Para cualquier castellanohablante el martes no es más que un día de la semana, salvo si se trata de un toledano. En Toledo, El Martes es poco menos que una institución. Es un microuniverso con la excusa de un mercado, es un acontecimiento social, es una costumbre, es un maravilloso anacronismo que reta semanalmente a las grandes superficies, es la razón por la que el tráfico de la ciudad sigue ralentizándose cada siete días, es... simplemente El Martes.
Su origen se remonta nada menos que al año 1465, en concreto al día 21 de abril, cuando el Rey Enrique IV firma el Privilegio concedido para que se celebre en Toledo un mercado semanal, libre, franco y exento de impuestos, todos los martes. Este privilegio fue confirmado por los Reyes Católicos en la villa de Olmedo (Valladolid), diez años después, el 3 de marzo de 1475. El Archivo Municipal conserva los documentos que lo prueban:
Su emplazamiento original fue la Plaza de Zocodover y allí se celebró hasta aproximadamente 1950. Un siglo antes, en 1851 -justo antes de que la fotografía llegara a la ciudad- en los diarios y revistas de tirada nacional ya se tenía al Martes de Toledo como una peculiaridad local como demuestra este artículo publicado en el Semanario Pintoresco:
Sus primeras fotografías, sin embargo, no llegaron hasta comienzos del siglo XX destacando la maravillosa serie realizada por el genial Pedro Román Martínez que nos acerca a la realidad del Martes de entonces:
Estas son otras estampas del Martes cuando se celebraba en Zocodover. Algunas de ellas son ya posteriores a la Guerra Civil (el Martes volvió a Zocodover en los años 40 una vez fue restaurada la plaza):
En 1961, con motivo de las obras de reforma de Zocodover, el Martes se trasladó a la Plaza Mayor:
Sin embargo, en la Plaza Mayor había problemas de espacio pues allí se apiñaban los puestos del Martes con los vendedores que diariamente vendían sus productos alrededor del Mercado. Ello motivó que, por un breve periodo de tiempo, se trasladase el Martes a los jardines bajos del Alcázar, donde hoy se sitúa la piscina cubierta (de esta etapa no se conocen testimonios fotográficos, por ahora). Al finalizar las obras de Zocodover el Martes volvió allí, aunque muy pronto se trasladó al Paseo del Miradero, donde se celebró hasta que en la década de los 70 se reformó el paseo para construir las galerías comerciales subterráneas. De la etapa del Martes en el Miradero es John Fyfe quien consiguió las mejores imágenes, que dan muestra de una cierta evolución en las mercancías que se vendían:
El siguiente emplazamiento fue el que recordamos los nacidos en las décadas de los 70 y los 80: el Paseo del Carmen. Aún hoy este lugar es por muchos denominado como El Martes. Aunque parezca mentira, apenas he podido rescatar fotografías de esta etapa del mercado toledano por antonomasia (se agradecerán aportaciones):
Y finalmente, hacia el año 1999, con motivo de las obras de reforma de la subida a Zocodover desde la Cuesta de las Armas, que duraron varios meses y que obligaron a cerrar al tráfico toda la zona centro, el Martes se mudó -inicialmente de forma provisional, y más tarde de modo definitivo- a su actual emplazamiento en el Paseo de Merchán o la Vega. Allí sigue la tradición iniciada en 1465 y que supone una de las peculiaridades locales más características de Toledo. Como curiosidad final os dejo unas ordenanzas municipales del siglo XIX que trataban de ordenar la colocación de los puestos del mercado:
Su texto es de difícil lectura, por lo que os lo adelanto:
Plan que de orden del Juzgado de esta Imperial Ciudad de Toledo ha de // observarse en todos los dias de mercado, pena al que lo quebrante de lo que // haya lugar y, a fin de que no se alegue ingnorancia, se notificará por // el Escribano a todas las personas que bienen a bender. // Los carros de naranjas para sólo este día se pondrán arrimados a los // portales de los Boteros en línea. // Todo el vidriado negro de Villaseca y Alcorcón, en la subida del Arco hasta // la puerta de la Aduana. // Todo el vidriado y demás clase blanco, desde la puerta de la Aduana // arriba .// Todos los que vendan vidrio, cristal, etcétera, se pondrán desde la subida // del Arco hasta frente la Aduana, dejando buena calle para el // paso a la Aduana y Posada // Todo lo que sea fruta, se pondrán desde la puerta del Juzgado // en dos calles hasta el Arco de la Sangre de Cristo. // Las mesas de tocino fresco, añejo y carne de todas clases se // pondrán en dos calles o formando línea desde que concluia la // línea de pan de taona hasta el Arco de la Aduana, dejando // atrás el Peso Real. // Los Cesteros se pondrán en una línea desde la puerta de // Chavarría hasta la columna del primer portal, dejando calle // para no incomodar ni a la entra[da] de la casa ni al portal. // Todos los gallineros, hueberas y gente con caza, se pondrán// desde el Arco de la Sangre de Cristo hasta la calle que ba // a Santa Fe, en una o dos líneas, formando calle para que // se pueda andar libremente. // Todos los que venden cevada, algarroba o alguna otra // semilla se pondrán en línea desde la Casa que fue Jabonería // hasta bajo los balcones de don Manuel Solana // Todos los tenderos o buoneros, se pondrán en línea desde la // puerta del Juzgado dentro del portal hasta el arco, y los Lenceros // el sitio que ocupan. // Todos los que bendan pescado seco o mojado, abadejo, arroz, // azúcar, lentejas o otra semilla, se pondrán en línea delante // de los que benden pan de taona, formando calle. // Todos los que bendan castañas por maior, patatas, ajos, cebollas // se pondrán en línea delante de las hueberas y ganilleneros. // (fol. 1 vuelto) Todos los que bendan peludos, esteras, lías, escobas o cosa // semejante en la Cuesta del Alcázar, desde la puerta de la Posada, // frente la Aduana arriba, en línea. // Todos los que bendan paja, en la plazuela del [h]ospital de // los niños. // Todos los que traigan carbón de benta se pondrán en la // calle del Carmen, Miradero, plazuela de San Vicente, plazuela // de San Juan Bautista o plazuela de Ayuntamiento, y estos para // siempre, pena de cuatro ducados de multa al inovediente. // Toda Caballería del que benga a bender en la calle del // Carmen, en la plazuela de las Monjas de Concepcion, bajo // la pena de dos ducados de multa al que contrabenga. // Todo el ganado de Cerda que benga de benta se pondrá // en la calle del Carmen vajo la pena de dos ducados de // multa, arrimados a las quadras de la fonda. // Toda Caballería que benga de benta, en donde se // acostumbra, puerta de la fonda, dejando paso. // Todo el que benda salvado, formando línea con los que // bendan cebada. // Y de este modo quedara en la parte posible libre // la plaza que es el punto que el Juzgado quiere, a fin // de que no se incomode a qualesquiera que baya a pasearse // y recrearse, etcétera. //
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17 comentarios
Gran trabajo, como siempre. Enhorabuena
Excelente, Eduardo. Creo que Urabayen hablaba también de El Martes, verdad?
Buenos días amigo, no se que calificativo "bueno" darte ya
Genial, muy bueno, ¡Qué recuerdos!
Reproduzco aquí una cita curiosa de mi hermano Ángel, publicada en www.leyendasdetoledo.com que se hacía eco de otra de mi padre:
"De Zocodover pasó el martes al paseo del Miradero, donde creo (por la barandilla que se adivina) que está hecha la foto de 1967. Y después al paseo del Carmen. Mi padre, que es el autor del que se citan partes del texto, contaba que eran varias las mujeres bargueñas que iban al martes a vender sus labores, y que hacian el trayecto de ida y el de vuelta andando, para ahorrar. Y que un día fue testigo de este diálogo entre dos de ellas: - Pero fulana ¿qué te pasa en el pie, que estás sangrando? - Pues nada, que según venía he pisado mal y me he hecho una buena brecha con una piedra y... ¡menos mal que me había quitado los zapatos!"
¿Os acordáis de aquél moro que se ponía en la entrada del Carmen y pulverizaba pachuli y otros perfumes por el estilo a todo el que entraba?
¿Y de los botes con los que medían las nueces y las avellanas? aparentemente enormes y colmados a rebosar ...pero más de la mitad macizos por dentro :)
Eduardo, excelente como siempre, ya, la verdad es que me faltan palabras para alabar tu labor, que recuerdos, cuando era pequeña, ( yo he tenido siempre muy mala salud) y me llevaba mi madre al médico de pulmón y corazón, el doctor Ross, pues antes no era como ahora que te dan la cita y sabes que día ir, antes, abrían las listas todas las mañanas a las nueve y te apuntaban para la consulta, a si que mi madre siempre me llevaba en martes, pues el doctor Ross tenía la consulta a las dos y media, bajábamos del autobús en la Vega, luego andando hasta el hospital, luego de tener la cita, cogíamos la "katanga", hasta Zocodover, y nos íbamos al martes, luego para comer, recuerdo que íbamos a una taberna que había ( no se si existe) al lado de la tienda de deportes del águila de Toledo, y nos tomábamos un bocadillo de calamares con una "pochola" jajaja, que tiempos aquellos, de verdad, gracias mil por hacerme pasar estos buenos ratos de recuerdos, un abrazo amigo, que tengas una feliz semana.
No me canso de alabar, mirar, admirar, recomendar, consultar y difundir esta pagina.
Realmente el trabajo de Eduardo es enorme y puesto al servicio de todo el mundo.
Magnifica. Muchas gracias de nuevo
Muy bueno. Se que no digo nada nuevo. Excelente trabajo. Lo he disfrutado mucho.
Gran entrada Eduardo. Todo tipo de concentraciones de gente eran y son del agrado de los fotógrafos, entre ellas los mercados. Impresionantes las imágenes de Pedro Román.
Por cierto, en Cuenca lo llamamos "el rastrillo" y también se celebra el martes. la denominación "rastro" proviene de los "rastros" de sangre que dejaban los mataderos (ver una de tus entradas) que se encontraban cercanos a estos mercados en las afueras de las ciudades. Saludos
A decir verdad, para los toledanos de mi generación, el auténtico “martes” fue el de Zocodover. Cualquiera de los posteriores cambios o traslados de su emplazamiento, provisionales o “definitivos”, siempre nos han parecido una indeseable sustracción de nuestras vivencias de juventud y, en cierto modo, una desfiguración de una de las señas de identidad de la ciudad. Quizá porque su vida más interior, hasta en esas íntimas entretelas de sus más genuinas tradiciones, no había hecho todavía ninguna excursión extramuros. Bajar al Miradero, al igual que las bicicletas, sólo era cosa del verano, y llegar hasta La Vega, frente al Hospital de Afuera –que la denominación popular ya lo decía todo–, era una especie de aventura que, salvo en las fechas estivales de la feria de agosto y hasta años muy posteriores, se consideraba “salir de Toledo”.
Pero quizá también porque “el martes” de Zocodover tenía como escenario de referencia casi consustancial El Café Español. Si el tráfico mercantil de baratijas, frutos secos, cachivaches, textiles varios y menajes de todo pelo tenía lugar, con protagonismo femenino mayoritario, a la intemperie de la plaza, bajo los frágiles tenderetes de lonas y cortinones de cretona, los tratos comerciales más “serios” –por supuesto de componente genérica exclusivamente “machista”– se fraguaban en los soportales, en las mesas o en la barra de El Español. Así, “El Martes” era también un último testigo de una sociedad todavía, en parte, rural y de una economía, de puro doméstica, casi de trueque, que tenía en el binomio “El Español-Los Martes” una especie de templo rústico del chalaneo más castizo e inofensivo, convertido para esa cita semanal en una auténtica lonja de transacciones agropecuarias. Nadie quizá lo entendiera mejor –creo recordar que lo tengo comentado en otra ocasión– que Don Antonio Partearroyo, el Ingeniero Jefe de la Jefatura Agronómica de Toledo, que en esos días, mediada la mañana, trasladaba su despacho oficial a una de las mesas del veterano café y allí despachaba los más graves asuntos del agro toledano. Decía el bueno de Don Antonio que le bastaba echar unos cuantos cigarros esa mañana con los “marteros” del alfoz toledano –Layos, Cobisa, Argés, Nambroca–, o con los sagreños no “colonizados” todavía por la fiebre de tejas y ladrillos, para conocer, mejor que con cien horas de oficina, el estado de las cosechas, los precios de las producciones, los devastadores efectos de “la pertinaz sequía” y la “saca” de las perdices. Sin medios informáticos, sin twiter ni internet, el señor Partearroyo, con su obeso aspecto patriarcal y talante bonachón, se había adelantado a todas esas modernidades gracias a “Los Martes” en El Español. Por muy rural que sea su actual ocupación bancaria, ¡cómo no habremos de sentir la pérdida de ese santuario del toledanismo en el que las voces de los mercachifles de “Los Martes” en la plaza –“¡a duro, señora, un par de bragas a duro!”– se mezclaban con las de Goyito: “A ver, Miguel, ¡marchando un cortao con sol y sombra para don Antonio!”.
Pero queda alguna chusca anécdota “martera” que dejaré para el siguiente comentario.
Nada sentiría más que con algún comentario mío de tono menor sobre el “paisanaje” del paisaje –en este caso, fotográfico–, pudiera banalizarse el formidable contenido, tanto gráfico como histórico, de cualquiera de las entradas de este blog, cada día más impresionante y meritorio. Sin embargo, me libera de ese temor mi convencimiento de que los escenarios, su historia y su descripción, resultan con frecuencia más accesibles, y hasta se “comprenden” mejor, si se desciende a su anecdotario y a la presencia de alguno de sus protagonistas, por mucho que sean casi anónimos, irrelevantes o efímeros.
Es el caso de esta anécdota “martera”: era indefectible visitante del histórico mercadillo en aquellos nuestros años estudiantiles –el “Insti”, Maristas, Sadel, Frente de Juventudes– un curioso personaje cuya singular actividad, para recochineo y rechifla de todos nosotros, no podía pasar inadvertida a la peña de bachilleres, que al terminar en los colegios la jornada matutina nos desplazábamos hasta Zocodover, más que para hacer compra alguna en el mercadillo, cosa vetada a nuestras exiguas economías, para contemplar, a una distancia prudencial, la hazaña de este peculiar paisano.
De mediana estatura y modales lentos y pausados, pulcro y atildado pero sin ninguna elegancia, embutido en un terno negro, imagen anodina, quizá casi exacta, del probo funcionario recién jubilado, iniciaba su actividad en aquellos momentos del mediodía en los que el mercado presentaba una mayor concurrencia, casi a punto de aglomeración en alguno de los tenderetes. Provisto de un periódico que, plegado, llevaba empuñado en una de sus manos, la maniobra consistía en aproximarse lo más posible a cualquiera de las féminas “marteras” para la consumación de su operación, consistente en alcanzar, apenas rozar, con el dorso de la mano, como al descuido, el trasero de la dama seleccionada o, en función de la altura elegida para el “asalto”, la parte de la fisonomía femenina que le resultara más protuberante o accesible, empeño que no siempre terminaba con éxito, sobre todo si la interfecta advertía las libidinosas intenciones del sobón y, dada media vuelta de repente, le atizaba un bolsazo, le propinaba un sonoro bofetón o le soltaba una fresca de no te menees.
Sería cosa de imaginarse con qué ansioso deseo debería esperar este buen contribuyente la llegada periódica de El Martes para dar rienda suelta a su módica ración semanal de expansión sexual, y para nosotros, sin diversiones más inmediatas y económicas, también esperar cada semana para ver en plena faena la estrategia de disimulo y aproximaciones de “el tocón del martes”, apelativo chungón con el que, con más sorna que misericordia, ya habíamos bautizado a aquel pobre hombre que, de haberle conocido el guionista del “Cuéntame cómo pasó”, le habría encontrado hueco en cualquiera de los capítulos en los que, además de exaltar como deporte nacional el pedestrismo de “correr delante de los grises”, debería incluirse esta abominable conducta como una muestra más de las represiones del franquismo.
Don Ricardo: sus comentarios son verdaderos retratos de una época de Toledo. Narrados como pocos pueden hacerlo, convierte usted anécdotas en literatura.
Grandes comentarios para un gran blog.
Un lujo para los toledanos.
Aquí mi padre, que dice (a sus 80 años) que en la Plaza Mayor no es que se celebrara el martes, sino que se ponía gente a vender de todo todos los días de la semana...
Muchas gracias a todos por vuestros comentarios. Una curiosidad más: podemos casi asegurar que Albert Einstein estuvo en el Martes. En su diario, al hablar de su visita del 6 de marzo de 1923 cita "Las calles y la plaza del mercado". Me resultaba curiosa esa descripción, así que he mirado un calendario perpétuo y...¡¡efectivamente!! el 6 de marzo de 1923 fue martes.
Enhorabuena, como siempre Eduardo, impresionante el documento referente al privilegio de 1465. Me encantan las entradas de Ricardo Sánchez Candelas. Esas vivencias, historietas que llenan de recuerdos las ciudades y pueblos no deberían perderse, le animo a que siga escribiendo. En la página de la R.A.E. intrahistoria es la Voz introducida por el escritor español Miguel de Unamuno para designar la vida tradicional, que sirve de fondo permanente a la historia cambiante y visible. Muchas gracias a ambos.
Gracias a la inestimable ayuda de Rafael del Cerro Malagón he actualizado la entrada aclarando las dudas sobre los emplazamientos del Martes en la Plaza Mayor y añadiendo un desconocido (al menos para mí) lugar donde brevemente se celebró: los jardines bajos del Alcázar.
Abrazos.
Enhorabuena Eduardo, como siempre extraordinario trabajo. Quiero aprovechar la entrada para revindicar el oscurantismo existente sobre la capilla y talla del cristo de la sangre, perteneciente a la parroquia de san Nicolás, solo se abren las contraventanas en contadas ocasiones, ¿Por qué?, ¿laicismo, religión, arte?, la verdad es que cuando se ilumina la capilla y la talla del cristo cambia totalmente la vista del arco de la sangre y se embellece la plaza de Zocodover. Es mi opinión como toledano y amante de su historia.
...la capilla de la Sangre de Cristo situada encima del arco, fue edificada por orden de Enrique IV y concedida licencia para celebrar misa por él arzobispo don Alonso Carrillo en 1475 para que "los pobres e otras personas viandantes e oficiales menestrales de la ciudad la oigan cada mañana cuando salen todos a dicha plaza de Zocodover a buscar cada uno su vida", la capilla se acabó de construir en 1498 celebrándose misa desde ese día hasta finales del siglo XVI, en 1589 un incendio destruyó la capilla, reformada después por Juan de Herrera a la misma vez que la plaza en el año 1590, la ejecución de la obra la hizo Nicolás de Vergara "el mozo" .
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