En estos días de septiembre en los que despedimos al verano más tórrido que se haya registrado y en los que da comienzo un nuevo curso escolar, es necesario recordar que la situación del Tajo es más agónica que nunca y que todos los esfuerzos ciudadanos por revertir la situación han sido hasta la fecha infructuosos. Pero, del mismo modo, es también conveniente dejar bien claro que los toledanos vamos a seguir luchando, porque sabemos que la conciencia social sobre la necesidad de recuperar el río es mucho mayor que hace unos años —ahí sí ha habido notables avances—, mucho más masiva y absolutamente diversa, aglutinando a personas de toda ideología, edad y condición. Desde esta humilde tribuna de un blog personal dedicado a la fotografía histórica llevo casi 15 años publicando entradas que narren visualmente, no solo el aspecto y el estado del Tajo y sus riberas en el pasado, sino —muy especialmente— la estrecha relación existente entre los toledanos y su río hasta hace solo 50 años.
Creo sinceramente que la recuperación de la memoria fotográfica es una muy eficaz herramienta en la lucha por reivindicar el regreso de un Tajo limpio, con caudal, generador de vida y de cultura, pues nada hay más elocuente que una imagen para demostrar a los toledanos de hoy —especialmente a los más jóvenes— que el Tajo puede y debe ser una realidad muy diferente de la que es actualmente, no porque lo reivindiquemos como una utopía, sino porque simplemente estamos hablando de revertir la situación del río a su estado previo, tal como era hasta 1972, es decir —hablando en términos naturales y geológicos—, hace realmente muy poco.
No es soñar, es reparar.
No es reclamar privilegios, es restituir un agravio.
No es pedir un deseo irrealizable, es reinvindicar justicia.
Y en esa lucha ciudadana que debe proseguir en este nuevo curso, hoy tengo la suerte de poder ofreceros nuevas fotografías que demuestran bien a las claras lo que el Tajo era para los toledanos cada verano. De la mano de la generosidad de la familia Hernández Soriano, a quienes agradezco con todo mi cariño la cesión de estos tesoros, hoy vamos a viajar al verano probablemente de 1969 —tal vez 1970—, concretamente a la Playa de Safont junto al Tajo, para rememorar aquellas jornadas estivales de baños en sus limpias aguas, de merendolas familiares en sus finas arenas y de reuniones de jóvenes y mayores en la ribera de un río vivo, generador de bienestar y orgullo cívico que un día perdimos cuando, sin preguntarnos, nos lo robaron miserablemente contaminándolo y reduciendo su caudal con infames trasvases para alimentar el sinsentido de la agricultura intensiva en otras cuencas hidrográficas.
Las imágenes son absolutamente entrañables y nos muestran a Antonio, Felipa, Mercedes y Toni disfrutando de un día feliz, en compañía de decenas de toledanos más, completamente ajenos al triste destino que, muy pocos años después, le esperaba a esa playa, a ese río, a ese paisaje... convertido en la putrefacta cloaca a la vista de miles y miles de personas que en los últimos 50 años tenemos la desgracia de contemplar.
Es realmente precioso viajar en el tiempo hasta ese día, ver a Mercedes feliz en la mayoría de las imágenes, con esa sonrisa plena, sincera e indisimulada que solo los niños son capaces de mostrar cuando realmente están disfrutando. Podemos ver gangos en las orillas, esos chiringuitos a la toledana que complementaban las bondades del río con sus platos tradicionales y sus bebidas bien frías, convirtiendo la playa de Safont en un lugar idílico, hoy casi irreconocible pero que, gracias a estas imágenes y a la generosidad de esta familia tan querida para mí, hoy nos sirven para continuar la lucha por un Tajo vivo.
Espero que os gusten.
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