El Hospital de San Juan Bautista fue mandado construir en 1541 por el cardenal Juan Pardo de Tavera, a quien le debe su corriente denominación, si bien durante muchos años también fue conocido como Hospital de Afuera por encontrarse en la zona exterior a la muralla de la ciudad histórica.
Sus obras se desarrollaron entre el mencionado año de 1541 y 1603, bajo las trazas de Alonso de Covarrubias y con la constante supervisión de Bartolomé de Bustamante. Este soberbio edificio constituye uno de los ejemplos más destacados de la arquitectura del Renacimiento español, con claras influencias italianas.
Posee dos espectaculares patios columnados, una impresionante iglesia y alberga un museo de la Fundación Casa Ducal de Medinaceli así como la Sección Nobleza Archivo Histórico Nacional. La fachada principal es algo posterior -de 1760- y es obra de Pedro Martínez Morales.
Del edificio se han hecho multitud de descripciones elogiosas, pero tal vez la más célebre sea la que le rindió Nicolás Vergara El Mozo en 1603:
"...es de las más acertadas y excelentes fábricas que ay en Europa, y mas conforme a las reglas y observaciones de la verdadera Architectura;[...] lo dizen los extranjeros que la vienen a ver, como a una de las maravillas de el Mundo"
Para el prestigioso historiador Manuel Gómez Moreno se trata del "primer edificio totalmente clásico de Castilla" .
Alonso de Covarrubias fue sustituido al frente de las obras en 1550 por su aparejador Hernán González de Lara, y a su vez éste fue reemplazado en 1577 por el mencionado Nicolás Vergara El Mozo. La última parte del edificio en construirse fue la iglesia, donde es palpable la mano de Vergara, destacando su única nave de cañón, su ábside semicircular y la cúpula de media naranja que en el exterior se convierte en el famosísimo y característico cimborrio octogonal que hace reconocible el edificio en la distancia. La decoración interior de la iglesia correspondió a Juan Bautista Monegro, que sustituyó a Vergara.
Al finalizar las obras de la iglesia se colocó en ella la pieza tal vez más famosa del edificio: el Sepulcro del Cardenal Tavera. Obra del mítico Alonso de Berruguete, fue ejecutada entre 1557 y 1561 en mármol de Carrara. Se trata de la última obra de este maestro de la escultura, que falleció en una habitación del propio hospital en ese año de 1561.
Tal es la importancia de este sepulcro de mármol, que su existencia supone de algún modo el comienzo de la fotografía de Toledo. Una reproducción del sepulcro -probablemente una litografía o un grabado- fue fotografiada nada menos que en 1847 por Nicolaas Henneman para la primera edición del libro Annals of the Artists of Spain de William Stirling Maxwell publicado en 1848. Se trata de una fotografía tomada con la técnica del calotipo o papel a la sal que por desgracia no consiguió el nivel deseado, siendo muy baja su nitidez, muy difuminados sus contornos y escaso el contraste. Pese a su mala calidad, estamos ante una increible joya por ser la fotografía más antigua que reproduce una parte de Toledo que ha llegado hasta nosotros, siendo cinco años anterior a las fotografías de Edward King Tenison de 1852 que son las más antiguas conocidas realizadas físicamente en la ciudad. Esta fotografía del sepulcro es propiedad del Fondo Fotográfico de la Universidad de Navarra.
El autor de la fotografía, Nicolaas Henneman era ni más ni menos que el alumno aventajado e íntimo amigo de William Henry Fox Talbot, pionero de la fotografía e inventor del calotipo o talbotipo.
Henneman era un holandés nacido el 8 de noviembre de 1813 en Heemskerk pero afincado en Inglaterra. Desde 1843 hasta 1846 fue el propietario del estudio situado en el número 8 de Russell Terrace en Reading, denominado ‘Reading Establishment’ donde se sabe que imprimió muchas de las obras más famosas de Talbot como The Pencil of Nature y Sun Pictures in Scotland, además de las imágenes del libro donde apareció la fotografía del sepulcro.
Las fotografías hechas por Henneman para el libro de Stirling resultaron carísimas y la calidad ofrecida no fue la esperada por lo que se editó sólo la primera edición con ellas -25 ejemplares de tirada- y la segunda edición ya no contenía fotografías. Henneman se casó en 1846 y se mudó a Londres donde fundó el estudio ‘Sun Picture Rooms’, ayudado por Talbot, en el 122 de Regent Street. En 1848 se asoció con Thomas Malone con el que trabajó hasta 1851. Henneman siguió imprimiendo fotografías en Londres en Kensal Green hasta 1858. Un año después dejó Londres para proseguir sus negocios en Birmingham y Scarborough. Henneman falleció en Londres el 18 de enero de 1898.
Pero sigamos con la historia fotográfica del Hospital Tavera. Durante el siglo XIX se tomaron preciosas fotografías tanto del sepulcro como de los patios, destacando las de Casiano Alguacil y Alfonso Begue o los franceses Jean Laurent y Levy:
Me gusta especialmente esta fotografía de Alfonso Begue hacia 1860 porque al verla se entiende a la perfección la denominación de Hospital de Afuera. El edificio se encontraba aislado fuera de la muralla y ni siquiera el Paseo de Merchán o la Vega se había ejecutado aún:
Desde aproximadamente 1900 hasta la guerra civil son multitud las imágenes que se tomaron es este imponente edificio, de las que os pongo una selección:
Durante la guerra Civil el edificio fue tomado por las milicias republicanas que lamentablemente hicieron graves destrozos en objetos y obras de arte, destacando el cuadro del Cardenal Tavera de El Greco que fue roto a cuchilladas:
Juan López Ayllón, uno de los miembros del Comité de Defensa del Patrimonio que se constituyó para salvaguardar los tesoros de la ciudad narraba así en sus memorias lo que encontraron al entrar en el Hospital Tavera el 14 de agosto de 1936 tras lograr el permiso para acceder al edificio que controlaba la CNT (texto extraido del artículo de Rafael del Cerro Malagón titulado "El Comité de defensa del Patrimonio en Toledo durante la Guerra Civil" publicado en la revista Archivo Secreto):
Por fin entramos en el Hospital Tavera. Nos detuvimos primero en la capilla, donde nos encontramos con un espectáculo sacrílego y robo que veríamos repetido en cuantos templos estuvimos: la puerta del Sagrario abierta y en el suelo al pie del altar estuches vacios de cálices, copones, custodias y otros objetos preciosos del culto. En el centro del presbiterio está la estatua yacente del cardenal fundador sobre el sepulcro, todo ello obra del maestro Alonso de Berruguete. Limpiamos la escultura en cuyo alrededor había algunos cascotes, procedentes, sin duda, de la linterna en que culminaba la cúpula que estaba en la vertical del sepulcro y aparecía medio destruida. Tanto la figura del Cardenal como los relieves que decoraban los costados del sepulcro permanecían intocados, pero no así el entrecejo de la figura del cardenal, del que tuvimos que arrancar con bastante esfuerzo unas cuantas virutillas fuertemente incrustadas en él como si hubiera sido golpeado sañudamente con alguna viga de madera. De allí pasamos a la sacristía atravesando un estrecho pasillo que la separaba del templo. El suelo era un muladar de cascotes, trozos de barro seco, tierra, colillas, en fin, de todo. En la pared de enfrente una cajonera (...) Sobre el mueble, entre una capa de polvo espesa, que casi parecía sólida, fuimos rescatando y limpiado objetos, los primeros dos cuadros como de medio metro de lado, ambos de El Greco, uno representaba a la Virgen dando de mamar al Niño, sobre uno de los pechos el lienzo tenía un abolsamiento como de haber recibido un culatazo. El otro era un busto del Cardenal Tavera del que había sido recortado y extraído todo el óvalo de la cara. Lo buscamos por el muladar del suelo, y lo encontramos pisoteado y sucio pero no había sufrido mucho deterioro la pintura. Lo limpiamos y Cecilio se lo echó al bolsillo (...) Cuando nos íbamos a marchar de allí nos llamó la atención un montoncillo de trocitos de figura rota que había en un rinconcito limpio que hacía uno de los costados de la cajonera con la pared; la recogimos cuidadosamente y Cecilio las fue uniendo como pudo hasta darse cuenta que eran los trozos de la escultura de Cristo resucitado, la única hecha por el Greco, de muy pequeño tamaño, de la que Cecilio tenía noticia.
Menos de dos meses después, las tropas nacionales tomaron el edificio y también ocasionaron destrozos, rompiendo la nariz del sepulcro del Cardenal Tavera:
El cuadro que los milicianos habían rajado fue restaurado en Sevilla por Fernando Labrada por orden de Pedro Muguruza, responsable de las obras de arte en el bando nacional:
Tras la guerra hubo de ser restaurada la cúpula octogonal siendo acometida también su conversión en museo, trabajos dirigidos por Eduardo Lagarde Aramburu:
En 1947 la revista Arte Hogar publicó un extenso reportaje del edificio con fotografías de Salgado:
Estas son otras imágenes interesantes desde mediados del siglo XX hasta los años 80:
El Hospital Tavera ha sido fuente de inspiración para muchos artistas. El más destacado es Luis Buñuel que eligió este lugar para rodar las escenas más famosas de Tristana en 1969 o Viridiana en 1961:
Aquí vemos a Buñuel junto al mítico François Truffaut:
El Hospital Tavera ha sido escenario de otras muchas películas de fama internacional como El Tirano de Toledo (1952), El Halcón de Castilla (1965), La Folie des Grandeurs (1971), Los tres mosqueteros (1973), Pepita Jiménez (1975), Teresa de Jesús (1984), Buñuel y la mesa del Rey Salomón (2001), El Puente de San Luis Rey (2004) o La conjura de El Escorial (2008):
Otros personajes importantísimos visitaron el Hospital Tavera. Aquí podemos ver a Alexander Fleming:
En definitiva, se trata de uno de los edificios más bellos de Toledo y en mi opinión, bastante desaprovechado y desconocido, tal vez por lo poco cuidado de su acceso peatonal y de algunos de sus aledaños, llenos de maleza y completamente abandonados, como por ejemplo el flanco que mira a Duque de Lerma. Ha sido en varias ocasiones anunciado su uso como hotel de 5 estrellas, aunque el proyecto hace tiempo que cayó en el olvido.
El Hospital Tavera en Google Maps:
Ver Toledo Olvidado en un mapa más grande
Para saber más:
- William Stirling and the talbotype volume of the Annals of the Artists of Spain, artículo de Hilary Macartney publicado en History of Photography y disponible en Research publications by members of the University of Glasgow.
- Talbotype Illustrations to the Annals of the Artists of Spain, 1847. Artículo de José Manuel Matilla
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8 comentarios
Fabulosa entrada y no menos fabuloso el hallazgo de la primera fotografía de Nicolaas Henneman que se hizo en Toledo, aunque, conociendo tus habilidades, nunca se sabe qué sorpresa nos traerás pasado mañana.
Felicidades Eduardo.
He de hacer una corrección importante: la fotografía de Nicolaas Henneman se realizó a un grabado o litografía del sepulcro, no al propio sepulcro. Por ello es la fotografía más antigua conocida que reproduce una parte de la ciudad pero NO ES la más antigua tomada en la ciudad pues Henneman no la realizó en Toledo sino en Inglaterra.
Abrazos a todos.
Bien pronto debió adquirir carta de naturaleza entre los toledanos el nombre de Hospital de Afuera para sustituir, y por partida doble, al de la advocación de San Juan Bautista por un lado, y por otro al de su genuina titularidad, la debida al nombre de su iniciador y promotor, el Cardenal don Juan Pardo de Tavera. Una vez más, una batalla perdida por los nombres más o menos oficiales frente a las designaciones populares de edificios, calles o parajes de la ciudad. En Toledo, son innumerables los ejemplos.
Ya en “Cigarrales de Toledo”, Tirso de Molina pone en boca del narrador “el Hospital de Afuera –la mayúscula empleada da fuerza al topónimo–, cuyo administrador era deudo mío”, y unas páginas más adelante, cuando ya declara de forma más explícita, “…en el Hospital célebre de don Juan Tabera, que tiene su advocación –la de San Juan Bautista– y le llama vulgarmente nuestra ciudad el Hospital de Afuera…”.
Y debían ser lugar y paraje bien conocidos del fraile mercedario porque hay una descripción posterior que parece realizada a la vista de una de las fotografías que nos incorpora Eduardo en esta entrega de su blog: es esa, la de Alfonso Begue, de 1860, en la que el entorno del propio edificio, de majestuosa hechura renacentista, aparece todavía casi aislado, sin edificación alguna en los terrenos que posteriormente serían dependencias de la Escuela de Gimnasia, bloques de viviendas en la calle Duque de Lerma y el propio Paseo de la Vega.
No muy lejos debía ubicarse La Venta de las Pavas, en esos alrededores de la ciudad que, junto al Hospital de Afuera, enmarcaban la entrada desde Madrid. En varias ocasiones la cita Tirso de Molina y cabe pensar en su existencia real más allá de la ficción del relato cigarralero: “Y llegando a la referida Venta de las Pavas –nos describe el autor–…volviéronse a Toledo…y al emparejar con el Hospital de Afuera se dividieron: Serafina, en el coche, hacia Buenavista; y los dos amigos a la ciudad…”. Identificada tan claramente esa bifurcación de direcciones de la entrada a Toledo por el norte, ¿cabe una descripción literaria más aproximada a la fotografía de Begue? ¡A cuatro siglos de distancia!
Y es que, en efecto, hasta no hace mucho tiempo ha sido ése, lugar de ventas y tabernas de arrieros y trajinantes, y quizá la de más inmediata memoria para algunos sea la Venta del Lucero, tan desaparecida ya, que ni el buen Rey Alfonso la tiene a mano para descabalgar por un momento del brioso alazán sobre el que le ha montado, allí mismo, en extraordinaria escultura ecuestre, Luis Martín de Vidales y despacharse un buen trago de vino de Yepes antes de “reconquistar” otra vez Toledo.
Añado al anterior otros dos comentarios que vienen al caso. El primero, a propósito de la mención a los destrozos ocasionados por la barbarie de la guerra civil, que tan gravemente afectaron a la integridad de la inmensa riqueza artística del Hospital de Afuera. En el texto seleccionado por Eduardo de las Memorias de Juan López Ayllón, miembro del Comité de Defensa del Patrimonio que se formó para evitar aquellos salvajes desmanes, se alude en repetidas ocasiones a Cecilio. Dos eran los “Cecilios” presentes en una de las primeras reuniones del Comité: Cecilio Guerrero Malagón y Cecilio Béjar. Me inclino a creer que, en el contexto en el que López Ayllón hace su comentario, se refiere a Cecilio Béjar, otro de los insignes toledanos injustamente olvidados por este implacable paso del tiempo ignorante que todo lo borra. Aparte su decisiva intervención en la restauración del sepulcro del propio Cardenal Tavera –uno de los más graves atropellos de aquellos vándalos –, Béjar habría merecido sitio de honor en el recuerdo de los toledanos y de los amantes del arte de cualquier tiempo y lugar tan solo fuera por su ingente labor como escultor y tallista del remozado Monasterio de San Juan de los Reyes, cuando hubo necesidad de ser reparados los muchos destrozos con los que otros incívicos “visitantes” –en este caso, las tropas francesas de Napoleón– quisieron dejarnos señal de su “civilizado” paso por nuestra ciudad.
Y para terminar, por ahora, otro comentario relativo a la extraordinaria farmacia del Hospital y de la que se nos ofrece valiosísima secuencia fotográfica. Ya en 1928, el ilustre Santiago Camarasa, (“La vieja botica del Hospital de Tavera”, Revista Toledo), le dedicó un artículo tan interesante como todos los suyos: tarros de cerámica de Talavera y Puente del Arzobispo, redomas, alambiques y todos los trebejos propios de las artes boticarias antiguas para elaborar toda clase de pócimas, ungüentos y fórmulas magistrales se dan cita en sus estanterías y anaqueles. Pero lo que muchos toledanos no conocen es que hay una farmacia de nuestros días en la que, tanto en su fachada exterior como en su interior, se ha tratado de reproducir, y con bastante acierto, esta histórica botica del Hospital de Afuera. Es la farmacia situada en la Calle Ecuador, y que hace esquina con la Plaza de la República Dominicana, y cuya titularidad es la de los señores Aguado. Recomendar la visita de una farmacia no es, desde luego, la cosa más caritativa posible, pero acercarse al Barrio de Santa Teresa para contemplar, y hasta visitar su interior, nos permite aproximarnos sin apreturas turísticas a una muy aceptable imitación de la botica de Tavera.
Estupendo trabajo, como siempre, Eduardo. Te enlazo otras dos fotos de Tavera que igual no conoces. Un abrazo http://amigoscut.blogspot.com/2011/02/inauguracion-del-i-curso-academico-1969.html
De nuevo agradecer a Don Ricardo los comentarios que tan acertadamente describen épocas, personas y lugares del pasado toledano.
Por cierto, y referente a la botica, es de suponer que Fleming como inventor de la penicilina se sintiera impresionado al ver una de las boticas que se conservan más antiguas de Europa.
Gracias. Sin duda alguna un trabajo excelente.
Agradezco de corazón a Ricardo Sánchez Candelas el buen recuerdo de mi querido tío, el gran escultor toledano, Cecilio Béjar Durante;nos dejó con apenas 56 añós, víctima de un injusto atropello...
Cecilio Béjar y Juan López Ayllón eran amigos, familia lejana,casi hermanos. Acierta Ricardo Sáncez Candelas porque si fue Cecilio Béjar quien recogió el dedo y tiempo después restauró el sepulcro del Cardenal Tavera. Sería una de las múltiples restauraciones que hizo en Toledo. Desde aquí, un cariñoso recuerdo, no se le debe olvidar.
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