Hace casi quince años, allá por 2007, en un derribo de una casa de la calle de la Plata que estaba sufriendo una profunda reforma, quiso el destino que el equipo de arqueólogos que trabajaba en las obras se fijara en algunos materiales arrojados a uno de los contenedores, justo antes de emprender el camino del vertedero.
Guiados más por la curiosidad que por el interés profesional de esos restos, mi gran amigo Rafael Caballero y su hermano Javi rescataron de un triste final un grupo de rollos de negativos conservados muy precariamente, que habían sido arrojados junto con otros materiales inservibles. Pasaron los años sin que aquellos negativos fuesen revelados, y los propios hermanos Caballero, en sus atareadas vidas y ajetreos diarios, casi se habían olvidado de ellos y apenas habían hecho algunos tímidos intentos de visionado rudimentario al azar de algunos de esos clichés al trasluz al carecer de un escáner de negativos o de un laboratorio fotográfico.
Pero, como ya he explicado alguna vez, las historias no tienen prisa y aguardan pacientemente su momento de ser contadas. Y esta no iba a ser una excepción.
A finales del mes de septiembre, Rafa me escribió un whatsapp hablándome de esos cartuchos y enviándome dos o tres escaneos hechos con métodos caseros en los que se intuía que el material podía ser de cierto interés.
Como yo siempre acepto ese tipo de propuestas, obviamente quedé con ellos esa misma semana y me entregaron una bolsa con siete u ocho rollos.
Estaba inmerso en la finalización de la redacción y selección de fotos para mi nuevo libro y tardé un par de semanas en ponerme manos a la obra: había que recortar los rollos en tiras pequeñas para poder escanearlos en mi aparato de modo adecuado, y me llevó algunas horas de una madrugada del mes de octubre.
Según iba escaneando aquellos negativos, iba emocionándome más y más. No alcanzaba a comprender cómo aquel material había estado a punto de perderse para siempre si no se hubiera producido una larga serie de casualidades, a saber: que tuviera lugar aquella reforma de la casa; que los rollos fuesen depositados en un lugar visible del contenedor, sin ser ocultados por material arrojado encima; que en aquella obra estuviera como arqueólogo Rafael; que tanto él como su hermano se fijasen en el contenedor aquel día; que decidieran recoger los rollos y llevarlos a casa; que los guardasen casi quince años; que tuviesen un amigo tan peculiar como yo, dispuesto a dedicar unas horas a escanear aquellos cartuchos aún a riesgo de que no contuvieran nada interesante; que se acordaran de mí y me escribieran.
Allí estaban, delante de mí. Solos ellas y yo en el silencio de la noche. Aquellas fotos que iban desfilando por mi pantalla ante mis atónitos ojos llegaban en el momento ideal. Yo ya estaba aquellos días absolutamente inmerso en un proyecto en el trabajo que encajaba de tal modo con aquellos testimonios gráficos que comprendí que todo eso no podía ser casualidad. Sin lugar a dudas, esas fotos habían estado esperando su momento. Y ese momento había llegado.
Solo un par de semanas después íbamos a lanzar desde la Real Fundación de Toledo, que tengo el placer y el honor de dirigir, un proyecto en el que personalmente he puesto gran parte de mis ilusiones en el último año y medio: Música por el Tajo, un disco recopilatorio financiado por micromecenazgo en el que los músicos y bandas de Toledo expresen a través de canciones sus sentimientos ante la situación de degradación del río con motivo del 50º aniversario de la prohibición del baño en sus aguas. El principal objetivo del proyecto es hacer ver, especialmente a los más jóvenes, que en el Tajo los toledanos se bañaban y disfrutaban no hace tanto tiempo. Que el río era parte esencial de su ocio y de su día a día. Pero, ¿hay algo más elocuente que una imagen para hacerles ver que eso que les decimos no es una invención?
"Sacaré estas fotos con motivo de la campaña de búsqueda de mecenas", me dije aquella noche. Y aquí me tenéis hoy, cumpliendo aquel compromiso adquirido conmigo mismo para enseñaros, emocionado, una serie impagable de fotografías que una familia toledana, probablemente residente en la calle de la Plata en los años 60, obtuvo en sus jornadas de ocio más entrañables.
Como si fuera una de las ninfas a las que se refería Garcilaso en sus églogas, esta joven posa en el agua en la zona de la Playa de Safont hacia 1965:
Hermosas ninfas, que, en el río metidas,
contentas habitáis en las moradas
de relucientes piedras fabricadas
y en columnas de vidrio sostenidas;
agora estéis labrando embebecidas
o tejiendo las telas delicadas,
agora unas con otras apartadas
contándoos los amores y las vidas:
dejad un rato la labor, alzando
vuestras rubias cabezas a mirarme,
y no os detendréis mucho según ando,
que o no podréis de lástima escucharme,
o convertido en agua aquí llorando,
podréis allá despacio consolarme.
Esa misma joven ninfa aparece con sus amigos y familiares en varias imágenes más que pone la piel de gallina contemplar:
Niños en la orilla, ilusionados con sus balones, hinchables y juguetes... ¿qué pecado cometimos para perder esto? ¿Cómo no luchar con todas nuestras fuerzas por recuperarlo?
Adultos disfrutones, con sus guitarras (eso ya era un avance de Música por el Tajo), refrescos y cervezas a la orilla de un río limpio o jugando al futbolín en los gangos de las orillas:
Orillas con paseos de finísima arena, tamizada por el inmenso y periódico cedazo que suponían las crecidas recurrentes del Tajo, que lavaban las márgenes y dejaban a su paso esas playas hoy casi inimaginables:
¿No os dan estas imágenes más ganas que nunca de pelear por un río vivo, limpio, libre de contaminación y sin trasvases? A mí, desde luego, sí.
Agradeciendo de todo corazón a los hermanos Rafael y Javi Caballero la cesión de estos maravillosos negativos, solo me queda recordaros que estéis muy atentos a los desechos de las obras cuando paséis a su lado... pueden esconder auténticos tesoros con historias que están esperando a ser narradas.
Actualización:
- 🧜 Hemos identificado a "la ninfa" que nada en las aguas: Luisa Pérez Alcázar.
- 📸 Hemos identificado al autor de las fotografías: Pascual Pérez Alcázar.
- 📅 Las fotos fueron tomadas en el verano de 1968, con seguridad en un miércoles, que era el día de descanso del bar situado en la plaza de Barrio Rey donde trabajaba Ambrosio Pérez Villaseñor, padre de la familia protagonista de muchas fotos, que era un excelente músico y trompeta, y que también tocaba en la banda municipal de Toledo (aparece con sombrero y guitarra). También aparece su mujer Luisa Alcázar y su hijo Pascual Pérez Alcázar (autor de la mayoría de las fotos) junto a su entonces novia, y actualmente su mujer, Alejandra. Información facilitada por cortesía de Ricardo Serrano, hijo de Luisa Pérez.
Del mismo modo, en alguna imagen se ha podido identificar al pintor Tomás F. Peces, su mujer Ana y sus hijos Tomi y Ana. También aparecen en varias imágenes la Familia Lobato, con Cari (la madre) y sus hijos Pedro y Antonio.
Eduardo, no dejas de sorprenderme. Cuando creo ya tu blog no puede superarse, sacas cosas como estas. Muchas gracias
ResponderEliminarPero qué maravilla. Realmente, pueden encontrarse tesoros donde menos nos lo podemos imaginar y esta es una prueba más de ello.
ResponderEliminarGracias a los hermanos Caballero por la custodia de este tesoro durante todos estos años y por su generosidad al cedértelo. Gracias también a ti, cómo no, por todo tu trabajo de preparación, clasificación y procesado para poder compartir otro pedazo más de nuestra historia.
Mientras salen a la luz, fruto del trabajo incansable y del amor a Toledo, rescatadas del abandono y del olvido, impresionantes imágenes de este bien perdido, algunos vividores de la política nos siguen dando motivos de indignación. Pero también de deseos de seguir en la lucha para que algún día, ojalá sea cuanto antes, se acabe este drama de un Río tan malherido que está casi muerto.
ResponderEliminarDe momento, ellos, unos y otros, en busca de mercancía electoral, siguen tirándose los trastos a la cabeza, acusándose mutuamente de traición, sin querer reconocer que desde hace mucho tiempo podían haber hecho algo por remediar esta situación.
Si les quedara un átomo de vergüenza moral y de decencia política, más les valdría a todos ellos, unos y otros, también otras y unas, darse un punto en la boca y quedarse callados. Como decía Romanones, ¡joder qué tropa!
Impresionante documento grafico como siempre aunque me gustaría hacer una observación. En algunas de estas imágenes se ve la orilla del rio en un lamentable estado, con gran cantidad de basura y desperdicios. Estoy convencido de que toda esa basura la han dejado ahí los de Madrid que como todos sabemos son los responsables de la muerte del Tajo.
ResponderEliminarFco. Javier