Hay ocasiones en las que, al investigar sobre el pasado fotográfico de Toledo, siento que realmente solo soy un mero instrumento del que se sirven algunas historias para salir a la luz. Me pasó con la historia de la monja momificada o con la del espía Giacomo Antonini, sintiendo cómo la investigación avanzaba sin que apenas me diera cuenta, como si mis manos al teclear el ordenador estuvieran guiadas por un cerebro diferente al mío.
Pero tal vez el mejor ejemplo de lo que os cuento se produjo hace unos años, cuando mi buena amiga María de Tena me alertó sobre una publicación en El País en la que aparecía una foto supuestamente tomada por el mítico fotógrafo Robert Frank en el barrio de El Cabañal/El Cabanyal valenciano y que ilustraba la noticia de la presentación de un libro sobre las fotografías que este genio tomó en aquel barrio en 1952. Me indicaba María que esa foto le sonaba más a toledana que a valenciana...y enseguida vi que iba bien encaminada. Esa calle la conozco bien.
Evidentemente no se trataba de Valencia sino de Toledo, de su preciosa calle de Santo Tomé donde durante varios siglos vivió mi familia materna y que forma parte de los primeros recuerdos que mis neuronas grabaron en mi memoria.
Pero, ¿cómo era posible que una personalidad de la talla de Robert Frank hubiera cometido un error tan grave y hubiera incluido esa foto en el libro sobre El Cabanyal, y a su vez hubiera servido a El País para ilustrar la noticia?
Por otro lado, la sola idea de haber descubierto esa impresionante imagen de Toledo tomada por uno de los más grandes fotógrafos de la historia no hacía más que invadir mi cabeza con la obsesión de poder narrar esta historia. Pero antes necesitaba lógicamente el permiso para publicarla, y por fortuna Robert Frank aún está entre nosotros (tiene 92 años). Había que contactar con él y, en primer lugar, alertarle del error en el libro, y en segundo lugar, preguntarle por su estancia en Toledo.
Así, inicié una sistemática tarea de búsqueda de posibles maneras de llegar hasta el propio Robert Frank. No fue nada fácil. Muchos caminos se cortaban al segundo o tercer eslabón. Pero la tenacidad siempre tiene premio, y un buen día conseguí entrar en contacto con sus asistentes personales, a quienes siempre agradeceré su amabilidad y generosidad a la hora de tratarme y permitir contaros esta historia. Hablaron con él, le mostraron fotos antiguas y actuales de la misma perspectiva que les envié como prueba, y le explicaron que ahí había un error y una historia que contar. Por desgracia, más de sesenta años es mucho tiempo y Robert no recordaba su periplo por España con nitidez. Sin embargo, sí recordó haber visitado Toledo, en fechas muy próximas a su visita a Valencia. Había que conseguir el rollo de negativos para descifrar el misterio de la valencianización de aquella soberbia foto. Y, en un detalle que jamás olvidaré, buscaron el rollo y me enviaron la secuencia. Hoy tengo el placer de mostrároslo. Pero antes, es mi obligación resumiros brevemente la vida de este verdadero símbolo universal de la fotografía:
Robert Frank nació en el seno de una rica familia judía el 9 de noviembre de 1924 en Zúrich (Suiza) y está incluido en esa selecta lista de los fotógrafos más influyentes de la historia del siglo XX y comienzos del XXI.
Se interesó por la fotografía en lugar de continuar con los negocios familiares, creando su primer libro de fotografías en 1946. Al año siguiente emigró a Estados Unidos trabajando en Nueva York como fotógrafo de moda para Harper's Bazaar. Recorrió Sudamérica y Europa para volver a EE.UU. en 1950, exponiendo en una muestra colectiva en el Museo Arte Moderno de Nueva York, MoMa. Comenzó a percibir en la sociedad norteamericana un excesivo protagonismo del dinero, retratando el país como un lugar a menudo triste y solitario. Tras una temporada en París, en 1953 vuelve a Nueva York vendiendo fotografías a revistas como McCall's, Vogue, y Fortune. En 1955 recorrió Estados Unidos para fotografiar la sociedad en todos sus estratos, tomando 28.000 fotografías durante varios años. Seleccionó 83 de ellas para su famoso libro The Americans. El carácter crítico de la obra hizo que no fuese fácil su publicación en EE.UU., viendo la luz en 1958 en París, y posteriormente en 1959 en Estados Unidos, recibiendo duras críticas. Con el paso del tiempo, sin embargo, The Americans se convirtió en una referencia de la fotografía y la historia del arte estadounidense. En 1961 expuso individualmente en Chicago y en 1962 lo hizo en el MoMA. Frank se convirtió también hacia 1960 en realizador de películas como Pull my Daisy o Sin of Jesus. Su documental de 1972 sobre los Rolling Stones titulado Cocksucker Blues, es considerado su mejor filme. Retomó la fotografía en los años 70. En 1994 la National Gallery de Washington presentó una exposición retrospectiva de su obra, titulada Moving Out. En 2007 recibió el premio PhotoEspaña.
Volvamos a la visita de Frank a Toledo. Como os decía, en la secuencia de negativos de la imagen tenía que estar la clave, y así fue. El mismo carrete contenía correlativamente fotos de Valencia y fotos de Toledo. El paso del tiempo hizo que el propio Frank pensara que todo el carrete se correspondía con su extenso reportaje del Cabanyal...olvidando que seis de las imágenes del carrete las tomó en Toledo. Fotos, por otra parte históricas, pues retrató la ya desaparecida costumbre de la quema del Judas en Santo Tomé, que se celebraba el Domingo de Resurrección, lo que me permitió datar las fotos como tomadas exactamente el día 13 de abril de 1952. Esta es la secuencia:
Ampliando las imágenes se observa que la fotografía de Santo Tomé fue tomada en un grupo de 4 preciosas imágenes, una de ellas obtenida en el sentido opuesto:
Las otras dos fotografías fueron obtenidas en las inmediaciones del Alcázar, por entonces en ruinas desde el asedio de 1936. Aún faltaba más de una década para la finalización de su reconstrucción:
Algunas fotos de la secuencia muestran sábanas tendidas y escenas de campo, siendo difícil saber si es Toledo o Valencia. El final del carrete aparece ya con imágenes tomadas en Valencia.
La generosidad de Robert Frank me permitió, además, publicar la famosa fotografía en alta resolución en el libro Toledo Olvidado 3 en diciembre de 2015, tres años después del inicio de esta investigación con maravilloso final.
No cabe duda de que hay historias que están esperando que alguien las narre, y hacen todo lo posible por aflorar sirviéndose de herramientas muy variopintas. En esta ocasión hicieron falta más de 60 años y un error de identificación para que el legado toledano de Robert Frank viera la luz. Yo solamente pasaba por allí...
Es un verdadero lujo asiático disponer de una “hoja de contactos” del mismísimo Robert Frank, que resulta ser un tesoro como fuente de información para investigadores y estudiosos de la historia toledana, como nuestro amigo Eduardo, capaz de contextualizarla perfectamente en su momento social. Pero también es insustituible como documento fotográfico puro, pues se trata nada menos que de una “hoja de contactos”, casi con toda seguridad marcada y señalada en el época por el propio Robert Frank, ahora referente indiscutido de la fotografía mundial. En ella se pueden apreciar su selección, sus notas de trabajo, su capacidad para exponer sabiamente su rollo de película, la marca que usaba (Eastman Kodak panchromatic Super XX), su forma de revelar, …hasta los detalles de los defectos de sus chasis y de su cámara que provocaban entradas de luz velando parcialmente los dientes de arrastre.
ResponderEliminarEn estos tiempos “digitales” conviene aclarar que se llamaban “hojas de contactos” a las copias positivas obtenidas directamente de los negativos colocados encima del papel y exponiendo a la luz todas al mismo tiempo, de manera que no podía corregirse ninguna y se hacía sólo para poder seleccionar previamente. De esta forma estos contactos “desnudan” el trabajo original del autor y delatan muchas cosas; es por ello que casi ningún autor los muestra al público.
Por eso, para mí se trata de un auténtico tesoro que Eduardo nos trae en bandeja y gratis.
Cuando a apareció el llibro ya vi claramente que esa fotografia no correspondía a València. Lo primero que pensé fue que estuviese realizada en Menorca, en Maó, donde el domingo de Pascua existe la costumbre de «matar el Bujot» (se cuelgan muñecos que critican algún personaje al cual se le dispara con escopetas hasta que arde), pero tampoco lograba ubicarla en aquel lugar. La confusión de Frank puede ser perdonable, pero no entiendo como los responsables valencianos de la edición no vieron que la foto no correspondía al Cabanyal —ni siquiera a València. Por otra parte, observo que en la hoja de contactos hay negativos correspondientes a dos rollos diferentes, unos llevan las marcas «hipersensitive» y «panchromatic», con numeración más pequeña en la que se incluye también la numeración con «A» y otras con marcas «super xx» con números más grandes y sin números con «A», de modo que la hoja de contactos tiene claramente negativos de dos carretes diferentes, tomados seguramente en fechas distintas y de los que cabría suponer que uno es de El Canabayal y el otro de Toledo.
ResponderEliminarMe alegra muchísimo que hayas localizado esta fotografia que a mi me «chirriaba» en el conjunto del libro, así como otra fotografía que también aparce y en que en otras publicaciones ha aparecido como realizada en Barcelona.
Enhorabuena por el trabajo de investigación realizado, que con su permiso comparto.
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