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sábado, 11 de febrero de 2017

Toledo a mediados del siglo XX fotografiado por el mítico Paul Almásy

Si solo disponéis de unos instantes para leer la entrada de hoy, creo sinceramente que lo mejor es que no lo hagáis. Es preferible, creedme, que esperéis a tener un buen rato libre porque lo que hoy vais a ver son fotografías con mayúsculas, que merecen ser admiradas -casi digeridas- con la debida pausa para el deleite de vuestros ojos. No todos los días se ven por vez primera fotografías de Paul Almásy, tal vez el más grande fotógrafo de la historia de Hungría con permiso de Robert Capa y André Kertész.
Paul Almásy nació en Budapest el 29 de mayo de 1906 y murió en Jouars-Pontchartrain (Francia) el 23 de septiembre de 2003. En 1924 comenzó estudios en ciencias políticas en Austria y Alemania con el fin de prepararse para la carrera diplomática. Sin embargo, el periodismo llamó su atención y en 1925 aceptó un trabajo de corresponsal en Marruecos. Toma fotografías de un modo privado para ilustrar sus propios artículos hasta que en 1929 viaja a Sudamérica y realiza el que se puede considerar su primer reportaje fotográfico por encargo, sobre una industria de São Paulo. Comenzó a colaborar con diversas publicaciones, como por ejemplo Berliner Illustrierte.
Paul Almásy en Porquerolles (Francia) en 1969
En 1938 se trasladó a vivir a Francia, trabajando durante la II Guerra Mundial como corresponsal de la prensa suiza en este país. Fue miembro fundador del grupo fotográfico Gens d'Images que promueve anualmente los prestigiosos premios Niépce, Nadar y Arcimboldo. Desde 1952 colaboró con organismos internacionales como la UNESCO, UNICEF, la FAO o la OMS, viajando por todo el mundo. Fueron muy aclamados sus reportajes sobre el problema racial en Sudáfrica en 1953, el problema de las drogas en Asia, la vida de los esquimales o sobre la Tierra de Fuego en 1962. Tal fue su capacidad viajera, que a lo largo de su vida visitó todos los países del orbe excepto Mongolia. En 1956 se nacionalizó francés y desde 1973 fue profesor de fotoperiodismo. En 1978 fue reconocido como Maestro de la Fotografía por el Consejo Europeo de Fotógrafos Profesionales.
Paul Almásy
Su obra ha sido objeto de numerosas retrospectivas en Francia, Alemania, Suiza y Holanda.
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Toledo tuvo el honor de ser visitada por Paul Almásy al menos dos veces: durante la Semana Santa de 1949 y en otra semana de pascua algo posterior a 1954 (en algunas imágenes se ve el Palacio Arzobispal ya restaurado, obra realizada en 1954). Durante ambas visitas, el húngaro obtuvo una serie de fotografías de la ciudad solo al alcance de un genio. Poneos cómodos y disfrutad.
Comenzaremos por ver las más bellas de todas, en mi opinión. El mejor resumen fotográfico de la vida de Toledo durante un día festivo a mediados del siglo XX: la Plaza de las Cuatro Calles atestada de gente en dos instantáneas casi consecutivas. Cada uno de vosotros se fijará en un detalle diferente. A cada uno de vosotros le traerá un recuerdo distinto. Pero estoy seguro de que todos coincidiréis conmigo en que se trata de dos obras de arte:
Plaza de las Cuatro Calles de Toledo en los años 50 fotografiada por Paul Almásy © AKG Images
Toledo (Plaza de las Cuatro Calles) en 1949 fotografiado por Paul Almásy © AKG Images

Como os decía, Almásy estuvo en Toledo durante la Semana Santa. El Domingo de Ramos de su visita algo posterior a 1954 inmortalizó la procesión que recorre la ciudad en esta impagable serie de imágenes:
Domingo de Ramos de Toledo en 1949 fotografiado por Paul Almásy © AKG Images
Domingo de Ramos de Toledo en 1949 fotografiado por Paul Almásy © AKG Images
Domingo de Ramos de Toledo en 1949 fotografiado por Paul Almásy © AKG Images
Domingo de Ramos en Toledo en 1949 fotografiado por Paul Almásy © AKG Images
Domingo de Ramos de Toledo en 1949 fotografiado por Paul Almásy © AKG Images

Almásy no se pudo resistir a fotografiar el Puente de San Martín. El Tajo circulaba con un enorme caudal, impensable en nuestros días de ignominia y humillaciones diarias al río:
Puente de San Martín de Toledo en 1949 fotografiado por Paul Almásy © AKG Images

Aún quedaban unos pocos años para que fuera derribada la Puerta de San Martín, que se situaba muy cerca del Puente, demolida en 1967:
Puente de San Martín (y Puerta del mismo nombre) de Toledo en 1949 fotografiado por Paul Almásy © AKG Images

Es una auténtica delicia el viaje en el tiempo que supone esta fotografía de la Plaza del Ayuntamiento en 1949 (observad el Palacio Arzobispal aún enfoscado y con sus torrecillas superiores sin demoler). Uno se quedaría horas admirándola, ¿verdad?
Palacio Arzobispal de Toledo en 1949 fotografiado por Paul Almásy © AKG Images

Esta otra vista de la plaza tampoco se queda corta en cuanto a belleza:
Ayuntamiento de Toledo en 1949 fotografiado por Paul Almásy © AKG Images

Tomada casi desde el ángulo inverso a la anterior, tenemos esta otra joya:
Catedral de Toledo el domingo de Ramos de 1949.

Allí, en la misma plaza, en un momento dado, Almásy miró hacia arriba y se dijo: "esta torre bien merece una fotografía propia":
Torre de la Catedral Toledo en 1949 fotografiada por Paul Almásy © AKG Images

Si antes hemos visto el Puente de San Martín, ahora es el turno del Puente de Alcántara. Al fondo aparece el Castillo de San Servando recién restaurado:
Puente de Alcántara de Toledo en los años 50 fotografiado por Paul Almásy © AKG Images

Paul Almásy tomó esta maravilla de fotografía de la Puerta de Bisagra. Probablemente, hasta él desconocía que este monumento se había desmoronado en su flanco derecho solo tres años antes. La restauración fue casi inmediata. Pongo primero la imagen de Almásy en 1949 y luego la del derrumbe en 1946:
Puerta de Bisagra de Toledo en 1949 fotografiada por Paul Almásy © AKG Images
Restauración de la Puerta de Bisagra tras su derrumbe en 1946. Tarjeta postal. Cortesía de Javier Felage.

Los que me conocéis sabéis de mi debilidad por el árbol toledano por antonomasia, el almez, y más en concreto por el existente en la Ermita del Valle. Junto a él creció durante muchas décadas un hermano de notable porte. Hoy solo se conserva el de la izquierda de la imagen, y a la vista de la nefasta poda a la que habían sido sometidos (tan habitual en esta Castilla nuestra) quién sabe si su muerte se debió a las heridas de esta operación:
Almeces de la ermita del Valle en Toledo en 1949 fotografiados por Paul Almásy © AKG Images

Para finalizar, vamos a ver la vista general que obtuvo Almásy desde el Valle. Para un verdadero maestro a la hora de encontrar la belleza y la alegría, no es nada raro que la imagen se corte justo antes de mostrar el Alcázar (por entonces aún ruinoso tras el asedio de 1936), pues su presencia sin duda le hubiera dado a la estampa un tono mucho menos alegre:
Toledo en los 1949 fotografiado por Paul Almásy © AKG Images

Hasta aquí este viaje al Toledo de mitad del siglo XX de la mano de este genio de la fotografía. Creo que me reconoceréis que ha merecido la pena encontrar un rato tranquilo para poder degustar estas imágenes, ¿verdad?

7 comentarios:

  1. Magnífico momento de sábado con estas imagenes. Gracias

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  2. Un maravilloso regalo para la vista de quienes compartimos contigo el amor por Toledo y por la fotografía.

    Muchas gracias por todo tu trabajo.

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  3. Otra excepcional entrada para enriquecer la historia fotográfica de Toledo, que es tanto como decir su vida misma.
    Me parecen fantásticas fotos y especialmente la última, en la que coincido con tu apreciación, también derivada del formato cuadrado del 6x6 que proporciona su cámara Rolleiflex, y en la que ha logrado una composición excelente y equilibrada. También en esta imagen me llama mucho la atención esa torre ubicada en el propio rodadero, debajo de San Lucas y María, ¿quizás fuera el soporte de un transformador eléctrico? lo digo porque la he comparado con otra de Mariano Moreno y en la de Mariano no existe.

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  4. ¡Qué magnífica entrega! Esa toma de la Torre Eiffel en el retrovisor de un coche y los pasos de baile de rock de una pareja bajo el parisino Puente de Napoleón III, (desde 1870 Pont National), ya nos muestran que estamos ante un genio de la fotografía.
    En el reportaje toledano de su primera visita a nuestra ciudad, la de 1949, yo era un niño que podía estar callejeando por Hombre de Palo o por esas Cuatro Calles tan animadas en ese día de Domingo de Ramos, o tal vez, cruzando la Plaza del Ayuntamiento, todavía con desniveles, con barandillas que la bordeaban y con acacias recién plantadas, sin extraños inventos hidráulicos, en mi diaria asistencia desde mi casa en Sixto Ramón Parro hasta el Colegio de los Maristas.
    En mi memoria ya quedarían registradas para siempre fisonomías tan singulares como la del Cardenal Pla y Deniel, presidiendo la procesión de los ramos, la del Jefe de la Policía Municipal de entonces –creo recordar de nombre Isidro–, acompañado de otros dos agentes, (todavía no de movilidad), impecablemente ataviados y uniformados en ese día a la salida del cortejo procesional por la Puerta del Perdón y, por supuesto, sin necesidad de chalecos amarillos. Y también, entre otros clérigos del Cabildo, el canónigo magistral de entonces, don Filiberto Díez Pardo, orador sagrado de ardoroso y brillante verbo.
    Continuará...

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  5. Las dos fotografías de Las Cuatro Calles son toda una lección gráfica de sociología histórica: son las imágenes de una ciudad palpitante, todavía con vida propia, sin necesidad del turismo para exhibir su plena vitalidad interior, incluidos guardia civil con tricornio, fumador exhalando una nube de humo y señoras que, con velo en su cabeza, dan testimonio de la dominical fiesta religiosa.
    El chaflán de la fachada de las calles Hombre de Palo y Chapinería, (Cuesta de La Feria), era el de la tienda de ultramarinos del señor Reguilón, en uno de cuyos escaparates era cosa de ver las torres piramidales formadas, en prodigioso equilibrio, por botes de leche condensada. En una de sus marcas –leche condensada El Niño– lo que se condensaba en realidad era lo más “exacto” del concepto de infinito que yo, saciado de libros de análisis algebraico, jamás he conocido en mi vida: cada bote tenía como imagen un niño con otro bote idéntico, en el cual aparecía otra vez la imagen del niño con su bote, y así, perdida ya nuestra vista en el cuarto o quinto envase, hasta…el infinito. ¡Aquel elemental descubrimiento era la leche!
    Esa fachada, aun en su modesta dimensión, quizá por la estuquería de sus frisos, por la primorosa geometría y decoración de su mirador y balcones, a mí siempre me ha parecido como una especie de escenario veneciano, de irresistible romanticismo. En el margen derecho de la plaza, recuerdo la tienda de tejidos y confecciones de los señores Medel y Cruz y no acertaría a localizar las dependencias de la Imprenta Serrano, colindante, y eso sí que lo recuerdo bien, con la taberna y despacho de vinos del señor Gamarra. Bien cerca de allí, en la inmediata Cuesta de la Sal, a buen seguro que, con alguna de las fotos de ese su impresionante museo que es el Bar Scala, nuestro gran amigo Javier Felage nos podría dar toda clase de detalles de esta entrañable plaza toledana de Las Cuatro Calles, núcleo íntimo del Alcaná en el que Cervantes consiguió de un sedero los cartapacios que, de la mano de Cide Hamete Benegeli, contenían la verdadera historia de don Quijote.
    En otra de las fotos, la de la Calle de la Ciudad, que desciende hasta la propia Plaza del Ayuntamiento, y junto a la misma puerta principal de las Casas Consistoriales, podemos ver la lápida, hoy oculta por los renacidos rencores del tiempo pasado, en la que se dejaba testimonio del histórico acontecimiento de la traída de aguas a Toledo desde El Torcón. Al fondo, un todavía solitario automóvil podría presagiar lo que, ya años después, sería la plaga de invasión motorizada de la ciudad.
    Esta entrega de Toledo Olvidado, una vez más, estimula en nosotros, los que vivimos los primeros años de nuestra vida en aquel escenario, recuerdos de memoria imborrable.

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  6. "Paz, piedad y perdón". (Del discurso de don Manuel Azaña, Barcelona, 18 de julio de 1938)

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