El polifacético médico francés André Serres nació en Montauban el 16 de septiembre de 1922, en el seno de una familia protestante del barrio de Treil, en la orilla izquierda del río Tarn. Profundamente religiosos, eran descendientes de los célebres hermanos Serres, que fueron tres destacados líderes hugonotes perseguidos y ajusticiados por el rey Luis XIV a finales del XVII y comienzos del XVII.
André Serres estudió en el Liceo Ingres y, tras obtener el bachillerato, comenzó estudios de Filosofía.

Se matriculó en la Universidad de Toulouse, donde preparaba el PCB (Certificado de Física, Química y Biología), que le permitiría cumplir su sueño de acceder a los estudios de Medicina. Sin embargo, su trayectoria universitaria se vio bruscamente interrumpida por la II Guerra Mundial y, en 1943, fue forzado a subir a un tren de transporte de ganado para ser deportado a la Alemania nazi, donde fue obligado a trabajar como tornero de metales en una fábrica en Dortmund.

Logró escapar y regresar a Francia en junio de 1944, viviendo en la clandestinidad hasta la liberación del país en diciembre de ese año. Con la llegada de la paz, retomó sus estudios de Medicina. Se convirtió en médico externista y luego pasó como interno a hospitales psiquiátricos. Finalmente, pudo defender su tesis sobre endocrinología suprarrenal en 1958, obteniendo así su doctorado.

Fue en esa etapa de los años 50 cuando André Serres comenzó el desarrollo de otra de sus pasiones: la fotografía. Dotado de un talento innato para obtener imágenes sensacionales, viajó por diferentes países atraído por su interés por la historia y el arte, llegando a ilustrar con sus fotografías notables libros, como el
Diccionario de las Iglesias de Francia. Asistió a los cursos de la Escuela Nacional de Fotografía y destacó como uno de los talentos más prometedores de su generación, logrando que su reportaje fotográfico sobre una feria en Quercy fuera publicado en la revista de fotografía más prestigiosa de Francia. Participó con éxito en el IX Salón Nacional de la Fotografía de Francia celebrado en 1957, gracias a sus fotos obtenidas en abril de 1954 en un viaje a Venecia, basadas en un poema de Théophile Gautier.

Fue en esa década cuando André Serres viajó a Toledo, concretamente en agosto de 1954, dejándonos una impresionante serie de fotografías con un precioso poso humanista que recientemente he incorporado a mi colección personal y que hoy deseo compartir con todos vosotros para disfrutar juntos de su belleza.
Comenzaré por ofreceros la que para mí es la más bonita de todas: una deliciosa estampa de unos niños toledanos refrescándose y bebiendo en una fuente. ¿No sería maravilloso identificar a estos chavales, que hoy tendrán unos 80 años? Personalmente, me fascina el modo en que Serres capturó la sonrisa de los niños y el brillo de los cantos rodados del empedrado.
En cuanto a la ubicación de la fuente, aunque me decanto por el barrio de la judería, no estoy plenamente seguro, por lo que agradeceré sinceramente vuestras aportaciones.

Creo que realmente merece la pena detenerse a contemplar los detalles de la imagen: las
cangrejeras de plástico en las manos del niño, sus pies en los que se adivinan las marcas del sol con la forma de las zapatillas, su expresión de alivio al sentir el frescor del agua, la sonrisa de su amigo, el reconfortante trago de agua del tercero de ellos... estamos ante una escena realmente bella de la vida cotidiana del Toledo de los años 50.

A continuación os mostraré la fotografía que me ha permitido datar las imágenes en el mes de agosto de 1954. Se trata de una imagen llena de nostalgia que evocará mil recuerdos a quienes vivieron esos años. Nos muestra la barbería de "Chule" en la calle de Santo Tomé nº 1, en la que un cartel colgado en su entrada informaba de la próxima celebración de una serie de curiosos espectáculos en la plaza de toros el jueves 19 de agosto de 1954. La programación, a cargo de la empresa Exclusivas Jumillano, incluía
Galas de Arte con los títulos
El Cochero Torero, Don Ricardo, Poli Torero y Manolín. El anuncio se completaba con
Cineastas Musicales, Sansón y Dalila y la actuación estelar de los
Yan-Kinss. A todo ello se sumaba la actuación del novillero Joaquín Mompó "Camisero".

Serres paseó por multitud de calles de la ciudad, deteniéndose en detalles que hoy nos sorprenden y generan nostalgia, setenta años después de ser tomadas las imágenes. En la plaza del Conde, a los pies del palacio de Fuensalida, el francés inmortalizó a un hombre, probablemente un funcionario por su gorra, con una larga mecha para encender cigarrillos.

En la calle de la Plata, André Serres también obtuvo imágenes gloriosas, con algunos preciosos detalles de la portada y puerta de la casa del número 3 de esta céntrica vía:

Es absolutamente magistral esta toma del final de la calle del Ángel, junto a lo que hoy es la plaza del Sofer. Aparece una mujer con su hija, cargando un botijo, junto a la preciosa casa que desapareció pocos años después:

De nuevo, me pregunto: ¿no sería maravilloso poder identificar a las protagonistas de la escena?

Las imágenes nos transportan a un tiempo en el que las horas transcurrían a un ritmo mucho menor que el actual, dejándonos escenas de una vida muy distinta a la del presente. Sirva como ejemplo esta soberbia toma en la que vemos varias personas en la barbería situada en la bajada hacia la puerta del Cambrón, en la esquina con el callejón de San Martín. Se vislumbra a la izquierda el estanco que allí se encontraba.

Esta es una estupenda vista nocturna de la entrada lateral del Ayuntamiento:

Aquí tenemos un burro junto a la tienda de Antigüedades Linares. Probablemente a Serres le llamó la atención lo que asomaba entre sus patas...:

El descenso desde Bisagra hasta la zona de la torre de la Almofala, una de las vías actualmente con mayor tráfico, se encontraba por entonces aún terrizo, ni siquiera presentaba empedrado. Se aprecia a la perfección la muralla en el tramo denominado de las Torres de la Reina, que limitaban el arrabal de San Isidoro hoy conocido como barrio de la Antequeruela:

Unas vistas del palacio de los duques de Maqueda:

Aquí otro detalle de una puerta:

El puente de San Martín fue uno de los lugares más retratados por André Serres en aquel día de verano de 1954:

En el Puente de Alcántara también obtuvo excelentes imágenes nuestro protagonista de hoy:

La Catedral:

Una vista general de la ciudad desde el Valle:

Como veis, se trata de un impresionante retrato del Toledo de 1954 cuyas imágenes llegan al alma, pues poseen una fuerza y una belleza muy especiales. Espero que os hayan gustado tanto como a mí y sirvan como homenaje a este extraordinario fotógrafo que nos dejó en 2014, y que también fue miembro de la Sociedad Francesa de Arqueología y vicepresidente de la Sociedad de Filosofía de Toulouse, además de escribir un excelente libro sobre el arte románico de la franja cantábrica española.
Sensacional reportaje, una joya de la fotografía costumbrista toledana, llena de sugerencias, de recuerdos, de historia, llena de vida. Muchas gracias por traernos esta maravilla
ResponderEliminarPreciosas fotografías, gracias por compartirlas
ResponderEliminarGracias por mostrar la vida en una ciudad como Toledo un pasado lleno de cariño y nostalgia nunca he visto la zona de lavaderos que iba mi abuela a lavar la ropa me imagino que será difícil ver fotos de esta zona
ResponderEliminarEn agosto del 54 yo tenía 5 años, los recuerdos están limitados por lo pequeño que era el mundo. Mi casa estaba frente a la cruz del Pelícano junto a la calle del Ángel, la señora del botijo podía venir de las fuentes de Barrio Nuevo, en la mitad de la plaza (hay fotos en entradas anteriores del blog) o del Cambrón, frente a la barbería de otra de las fotos, la de Barrio Nuevo, no es, el muro con la banca corrida de ladrillo a sardinel me quiere recordar al Miradero. Al final de la calle del Ángel se ve la verdulería del señor Antonio. En las fotos del burro frente a la tienda de Linares, se ve en el suelo una garrafa y en las aguaderas botellas, antes era una bodega, la del señor Hilario en donde vi más de una vez a los húngaros que andaban con la cabra sabía y la mujer del rulo subidas a las mesas y pasando el platillo
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