sencillamente espectacular esta vista que Masson obtuvo del Baño de la Cava y el río Tajo:
La Puerta del Sol durante su restauración hacia 1865 lucía así de bella fotografiada por el francés:
Antes de esas obras de restauración, Masson ya había fotografiado ese mismo monumento:
La plaza del Ayuntamiento tenía un curiosísimo aspecto de devastación con motivo de unas obras de remodelación en 1858, con farolas tumbadas en el suelo y escombros en el pavimento:
Es probable que esta toma sea posterior a la anterior, una vez finalizadas las obras:
Masson retrató un primer plano de la cúpula de la Capilla Mozárabe de la Catedral:
Aquí aparece el Claustro de la Catedral (erróneamente identificado como un convento cordobés):
Él fue probablemente el primero en fotografiar el precioso patio del Convento de San Pedro Mártir:
Del mismo modo, fue tal vez el primero en fotografiar el interior de la Sinagoga de Santa María la Blanca:
Obtuvo varias imágenes del Monasterio de San Juan de los Reyes:
Aquí aparece el Puente de Alcántara en 1858, vislumbrándose al fondo a la izquierda la desaparecida Puerta de San Ildefonso:
Esta es la vista inversa a la anterior, con el Castillo de San Servando al fondo:
Aquí vemos el Hospital de Santa Cruz:
El Patio del Alcázar, por entonces un edificio ruinoso, forma parte también de la serie de imágenes de Masson:
Pero sin duda, la joya de la corona de las fotos de Masson tomadas en Toledo es la gran panorámica de 1858, considerada hasta la fecha la fotografía completa de la ciudad más antigua que se conoce. Aquí os la ofrezco en su totalidad:
Se compone de la unión de al menos tres imágenes, que vistas una a una resultan no menos interesantes:
Como habéis podido comprobar, se trata de verdaderos tesoros por su calidad y antigüedad: retratos del Toledo de mediados del siglo XIX que suponen un verdadero viaje en la máquina del tiempo. Espero que os hayan gustado.
Tomó algunas de las series más antiguas que se conocen de fotografías estereoscópicas de distintas ciudades españolas como Málaga, Granada, Córdoba, Toledo y, evidentemente, Sevilla. También fotografió Gibraltar. Su esposa Lorenza Simonin fue su mejor compañera profesional, hasta el punto de que tras su muerte en 1874 fue ella la que siguió regentando el negocio sevillano. Solía trabajar con negativos de papel usando la técnica del colodión húmedo, positivando las imágenes en papel a la sal y a la albúmina. En Toledo tomó varias decenas de excelentes fotografías en 1857 y, especialmente, en el año 1858. Sus fotografías toledanas, actualmente identificadas en un número de 28, se conservan en instituciones como la Biblioteca Nacional de España, la Biblioteca Nacional de Francia, la Real Academia de la Historia o el Fondo Fotográfico de la Universidad de Navarra, así como en colecciones particulares, entre las que destaca la colección de Juan Antonio Fernández Rivero y Teresa García Ballesteros, quienes acaban de publicar una excelente monografía sobre este autor que recomiendo comprar a todos los amantes de la fotografía.
Hoy vamos a disfrutar prácticamente la totalidad de las fotografías toledanas de Masson, de incalculable valor por su antigüedad, pues hay que recordar que estamos ante uno de los primeros fotógrafos en retratar la ciudad. La mayoría fueron tomadas en el año 1858 y algunas en 1857.
Comenzaremos por ver esta maravillosa vista de la ciudad desde el cerro del Castillo de San Servando conservada en la Biblioteca Nacional de Francia:
En aquel entonces estaban aún en pie los restos del Artificio de Juanelo, pues faltaban aún diez años para su voladura con dinamita acaecida en 1868. Masson tomó tal vez la foto más original de todas las que se conservan del artificio, obtenida desde una perspectiva muy extraña (es una imagen estereoscópica de la que pongo solo una de las dos mitades), conservada en la Real Academia de la Historia en Madrid:
Esta es una vista frontal del Artificio de Juanelo:
Es sencillamente espectacular esta vista que Masson obtuvo del Baño de la Cava y el río Tajo:
La Puerta del Sol durante su restauración hacia 1865 lucía así de bella fotografiada por el francés:
Antes de esas obras de restauración, Masson ya había fotografiado ese mismo monumento:
La plaza del Ayuntamiento tenía un curiosísimo aspecto de devastación con motivo de unas obras de remodelación en 1858, con farolas tumbadas en el suelo y escombros en el pavimento:
Es probable que esta toma sea posterior a la anterior, una vez finalizadas las obras:
Masson retrató un primer plano de la cúpula de la Capilla Mozárabe de la Catedral:
Aquí aparece el Claustro de la Catedral (erróneamente identificado como un convento cordobés):
Él fue probablemente el primero en fotografiar el precioso patio del Convento de San Pedro Mártir:
Del mismo modo, fue tal vez el primero en fotografiar el interior de la Sinagoga de Santa María la Blanca:
Obtuvo varias imágenes del Monasterio de San Juan de los Reyes:
Aquí aparece el Puente de Alcántara en 1858, vislumbrándose al fondo a la izquierda la desaparecida Puerta de San Ildefonso:
Esta es la vista inversa a la anterior, con el Castillo de San Servando al fondo:
Aquí vemos el Hospital de Santa Cruz:
El Patio del Alcázar, por entonces un edificio ruinoso, forma parte también de la serie de imágenes de Masson:
Pero sin duda, la joya de la corona de las fotos de Masson tomadas en Toledo es la gran panorámica de 1858, considerada hasta la fecha la fotografía completa de la ciudad más antigua que se conoce. Aquí os la ofrezco en su totalidad:
Se compone de la unión de al menos tres imágenes, que vistas una a una resultan no menos interesantes:
Como habéis podido comprobar, se trata de verdaderos tesoros por su calidad y antigüedad: retratos del Toledo de mediados del siglo XIX que suponen un verdadero viaje en la máquina del tiempo. Espero que os hayan gustado.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)