martes, 3 de enero de 2023

En recuerdo de Adrián "el Ciego"

La historia de las ciudades se suele escribir a partir de los acontecimientos relevantes relatados por los medios y cronistas oficiales, lo cual es evidentemente necesario, pero —a mi modo de ver— insuficiente para conocer la verdadera realidad de un lugar concreto en un periodo de tiempo.
Existe otra historia, la denominada intrahistoria, configurada por las vivencias, testimonios y relatos de la gente de a pie que, en realidad, muestran con un mayor realismo, humanidad y autenticidad el devenir de los acontecimientos. En este sentido, la fotografía histórica, en especial la fotografía humanista, juega un papel esencial desde su aparición, por la capacidad de evocación y fijación de recuerdos que constituye. Sumado a ella, se sitúa la irrupción de internet, que facilita a través de las redes sociales —en su mejor versión, lejos de mensajes de odio y chismorreos— la difusión de recuerdos entrañables de personajes muy populares que, sin estas herramientas de fijación de la memoria colectiva, caerían en el más absoluto e injusto olvido al no pertenecer a las clases dirigentes ni a los aparatos de comunicación más clásicos.
Es en este sentido donde deseo enmarcar esta breve entrada del blog, la primera de 2023, en la que quiero traer al recuerdo a una persona de la que tantas veces oí hablar como fue Adrián, conocido como "el Ciego".
Adrián García Albero nació hacia 1897 y tuvo la desgracia de quedar ciego muy joven, a los 21 años, como consecuencia de lo que entonces se denominaban "reliquias del sarampión". Esta terrible realidad, que debería hoy ser explicada a los "antivacunas", era más habitual de lo que podemos imaginar tanto con el sarampión como con otras enfermedades que dejaban graves secuelas como la poliomelitis o la viruela.
El caso es que Adrián, tan joven y sin visión, decidió ganarse la vida de modo valiente y admirable. Ideó, en los años 20, un sistema de ingresos basado en una rifa en la que sorteaba objetos muy diversos, especialmente de menaje del hogar. Adrián compartía los beneficios de la rifa con el comedor de caridad que existía en Toledo por aquel entonces, situado en en la calle de San Ildefonso. De estos primeros años de su actividad data esta preciosa fotografía datada hacia 1927, donada por su nieto Pepe García (a quien agradezco sinceramente su aportación en forma de fotos y de datos sobre Adrián y su actividad), en la calle Ancha o del Comercio. En ella vemos la parihuela en la que Adrián transportaba su mercancía, estando "el Ciego" situado semiagachado en la parte trasera. Le acompañaba, tirando del rudimentario medio de transporte y mirando a la cámara, su ayudante Paco "el Largo", a quien Adrián contrató para poder ejercer su actividad. El niño pequeño es Goro, el mayor de los cinco hijos de Adrián.
Adrián el Ciego Este otro personaje, Paco "el Largo", bien merece una mención aparte, pues se hizo también muy famoso en Toledo por "fallecer" hasta en tres ocasiones. Resulta que cuando murió “por primera vez”, estando ya su cuerpo dentro del féretro en la iglesia encaminándose al cementerio, se levantó del ataúd para sorpresa y asombro de todos. Años más tarde, volvió a "morir": esta vez no lo trasladaron al cementerio, sino que lo dejaron más tiempo en casa. Tras unas horas, volvió a levantarse del ataúd por segunda vez. A la tercera, sin embargo, Paco "el Largo", ya no se levantó. La explicación es que el bueno de Paco sufría de catalepsia, una dolencia que, en sus casos más graves, puede provocar este tipo de muertes aparentes.
Adrián se convirtió en una de las personas más queridas de Toledo por su afable carácter y su don de gentes. Se situaba cada mañana en las escaleras del Teatro de Rojas en la plaza Mayor y por las tardes trasladaba su pequeño puesto ambulante a la plaza de las Cuatro Calles. En aquel Toledo en el que la inmensa mayoría de la población aún residía en el centro histórico, la Rifa de Adrián era poco menos que una institución, y centenares de familias esperaban con ilusión cada nuevo sorteo.
Adrián "el Ciego" vende papeletas de su rifa en las escaleras del Teatro de Rojas en la Plaza Mayor. Colección de José García. Su propio nieto, Pepe, nos cuenta cómo era el proceso de la rifa a partir de esta entrañable foto tomada en 1961 o 1962 en la que se ve a las tres generaciones: Adrián “el Ciego”, su hijo Pepe “el de la Rifa”, y el nieto, Pepe “el Bala”.
Adrián "el Ciego", su hijo Pepe "el de la Rifa" y su nieto Pepe "el Bala" en 1961 o 1962 en las Cuatro Calles. Colección familiar de Pepe García. "En la imagen se ve que concretamente rifaban en esa ocasión unos sillones, una mesa, un tocadiscos y cantidad de singles que compraban en Casa Blanco (tienda tradicional situada en las Cuatro Calles).
El sorteo se realizaba de la siguiente forma: se numeraban las papeletas del 1 al 100.000 y cada papeleta se vendía a 10 céntimos, 10 papeletas por una peseta. Las papeletas las hacía la Imprenta Torres que estaba situada al lado de los Billares del Sr. Aurelio y mi padre me mandaba a recogerlas. Cuando faltaban pocos números a la venta, sacaban unos carteles anunciando: "Pasado mañana se rifa" y "Mañana se rifa", todo ello acompañado por las voces de mi abuelo Adrián y mi padre Pepe, voceando a diestro y siniestro: ¡Mañana se rifaaaaaaaaa!
Mi padre se inventó un artilugio montado en unas parihuelas, que contaba con cinco ruedas de madera, las cuales contenían todos los números del 0 al 9 e iban separados por clavos, y al girar la rueda se paraba con un trozo de ballesta que llevaba incrustado encima. En el momento del sorteo, se llamaba a “la autoridad”, en aquellos entonces un Guardia Local y este era el que hacía el sorteo en vivo. Primero, el guardia probaba las ruedas, voceando mi padre: "¡Esta es de prueba!". Una vez comprobado que las ruedas daban bien las vueltas, mi padre volvía a vocear: "¡Ahora va el premio!", y según se iban parando las ruedas, mi padre iba cantando los números. Una vez finalizado el sorteo, mi padre rotulaba el número en un papel, lo firmaba el guardia y lo pegaba en su “mesita”.
Yo no me perdía ningún sorteo, porque quedaba lo mejor para mí, que lo esperaba con mucha ilusión: terminado el sorteo, se llamaba a un motocarro, se cargaban todos los enseres de la rifa y se llevaban al Comedor de Caridad, donde el afortunado/a tenía que ir a recogerlos. En el trayecto de la plaza del Mercado (plaza Mayor) al Comedor de Caridad, mi padre iba delante en la cabina del motocarro, y yo encima al aire libre con los enseres. Era alucinante en esos tiempos, recorrerte las callejuelas del casco en un motocarro, ¡menudo vacile, me encantaba, todo el mundo me miraba!
El premio caducaba a los treinta días y si no aparecía el agraciado/a se volvía a rifar junto con otro lote."

Adrián fue una de esas escasas personas capaces de calar en la memoria de miles de toledanos, y lo consiguió gracias a su esfuerzo y bonhomía, en unas circunstancias realmente adversas, en una España sumida en años complicados, especialmente durante la guerra civil y la posguerra. Tuvo además que batirse el cobre en una sociedad en la que las personas con algún tipo de discapacidad aún no contaban con la cobertura de instituciones potentes (la ONCE no nació hasta 1938 y su implantación fue lenta y progresiva, especialmente en ciudades de tamaño no demasiado grande como Toledo). Aquella sociedad aún era proclive a hacer bromas y chanzas que, aun cuando no siempre se realizaban con mala intención, sí que contribuían a estigmatizar a personas como Adrián. Su propio nieto me cuenta cómo en una ocasión, durante un partido del Club Deportivo Toledo en el Salto del Caballo frente al Alcorcón hacia 1974, oyó gritar a un aficionado: "¡Árbitro, ves menos que Adrián el Ciego!". Pepe no pudo reprimir su rabia y acometió contra él. Le llevaron a comisaría a la calle de Santa Fe y se perdió el partido, pero me comenta que salió de las dependencias policiales orgulloso de haber defendido la memoria de su abuelo y sin cargos.
Asimismo, un buen amigo de Pepe narra cómo es todavía habitual entre los jugadores de mus más veteranos de Toledo utilizar una seña, en el primer lance de los cuatro que se compone el juego, llamada "la ciega" (que significa que no tienes nada reseñable que informar a tu compañero) expresando "estoy como Adrián", recordando a nuestro protagonista de hoy.
Adrián falleció en 1971, siendo su muerte muy sentida por miles de toledanos. En las páginas del diario El Alcázar se publicó este obituario firmado por El Duendecillo del Tajo que da buena fe del cariño que sus paisanos profesaban por Adrián.
Obituario en recuerdo de Adrián "el Ciego" escrito por El Duendecillo del Tajo en las páginas del diario el Alcázar en 1971 Su hijo Pepe continuó con el oficio y la tradición desde 1965 en que Adrián tuvo que dejarlo por su delicado estado. De esta etapa en la que ya Pepe ejercía sin su padre data esta genial foto de John Fyfe:
John Fyfe, Plaza Mayor. Toledo. 1967. Pepe, hijo de Adrián el Ciego, su mujer Conchi y su perro Kuki en la rifa que realizaban en la Plaza Mayor. Detalle de una foto de John Fyfe en 1967. Pepe, el hijo de Adrián, continuó en activo hasta que se jubiló en 1999.
José García Ballesteros (izquierda) en 1981 junto con un compañero de venta de cupones en la calle Ancha. Foto de María Teresa Silva (Archivo VASIL) Con él finalizó un modo de vida que sustentó a una familia caracterizada por su capacidad de superación ante la adversidad y su sentido del humor. Como muestra, esta anécdota que también nos narra su nieto Pepe de una broma que frecuentemente su abuelo Adrián le gastaba: "Mi abuelo me decía: Pepito, yo quiero que llueva, y yo no lo entendía, hasta que un día le pregunté por qué quería que lloviera y él me dijo: ¡Ojalá “yo viera” siempre!"
Dicen que nadie muere del todo mientras sea recordado. Por eso, pese a los más de 50 años transcurridos desde el fallecimiento de Adrián "el Ciego", quiero poner mi granito de arena para que la memoria de este toledano tan popular en su tiempo siga presente, y que esta entrada sirva de humilde homenaje tanto a él como a su ayudante Paco "el Largo", así como a los descendientes de Adrián que continuaron su labor, que era muy importante en aquellos días, aportando una pizca de ilusión con sus sorteos a miles de toledanos de varias generaciones. Sin duda, este tipo de personajes del Toledo más auténtico y con más sabor del siglo XX nunca deben caer en el olvido.

9 comentarios

Anónimo dijo...

Una anécdota
En cierta ocasión, se rodó menaje de cocina y una bicicleta. La bicicleta le tocó a una criada,, y el mensaje a un soldado, los dos se conocieron intercambiaron los regalos y acabaron casándose. Yo tengo un compañero de trabajo , en Tarragona, que esta casado con la bisnieta de aquel soldado, me dijo que su suegro le contó esta anecdota

Arturius03 dijo...

Hola buenos días, me ha encantado la historia, es bueno que estas cosas no se pierdan.

Quería decirte que justo encima de la primera foto has puesto Arián, en vez de Adrián.

Un saludo desde Alicante.

Anónimo dijo...

Me encanta leer lo que escribes, lo haces tan bien que voy viviendo la historia al mismo tiempo.

Anónimo dijo...

Lo mejor de la ciudad es compartir los recuerdos de las personas que las vivieron y dejaron en ellas las huelllas de sus vidas.

Ricardo Sánchez Candelas dijo...

Como era un libro que además de “Árboles en Toledo” buscaba pequeñas historias, paisajes y personajes de la ciudad, ya me encontré con Adrián “el ciego” en la página 89. Por su nombre, tan tempranero en el abecedario, era el primero que figuraba en las “menciones onomásticas” del libro, y de lo que yo conocía hasta entonces, salvo la semblanza que hace “el duendecillo de Toledo” en su fallecimiento y que se transcribe en la entrada del blog, Adrián no había tenido hasta entonces ese honor de ver su nombre en letra impresa, justicia casi siempre negada a personajes que en su anonimato, con mucha más talla humana, son más merecedores de ella que tantos de los que viven en el continuo relumbrón.
En aquella ocasión, Adrián era acompañado en la narración de otro singular personaje: era Belmonte, mitad mendigo, mitad bufón popular, “arquetipo del más abigarrado y esperpéntico paisaje de aquel Toledo de mi niñez”. Con ambos me encontraba muchos días en el itinerario entre mi casa y la Plaza. No me cabe duda de que debe haber cualquier John Fyfe –quizá él mismo– que dejara para el recuerdo del aquel tiempo de la ciudad a uno de sus más pintorescos andarines callejeros. Era algo así como la reproducción toledana de “el Piyayo” malagueño, del que el poeta José Carlos de Luna dejó escrito en su romance que “a chufla le toma la gente, y a mí me da pena y me causa un respeto imponente”. A mí también me lo causaba Belmonte.
Hace pocos años, en la Calle Ancha, tuve un buen rato de charla con el hijo de Adrián, Pepe, que iba acompañado de su esposa. Tuve ocasión de decirle que en nuestra casa ocupaba todavía su sitio una máquina de coser, marca Singer, conseguida en uno de sus sorteos por una de las asiduas de sus rifas, Ignacia, persona inolvidable que vivió toda su vida con nosotros.

Anónimo dijo...

Lo recuerdo perfectamente. A Adrián, su hijo y su mujer.Pasaban por Martín gomero donde yo.vivia.Que nostalgia

Anónimo dijo...

Me gustaria recordar tambien a Rafael el segundo hijo de Adriàn, que estuvo al frente de la libreria el Oeste en la calle de la plata durante 55 años, no se si tendràs o podras conseguir alguna foto de Rafael en la libreria, seria muy entrañable recordarle. gracias.

Jaroas dijo...

Yo recuerdo los sorteos de juguetes que realizaban para dos fechas, para las ferias de agosto y, como no, para Reyes.

También me gustaría señalar la venta de participaciones de Lotería Nacional, lotes con todas las terminaciones, de esa forma, cualquier persona podía acceder a participar en esos sorteos, y siempre, por la terminación, era agraciado.

Unos tiempos tan cercanos y a la vez tan lejanos, pero que siempre estarán en nuestra memoria.

Agradezco esta publicación y mando un fuerte abrazo a los familiares de don Adrián García "El Ciego" y Pepe % Conchi, sus continuadores en la labor.

P.D.- La labor de su otro hijo, Rafael, también es digna de recordar. Otra de las instituciones de la ciudad de Toledo. El intercambio de cromos, tebeos, novelas, libros usados. etc. etc.

Anónimo dijo...

Muy interesante…! Gracias

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