miércoles, 21 de marzo de 2012

La prueba de que el grafito de Gustavo Adolfo Bécquer en San Clemente es auténtico

En fechas recientes y por vías diferentes, de la mano de los siempre inquietos Manuel Palencia y Luis Rodríguez Bausá (o viceversa, tanto monta), ha recobrado vida el desde hace tiempo conocido grafito que Gustavo Adolfo Bécquer firmase en la soberbia portada del Convento de San Clemente hacia 1857.
Este hecho, del que se han oído versiones algo diferentes, desde la que dice que fue Valeriano —el hermano de Bécquer— quien aupó sobre sus hombros al genio sevillano para que alcanzara a escribir sobre la portada renacentista, hasta la que cuenta que utilizaron una escalera de las que usaban los serenos para encender los candiles de la ciudad, ha deambulado siempre entre la rumorología toledana sin ser nunca comprobado fehacientemente (a excepción del análisis grafológico realizado por Valle García que asevera que es auténtico). El grafito ha sido recientemente fotografiado por el genial David Utrilla para el proyecto Toledo Secreto en el que está inmerso junto a Juan Luis Alonso:
David Utrilla Hernández

Como véis, el grafito es legible, el análisis de Valle García es riguroso y el libro de Jesús Cobo Alejandra (y otros temas becquerianos) ha desvelado muchos de los misterios que rodeaban el hecho. Sin embargo faltaba la prueba, la evidencia definitiva de que nadie hubiera inventado la leyenda escribiendo el nombre a comienzos del siglo XX cuando se redescubre la figura de Bécquer. Y esa prueba sólo podía llegar de la mano de la fotografía histórica. Ese era mi reto, mi pequeño grano de arena que completara estas entusiastas y brillantes investigaciones.
Comencé a repasar las primeras fotografías de esta portada en el siglo XIX, y pronto hallé la más antigua, sin duda valiosísima. El Museo Victoria and Albert de Londres conserva una toma de Charles Clifford datada nada menos que en 1853, tan solo un año posterior a las fotografías más antiguas conocidas de la ciudad. Esta imagen fue revelada por el galés al revés (yo os la ofrezco ya invertida) y ha sido recientemente digitalizada por el museo inglés (recomiendo pinchar para admirar los detalles). Su datación, anterior a 1857 que es la fecha en la que los últimos estudios ya citados datan el grafito, podría aportar luz pues debería no aparecer en la imagen. Sin embargo, por milímetros, Clifford dejó fuera de la toma la zona donde se sitúa la firma del poeta:
Portada del Convento de San Clemente en 1853 fotografiada por Charles Clifford. Victoria and Albert Museum, London

Había que seguir indagando entre las fotografías de los pioneros que retrataron la ciudad. La búsqueda en imágenes estereoscópicas resultó infructuosa. También fracasó la búsqueda de alguna fotografía de la portada tomada por Jean Laurent. Había que abordar el archivo del gran fotógrafo toledano del XIX: Casiano Alguacil. Este fotógrafo hizo al menos tres fotografías de la portada. El archivo municipal de Toledo me facilitó una copia en alta resolución de la que ofrecía mayores posibilidades de éxito dada su perspectiva. Sin embargo, de nuevo la mala suerte impedía salir de dudas: la zona del grafito estaba desenfocada.
Portada del Convento de San Clemente hacia 1880. Fotografía de Casiano Alguacil. Ayuntamiento de Toledo

Las posibilidades se agotaban. Hasta que una noche, entre sueños, me vino a la cabeza una fotografía inexplorada. La colección de la casa Léon & Lévy tomada en Toledo hacia 1875-1880 incluía una vista de esta portada con la particularidad añadida de estar hecha a media altura. Con esas siglas —Léon & Lévy— fueron conocidos en París los fotógrafos Moisé Léon y Jules Georges Lévy, establecidos en la década de 1860 en la capital de Francia. A partir de 1873 fueron los hijos de Lévy —Lucien, Jules y Ernest— quienes se hicieron cargo de la empresa, que pasó a llamarse Lévy & Cie, aunque mantuvieron la marca comercial L. L. Por la datación de las imágenes de Toledo, debió ser alguno de los hijos de Lévy —probablemente Lucien— quien tomase la instantánea. Había que conseguir a toda costa una copia en alta resolución de la placa. El fondo es propiedad en la actualidad de la casa Roger Viollet, con quien me puse en contacto. Finalmente, 35,40 € después, pude con enorme alegría comprobar que, efectivamente, la leyenda era cierta: ya hacia 1875-1880 podía verse el grafito de Bécquer escrito en la portada:
Portada del Convento de San Clemente hacia 1875-80. © Léon et Lévy / Roger-Viollet
Portada del Convento de San Clemente hacia 1875-80. © Léon et Lévy / Roger-Viollet (detalle)
Grafito de Gustavo Adolfo Bécquer fotografiado hacia 1875-80. © Léon et Lévy / Roger-Viollet (detalle)
Grafito de Gustavo Adolfo Bécquer en la Portada del Convento de San Clemente en 2012. Fotografía de David Utrilla para Toledo Secreto
Dado que el sevillano murió en 1870 sin ser demasiado valorado por la sociedad del momento («Si es posible, publicad mis versos. Tengo el presentimiento de que muerto seré más y mejor conocido que vivo»), y puesto que el hecho del grafito no fue conocido hasta que su amigo José Casado del Alisal lo narrase en julio de 1886 en el Balneario de Uberuaga de Ubilla muy poco antes de morir, es impensable que nadie hubiese podido falsificar el grafito antes de la fecha de la imagen.
José Casado del Alisal. Fotografía de E. Juliá. Archivo de Rafael Montesinos.

La figura de Bécquer fue en gran medida redescubierta a comienzos del siglo XX. En esa época fue cuando saltó a la luz pública la existencia del grafito de Toledo. Sucedió el 25 de febrero de 1915 en las páginas de El Eco Toledano de la mano de Juan Moraleda y Esteban, presente en aquel balneario de Uberuaga 29 años antes. Moraleda no quiso citar el lugar exacto por preservar el grafito:
Noticia del grafito de Bécquer en Toledo por Juan Moraleda publicada en el Eco Toledano el 25 de febrero de 1915 2
Juan Moraleda y Esteban

Sin embargo, al día siguiente, un anónimo en el Diario Toledano desvelaba el secreto para indignación y disgusto de Moraleda:
Noticia del grafito de Bécquer en Toledo publicada en el Diario Toledano el 26 de febrero de 1915

Desde entonces, el grafito fue conocido por las minorías culturales de Toledo (nunca hasta ahora por el gran público), siempre envuelto en ese halo de misterio de las cosas no del todo confirmadas. Hoy 21 de marzo de 2012, en el día internacional de la poesía, creo que es una buena ocasión para decir bien alto que, en Toledo, las leyendas a veces son totalmente reales.

Se trata sin duda de un lugar lleno de encanto que nunca ha pasado desapercibido a los intelectuales, quien sabe si atraídos por esta historia. Buñuel hizo que Catherine Deneuve paseara delante de esta portada en su Tristana:
Calle de San Clemente, Toledo, en 1969 (Captura de "Tristana" de Buñuel)
Calle de San Clemente, Toledo, en 1969 (Captura de "Tristana" de Buñuel)


Esperando haber contribuido a reivindicar la fotografía histórica como una utilísima herramienta para desentrañar el pasado, os dejo con el vídeo donde Manuel Palencia explica la historia del grafito:

16 comentarios

Mon dijo...

Sencillamente impresionante, no puedo decir otra cosa, gracias por semejante trabajo de investigación. Me encanta esa zona del casco, a partir de ahora cada vez que pase por delante se me pondrán los pelos de punta.

Eduardo Sánchez Butragueño dijo...

Esto es lo que Bécquer escribió sobre esta calle y su entorno en "Una Calle de Toledo":
Discurriendo al azar por entre el confuso laberinto de calles de la antiquísima ciudad de Toledo, el artista, el historiador y el poeta encuentran en los detalles de sus edificios, en los grandes nombres que conmemoran y el sentimiento que inspiran, el más curioso de los Museos, la más interesante de las crónicas y la más pura fuente de melancólicas y altas inspiraciones.
El dibujo que damos a nuestros lectores, recuerdo de uno de estos paseos por las desiertas calles de la ciudad histórica por excelencia, es cumplida prueba de lo que dejamos dicho.
En el fondo se destaca sobre los redondos arcos del pórtico de una iglesia, cuya última restauración se remonta al siglo XVI, la torre alta y airosa que en su tipo y ornato ofrece clara muestra del visible influjo de la dominación árabe. A un lado y contra el desnudo paredón del ábside de un convento, se ve la cruz colosal que expresa con líneas más sobrias y grandes el mismo pensamiento religioso que llenó en una época de churriguerescos retablos las esquinas de las calles de nuestras antiguas poblaciones. Al otro, completa el cuadro el muro y la portada de granito de una noble casa, solar de un esclarecido linaje.
El artista no necesita preguntar el nombre de aquellos edificios, ni conocer las circunstancias de su construcción o los sucesos de que han sido teatro, para encontrar un cuadro completo en la combinación de sus caprichosas líneas, su color y detalles.
Pero llega el historiador. Él nos refiere que aquel templo fue primero mezquita de los moros los cuales la conservaron dedicada a la celebración de sus ritos aun después de reconquistada la ciudad. Por él sabemos cómo más tarde se consagró al culto católico bajo la advocación de San Román, que hoy conserva, reedificándola y levantando su airosa torre muzárabe el célebre prócer castellano don Esteban de Illan, el cual, ayudado de los Benavides y de otros caballeros de linajes ilustres de Toledo, en una noche del verano de 1166, después de haberle sacado ocultamente de la villa de Maqueda, donde le criaban los secuaces del bando de los Castros, encerraron en ella al niño Rey don Alfonso VIII, proclamándolo mayor de edad desde lo alto de sus ajimeces, en los cuales amaneció ondeando el pendón de Castilla, mientras los heraldos anunciaban la nueva a la atónita población, que no esperaba que sus sangrientas disensiones tuvieran aquel rápido desenlace.
Esta es, nos dice luego, la casa del famoso don Esteban, en la cual es tradición vivió asimismo el dulce poeta Garcilaso: el tiempo, al borrar el sello de las remotas edades del exterior del edificio, ha respetado en el interior una magnífica sala morisca, ornamenta da conforme al gusto muzárabe tan usado por los conquistadores, y algunos escudos y timbres heráldicos que traen a la memoria el nombre de sus ilustres dueños.
Aquel ábside, añade por último, pertenece al convento de monjas bernardas de San Clemente, fundado en el siglo XII por D. Alonso el Emperador, y bajo cuyas bóvedas duerme el sueño de la muerte su hijo el infante don Fernando.
¡Qué grandes proporciones, qué imponente poesía adquiere entonces a nuestros ojos, aquella estrecha y solitaria calle que antes sólo se nos antojaba un cuadro pintoresco, y ya es una página viva de nuestra
historia!

Eduardo Sánchez Butragueño dijo...

Y este es el dibujo que Valeriano Bécquer hizo para el relato del comentario anterior. Como se puede ver es la calle que conduce a la Iglesia de San Román. A la izquierda una de las puertas de la Casa de Mesa (junto al que fuera Bar los Candiles) y al fondo el pórtico de San Román demolido a mediados del siglo XX. La fachada del grafito queda a la vuelta de esa plazuela, a la derecha, bajando hacia el Armiño.
Pinchar para ver el dibujo

Jota dijo...

Eduardo, que maravilla, el 17 de febrero, fecha del aniversario del nacimiento de Becquer en uno de mis blogs, http://jota-cuentagotas.blogspot.com.es le dediqué la entrada a Becquer y a su paso por Toledo, no quise poner el dato del Grafiti de S. Vicente, que aunque lo conocía, pues lo he leido en multitud de ocasiones y he hecho la ruta de Becquer unas cuantas veces, no sabía si era cierto o no, pues no había encontrado fotografía alguna al respecto, ahora, con tu aportación, nos has enriquecido si cabe aún más, nuestro amor y nuestro afán por conocer la historia de nuestro amado Toledo y de aquellos que pasearon por su calles.
Te doy una vez más las gracias por aportarnos tan valiosos datos, y solo tengo que decirte ese dicho tan castizo de " el que la sigue, la consigue". un abrazo y que tengas un bonito día.

José María Moreno Santiago dijo...

Ya nos hablaste de este hallazgo, en tu charla de la Casa del Greco, con la magnífica foto del detalle, hecha por David Utrilla para su futuro "Toledo Secreto".
Pero aún así, esto no sería nada, no pasaría de la anécdota ni tendría ningún valor sin el apoyo documental y gráfico que te has trabajado personalmente hasta dar con la foto de Lévy. Debe ser emocionante el proceso deductivo de localización cuando llegaras al momento de ver el grafismo en esa foto ¿no oías detrás de tí el gran rumor de nuestros aplausos?
Pues por si no los oístes aquí te mandamos 35.400 juntos. A tí y a los toledanos nos ha salido bastante barata. :)

BEATRIZ ARROGANTE dijo...

Una aventura apasionante Edu, gracias por compartirla con nosotros, pobres mortales...
Un abrazo.

Kászon Kovács dijo...

pero ¡¡que grande!!
no se que es más precioso aquí, el hecho mismo o tus pasos para darle el sello definitivo de autenticidad...

Ricardo Sánchez Candelas dijo...

Resulta verdaderamente sorprendente que un hecho tan singular, por insólito, de la vivencia toledana de Gustavo Adolfo Bécquer como es el de la grabación de su autógrafo en la fachada del Convento de San Clemente haya pasado tan desapercibido tanto para la élite, más o menos intelectual, de las apologías toledanas como, por supuesto, para el gran público, local o foráneo, menos erudito, que a nuestra ciudad, a sus obras de arte y monumentos, a su historia y a sus leyendas, han dedicado sus más entusiastas elogios.
Quiero referirme en este comentario a un caso muy particular en el que vendría a ponerse de manifiesto que los hallazgos de la fotografía son a veces más ilustrativos y elocuentes que los de las descripciones literarias más realistas Y lo menciono en este caso para enfatizar esa ventaja de la cámara sobre la pluma si reparamos en el apasionante texto de la novela Ángel Guerra, de Benito Pérez Galdós, quizá el más fiel retrato literario de aquel Toledo finisecular del XIX, casi exacto fotograma novelado de una ciudad que por aquellas fechas agonizaba en los últimos estertores de su decadencia.
Hasta en nueve ocasiones menciona el novelista el Convento de San Clemente, convertido en escenario muy frecuentado por las andanzas místicas de su heroína, Leré, y casi en igual medida de su enamorado Ángel Guerra, sin que en ninguna de ellas repare el escritor en el llamativo detalle del autógrafo de Gustavo Adolfo en la fachada del histórico monasterio de las monjas bernardas. Y no deja ello de sorprender en un texto literario que en muchos pasajes de la novela se detiene en descripciones muy detallistas, casi fotográficas, de monumentos o simples rincones pintorescos de la ciudad.
En un inmediato comentario, me extenderé en esta observación.

Ricardo Sánchez Candelas dijo...

La novela Ángel Guerra ve la luz en 1891. Para esa fecha, el grafito autógrafo del poeta, según nos indica Eduardo, llevaba ya más de treinta años grabado sobre la portada plateresca del Convento, aunque su “presencia” sólo adquiere una relativa notoriedad pública cinco años antes, fecha –julio de 1886– en que José Casado del Alisal, amigo de Bécquer, anuncia el “descubrimiento”, si bien, según apunta el autor de Toledo Olvidado, no es hasta 1915 cuando el conocimiento del hecho cobra carta de naturaleza “oficial”. Y no, por cierto, sin una curiosa polémica, en disputa del hallazgo y del lugar de su emplazamiento, de corte casi doméstico, entre “El Eco Toledano” y “El Diario Toledano”.
Es verosímil pensar que si Galdós, casi tan enamorado del escenario San Clemente como los dos protagonistas de su novela, tan minucioso en algunas de sus descripciones, hubiese tenido noticia de este singular grafito, lo habría incorporado a su toledanísima novela, aunque también es de señalar que para aquellas fechas del “aterrizaje” toledano de Angel Guerra, la figura de Gustavo Adolfo Bécquer y el conocimiento de su obra, no habían alcanzado todavía la fama que posteriormente, ya fallecido el poeta, le elevarían a la máxima categoría de la lírica del romanticismo español.
En otro sentido, ¿cabría pensar que para el novelista canario, ya consagrado como patriarca de las letras de su tiempo, aquel grafito era una boutade estrambótica de un poeta excéntrico y de vía estrecha que todavía no había merecido, ni acaso lo mereciera nunca, entrar en la nómina de los escritores famosos, y por tanto, indigno de figurar en aquella novela suya, obra cumbre de un trasnochado misticismo español? ¡Vaya usted a saber! De hecho, Ángel Guerra, personaje que, aunque más prosaico y ajustado a los moldes del realismo galdosiaano, también posee un cierto halo romántico, es la creación literaria de un autor que en su obra no menciona ni una sola vez a Bécquer.
En todo caso, no tengo constancia de que en obra alguna de la literatura toledana de aquellos años –tampoco demasiado abundante, la verdad; Urabayen, Blasco Ibáñez, algo de Baroja y…poco más–, se mencionara la existencia del grafito becqueriano del Convento de San Clemente, lo que, por concluir, nos vendría a resaltar el valor de la fotografía para la recuperación de detalles, curiosidades y hasta descubrimientos históricos que a la literatura le han pasado desapercibidos o simplemente ha ignorado.

C.Willard dijo...

Hola Eduardo, buenos días:
me sumo a los aplausos que han comenzado por ahí. Cada entrada de este blog tiene siempre algo que enseña, que descubre, que sorprende... pero esta, es brutal. Desde el principio, cuando comienzas a leerla te va atrapando, y es cuando te das cuenta de que da igual las veces que pasees por Toledo. Llegará por ejemplo un libro, o una conversación, o una entrada de este blog que te ponga delante un tesoro del que no te habías dado cuenta cada vez que pasabas por este o por aquel rincón de Toledo. Ánimo y a seguir en este maravilloso blog.

Observador dijo...

Estimado blogger: enhorabuena por el hallazgo. Ahora, ¿podría aportar un reportaje fotográfico actual del interior de la iglesia y Monasterio de San Clemente? Las únicas fotografías que conozco son antiguas, de la Guerra y antes.

Hermenegildo dijo...

Por cierto, ¿la lluvia no ha borrado el grafito después de tantos años?

Eduardo Sánchez Butragueño dijo...

Millones de gracias a todos por vuestros comentarios, de corazón.
En respuesta a la pregunta de por qué la lluvia no ha borrado el grafito, decir que ello se debe a que se sitúa justo bajo una pequeña repisa de la portada que le ha protegido estos 155 años que lleva allí escrito.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

A mi me parece "milagroso" el hecho de que ese grafito lleve tanto tiempo expuesto a las inclemencias del tiempos y se conserve tan magnificamente.
Igual es rizar el rizo o pedir demasiado pero, se podria saber con qué fue escrito??? carboncillo, pintura,tinta china.......no entiendo de eso pero para seguir ahi, la pintura debió ser muy resistente.
Muchas gracias de nuevo , muchiiiiiiiiiiiisimas, esta pagina es admirable

Anónimo dijo...

hola, genial, "soy" de yuncler, hay un lugar cerca del termino de yuncos que se llama san lorence, es evidente que alli hubo un pueblo, una torre vigia, o algo, la tierra esta poblada de restos de tejas, o cuencos e incluso piedras, tan raras en la sagra. si algo sabes te daria millon de graciias, sino tambien. aqui no les gusta su historia

Miltale dijo...

¡¡Miles de felicitaciones, Eduardo, por tu fantástico trabajo!!
Estas cosas son las que hacen que nos enamoremos cada vez un poquito más de nuestra maravillosa ciudad.
Y que no se termina nunca de conocerla, ¿no es cierto?

© TOLEDO OLVIDADO
Maira Gall