sábado, 4 de mayo de 2024

Toledo visto desde un avión por Manuel Urech hacia 1950

Hablar de Manuel Urech López es hacerlo sobre uno de los más destacados fotógrafos de prensa españoles en el siglo XX. Especialmente relevante es su protagonismo al hablar de fotografía histórica de Madrid, ciudad en la que principalmente trabajó. No en vano, Urech desempeñó su labor como reportero durante treinta años en el Diario Madrid, a la vez que colaboraba frecuentemente también con el diario ABC y la revista Semana. Finalmente, culminó su vida profesional trabajando para la Agencia EFE.
Nació en Zaragoza en 1904, y fue su padre, el también fotógrafo y catedrático Manuel Urech González quien le introdujo en el mundo de la fotografía. Se sabe que, durante la Guerra Civil, el joven Manuel trabajó en Junta de Compras de Material del Ministerio de la Guerra y figura en el elenco de fotógrafos de la Junta Delegada de Defensa de Madrid. En aquellos años desempeñó también tareas como fototécnico del Instituto forestal de Investigaciones y Experiencias. En su larga trayectoria profesional, que abarca entre 1935 y 1975, año de su jubilación, se desenvolvió con maestría como fotoperiodista en los medios anteriormente citados, logrando fotografías de gran calidad.
Manuel Urech López, fotógrafo (1904-1985) Casado desde 1934 con Cecilia Ribera, y fallecido en el año 1985, Urech conformó a lo largo de su vida un inmenso legado fotográfico, hoy gestionado por su hijo Miguel Ángel Urech Ribera, a quien agradezco sinceramente su amabilidad y su generosidad. Es el propio Miguel Ángel quien describe con estas palabras el excepcional fondo fotográfico de su padre:
El archivo de mi padre no es un archivo en sentido estricto, yo digo que llamarlo así es todo un eufemismo. Son un montón de latas de película (Ilford en su mayoría) y cajas de papel fotográfico Kodak llenas de rollos y tiras de negativos, pero la inmensa mayoría sin la más mínima indicación de su contenido o fecha. Además, por lo que he podido comprobar hasta ahora, están mezcladas fotos hechas para el Diario Madrid (y supongo que para el ABC, aunque todavía no ha aparecido ninguna), fotos de trabajos particulares y fotos de familia. Era muy metódico y ordenado para sus cosas, especialmente para todo lo que tenía en su laboratorio. Sabía todo lo que tenía y donde lo tenía. Hasta tal punto era así que a veces le poníamos a prueba, entrábamos en el laboratorio y movíamos algo de sitio, incluso solo unos centímetros, para ver si lo notaba. No fallaba, cuando llegaba a casa y entraba en su laboratorio la reacción era inmediata: “¿Quién ha entrado aquí?”. Creo que tenía memoria fotográfica para su laboratorio, y por eso quizá él si sabía en qué orden estaban las latas de película y cajas de papel, lo que contenía cada una y más o menos su fecha.
Gracias al esfuerzo de su hijo Miguel Ángel, encargado de digitalizar y gestionar poco a poco las más de 100.000 fotos que componen el archivo, en 2012 se publicó un libro con fotografías de Urech titulado Madrid a pie de calle (Ediciones La librería) que se ha convertido en toda una referencia de la fotografía madrileña. En el prólogo de dicho libro hay un párrafo escrito por su hijo que me fascina, describiendo de este modo tan bello y elocuente los recuerdos que la minuciosa labor fotográfica de su padre le evocaban:
Una de las razones por las que me alegro de estar escribiendo estas líneas es que según escribo sobre algo, eso me hace evocar recuerdos que tenía totalmente olvidados. Por ejemplo, al escribir sobre cómo medía la luz y calculaba la exposición, he recordado haber hecho de su ayudante en algunas ocasiones. Cualquier aficionado a la fotografía sabe que no es fácil hacer fotos nocturnas con poca luz ambiente mezclada con puntos de luz artificial, incluso con la ayuda de la propia cámara, y que requieren largas exposiciones. Pues bien, como creo haber mencionado, a mediados de los años 1950 tuvo el encargo por parte del Sr. Lillo, concejal del Ayuntamiento de Madrid, de hacer fotos de la nueva iluminación que se iba instalando en diversas calles, lo que evidentemente requería que fuesen fotos nocturnas. Una de las ocasiones en las que le acompañé, y que ahora recuerdo como si hubiese sido ayer, fue para hacer el tramo de la calle de Alcalá desde Cibeles hacia la Gran Vía. Plantó su trípode con la cámara al lado del Banco de España junto al la entrada del metro y mi misión era avisarle si veía algún coche en Cibeles que fuese a entrar en Alcalá. Una vez apretado el disparador de cable e iniciada la exposición, si le avisaba de que venía algún coche, o él lo veía venir de frente, tapaba el objetivo con la mano hasta que desaparecía de la escena, entonces la quitaba y continuaba con la exposición. Y así las veces que fuese necesario para conseguir el tiempo de exposición que había calculado, creo recordar que a veces de minutos, y que la foto saliese sin ningún coche fantasma en movimiento. Y no crean que para esto utilizaba un cronómetro que paraba y arrancaba; él, además de fotómetro, era también cronómetro, al igual que cuando impresionaba el positivo en papel en la ampliadora.
Pues bien, como amante de la fotografía me puse en contacto hace unos meses con Miguel Ángel con el deseo y la esperanza de que en su extenso archivo figurase una amplia selección de fotos tomadas en Toledo. Cuando Miguel Ángel amablemente me respondió, me comentó que, a falta de finalizar completamente la digitalización del archivo, solo le constaban 6 fotos toledanas de su padre, todas ellas realizadas hacia 1950 desde un avión KLM en un vuelo acompañado del Sr. Esteban. Evidentemente me hubiera gustado que fuesen más las imágenes de Toledo conservadas dentro del archivo de tan extraordinario fotógrafo, pero lo cierto es que esa media docena de fotos también tienen su valor y he decidido ofrecérsoslas por cortesía de su hijo.
Como os decía, son fotos aéreas tomadas hacia 1950 en las que aún vemos una ciudad casi circunscrita a la muralla medieval, todavía con escasos desarrollos extramuros: solo vemos en las vegas los primeros bloques de la Avenida de la Reconquista y algunas de las primeras casas de la zona de Coronel Baeza. Aparece aún la Escuela Normal de Magisterio en el Paseo de Sisebuto y podemos apreciar la tremenda destrucción del Alcázar tras el asedio de 1936. En definitiva: un viaje a vista de pájaro por el Toledo de mediados de siglo de la mano de un gran genio de la fotografía como fue Manuel Urech. Espero que os gusten:
Vista aérea de Toledo hacia 1950 desde un avión KLM. Fotografía de Manuel Urech. Vista aérea de Toledo hacia 1950 desde un avión KLM. Fotografía de Manuel Urech. Vista aérea de Toledo hacia 1950 desde un avión KLM. Fotografía de Manuel Urech. Vista aérea de Toledo hacia 1950 desde un avión KLM. Fotografía de Manuel Urech. Vista aérea de Toledo hacia 1950 desde un avión KLM. Fotografía de Manuel Urech. Vista aérea de Toledo hacia 1950 desde un avión KLM. Fotografía de Manuel Urech. Para finalizar, únicamente recordaros que aún podéis ser mecenas del sexto tomo de Toledo Olvidado que verá la luz esta próxima Navidad. ¡Millones de gracias a todos los que ya habéis confiado realizando vuestra aportación!

domingo, 14 de abril de 2024

El precioso retrato del Toledo de la Transición a través del objetivo de Francisco Rodríguez

Los amantes de la fotografía en la ciudad de Toledo tenemos la inmensa suerte de contar con registros gráficos de procedencias muy diversas. La gran belleza y peso histórico de Toledo ha hecho que por aquí hayan pasado los mejores fotógrafos de la historia, a los que se suman los cientos de miles de imágenes tomadas cada año por turistas que, con mayor o menor pericia, retratan nuestra ciudad desde la irrupción de este fenómeno. Junto a ello, tenemos el elenco de fotógrafos locales, a menudo injustamente poco conocidos, que han dedicado buena parte de su talento a inmortalizar Toledo. Entre estos últimos escasean los que han centrado su objetivo en la fotografía humanista o costumbrista, por lo que poder localizar trabajos de autores locales con este enfoque es un auténtico tesoro. Pues bien, hoy tengo el placer de traeros una selección de imágenes absolutamente maravillosas y con un marcado tinte humanista tomadas en los años de la Transición, a finales de los años 70, por un toledano de pura cepa como es Francisco Rodríguez, a quien agradezco de todo corazón su generosidad al donar estas fotos para el disfrute de todos en este blog.
Francisco Rodríguez García tiene 68 años, pues nació en Toledo un 20 de agosto de 1955, en pleno centro histórico, en el antiguo hospital de Soliss en la plaza de San Justo. Siempre le llamó la atención el mundo de la fotografía y a los 15 años ya comenzó a hacer fotos con las cámaras disponibles en ese entonces, como las Kodak con el “Cubo Flash”, la Verlisa y las Yashica, de las cuales aún conserva la FX30.
Francisco Rodríguez, fotógrafo toledano Además, Francisco se adentró en el apasionante mundo del revelado casero, llegando a montar un pequeño laboratorio en una de las habitaciones de la casa de sus padres en la Bajada del Barco. Para ello, pintó toda la habitación de negro, compró una ampliadora, las cubetas, los líquidos y el resto del material necesario, como el papel y las pinzas. Iba a Madrid a comprar todo este material a unas tiendas de fotografía en el centro llamadas “Establecimientos Aquí”, donde también adquiría la película en blanco y negro en carretes de 30 metros. Posteriormente, en el laboratorio casero y completamente a oscuras, montaba sus carretes y procuraba que entraran en ellos el máximo posible de negativos, es decir, más de los 36 que inicialmente cabían.
Pasados unos años, después de probar con técnicas de virados azules, rojos, verdes y otros colores, comprando él mismo los productos químicos y viéndose obligado, no sin riesgo, a mezclarlos para conseguirlos, empezaron a salir al mercado productos químicos para el revelado en color, que se vendían en los citados establecimientos madrileños.
Siendo aún joven y poseyendo ya algo de dinero para gastar, Francisco no pudo resistir la tentación de revelar en color sus propias fotografías, por lo que adquirió otra ampliadora de la marca Durst, que estaba preparada para el revelado en color, pues tenía un alojamiento para la colocación de los filtros necesarios para la corrección de color, con los colores amarillo, magenta y cián. Como la corrección de colores necesaria para el positivado sin un analizador de color era casi imposible, Francisco también hubo de comprar un analizador de color Philips.
Francisco recuerda cómo para proceso de revelado en blanco y negro era necesaria una bombilla roja, realizándose la tarea prácticamente a oscuras. Como las lámparas especiales que se vendían eran caras, él se ingeniaba para realizar el proceso de modo casero introduciendo una bombilla de 1,5 Voltios dentro de una botella de cerveza y eso sí, necesitando estar 10 o 15 minutos antes en el laboratorio para adaptar la pupila y poder ver algo.
Otros requerimientos para lograr buenos resultados que Francisco recuerda eran los relacionados con temperatura de los líquidos reveladores y fijadores, la cual debía mantenerse en un margen preciso. Para conseguirlo, sobre todo en invierno, al no disponer de calefacción, se tuvo que agenciar unas almohadillas eléctricas que ponía encima las cubetas de los líquidos para poder mantener su temperatura.
Todo ello sirvió a Francisco para conocer todos los detalles del mundo de la fotografía y comprender muchos de sus secretos.
Con el tiempo, la llegada de la fotografía digital hizo que cambiara estas cámaras por una digital marca Canon, modelo EOS 300D, conocida como la EOS Rebel que aún conserva.
Comenzó así a experimentar con las posibilidades de retoque que ya ofrecía la informática, que para Francisco era un mundo conocido, ya que su profesión estaba ligada al mundo de los ordenadores, habiendo comenzado a estudiar informática mucho antes de que saliera el PC, programando en Assembler, Fortran IV, Cobol y Basic. Recuerda con cierta nostalgia cómo tuvo la suerte de trabajar con ordenadores IBM de núcleos de ferrita, tarjetas perforadas y cintas magnéticas que aún conserva.
Con los años, Francisco se afilió a la Asociación Fotográfica de Toledo (AFT), donde le conocí. Allí coincidió con personas de gran talento y astucia fotográfica de las que siguió aprendiendo. Aunque reconoce que en la actualidad realiza la mayoría de sus fotografías con su teléfono móvil, Francisco no descarta volver a adquirir una cámara réflex sin espejo para recordar viejos tiempos.
Como os decía, su generosidad nos va a parmitir hoy disfrutar sobremanera con las fotografías que obtuvo a finales de los años 70, en plena Transición. Se trata de una serie de imágenes que nos muestran un Toledo tremendamente auténtico, aún lleno de detalles de otra época, en un guiño a otro tipo de transiciones, no solo políticas, sino también de modos de vida que estaban desapareciendo por entonces para nunca más volver. Es en este contexto de usos ya perdidos donde se enmarcan las primeras fotos que voy a mostraros: las de labriegos que aún araban las huertas del Granadal junto al Tajo con sus mulas. Fértiles tierras que ya emepezaban a sufrir los graves efectos de la contaminación de las aguas del Tajo y que asistían a los últimos días en que sus surcos eran labrados por animales como sucedió durante siglos. Sin lugar a dudas, son estampas históricas llenas de valor documental:
Un agricultor labra su huerta junto al Tajo en el Granadal usando un arado tirado por mulas en los años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Un agricultor labra su huerta junto al Tajo en el Granadal usando un arado tirado por mulas en los años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Eran los años en que el Tajo mostraba su peor versión, con una tremenda contaminación que teñía sus aguas de blanco por efecto de la espuma:
Espumas en el Tajo bajo el Puente de san Martín, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Puente de la Cava y puente de San Martín con un Tajo lleno de espumas hacia 1978. Fotografía de Francisco Rodríguez Espumas en el río Tajo y zona de Roca Tarpeya, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Pero lo peor para el río estaba por venir y el pueblo toledano lo sabía: la inminente apertura del Trasvase Tajo-Segura, que comenzó su nefasta sangría en 1979. Poco antes, en 1978, Francisco Rodríguez inmortalizó la lucha ciudadana por evitar ese atropello en la manifestación multitudinaria que tuvo lugar el 12 de marzo organizada por el Equipo de Defensa del Tajo:
Manifestación en Toledo en contra del Trasvase Tajo-Segura el 12 de marzo de 1978, avenida de la Reconquista.  Fotografía de Francisco Rodríguez Manifestación en Toledo en contra del Trasvase Tajo-Segura el 12 de marzo de 1978, avenida de la Reconquista.  Fotografía de Francisco Rodríguez La parte más bella y costumbrista de la obra de Francisco se centró en retratar a los vendedores ambulantes que desarrollaban su labor en las escaleras del Teatro de Rojas en la Plaza Mayor:
Vendedora con sus hijos en las escaleras del Teatro de Rojas en la Plaza Mayor, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Vendedor ambulante en las escaleras del Teatro de Rojas en la Plaza Mayor, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Vendedor ambulante en las escaleras del Teatro de Rojas en la Plaza Mayor, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Vendedor ambulante en las escaleras del Teatro de Rojas en la Plaza Mayor, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Vendedor ambulante en las escaleras del Teatro de Rojas en la Plaza Mayor, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Vendedor ambulante en las escaleras del Teatro de Rojas en la Plaza Mayor, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Vendedor ambulante en las escaleras del Teatro de Rojas en la Plaza Mayor, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Son también muy significativas las fotos tomadas en el Paseo del Carmen donde, por entonces, se celebraba el mercado del Martes:
Vendedor de flor de tila en un mercadillo de Toledo, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Vendedor de flor de tila en un mercadillo de Toledo, Paseo del Carmen, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Bar ambulante en el mercado del martes en el Paseo del Carmen, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Mercadillo del Martes en el Paseo del Carmen, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Vendedor hindú en el mercadillo del Martes en el Paseo del Carmen, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Vendedor de abanicos en el mercadillo del martes en el Paseo del Carmen, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Mercado del martes en el Paseo del Carmen, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Mercado del Martes en el Paseo del Carmen, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Vendedor de cubos en el mercado del Martes en el Paseo del Carmen, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez En el Paseo de Merchán o de la Vega se situaban también vendedores de humildes características que a muchos os traerán entrañables recuerdos:
Vendedor de caramelos, almendras garrapiñadas, encurtidos, variantes y frutos secos en el Paseo de Merchán o de la Vega en Toledo, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Vendedor ambulante en el Paseo de la Vega o de Merchán de Toledo, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Son preciosas las fotografías de otro tipo de comerciantes retratados en el centro histórico: heladeros, tenderos, vendedores de palomitas... estampas que nos hablan de modos de vida muy diferentes a los que hoy contemplamos y que nos retrotraen a otros tiempos:
Kiosco de helados hacia 1978. Fotografía de Francisco Rodríguez Un tendero en su tienda de frutas, verduras y conservas en Toledo, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Vendedor de palomitas en Toledo, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Oficios y aprovechamientos hoy inimaginables en nuestras calles aún subsistían por entonces en la ciudad. Sirva como ejemplo el solar de Julia, la trapera, que se encontraba entre San Juan de la Penitencia y la Prensa de San Lorenzo, donde hoy se encuentra la Plaza Escondida:
Trapería de la señora Julia junto a San Juan de la Penitencia y la Prensa de San Lorenzo, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Llevando cartones a la trapería de la señora Julia, en la calle Prensa de San Lorenzo,  años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez En aquellos años, aún había barrios con calles terrizas, sin empedrar ni adoquinar como por ejemplo en las inmediaciones del Tajo, cerca del Diamantista:
Bajada hacia la plaza del Diamantista, aún terriza, sin empedrar en los años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez En aquel Toledo que ya se expandía por nuevas barriadas se generaban también nuevos focos de degradación, como sucedía con algunos puntos del barrio de Santa Teresa, convertidos en escombreras y vertederos improvisados, como este solar donde hoy se levanta el edificio de Caja Rural.
Escombros y basura en el barrio de Santa Teresa, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Lo mismo se puede decir de la zona cercana a la muralla de la Puerta del Vado:
Chabola junto a la muralla cercana a la Puerta del Vado, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Las escenas cotidianas también llamaron la atención de Francisco, que supo captarlas con maestría:
Un galgo da de mamar a sus crias en un patio de Toledo mientras una mujer peina a sus hijas, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Una humilde familia en Toledo con la madre peinando a sus hijas, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Chavales en bicicleta junto a la Sinagoga de Santa María la blanca, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Un barrendero en Toledo charlando, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Ancianos jugando en Toledo. Fotografía de Francisco Rodríguez Cargando maletas y bultos en Toledo, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Un carro en una chabola junto a la muralla cercana a la Puerta del Vado, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Una anciana señora asomada en una ventana en Toledo, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Antiguo taller del ebanista Modesto de la Cuerda en la Plaza de Santa Isabel, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Una persona ciega en la plaza de las Cuatro Calles junto a Hombre de Palo, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Una persona ciega en la Calle Ancha, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Dos niños leen una revista en Toledo, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Un homre carga cajas de cartón en la calle Tornerías, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Mucho ha cambiado desde entonces el Pasadizo de Balaguer:
Pasadizo de Balaguer, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez La estación de ferrocarril, con sus trenes de entonces, muy distintos al AVE que hoy surca estas vías:
Un tren en la estación de ferrocarril de Toledo, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Francisco inmortalizó una de las primeras carreras infantiles por las calles de la ciudad:br/> Carrera infantil de atletismo junto a la Puerta de Bisagra, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Carrera infantil de atletismo cerca de la curva del Cigarral de Caravantes, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Carrera infantil de atletismo en la bajada del castillo de San Servando junto al restaurante La Cubana, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Carrera infantil de atletismo en el Paseo de la Rosa, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Carrera infantil de atletismo en el Paseo de la Rosa, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Los empleados de RENFE desempeñaban entonces labores muy diferentes de las que hoy podemos presenciar en nuestras estaciones:
Empleado de RENFE en Toledo, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Empleado de RENFE en Toledo, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Empleado de RENFE en Toledo, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Empleado de RENFE en Toledo, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Empleado de RENFE en Toledo en una caseta, años 70. Fotografía de Francisco Rodríguez Como habréis podido comprobar, estamos ante una selección de fotos realmente magistral, solo al alcance de alguien que pueda aunar no solo un gran talento con la cámara, sino un profundo conocimiento de su ciudad y una gran sensibilidad como para inmortalizar situaciones y personas que hubiesen pasado inadvertidas para la inmensa mayoría de fotógrafos. Millones de gracias, por tanto, a Francisco por este regalo que nos hace.
No quiero terminar esta entrada sin recordar a todos que aún tenéis un mes para poder ser mecenas del próximo libro de la saga de Toledo Olvidado, el que hará el número 6, con el que completaré la segunda trilogía de libros. ¡Millones de gracias a todos los mecenas que ya habéis realizado vuestra aportación, sin vosotros esto sería imposible!
© TOLEDO OLVIDADO
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