Este año se cumple el 160 aniversario de la visita a Toledo de uno de los primeros fotógrafos de la historia de la ciudad: Joseph Carpentier. Corría el año de 1856 cuando este galo recaló en Toledo, donde se encontró una ciudad muy diferente de la actual. Aquel Toledo de mediados del XIX se enconbtraba, como toda España, sumido en una profundísima y larguísima crisis. Aún estaba muy presente en el recuerdo de los toledanos la guerra contra los compatriotas de Carpentier, que dejó nuestra nación muy maltrecha y en la que se perdió una ingente cantidad de patrimonio. 1856 fue un año convulso en Castilla, con numerosos motines por la carestía del pan, derivada de la epidemia de cólera que comenzó en 1854 y que diezmó muchas poblaciones cerealistas, quedando sin poder ser cultivadas muchas tierras por ausencia de labradores, y ocasionando que la de 1856 fuese una cosecha escasísima, hecho aprovechado por algunos comerciantes y especuladores. Aumentó sobremanera el número de mendigos en Castilla y se reprodujo la epidemia de cólera.
El país era reinado por Isabel II dentro de una gran inestabilidad política y económica que había comenzado con la muerte de Fernando VII en 1833, pues su hermano Carlos María Isidro, apoyado en los partidarios absolutistas, se rebeló contra la designación de Isabel II, hija de Fernando VII, y contra la derogación del Reglamento de sucesión de 1713, que impedía la sucesión de mujeres en la Corona. En 1856, cuando Carpentier visitó Toledo, España había sufrido ya dos guerras carlistas por este asunto, y aún quedaban más.
En el gobierno se alternaban continuamente progresistas y moderados, más debido a pronunciamientos militares de ambos signos que a pacíficas cesiones del poder en función de los resultados electorales.
Así, coincidiendo con la visita de Carpentier a Toledo, finalizaba el denominado Bienio Progresista que intentó reformar el sistema político del reinado de Isabel II, dominado por el Partido Moderado desde 1843, para acercarse a un régimen liberal, tras el fracaso de los gobiernos moderados en la década anterior. El bienio comenzó con la revolución de 1854 encabezada por el general Leopoldo O'Donnell y se cerró con el abandono del gobierno del general progresista Baldomero Espartero en julio de 1856 tras el "golpe contrarrevolucionario" del propio O'Donnell que puso fin al bienio dejando sin efecto la Constitución de 1856, conocida también como la "non nata" porque nunca llegó a ser promulgada.
Pues bien, en aquella convulsa España se presentó nuestro protagonista de hoy con sus aparejos fotográficos dispuesto a inmortalizar la realidad en imágenes estereoscópicas. No son muchos los datos biográficos que han llegado a nuestros días sobre este fotógrafo francés nacido en París en 1829. Gracias a la investigación de Carlos Sánchez, sabemos que Joseph Carpentier tuvo un estudio fotográfico en la parisina rue Babille en la década de 1860, publicitado como especialista en vistas estereoscópicas. Fue uno de los primeros fotógrafos en retratar nuestro país, en una fecha tan temprana como aquel año de 1856. Se sabe con certeza que visitó Madrid, Toledo, Granada y Sevilla durante el verano de aquel año, firmando en el libro de visitas de la Alhambra el día 5 de septiembre de 1856 como “Carpentier photographiste de París”. Hasta el momento se han identificado seis fotografías tomadas por Carpentier en Toledo, muy características todas ellas al poseer una atmósfera y una luminosidad muy especial, que las hace bastante reconocibles. Registró sus obras en el Depósito Legal francés los días 25 y 26 de junio de 1857: un total de 40 fotografías denominadas Vues d´Espagne pour le stéréoscope, que constituyen la primera serie más o menos extensa de fotografías estereoscópicas de nuestro país. En 1864 vendió los negativos de estas fotografías a Charles Ségoffin, que las comercializó sobre cartulinas amarillas en una serie titulada Voyage en Espagne. Prácticamente arruinado, Joseph Carpentier falleció en París el día 3 de abril de 1871 cuando contaba con cuarenta años de edad.
He sido capaz de recopilar las seis fotografías que Carpentier tomó en Toledo en alta resolución (salvo una en baja resolución), lo que supone una verdadera gozada para la vista y para los que amamos esta mágica ciudad. Paso a ofrecéroslas una a una, comenzando por mi preferida: una maravillosa vista de los Restos del Artificio de Juanelo, con su sombra proyectada sobre el suelo. Aún quedaban doce años para que fueran abominablemente dinamitados los últimos restos de la que fue una de las más grandes maravillas de la ingeniería renacentista en Europa:
La gran curiosidad que nos deja esta imagen es poder ver aún en pie buena parte del Convento del Carmen Calzado, donde estuviera preso el místico San Juan de la Cruz. En la fecha de la imagen, el convento estaba en pleno proceso de desmantelamiento piedra a piedra tras sufrir la desamortización (otra de las grandes causas de pérdida de patrimonio en España durante el XIX) y pasar a ser propiedad del especulador José Safont (sí, el que da nombre al paraje junto al Puente de Alcántara):
Muy cerca, casi componiendo una panorámica con la anterior, Carpentier tomó esta otra vista del Puente de Alcántara. En una atmósfera muy especial, que solo Carpentier consiguió, aparece la que probablemente es la mejor fotografía de la desaparecida Plaza de Armas del Puente de Alcántara, flanqueada a la izquierda por la Puerta de San Ildefonso (que estuvo en pie hasta 1871) y a la derecha por la verdadera Puerta de Alcántara (demolida en 1864). Una fotografía sensacional por su belleza y valor documental:
La tercera imagen toledana de Carpentier es esta vista del Castillo de San Servando, tomada desde la parte de atrás de la fortaleza. Se ve en primer término el camino que lo rodeaba, la antigua Vía Flaminia romana, que llegaba a Toledo desde Andalucía y La Mancha y que, tras atravesar la Meseta Cristalina y La Sisla, entraba en Toledo por el Puente de Alcántara. Es una de las fotografías más antiguas del castillo, solo superadas por las de Felix Alexander Oppenheim y las de Alphonse De Launay.
La cuarta vista se corresponde con una soberbia panorámica del barrio del Arrabal, una de las primeras imágenes de este entrañable barrio dominado por la presencia de la iglesia de Santiago del Arrabal y la Puerta de Bisagra:
La quinta fotografía nos muestra la Puerta del Sol. Una imagen muy bella de este monumento unos diez años antes de ser restaurado debido al deterioro que sufría cuando Carpentier lo inmortalizó:
La sexta y última fotografía tomada por Joseph Carpentier en Toledo es esta curiosa vista de la Catedral, a la que pareciera que le han cortado la mitad de la torre principal y la cúpula de la capilla mozárabe. Ello se debe a que el fotógrafo decidió realizar una reserva de cielo sobre el negativo, resultando como consecuencia la no aparición de estas partes del templo en la imagen impresa.
Como habéis comprobado, se trata de todo un viaje fotográfico al Toledo de hace nada menos que 160 años, inmerso como todo el país en una situación sociopolítica de lo más convulsa a la par que apasionante para los que nos gusta la historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario